sábado, 28 de febrero de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 57

– ¿Qué pasa? – pregunté extrañada.
– No lo sé – trató de encenderlo tres veces y no funcionó.
– Creo que se descompuso, que lata, me choca rentar autos, no sabe uno quien los usa ni si les dan mantenimiento.
– ¿Y qué haremos?
– Esperar un poco, quizá sólo necesita enfriarse.
Me acomodé en el asiento y eché mi cabeza atrás en el respaldo. Él hizo lo mismo, pero me di cuenta que jugaba con sus manos. De pronto, se volteó y me miró sin decir nada, yo me acomodé de lado para verlo también, acarició mi rostro y puso un mechón atrás de mi oreja, yo sostuve su mano, entonces, se acercó y me besó despacio, sin intentar algo más, yo le respondí de la misma manera, pero bajé su mano con la mía y la puse sobre uno de mis senos, él comenzó a acariciarlo lentamente, mi mano buscó los botones de su camisa y empecé a desabrocharla y a acariciar la piel que iba quedando al descubierto. Él se separó y echo su asiento hasta atrás, con sus ojos verdes me invitó a que me sentara sobre él y eso hice.
Volvimos a besarnos mientras él metía sus manos debajo de mi suéter y acariciaba mi piel. Besé su cuello y su torso, desabroché el cinturón y el pantalón, me separé y me quité el suéter, él se acercó y besó la parte superior de mis senos que salía del sostén en tanto yo acariciaba su masculinidad, él me desabrochó el pantalón y me acarició por encima de las bragas, jadeé al sentir sus caricias.
–Pau, no debiste ponerte pantalón – se quejó con la voz entrecortada.
– No tenía planeado hacer esto y menos aquí.
Me sonrió y entonces, yo me senté en el asiento del copiloto y me saqué el pantalón y la ropa interior mientras él bajaba el suyo hasta las rodillas después de sacar un condón del bolsillo.
– ¿Acaso eres dueño de esa empresa? – pregunté al tiempo que se lo colocaba.
– No, pero me gusta estar prevenido, uno nunca sabe en qué momento se darán las cosas – respondió mientras me atraía a su cuerpo.
Me senté sobre él con las piernas a los lados y entró en mí, empecé a moverme lentamente, con mis manos sobre el respaldo del asiento, él movía las suyas de mis muslos a mis nalgas. Nuestros rostros estaban pegados por la nariz, nos mirábamos, jadeábamos en sincronía, a la par que nuestros cuerpos se fundían en uno. Aceleré los movimientos, él me sostenía por las caderas, nos besamos apasionadamente en tanto los movimientos se volvían más frenéticos, buscando un solo objetivo. Rompí el beso y puse mi boca en su cuello moviéndome aún más rápido y segundos después sentí como mi cuerpo se estremecía al llegar al éxtasis total al mismo tiempo que él.
Me quedé así unos minutos, mientras nuestras respiraciones recobraban su curso normal, lo besé nuevamente y luego de un lapso me separé, al pasarme al otro asiento no sé cómo, creo que con el codo hice sonar la bocina del auto. El soltó una risa divertida y yo también. Me puse la ropa mientras él se acomodaba la suya. Encendió el auto que respondió a la primera y lo miré sorprendida, arqueando una ceja.
– Está bien, me pillaste y me confieso culpable, jamás falló el auto – aceptó con una sonrisa en los labios.
– ¡Me engañaste!, eres un mentiroso y un tramposo – dije cruzándome de brazos.
– Tú eres la causante de todo, me vuelves loco, no podía esperar hasta la noche para tenerte entre mis brazos.
– ¿En serio? – pregunté un tanto sonrojada.
– Por supuesto, no sé qué me pasa cuando estoy contigo que pierdo el control, eres un peligro Paula Chaves, nublas mi mente y no me permites ver las cosas con claridad.
– Quizá debas remitirme a las autoridades – respondí jugando.
– Eso haré, pero tu condena será estar encerrada en un cuarto conmigo, sin oportunidad de fianza ni de apelación.
– Eso sí me da miedo – exclamé y me abracé a mí misma.
– Debería, en serio, ya no sé qué otra locura podría cometer, eres una hermosa tentación andante.
– Definitivamente deberían encerrarme, en una torre alta sin accesos.
– Y yo iría a rescatarte – dió la vuelta en la siguiente esquina
– ya no puedo imaginar mi vida sin tí, definitivamente me hechizaste.


