sábado, 13 de junio de 2015

Actitud Incorrecta: Capítulo 64

Cuando Pedro la hizo bajar del segundo autobús, Paula era un manojo de nervios que hacían de todo en su estómago. ¿Adónde diablos la estaba llevando?
-Por aquí -indicó él, conduciéndola por una calle desierta cuyos edificios tenían casi todos las persianas bajadas.
-¿Adónde me llevas?
-A un lugar seguro.
«Seguro». Una palabra relativa. Se había sentido segura hasta aquella mañana, hasta que estuvieron a punto de estrangularla. Tanto su hermana como ella se hallaban en peligro, aunque aún no podía decir por qué. ¿Podría tener la clave Delfina? ¿Conocería su hermana algo más que ella? ¿Algo que podía hacer que las mataran a las dos?
-Es ahí -Pedro señaló hacia delante.
Lo único que veía era un viejo viaducto que corría por debajo de una calle elevada. La abertura estaba bloqueada por una alambrada.
-Vamos -se dirigió directamente hacia la barrera-. Entremos deprisa, antes de que nos vea alguien.
¡Se refería al viaducto! Escaló la alambrada como si fuera un experto.
-Pedro, ¿te has vuelto loco?
Ya estaba en lo alto de la valla. Pasó una pierna por encima, se equilibró y alargó una mano. Como sabía que no merecía la pena discutir con él, lo siguió, agradecida de estar en forma por ir al gimnasio. Una pequeña abertura en lo alto le permitió saltar al otro lado. Entonces, mientras descendía con cuidado, la tomó por la cintura y la deslizó a terreno sólido.
Con el corazón acelerado por el contacto, giró en sus brazos y sintió que se quedaba sin aliento ante la idea de que pudiera besarla. Por primera vez desde que habían vuelto a verse, lo deseaba... sin reservas.
Aunque estaban en sombras, captó un vistazo fugaz de la expresión de él... y entonces se dio la vuelta. Algo que había visto en los ojos intensos había llegado hasta lo más hondo de su ser.
-¿De qué conoces este lugar?
-Lleva aquí desde siempre.
-Pero está bastante apartado. ¿Por qué vendrías aquí?
-Porque era seguro -se adentró en las sombras-. Sin depredadores.
-¿Depredadores? ¿Como lobos?
-Como las personas que se ceban en los críos.
-¿Que viven en la calle?
No respondió, pero por el modo en que puso rígida la espalda, lo supo. Al fin lo entendía. ¿Cómo había sido tan ciega que no lo había comprendido antes?
Pedro había estado en las calles.
Por eso se desenvolvía tan bien en ese ambiente. Por eso tenía una conexión con los chicos. Por eso rodaba el documental.
-¿Cuándo? -preguntó con suavidad.
-De forma ocasional durante todo el instituto. Y antes. Es la razón por la que me retrasé en los estudios.
Recordó que se lo dejaba de ver hasta que reaparecía días o incluso semanas después. Y luego desapareció por completo... hasta que lo encontró días atrás.
-¿Por qué, Pedro? ¿Qué sucedió?
Él era una silueta oscura contra la luz del otro lado del túnel.
-Mi madre era una de esas mujeres que no sabía o no podía ocuparse de sí misma -explicó-. Siempre necesitó a un hombre para eso. Y después de que se fuera mi padre... digamos que tuve varios «tíos», ninguno de ellos lo bastante amable como para apreciar la carga de otra persona.
Hizo una mueca de dolor.
-¿A tu madre no le importaba cómo te trataban? ¿O lo que sentías?
-La preocupación principal de mi madre era que alguien asumiera la responsabilidad de su vida. Se vendía por lo que consideraba seguridad.
Ni siquiera podía imaginar la clase de vida a la que lo habían forzado. Debía de haber sido tan desdichado... salvo cuando habían estado juntos. Estaba segura de que había sido feliz con ella.
Y le había arrebatado también eso.
Se acercó a él y lo abrazó.
-Lo siento -susurró-. Lo siento mucho, mucho.
-¿Por qué? ¿Qué has hecho esta vez?
-Te eché de mi lado. Pero tuve que hacerlo, Pedro. No tuve elección.
-Todos tenemos elecciones.
-No quería que fueras a la cárcel -le dijo, y supuso que era lo último que había esperado oír. Sintió que se ponía rígido.
-¿Qué?
-Mi padre descubrió que nos habíamos acostado juntos -reconoció-. Me informó de que o dejaba de verte... o te haría arrestar por agresión sexual con agravantes...

No hay comentarios:

Publicar un comentario