martes, 30 de junio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 54

—Gracias por venir, no tenías por qué molestarte —le dijo Pedro.
—Quería hacerlo —contestó Paula, mientras avanzaban por un pasillo del hospital.
Paula dudaba que visitar a su hija figurara en su lista de actividades preferidas para pasar el día, pero apreciaba que estuviera dispuesta a acompañarlo. Paula lo había apoyado en todo momento, lo había ayudado después de la donación de médula ósea cocinando para él y ofreciéndole su amistad, y devolverle tanta generosidad intentando acostarse con ella le había parecido tan rastrero, que no había vuelto a mencionar el tema a pesar de lo mucho que deseaba hacerlo.
La miró de reojo mientras esperaban el ascensor. Cada vez se le notaba más el embarazo, y aunque quizás a algunos hombres su volumen creciente podría resultarles poco atractivo, a él le parecía increíblemente sexy. Le encantaban sus curvas exuberantes y su aspecto radiante, cómo se movía, cómo olía, la promesa que parecía brillar en cada una de sus sonrisas.
Involucrarse con Paula sólo podía acarrearle complicaciones, lo que suponía una razón más para resistirse al deseo que sentía por ella, pero la tentación era casi avasalladora.
Subieron al ascensor, y cuando llegaron a su planta y salieron al pasillo, él comentó:
—Tenemos que registrarnos. Tracy, la madre de Camila, me ha explicado que nos dirán cómo debemos ponernos la mascarilla y el traje protector. Su sistema inmunitario aún está recuperándose. Parece que la recuperación va mucho mejor de lo que esperaban y que le darán el alta dentro de un par de semanas, pero hasta entonces tenemos que ser cuidadosos.
Paula le puso una mano en el brazo.
—Es normal que estés nervioso, pero voy a quedarme en la puerta. Es un momento muy íntimo.
—No sé de qué hablar con ella. He estado informado de cómo le iba durante toda su vida, pero ella no ha pensado en mí ni una sola vez. ¿Qué le digo?
—No lo sé —admitió Paula, con un suspiro—. Háblale de corazón, el primer paso es conectar con ella. Charla de cosas banales, y después menciona con naturalidad que eres su padre.
Pedro intentó imaginarse pronunciando las palabras, pero no pudo. Hacía demasiado tiempo que mantenía aquel secreto.
—Tracy estará con vosotros, ¿verdad?
—Sí, los dos coincidimos en que sería importante que Camila tuviera a su madre cerca.
—Siempre te refieres a ellos como «su madre» o «su padre», nunca como «sus padres adoptivos» —observó ella, con una sonrisa.
—Tracy es su madre, el papel de Alison en la vida de Camila se redujo a proporcionar un óvulo y alojamiento de alquiler gratuito durante nueve meses. Nada más —y su propio papel había sido aún más reducido. Se había limitado a darle a su hija un poco de ADN, y después se había desprendido de ella.
Paula se acercó aún más a él, y lo miró directamente a los ojos.
—Ya puedes olvidarte de lo que estás pensando, hiciste mucho más que aportar un poco de esperma. Decidiste darle la oportunidad de que tuviera una vida mejor de la que tú podías ofrecerle, a pesar de que querías quedártela. Hiciste todo lo que estaba en tu mano para asegurarte de que fuera feliz.
—No quería desprenderme de ella.
—Sabiendo todo lo que sabes ahora, ¿crees que tomaste la decisión equivocada?
Buena pregunta. Pedro se preguntó si él habría podido criar mejor a Camila, si ella habría sido más feliz. En aquella época él era un simple muchacho, ¿qué habría pasado con el empeño de Gloria de inmiscuirse en la vida de todo el mundo, o con la enfermedad de Camila?
—Sé que fue la decisión correcta —admitió al fin.
—Entonces, a lo mejor ha llegado el momento de que dejes de culparte, Pedro. Quizás deberías dejar atrás la culpa que arrastras y estar contento porque tu hija está viva y recuperándose. ¿Durante cuánto tiempo te vas a castigar por darle la mejor vida posible?
Pedro se la quedó mirando, sin saber qué decir. ¿De verdad era tan fácil?, ¿se había estado castigando por hacer lo que obviamente era lo mejor para su hija?
—Tienes tus buenos momentos —dijo al fin.
—Ya lo sé. Puedo ser brillante cuando me lo propongo, es un don que tengo.