Una Cita con el Amor: Capítulo 56

– ¿A poco te gusta el hockey? – preguntó sorprendido.
– Uy sí, desde niña, mi papá lo jugaba, aunque nunca estuvo en un equipo profesional.
– ¿Y a qué equipo le vas?
– A Chicago Blackhawks.
– ¿Bromeas?, yo también.
– Chócalas amigo – exclamó entusiasmada y le extendió la mano que Facundo se la chocó – ojala que ganen, acaba de empezar el partido.
– Jennifer, ya habíamos quedado en ir al supermercado – dijo Pedro serio. –
Pero baby, sabes que cuando los Balckhawks juegan el mundo desaparece para mí, vamos cuando termine, ¿sí?
– Y tú sabes que a mí eso me aburre.
– A Paula también – intervino Facundo.
– Entonces ustedes, par de aburridos, vayan a hacer las compras mientras mi amigo Facundo y yo vemos el partido.
– Sí, es buena idea y de paso traen unas cervezas – agregó Facundo.
Pedro  me miró y entró a la cocina por las llaves del coche, que había dejado ahí cuando se las entregó Facundo. Yo no estaba muy segura de ir, lo que menos quería era que empezara con reproches otra vez, pero al ver que Jennifer y Facundo estaban ensimismados viendo el televisor y yo no encontrar otra cosa que hacer, decidí acompañar a Pedro, al fin que iríamos a un lugar lleno de gente.
Caminé hacia el auto y Pedro me abrió la puerta para que subiera, él se dio la vuelta y entró también, sin decir nada, lo pusó en marcha y la radio empezó a sonar.
Conseguir mucho de mí
Conseguir mucho de ti
Caminando por las calles y apenas y te conozco
Parece como si estuviéramos predestinados
Tomarnos de las manos cuando salimos en las noches
Tengo novia dices, esto no está bien
Y yo también tengo a alguien esperándome ¿Qué es esto?, es sólo el principio
¿Por qué no puedo respirar cada que pienso en ti?
¿Por qué no puedo hablar cada que digo algo sobre ti?
Es inevitable,
Es el hecho de que caeremos ahí, A
sí que dime
¿Por qué no puedo respirar cada que pienso en ti?
– Perdóname, no debí tratarte así en la mañana – empezó a decir mientras la canción seguía sonando – pero, me enferma la idea de pensar que él te toque, sé que es tu novio y que yo sólo soy un extraño en tu vida, que ni siquiera nos conocemos bien – guardó silencio mientras le tocaba un semáforo en rojo – sólo no puedo procesar esa idea, lamento mucho haber perdido los estribos Pau, por favor, perdóname.
– No me gusta que me trates como un objeto, sé que nuestra… lo que sea que tengamos, empezó de forma extraña, pero eso no te da derecho a que me trates así.
– Lo sé, estoy muy arrepentido.
– Y después, ¿qué fue todo ese despliegue de hombría en el ping pong?
– Una forma muy infantil de… demostrar quién es el mejor.
– Eso no se demuestra así Pedro, no necesito un súper macho a mi lado.
– ¿Me perdonas? – preguntó con cara de arrepentimiento.
– Lo voy a pensar y ahora sí es en serio.
– ¿Qué tengo que hacer para que me perdones?
– Comportarte como el adulto que eres y pensar con la cabeza y no con el hígado.
– Lo intentaré.
– Cuando lo hagas, entonces hablamos – dije firme y miré por fuera de la ventanilla.
Llegamos al supermercado y él se bajo a abrirme la puerta, me tendió su mano para que me apoyara, no pude negarme a su gesto y cuando salí del auto quedamos cerca mirándonos, pero yo desvié la vista y comencé a caminar sin esperar a que cerrara la puerta del coche. Después él me alcanzó y entramos al lugar. Tomó una canastilla y me guió por uno de los pasillos.
– ¿Qué venimos a comprar? – pregunté caminando a su lado.
– Todo lo necesario para la cena, ya mañana nos vamos, así que hoy haremos un festín.
– ¿Y cuál será el menú?
– Pasta y ensalada, sin faltar un buen vino.
– Pero, falta el postre.
– Cierto, ese te toca a ti.
– ¿Te gusta el flan napolitano?
– ¿Sabes prepararlo?
– Por supuesto, soy una gran cocinera.
– Eso quiero verlo, habrá flan entonces.
Le sonreí y caminamos al pasillo a buscar los ingredientes para el flan, incluido el molde porque me dijo que no tenía. Después fuimos al área de frutas y verduras, escogimos una lechuga verde y una morada, pequeños tomates, uvas y finalmente fuimos por la pasta, el queso y el vino.
– Qué bonita pareja, seguro acaban de casarse, me recuerda a nosotros hace cuarenta años.
Escuché que una señora le decía al que debía ser su esposo, él asintió y le dió un dulce beso en los labios, mi corazón se oprimió y por primera vez en mi vida me visualicé anciana y sólo había un hombre con el que quería llegar a esa edad.
– Ya está todo, podemos irnos– dijo Pedro sacándome del trance – ¿estás bien?
– Sí – apenas pude decir, sin quitar la vista de la pareja que seguía mirándonos.
– ¿Los conoces? – me preguntó mirándolos también y les sonrió.
– No.
 Pedro  me sonrió, pero de forma muy diferente a como lo hacía normalmente, aunque en ese minuto no supe si era realidad o mi mente me estaba haciendo una jugada, para mi sorpresa me tomó de la mano y me hizo caminar.
Pagó todas las cosas y se negó rotundamente a que yo contribuyera con algo. Caminamos al estacionamiento y metió las bolsas a la cajuela. Volvió a abrirme la puerta y luego subió él. Empezó a manejar por una calle inclinada, era un rumbo diferente al que tomamos cuando llegamos, al subir estaba un poco desierto, sólo había casas de un lado y del otro había un pequeño bosque. El coche se movió un poco y se apagó.

Una Cita con el Amor: Capítulo 55

Pasé saliva, tratando de ordenar las ideas en mi cabeza y aclarar mi garganta, abrí la puerta de golpe, él se dio la vuelta y me miró asustado, guardó silencio unos segundos, me dio una sonrisa fingida y siguió hablando.
– Tengo que irme hermanita – volvió a guardar silencio, supuse que estaba escuchando al interlocutor – aquí está Paula, yo le doy tus saludos, sí, ella también te manda saludar, un beso y mañana hablamos – agregó y finalmente colgó – buenos días cariño – dijo dándome un beso pero yo moví la cabeza y me lo dio en la mejilla – era Leah, está de vacaciones en Nueva Jersey.
No le respondí nada, sólo asentí con la cabeza, ¿desde cuando Facundo le llamaba princesa a su hermana?, por qué me sentí mal al escucharlo?, si me engañaba yo le estaba haciendo lo mismo, creo que al final lo que duele es el orgullo o quizá yo sola era la que me seguía haciendo rollos extraños en la cabeza por el peso de la culpa, la pregunta era ¿qué sentía yo por Facundo?, tenía que encontrar la forma de averiguarlo.
Tomé su cara con mis manos y lo miré a los ojos, se veía nervioso, trataba de esquivar mi mirada y entonces lo besé dulcemente, él titubeo, pero al final puso sus manos en mi cintura y yo corrí las mías hacia su cuello, terminó por abrazarme completamente y el beso se intensifico un poco, yo bajé mis manos a su espalda y de pronto, se escuchó un fuerte carraspeo que nos hizo romper el beso, pero permanecimos abrazados.
– Lamento la interrupción – dijo Pedro visiblemente molesto, con el ceño fruncido, recargado en la puerta con los brazos cruzados y los puños cerrados.
– No te preocupes Pedro, lo dejaremos para después, ¿verdad amor? – respondió Facundo sin soltarme y me dió un corto beso en los labios.
– Pueden aprovechar más tarde cuando Jen y yo vayamos al supermercado – exclamó en tono sarcástico y pude notar como apretaba más los puños.
– Voy a preparar café – dije separándome de Facundo y pude sentir la mirada asesina de Pedro aún cuando estaba de espaldas.
– Facundo, ¿me puedes dar las llaves del Volvo?, por favor, ya que tú fuiste el que lo guardó en el garaje.
– Claro, voy por ellas, las dejé en la habitación.
En cuanto Facundo salió de la cocina, Pedro me sujetó fuertemente por el brazo y me hizo girarme para mirarlo.
– ¿Qué parte no te quedo clara de que no permitieras que te tocara? – recriminó furioso.
– Es mi novio, no puedo rechazarlo todo el tiempo.
– Eres mía Paula, sólo mía y si no quieres que le tumbe los dientes al imbécil ese, vas a buscarte un pretexto muy bueno para que ni siquiera te mire.
– Odio que me digan Paula y suéltame que me estás lastimando, no eres nadie para exigirme nada, recuerda que lo nuestro es sólo sexo sin compromiso, fue fácil conseguirlo y con esa misma facilidad puede acabarse.
– Estás muy equivocada si piensas que te voy a dejar ir con facilidad, me perteneces, no lo olvides.
– No soy un objeto Pedro, puedo tomar mis propias decisiones, no lo olvides tú.
Se escucharon los pasos fuertes de Facundo y entonces me solté. No supe de donde saqué fuerzas para decirle eso, lo que había entre Pedro y yo no era sólo sexo, al menos no de mi parte, y debía reconocer que por un lado me sentía feliz por los celos de Pedro, aunque no sabía si los provocaban un sentimiento afectivo o sólo era su orgullo de hombre herido.
Facundo y Jennifer entraron a la cocina, ella abrazó de nuevo muy efusiva a Pedro y sentí un dolor en el pecho, después me saludó a mí muy entusiasta como siempre, yo le sonreí, pero la tensión se sentía en el aire.
Desayunamos ahí, casi en silencio, sólo Jennifer y Facundo hablaban de vez en cuando. En cuanto terminé, subí a mi habitación a cambiarme, me puse unos jeans y un suéter ligero. Facundo subió después y me abrazó por detrás, pero me separé argumentando que no estábamos solos y que no era nuestra casa. Él aceptó sin recriminaciones y empezó a cambiarse de ropa y yo bajé. Escuché las risas de Jennifer provenientes de la parte trasera de la casa, resoplé y caminé hacia allá, estaba jugando ping pong con Pedro, quien se puso serio al verme.
Minutos después llegó Facundo y entonces Jennifer propuso que jugáramos los cuatro. El juego empezó tranquilo, pero de repente, Pedro empezó a golpear la pelota demasiado fuerte mandándosela a Facundo que le respondía de la misma manera, Jennifer y yo nos quitamos al ver lo agresivo que se estaba poniendo el asunto. Pedro miraba con rabia a Facundo y se notaba que tenía todas las intenciones de golpearlo con la pelota y si no hubiera sido porque Facundo era muy hábil para regresársela, lo habría conseguido.
Jennifer me sugirió que entráramos a la casa y no muy convencída lo hice ya que ella prácticamente me arrastró al interior, pero yo estaba sumamente nerviosa por lo que pudiera pasar entre ellos si se quedaban solos. Ella encendió el televisor y empezó a cambiar de canal en canal hasta que encontró algo que le llamó la atención, era un partido de hockey sobre hielo y gritó emocionada porque su equipo favorito estaba jugando. Más tarde entraron Pedro y Facundo y éste también se entusiasmó porque era gran aficionado de ese deporte, así que se sentó al lado de Jennifer en el sillón.

