lunes, 15 de junio de 2015

Actitud Incorrecta: Capítulo 72

No discutió. Le rodeó la cintura con las manos y se la quitó de los vaqueros con movimientos sensuales. Mientras se la sacaba, Paula fue capaz de descalzarse.
-Así está mejor.
-¿Sí? -preguntó él.
-Siento la piel como en llamas -lo miró con expresión provocativa-. Oh. ¿Qué podemos hacer al respecto?
-Veamos si esto ayuda -ofreció Pedro.
Los dedos se extendieron por sus costillas. Vio cómo se le dilataban las fosas nasales y levantó los brazos para poder juntarlos detrás del cuello de él. Los pechos se alzaron visiblemente y las manos de Paula los siguieron.
Cerró los ojos unos momentos y dejó que la invadiera la sensación del contacto sobre los pechos. Entonces le soltó el sujetador y le dejó los senos al aire.
Se los coronó y convirtió los pezones en cumbres duras. Paula gimió y en cuanto bajó los brazos, Pedro le mordisqueó el punto suave que había entre su cuello y hombro, haciendo que se arqueara más.
Con ojos entornados todavía centrados en el monitor, vio las manos de él y las cosas maravillosas que le hacía a los pechos mientras los masajeaba con ritmo al tiempo que le frotaba los pezones.
Demasiado excitada para quedarse quieta, retrocedió en el taburete para pegarse a él. Duro como una roca, Pedro movió la erección a lo largo del trasero cubierto por los vaqueros hasta que se acomodó en el centro.
Lo siguiente que supo Paula fue que una de las manos de Pedro descendía por su estómago hasta desaparecer en los vaqueros. Abrió los muslos en respuesta, para dejar que los dedos se introdujeran en la humedad que esperaba. Pedro pasó un dedo por su clítoris antes de introducirse en ella. Había empezado a moverse y ya no podía parar.
-Sí, cabálgame, Paula -murmuró sobre su pelo al tiempo que insertaba un segundo dedo y lo movía en la cremosa humedad-. Cabálgame fuerte. Quiero mirarte. Cómo te mueves... tu expresión... tu pasión...
También él se movía detrás de ella. Pero Paula sólo podía verse a sí misma en el monitor, una mujer dominada por la lujuria que oscilaba cada vez más fuerte y rápidamente. La presión se incrementó, pero no tenía suficiente.
-Explota para mí -le susurró Pedro al oído, y luego le mordió el cuello.
La sensación llegó hasta el centro de Paula. Se arqueó contra él, se pegó a su mano, atrapada aún en los vaqueros, con los dedos perdidos dentro de ella, a medida que las oleadas de placer la invadían.
Alcanzó el orgasmo con una serie de sacudidas devastadoras.
Pedro la sostuvo hasta que se aquietó, besándole el pelo, la oreja, la frente.
Luego liberó la mano y giró el taburete para dejarla frente a él. Entonces la besó como si le hiciera el amor, penetrándola hondamente con la lengua. Ella encontró el pene con una mano y lo trabajó al mismo ritmo que el beso. Estaba duro, caliente y la cabeza húmeda. Vibraba contra su mano. Supo que, si mantenían ese ritmo, alcanzaría enseguida el orgasmo pero no era eso lo que quería. Quería tenerlo dentro. Quería que estuvieran fundidos en la pasión y el amor hasta que ambos cayeran extenuados.
Como si percibiera esa necesidad, retrocedió y, enganchando las manos en la parte de atrás de los vaqueros y las braguitas, tiró de ellos y dejó al descubierto su trasero.
Lo soltó y se equilibró en el taburete con ambas enanos mientras Pedro le quitaba la ropa. Abrió los muslos para darle la bienvenida. Él colocó las manos debajo de ella y la alzó para poder apuntar la cabeza hacia la entrada mojada.

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