—Perfecto, entonces ya puedes serlo ahora y sugerirme lo que tendría que decirle a Camila.
—¿Por qué no le dices que eres su padre y que la quieres mucho?
Antes de que Pedro pudiera contestar, Tracy salió de una habitación que había al otro extremo del pasillo, vestida con una larga bata de hospital.
—Hola, llegas justo a tiempo —le dijo a Pedro, al acercarse a ellos—. ¿Estás listo para que te cubran de pies a cabeza? Camila va evolucionando muy bien, mejor de lo que habíamos esperado. Le darán el alta dentro de poco, aunque no podrá volver a clase de momento porque no puede estar rodeada de demasiada gente. Estamos locos de alegría, y muy agradecidos.
Pedro se dió cuenta de que estaba bastante nerviosa, lo vió en su mirada y lo oyó en sus palabras atropelladas.
—Tracy… —empezó a decir.
—No pasa nada, de verdad. Esto es lo mejor. Camila quiere conocer al hombre que le ha salvado la vida, y tú quieres conocer a tu hija. Pero no se lo he dicho, no… —tragó saliva, y admitió—: no he sabido cómo hacerlo. Pero probablemente sea mejor así, porque has estado esperando mucho tiempo para poder decírselo. Pedro, te has ganado esto con creces, y tanto Tom como yo te lo agradecemos de corazón.
—Gracias —contestó él.
Cuando Paula le agarró la mano, Pedro entrelazó sus dedos con los suyos y le dió un ligero apretón. Al menos había tenido el acierto de ir con ella, tenía el presentimiento de que iba a necesitar a alguien que le apoyara para enfrentarse a aquello.
—Tracy, te presento a Paula Chaves.
Las dos mujeres se dieron la mano, y Paula dijo:
—Me alegro de conocerte, y de que tu hija se esté recuperando tan rápidamente. Han pasado por una dura prueba, y se merecen tener buenas noticias.
—Gracias —Tracy bajó la mirada hacia su vientre, y le preguntó—: ¿Es el primero?
Paula  vaciló sólo un segundo antes de asentir.
—Sí, lo espero para septiembre y cada vez estoy más enorme.
La sonrisa de Tracy se desvaneció al comentar:
—Nosotros queríamos tener hijos, pero yo era incapaz de superar las doce semanas de gestación. Hay un complejo término médico para definirlo. Decidimos adoptar, y Pedro nos dió a Camila. Ha sido una bendición tenerla con nosotros.
—Me alegro —le dijo él.
Paula le apretó la mano con más fuerza.
—Bueno, vamos allá —dijo Tracy—. Camila está muy bien. Al principio se encontraba bastante mal, pero se le pasó muy pronto y ahora es cuestión de esperar a que la dejen volver a casa. Ah, sabes que se le ha caído el pelo por la quimioterapia, ¿verdad?
Pedro no había pensado en ello. Tenía sentido, pero le dolía imaginársela perdiendo su hermoso pelo rubio.
—Tiene la esperanza de que le crezca un poco rizado cuando le vuelva a salir —siguió diciendo Tracy—. ¿Su madre biológica tenía el pelo rizado?
—No, Alison tenía el pelo liso —y rubio claro. El de Camila había sido rubio dorado y largo, ¿cuánto tardaría en volver a crecerle?
—Bueno, bienvenidos a la zona estéril —dijo Tracy, mientras entraban en la sala—. En la habitación de Camila no puede entrar nada que no haya sido desinfectado.
—No le he traído nada —dijo Pedro. Había querido hacerlo, pero en la información que había leído constaba que ella no podía tener cerca plantas ni flores, y no había sabido qué otra cosa llevarle.
—Bien —dijo Tracy, y de inmediato le enseñó dónde estaban las batas y las mascarillas, además de las botas y los gorros para el pelo.
—Buena suerte —le dijo Paula, mientras se sentaba en una silla con una revista en la mano.
Cinco minutos después, Tracy y él entraron en la habitación. Cuando Tracy los presentó, Camila sonrió y mantuvo la mirada fija en él, y Pedro la observó con la misma atención. Su hija era alta y esbelta, tenía unos enormes ojos azules y una sonrisa capaz de iluminar Seattle, y el pañuelo que llevaba en la cabeza le recordó a los que se ponía Paula en la cocina. Tenía ciertos rasgos de Alison… la forma de sus ojos, o la forma en la que inclinaba la cabeza.

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