viernes, 27 de febrero de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 54

Llegamos a un hermoso hotel y entramos al casino, ellos se fueron a una mesa de póker y Jennifer y yo a unas maquinas de esas que si te sale tres veces la misma figura ganas, pero con mi suerte lo único que logré fue perder cien dólares, en cambio ella ganó 250. Después Facundo me abrazó emocionado, me cargó y me dio vueltas porque ganó dos mil, cuando me dejó en el piso Pedro nos miraba con el ceño fruncido, pero yo lo ignoré y tomé a mi novio de la mano.
Comimos en el restaurante del hotel y ahora opté por sentarme frente a Jennifer, lo cual provocó que Pedro se riera divertido, nuevamente. Al terminar, compramos los boletos para un espectáculo musical y mientras esperábamos recorrimos las tiendas de souvenir y me sorprendió que Facundo comprara un oso de peluche que en la polera decía I love Las Vegas, me dijo que era para la sobrina de Gerardo que iba a cumplir años próximamente, no recordaba que él tuviera una sobrina y Facundo me explicó que era hija de un primo que acababa de mudarse a Nueva Jersey y que también trabajaba en la casa de bolsa.
Regresamos a la casa pasadas las once de la noche. Facundo se puso de inmediato la pijama y se metió a la cama, yo decidí darme una ducha, me sentía muy cansada y esperaba que él se durmiera para evitar que se pusiera “romántico”, no lo hacía por Pedro , sino por mí, aunque estuviera engañando a mi novio, tampoco era una cualquiera que se iba a revolcar con los dos en la misma casa.

Entré al baño, me desmaquillé y me lavé los dientes, todo muy lentamente para hacer tiempo. Aún con la bata de baño puesta abrí la llave de la regadera, volteé para quitármela y colgarla y me topé con Pedro que alcanzó a taparme la boca para que no gritara. Se llevó el dedo índice de su otra mano a la boca, indicándome que guardara silencio, yo asentí con la cabeza y me soltó.
– ¿Cómo rayos entraste? – pregunté en un susurro mientras me preguntaba dónde estaría ahora  Facundo que Pedro pudo escabullirse al baño sin problema alguno.
– Vaya que eres distraída, este baño conecta con las dos recámaras – respondió y me mostró la puerta que yo no había distinguido – cuando escuché el agua correr me asomé para ver si eras tú y que suerte tuve – agregó soltándome la tira de la bata que se abrió dejando al descubierto parte de mi cuerpo desnudo.
– Ahora sí enloqueciste por completo, Facundo está en la habitación de al lado.
– ¿Y a poco no lo hace más excitante? – susurró mirándome con pasión.
Yo me quedé paralizada, él se acercó y me quitó la bata, me recargó en la pared y mi cuerpo se arqueó ante el frío del azulejo, la adrenalina comenzó a recorrer mi cuerpo mientras él pegaba el suyo al mío y sentí su erección. Me lamió el cuello, luego subió a mi mandíbula y después a mis labios mientras se pegaba más y más a mí. Lo abracé por la espalda, quise besarlo, pero echo la cabeza un poco hacia atrás sonriendo y sólo pude lamerle los labios, así que eso seguí haciendo, primero, el inferior de un lado a otro y luego el de arriba. Sus manos estaban masajeando mis nalgas, yo bajé su bóxer y acaricié su masculinidad, él correspondió de la misma manera acariciando mi parte más íntima con dos dedos, nos besamos desesperadamente y luego sustituyó sus dedos por su miembro, pero sin introducirlo, sólo me frotaba suavemente.
Se separó para ponerse el condón que tomó del lavabo, me hizo darme la vuelta, tomó mis manos y las puso a los lados del lavabo. Yo lo sujete con fuerza, se colocó detrás de mí y se introdujo en mí, me mordí el labio para no gritar y él comenzó a moverse sujetándome de las caderas, yo trataba de reprimir los gemidos, a pesar de que se escuchaba el agua cayendo. Él salía y entraba de mí sin cesar, puso dos dedos en mi boca que igual salían y entraban de ella y su otra mano subía y bajaba por mi muslo, apreté los ojos cuando sentí que él explotaba en mi interior desencadenando que yo lo alcanzara segundos después.
– Estuve esperando todo el día por esto – susurró en mi oído – me trastornas Paula, cada día ansío más estar contigo – agregó y me volteó la cara para besarme.

Cuando desperté, a la mañana siguiente, Facundo no estaba en la cama, supuse que se había ido a correr de nuevo, miré el reloj y casi eran las diez de la mañana, así que me levanté. Después de lavarme los dientes, me ganó la curiosidad y me asomé a la habitación de Pedro, pero no estaba, entonces bajé a la cocina. Estaba por abrir la puerta y escuché murmullos.
– Yo también te extraño mucho princesa, te prometo que lo primero que haré mañana cuando regrese será ir a verte – dijo la ya familiar voz masculina y se me hizo un nudo en la garganta.

Una Cita con el Amor: Capítulo 53

– Pedro, ya basta – dije con un hilo de voz sintiendo como se elevaba mi temperatura – no podemos continuar con esto y menos aquí.
– Vamos a mi recámara, entonces.
– Por supuesto que no, Facundo no tarda en regresar.
– Tenías que recordármelo – dijo molesto – está bien, por ahora lo dejaremos así.
Me dió un pequeño beso en los labios y con dificultad se levantó de la cama, mientras yo le sonreía. Me levanté después que él y caminé hacia el baño, cuando puse la mano en el picaporte sentí que me jaló, me volteó y volvió a besarme apasionadamente, le correspondí unos instantes y después rompí el beso.
– Pedro, por favor, detente – dije seria poniendo mis manos sobre su pecho alejándolo.
– Es que no puedo evitarlo, me encantas Pau – dijo mirándome a los ojos – pero, ganas otra vez, ya me debes dos.
– Anoche te cobraste una, ¿ya se te olvido tu amenaza?, me hiciste entrar en pánico.
– Discúlpame, estaba cegado y fue lo que único que se me ocurrió para verte a solas.
– Lo pensare, claro que si te vas ahora ayudará a aclarar mi mente.
– Chantajista.
– ¿Yo?, el león cree que todos son de su condición.
Me sonrió y me dió otro pequeño beso en los labios, me quedé ahí parada para asegurarme que salía de la recámara, cuando lo hizo y cerró la puerta, entré al baño. Me metí a bañar y cuando termine de vestirme Facundo entro a la habitación, me saludó a lo lejos y me dijo que se daría un baño.
Bajé a la cocina para preparar algo de desayunar y Jennifer estaba ahí tomando café y hojeando una revista.
– Buenos días, Jennifer.
– Hola Pau, buenos días – respondió y se levanto para saludarme de beso en la mejilla – justo estaba pensando en ti, estoy viendo un anuncio de la ropa de Luciana – agregó enseñándome la revista y la miré unos segundos.
– Por cierto, ahora que lo mencionas, tengo duda de algo que me dijiste el día de la presentación – dije sirviéndome una taza de café.
– Adelante, con confianza. – Cuando te dije que Facundo estaba de viaje, me dijiste que él no cambiaba, ¿por qué?
– Ah, es que el día que firmó el contrato con Pedro yo fui a la cena y estuvieron hablando de negocios toda la noche y mencionó que viajaba mucho y luego Pedro me ha contado que le llama y siempre está en juntas, por eso lo dije, ¿pensaste que yo y él nos veíamos clandestinamente?
– No, para nada, no te creo capaz de engañar a Pedro – dije para ver su reacción.
– Jamás lo haría, lo adoro – aseguró.
– Buenos días, señoritas – exclamó Pedro entrando a la cocina. –
Hola baby, buenos días – respondió ella y lo abrazó efusivamente.
Yo no respondí y le corrí la mirada con enfado, que amigos tan cariñosos eran, alguno de los dos me estaba mintiendo y dudaba que ella tuviera alguna razón para hacerlo. Abrí el refrigerador para no mirarlos y escuché que Facundo  los saludaba, me abrazó por la cintura, yo volteé y nos dimos un beso en los labios. Pedro carraspeó y nos sugirió ir a desayunar a un pequeño restaurante que estaba a un par de cuadras. Todos estuvimos de acuerdo y salimos los cuatro.
Facundo y yo íbamos tomados de la mano y Jennifer sostenía del brazo a Pedro después él la cargó sobre sus hombros y tuve ganas de golpearlo y de paso yo darme de topes en un árbol, ¿cómo era posible que me dejara envolver por ese embaucador de oficio? Sólo era un hermoso mentiroso, como dice una canción y, muy a mi pesar, me tenía vuelta loca sin remedio, jamás me imaginé perder así la cabeza por alguien, quizá debía recurrir a la ayuda de un psiquiatra.
Llegamos al restaurante y nos sentamos en una pequeña mesa, Jennifer frente a Facundo y Pedro frente a mí. La mesera nos llevó los menús, la verdad yo no tenía mucha hambre, así que sólo ordené un jugo de naranja y fruta con yogurt, en un recipiente por separado. Jennifer me miró de forma extraña y Facundo empezó a explicarle lo rara que soy para comer mientras ella se reía, luego se pusieron a intercambiar anécdotas curiosas.
Yo sentía las miradas de Pedro y trataba de evitarlas lo más posible. Minutos después nos dejaron los platillos y al llevarme un pedazo de piña a la boca sentí que Pedro puso su pie sobre el mío y lo subió un poco. Yo retiré el mío bruscamente mientras lo miré frunciendo el seño, él sonrió divertido, miré a Facundo, nerviosa y seguía platicando animadamente con Jennifer, al parecer ninguno de los dos se había dado cuenta. Pedro lo notó y siguió con su jueguito, yo ya no sabía para donde moverme y tuve que ir al baño para tranquilizarme, ese hombre quería destrozarme los nervios. Al regresar ya habían pedido la cuenta y suspiré aliviada.
Jennifer propuso ir a algún hotel de Las Vegas a jugar un poco y de paso ver algún espectáculo, así que regresamos a la casa y Pedro sacó del garaje un Volvo plateado que había rentado. Facundo y yo nos subimos en la parte de atrás y Jennifer encendió el radio después de subir. Facundo me abrazó y noté la mirada seria de Pedro a través del espejo retrovisor, pero me volteé y recargué mi cabeza en el hombro de Facundo, no sé porque Pedro ponía esas miradas cuando él jugaba con Jennifer en los altos.

jueves, 26 de febrero de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 52

– ¿Jennifer? – exclamé mirándola desconcertada – ¿qué hacías en mi cuarto?
– Ay Pau, me asustaste, es que esa recámara es la que ocupo normalmente y como soy muy sensible para la luz, necesito dormir con antifaz y entré por el que siempre guardo en el cajón de la mesita de noche – aclaró y me lo enseñó – toqué la puerta y como nadie me contestó entré, pensé que Jacob y tú habían salido a dar un paseo nocturno – agregó con una sonrisa pícara.
– ¿Facundo no está en la recámara? – pregunté sorprendida.
– No, no hay nadie, ¿dónde estabas tú?
– Bajé a la cocina a tomarme una pastilla para el dolor de cabeza.
– Ah ok, buenas noches, que descanses, no, mejor diviértete – dijo de lo más divertida y vi como entraba a la recámara de enfrente.
Entré a la mía y en efecto Facundo no estaba en la cama, el pánico volvió a inundarme y mi corazón se aceleró al pensar en la posibilidad de que se hubiera dado cuenta de lo que yo estaba haciendo. Iba a tomar mi celular para llamarlo cuando vi que salió del baño y al verme parada en mitad de la recámara se asustó y soltó su celular que cayó sobre la alfombra, de inmediato se agachó para levantarlo.
– Paula, te tardaste una eternidad – dijo nervioso y dejó el aparato sobre la mesa de noche y se sentó en la cama.
– Salí a tomar el aire para ver si me sentía mejor.
– ¿Y funcionó? – preguntó mientras se acostaba dándome la espalda.
– Sí, ya estoy bien.
– Hasta mañana, cariño, que descanses.
– Hasta mañana, Facundo.
Me acosté a su lado en la orilla de la cama y apagué la luz, no pude evitar sentirme mal por lo que había hecho con Pedro mientras mi novio estaba bajo el mismo techo, pero tampoco pude evitar sentir incertidumbre por la actitud de éste, ¿qué hacía hablando por teléfono en el baño?, si el reloj de la mesa de noche marcaba poco más de la una de la mañana.
Aún no despertaba por completo cuando sentí como acariciaban mi brazo y subían la manga de la pijama para deslizar sus dedos en mi hombro y moverlos en círculos, después bajaron por mi espalda y metieron la mano por debajo del saco para acariciar mi cintura mientras sentía como pegaba su cuerpo al mío. Abrí los ojos al sentir que su mano bajaba más allá de la cintura y volteé para encararlo.
– Pedro, ¿qué rayos haces aquí? – exclamé atemorizada levantándome de la cama.
– Comprobando si eres capaz de cumplir con tu promesa – respondió en tono serio acostándose de lado y poniendo su cabeza sobre su mano cerrada.
– Estás loco, ¿cómo entras así nada más?, Facundo puede estar en el baño.
– No te preocupes por él, salió a correr hace quince minutos.
– De todas maneras vete, Jennifer sí está en la casa.
– Esa niña no se despierta antes de las once y apenas son las nueve de la mañana – dijo hincándose en la cama.
– Por favor, Pedro, no me hagas las cosas más difíciles.
– ¿Tú?, ¿difíciles?, ¿y yo cómo califico que no tienes voluntad para impedir que él te acaricie? – exclamó acercándose a mí que seguía de pie cerca de la cama.
– Pedro, estaba dormida, perdón si no tengo mucho control bajo ese estado.
– Sentí cuando te despertaste y no me detuviste – me tomó por la cintura y me hizo caer en la cama colocándose encima de mí – no quiero imaginarte entre sus brazos.
– Tonto, yo sabía perfectamente que eras tú, mi cuerpo te reconoce.
Me sonrió encantadoramente, mientras sus ojos analizaban mi rostro y me quitaba un mechón, para luego besarme apasionadamente, mientras su mano doblaba una de mis piernas y acariciaba la pantorrilla debajo del pantalón.
– Buenos días Pau – dijo sonriente en mis labios rozando su nariz con la mía.
– En serio que sí estás loco, ¿te caíste de niño y te golpeaste la cabeza?
– No, me la golpeó una hermosa desconocida la noche de un martes y ella fue la que me hizo enloquecer – respondió mientras besaba mi cuello.
– ¿Así que estás loco por una desconocida? – pregunté sonriendo con los ojos cerrados, siguiéndole el juego.
– Sí, no sé que me ha hecho, creo que me embrujó – respondió lengüeteando el lóbulo de mi oreja mientras se abría paso para que nuestros sexos se rozaran.
– Deberías hacerte una limpia para librarte del hechizo – dije acariciándole lentamente la espalda.
– No se me había ocurrido, gracias por el consejo.
Volvió a besarme en los labios mientras mis manos jugaban con su cabello y movía mi pelvis acompasadamente con la suya. Bajó dando pequeños besos a mi cuello, yo jadeé acariciando el suyo.

Una Cita con el Amor: Capítulo 51

Desde la sala se distinguía la luz proveniente de la cocina, tomé un respiro y entré. Pedro estaba parado, recargado en el mueble junto al lavabo, sosteniendo mi pañoleta entre sus manos. Mis ojos se abrieron de par en par al verlo, definitivamente no estaba jugando, estaba dispuesto a decirle todo a Facundo y entregarle pruebas contundentes.
– ¿Qué pretendes? – pregunté seria y molesta cruzándome de brazos.
– No quiero que él te toque – respondió usando el mismo tono de voz que yo.
– Es mi novio, ¿lo olvidas?, ¿acaso yo te estoy prohibiendo que lo hagas con tu novia?
– ¿Cuántas veces tengo que decirte que Jennifer no es mi novia?
– Que cínico eres, ¿cómo te atreves a negarla después de lo que he visto hoy?
– Pues no se compara con lo que yo vi – exclamó acercándose a mí.
– Pues yo no niego a Facundo, sabes perfectamente que es mi novio – dije caminando hacia atrás
– No me lo recuerdes – dijo acercándose más – no me hagas recordar que lo vi dándote un beso.
– Pues eso es lo que hacen los novios, ¿no?, no sólo cocinan y cantan juntos y se toquetean frente a otros – seguí caminando y topé con el refrigerador.
– Con un demonio – exclamó exasperado a pocos pasos de mí – ¡Jennifer no es mi novia!, es mi amiga de toda la vida.
– Mira qué casualidad, Facundo y yo también nos conocemos desde niños.
– Ahora comprendo porque recurriste a mí – dijo sarcásticamente poniendo sus manos al lado de mis hombros impidiéndome el paso.
– ¡Cómo te atreves! – exclamé y quise darle una bofetada, pero me atajo la mano.
– Sabes que tengo razón, si él cumpliera con sus obligaciones no tendrías ninguna necesidad de citarte con un extraño.
– Fue una estupidez de la que ahora me arrepiento – exclamé soltándome, pero él rápidamente subió el brazo y volvió a hacerme prisionera.
– ¿En verdad te arrepientes? – preguntó a milímetros de mis labios y aspiré su aliento embriagador – ¿estás segura? – agregó acariciando suavemente mi cuello y luego descendió su mano a uno de mis senos que masajeó encima de la ropa, mirándome fijamente a los ojos.
– Basta, por favor – dije con un hilo de voz, no podía controlar mi cuerpo cuando él me estaba tocando y tenía su aliento clavado en mi nariz.
– ¿En serio quieres que me detenga? – susurró en mis labios mientras su mano bajaba por mi costado hasta mi nalga que apretó y luego pegó su cuerpo al mío, uniendo nuestros sexos que sólo los separaba la delgada ropa de nuestras pijamas.
– Alguien puede bajar – dije con dificultad, olvidando todo el enojo.
Su respuesta fue lamer mis labios y levantar mi pierna para pegar mucho más su cuerpo al mío y rozar más nuestros sexos moviéndose suavemente, sin dejar de mirarme, un jadeo se escapó de mis labios, no podía evitarlo, él me hacía perder completamente el sentido de todo y, aunque la cabeza me gritaba que detuviera esa locura, mi cuerpo entero lo reclamaba, no tenía fuerzas suficientes para detenerlo.
Introdujo su lengua ansiosa en mi boca y la mía la recibió con la misma inquietud. Puso ambas manos en mis nalgas y yo lo envolví con mis piernas, me cargó y comenzó a caminar conmigo mientras yo le lamía el cuello, sentí que mi espalda chocaba con una puerta y como pude la abrí volviendo a besarlo, entramos y me colocó sobre una superficie fría. Se separó, encendió una tenue luz y cerró la puerta, entonces me di cuenta que estaba sentada encima de una lavadora dentro de un pequeño cuarto.
Volvió a mi lado y me besó desenfrenadamente mientras sus manos soltaban las tiras de mi pantalón, le ayude a bajármelo al igual que mi ropa interior, y le quité la parte de arriba de su pijama, le besé y lamí el torso desnudo olvidándome completamente de donde estábamos. Él terminó de desnudarme y me besó los pechos en tanto yo bajaba su pantalón y su bóxer, antes de quitárselo por completo sacó un condón y se lo puso entrando en mí con urgencia.
Me besó para ahogar mi gemido y se movía con rapidez en tanto yo lo rodeaba con mis piernas aprisionándolo. Se separó de mis labios y nuestras narices se rozaban, nos mirábamos a los ojos mientras él seguía moviéndose en mi interior, nuestros gemidos se mezclaban y ambos sonreíamos sumergidos en el enorme placer que estábamos sintiendo, no existía nada más en ese momento, sólo él, yo y el fuego de la pasión. Sentí como llegaba al orgasmo y él me besó para callar el grito que emitiría, hizo los últimos movimientos y alcanzó el éxtasis total sin dejar de besarme. Nos abrazamos y sentí su pecho agitado en el mío.
– Nadie te ha hecho vibrar como yo y nadie jamás podrá hacerlo, soy el único que conoce el mapa de tu cuerpo y sabe exactamente qué lugares tocar y cómo hacerlo – dijo mientras me abrazaba y acariciaba mi espalda.
– Lo sé, lo sé y me asusta – acepté avergonzada.
– No tienes nada que temer Pau respondió separándose sólo lo necesario para mirarme.
– Esto es una locura, Pedro.
– Sí, la más maravillosa que he cometido en toda mi vida.
Puse mis manos en su rostro y lo besé delicadamente, él me correspondió de la misma manera, después de unos minutos nos separamos y comenzamos a vestirnos en silencio. Cuando iba a abrir la puerta él me jaló de un brazo haciéndome voltear.
– No permitas que te toque, por favor.
– Y tú prométeme que no la tocaras a ella.
– No estamos en la misma recámara, te repito que sólo somos amigos, en cambio, yo no podré dormir sabiendo que compartes la cama con él.
– Sólo será para dormir, lo prometo – le di un ligero beso y salí de ahí.
Crucé lentamente la cocina y la sala sintiéndome en las nubes, jamás me imaginé que esa aventura fugaz iba a llegar tan lejos y en verdad me asustaba lo que estaba sintiendo, al menos para mí estaba dejando de ser sólo sexo, mi corazón estaba por quebrantar completamente la tercera regla. Subí cuidadosamente las escaleras y al llegar al último escalón vi que Jennifer salía de mi habitación.

Una Cita con el Amor: Capítulo 50

– Gracias Jennifer, pero nosotros acabamos de comer, además supongo que ustedes querrán estar solos, creo que será mejor que Facundo y yo nos vayamos a un hotel – dije separándome de él, pero entrelacé mi mano con la suya.
– De ninguna manera, el que se confundió fui yo, los que debemos irnos somos Jen y yo – dijo Pedro abrazándola por la cintura.
– No, Pedro  por supuesto que no, es tu casa, además la culpa fue mía porque primero te dije que vendríamos el siguiente fin de semana y apenas el martes te avise que siempre llegaríamos hoy, yo fui el de la confusión.
– Nadie se va a ir a ningún lado, quizá no somos los mejores amigos del mundo pero será grandioso convivir este fin de semana y conocernos más, ¿verdad, baby? – dijo Jennifer volteando a ver a Pedro y le dio unas palmaditas en la mejilla.
– Yo encantado, esta es su casa y Jen tiene razón, no veo ninguna razón para que no la podamos pasar bien los cuatro – respondió mientras chocaba delicadamente su cabeza con la de ella que le sonrió.
– Yo tampoco le veo mayor problema, es que Pau tenía la ilusión de que estuviéramos solos ella y yo – intervino Facundo dándome un beso en la comisura de los labios.
– Paula, no te preocupes por eso, compartirán habitación, y Pedro y yo podemos usar tapones en las orejas contra el ruido.
– Jennifer, pero que cosas dices.
– Ay Pau, ya todos somos adultos aquí, no tiene nada de malo, anda, acompáñame a la cocina a terminar la cena – exclamó Jennifer tomándome de la mano que tenía libre obligándome a caminar.
Con dificultad solté a Facundo, yo seguía con el estómago hecho nudos por las muestras de afecto entre ella y Pedro y cuando pasé a su lado le corrí la mirada furiosa y él desvió la suya. Me excusé con Jennifer diciéndole que estaba muy cansada y que mejor aprovecharía para subir a acomodar mis pertenencias. Cuando salí de la cocina Pedro y Facundo miraban televisión y sostenían una copa cada uno, sólo les dije con permiso y subí corriendo las escaleras.
Abrí la puerta de la primera habitación y sólo había una maleta que supuse era la de Pedro y Jennifer, me dieron ganas de arrojarla por las escaleras, pero sabía que tenía que guardar la compostura, nos quedaban tres largos y tortuosos días que no sabía cómo iba a sobrellevar. En la recámara contigua estaba mi maleta y la de Facundo. Tomé la mía y empecé a desempacar, aún era temprano, pero me puse mi pijama y me metí a la cama, no estaba dispuesta a bajar y seguir presenciando las expresiones de cariño entre Jennifer y Pedro, no tenía idea si podría evitar hacer una escena de celos que no venía al caso porque también estaba mi novio.
No supe en qué momento me quedé dormida. De pronto, sentí el peso de alguien sentándose en la cama y una suave mano que empezó a acariciarme la espalda, abrí los ojos y giré mi cabeza, era Facundo que me miraba con deseo y aunque estaba que reventaba de los celos no iba a tener relaciones con él sólo por venganza.
– Facundo no estoy de humor ahora, me duele la cabeza, estoy cansada por el viaje.
– Está bien, como quieras, luego estás reclamando y ahora sales con que te sientes mal – dijo molesto levantándose de la cama.
– Claro, yo sí tengo que aguantarme que tú prefieras trabajar que hacerme el amor y con una vez que yo me niego me lo echas en cara.
– No quiero volver a discutir contigo Paula, ya tuve suficiente por hoy de recriminaciones, ¿no que te duele la cabeza?
– Pues sí y mucho, buenas noches – dije molesta y me puse la almohada sobre la cabeza.
Minutos después él se acostó a mi lado, apagó la luz de la mesa de noche y me dio la espalda sin decir nada. Apreté la almohada de coraje, estaba por levantarme para ir a dormir al sofá cuando mi celular sonó, lo tomé y era número restringido.
– Hola – contesté desconcertada.
– Tienes cinco minutos para bajar a la cocina o subo y le cuento todo a Facundo, recuerda que tengo una prenda que te pertenece – sentenció Pedro y me colgó.
El enojo que yo sentía se transformó en pánico, por el tono de su voz, supe que su amenaza no era en vano y no podía permitir que eso sucediera, no tenía la menor idea de cuál sería la reacción de Facundo y francamente no quería averiguarlo y menos con la mini discusión que acabábamos de tener.
– ¿Quién era? – preguntó Facundo sin voltear a mirarme.
– Nadie, me colgaron, voy por un vaso de agua para tomarme una pastilla – respondí poniéndome las pantuflas y levantándome de la cama.
Facundo no me dijo nada más y salí de la habitación con el pulso hasta las nubes, ¿qué se creía Pedro para amenazarme de ese modo?, cuando él estaba de lo más contento con su noviecita, me iba a escuchar, si a esas íbamos yo también tenía varias cosas que contarle a Jennifer, que seguramente no le agradarían para nada.

Una Cita con el Amor: Capítulo 49

– Facundo, ¿de quién es esta casa? – pregunté sentándome en el confortable sillón.
– De un cliente, me la prestó por este fin de semana, al parecer quiere venderla y la anda promocionando a ver si alguien se interesa por ella.
– ¿Tú eres un posible comprador?
– Eso le hice creer con tal de que me la prestara, así nos ahorramos lo del hospedaje y lo gastamos en otra cosa, ya después le diré que no te gusto.
– Francamente es muy linda – respondí entrando a la cocina – pero, no podríamos costearla, el rumbo parece muy caro.
– Lo es, así que mejor disfrutemos de la casa por estos días, subiré las maletas, para ir a comer y dar un paseo por los alrededores.
Salí de la cocina para seguir explorando la casa, al fondo había una hermosa cantina, con las copas colgando del techo y varias botellas en los anaqueles, fui a curiosear y vi que había casi de todo, brandy, ron, whisky, vodka, pero todas estaban selladas, parecía que sólo formaban parte de la decoración.
Facundo bajó corriendo las escaleras y salimos. Caminamos un poco hasta llegar a la avenida principal y ahí tomamos un taxi. Comimos en un bonito restaurante y estuvimos platicando por un par de horas, como en los viejos tiempos, en el garaje de su casa en la reserva de Forks, en el cual había sido nuestra primera vez, un día que Billy fue a casa de Jaime a ver un partido en la televisión, aquello parecía tan lejano.
De regreso, pedimos al taxista que nos dejara en la avenida principal y bajamos caminando por el sendero, jugando y haciendo bromas, me había olvidado de todo eso, Facundo solía ser muy alegre y jovial antes de entrar a trabajar a aquella casa de bolsa que lo había convertido en un adicto al trabajo. Y no pude evitar sentir remordimientos por mi conducta, él matándose en el trabajo y yo enredándome con un hombre que, para completar el cuadro, era cliente suyo, me pregunté que tanto se frecuentaban, pero decidí no expresarlo en voz alta.
Al ir cruzando el caminito que llevaba a la entrada principal de la casa un aroma delicioso a comida llegó a mi naríz, lo que me recordó que hacía mucho yo no cocinaba. Jacob abrió la puerta y al entrar a la sala escuchamos música proveniente de la cocina, ambos nos volteamos a ver y le mostré mi Ipod que lo traía en la bolsa de mi chamarra. Así que, sigilosos y yo con un poco de miedo, caminamos lentamente hacia la cocina que tenía la puerta cerrada, Jacob la empujó con sumo cuidado y casi me da un infarto al ver a Jennifer y Pedro cocinando y cantando cual recién casados. Volteé a ver a Facundo con una cara de no dar crédito y él sólo se encogió de hombros sorprendido por verlos también ahí, carraspeó un poco y Jennifer volteó y nos miró extrañada, pero nos sonrió. Pedro también volteó y la expresión en su rostro era inescrutable, no daba el menor indicio de lo que pasaba por su mente.
– ¡Facundo, Paula!, que gusto de verlos – exclamó Jennifer alegremente – malvado, no me dijiste que los habías invitado – dijo a Pedro dándole un golpecito en el hombro.
– En realidad no sabíamos que ustedes estarían aquí, Pedro me prestó la casa por el fin de semana – respondió Facundo mirándolo como pidiéndole una explicación.
– ¿Qué no era el próximo fin de semana? – exclamó Pedro serio y confundido.
– Bueno, hay suficiente espacio para los cuatro y así será mucho más divertido – agregó entusiasmada Jennifer casi brincando.
Yo simplemente no podía hacer ni decir nada, estaba estupefacta tratando de procesar la información en mi mente, el shock había sido más grande a cuando me lo topé en el estadio y lo que más me había molestado era haberlo visto tan feliz con Jennifer, ¿cómo podía decir que no era su novia si parecía todo lo contrario? Lo único que atiné hacer fue jalar a Facundo del brazo para sacarlo de la casa mientras le daba una mirada de odio a Pedro que nos veía seriamente.
– ¿Él fue quien te presto la casa? – pregunté molesta afuera de la puerta principal.
– Sí – respondió parándose frente a mí.
– No podemos quedarnos aquí, busquemos un hotel, al fin estamos a diez minutos del centro de Las Vegas.
– Pero nena, ¿desde cuando eres antisocial?
– ¿Nena? – pregunté extrañada olvidando por un segundo el origen de la pelea.
– dije Paula, por el enojo ya ni me escuchas bien.
– Te escuché perfectamente bien y me dijiste nena, ¿desde cuándo me dices así?
– Ya sé porque fue la confusión – exclamó ignorando mi pregunta – es que primero le había dicho que vendríamos el siguiente fin de semana, pero como tengo que ir a… San Francisco en esa fecha le cambié el día a la mera hora, fue mi culpa Pau, perdón – se acercó y puso una mano en mi mentón – pero, no podemos hacerle un desaire cariño, Pedro  ha sido muy amable conmigo, además, se ve que a Jennifer le caes muy bien, será como aquel viaje que hicimos con Jose y Claire, acuérdate que la pasamos genial.
– Pero, se suponía que la razón de este viaje era para estar solos tú y yo.
– Y lo estaremos cariño, ¿a poco crees que ellos no querrán estar solitos también? – respondió guiñándome un ojo – anda, no seas así, serían prácticamente 3 días.
Sentí como se me revolvió el estómago con la insinuación, la escenita de la cocina estaba muy fresca en mi mente y no quise ni pensar como hubiera terminado si no hubiésemos interrumpido. Facundo me dió un ligero beso en los labios y escuchamos que alguien carraspeaba, volteamos, pero él seguía sosteniendo mi mentón.
– Perdón, no quise interrumpir, la cena está casi lista, pasen y después vemos como nos acomodamos – exclamó Jennifer desde el umbral de la puerta, Pedro estaba detrás de ella con una mirada de pocos amigos, como si quisiera fulminar a alguien.

Una Cita con el Amor: Capítulo 48

Salió y yo me coloqué rápido mis bragas. Facundo me llamó de nuevo y le aseguré que ya bajaba. Fui al baño y me arreglé un poco el cabello,  y me puse un poco de perfume. Cuando subí al auto, Facundo me dio una mirada de reproche.
– Perdón, se atascó la impresora y no podía dejarla así, el servicio es muy caro.
– Está bien, ¿adónde quieres ir a cenar?
– No sé, ¿a tí que se te antoja?
– Comida china, ¿te apetece?
– Sí, vamos.
No hablamos mucho en el camino al restaurante, ni durante la cena, Facundo estaba mensajeándose con un cliente, según me dijo, aunque se le escapan unas sonrisitas que dudaba que un cliente se las provocara, quizá era lo que yo quería ver para no sentirme tan culpable por engañarlo, después de todo iba a cumplir su promesa de irnos de viaje solos los dos, sin trabajo de por medio, o, ¿lo estaría haciendo para acallar sus culpas también?
Fui al baño y me miré al espejo, pensé que tal vez debería dejar a Facundo, no se merecía lo que le estaba haciendo y ya una vez había intentado dejar a Pedro y no había funcionado, así que ahora me tocaba hacer la prueba con mi novio. Suspiré resignada, el viaje sería la última oportunidad para tratar de salvar mi relación con él. Me llevó a mi departamento y me dijo que nos veríamos hasta el jueves, que era cuando salíamos de viaje.
Los días siguientes tuve mucho trabajo, pero ya no podía ver mi oficina de la misma manera, por ratos me quedaba mirando la silla donde Pedro me había hecho suya y me había pedido que no lo dejara, la sonrisa estúpida aparecía en mi rostro sin remedio, como deseaba que sus palabras fueran ciertas, pero eran sólo eso, palabras que se las llevaba el viento porque no daba ninguna otra señal, si en realidad quisiera que yo estuviera en su vida mostraría algún interés, que sé yo, una llamada, un mensaje, pero nada, silencio total. Abrí el cajón y me topé con la invitación de Luciana, la saque y me puse a leerla, era color crema, de un papel finísimo y una letras preciosas.

Luciana Alfonso & Gastón Hale
En compañía de nuestros padres:
Ana & Horacio Alfonso
Elizabeth & Manuel Hale
Deseamos compartir con ustedes nuestro enlace matrimonial,
Que se llevará a cabo el sábado 13 de diciembre en MacArthur Causeway #395, Miami South Beach a
las 18 hrs.
La recepción será en el mismo sitio una vez concluida la ceremonia.
Agradecemos su asistencia.

Suspiré después de leerla, a pesar que el matrimonio no era mi gran ilusión, ya me había mentalizado que algún día daría ese paso con Facundo, aunque ahora no estaba tan segura de lograrlo, pero tampoco me lo imaginaba con Pedro, no se veía que fuera de ese tipo, dado que mejor se iba a casar su hermana menor que él. Moví la cabeza, pero, ¿qué estaba pensando? Es increíble lo vulnerables que somos las mujeres y como unas simples palabras nos hacen perder la perspectiva. “No me dejes”, recordé como si lo estuviera escuchando en ese preciso momento, con su voz distorsionada, suspiré de nuevo, dejé la invitación en el mismo lugar y seguí con mi trabajo.
 A las diez de la mañana en punto llegó Facundo por mí para irnos al aeropuerto, subió al departamento por mi maleta y una vez en la calle, el taxista la metió a la cajuela. Apenas habíamos subido al vehículo su celular sonó, él miró el identificador, pero no respondió la llamada y envió un mensaje.
– Perdón amor, parece que no todos en la oficina se enteraron que estoy de vacaciones – justificó mientras escribía.
– No te preocupes.
Llegamos al aeropuerto y se alejó un poco de mí para hablar por teléfono, ¿es que ni siquiera este fin de semana lo iban a dejar en paz? Empezaba a odiar su trabajo. Después de registrar las maletas me senté en la sala de espera mientras él seguía pegado al celular recargado en un muro. Más tarde tomó asiento a mi lado y me dio un beso en la frente y luego empezó a leer el periódico, fantásticas vacaciones iba a pasar, estaba a punto de regresarme a mi casa cuando anunciaron que subiéramos al avión.
Afortunadamente, en el último minuto había decidido llevar mi Ipod, así que cuando anunciaron que se podía prender aparatos me puse el mío, en tanto veía que Facundo ya tenía los ojos cerrados, claro él estaba sumamente acostumbrado a los aviones.
Finalmente llegamos a nuestro destino, al subir al taxi le entregó un papel con una dirección, yo bajé la ventanilla del auto para permitir que el aire acariciara mi cara. Minutos después llegamos a un muy bonito vecindario y el taxi se estacionó frente a una hermosa casa con techo de dos aguas. El taxista bajó las maletas y las puso justo en la puerta. Facundo le pagó y después me tomó del brazo para caminar juntos, sacó unas llaves del pantalón y abrió la puerta, tomó el par de maletas y las dejó en mitad de la sala. La casa era relativamente pequeña, pero muy espaciosa y con muebles rústicos de madera.

Una Cita con el Amor: Capítulo 47

Un repentino ruido nos hizo aterrizar de golpe en la realidad y me levanté a toda prisa, con los dedos temblorosos me abroché el sostén y abotoné la blusa, abrí la puerta despacio y sólo asomé medio cuerpo, era uno de los vigilantes que había subido a hacer su rondín habitual.
– Buenas noches señorita Chaves, ¿todavía por aquí? – dijo amablemente.
– Sí, terminando una campaña, pero ya casi me voy.
– ¿Quiere que le pida un taxi? – No es necesario, gracias.
Me sonrió y caminó a los elevadores, yo apreté los ojos de miedo y cerré de nuevo la puerta. Me di la vuelta y Pedro estaba parado justo detrás de mí, con su dedo pulgar delineó mis labios y luego acarició mi mejilla y bajó a mi cuello acariciándolo también.
– Debemos irnos, los policías estarán a la expectativa de mi salida, además, deben saber que estás aquí.
– Dije que iba a otro piso, no saben que estoy aquí contigo, es una gran ventaja que las ventanas de tu oficina tengan persianas, no se dio cuenta de mi presencia – dijo mientras besaba suavemente mi cuello y acariciaba mi cintura.
– Pedro, por favor – dije con un hilo de voz, mi cuerpo estaba reaccionando de nuevo a sus caricias haciéndome perder la perspectiva de donde nos encontrábamos.
– Sólo una vez más, haré un viaje de negocios y no sé cuando pueda regresar a Nueva Jersey, quizá nos veamos hasta el día de la boda – anunció lamiendo mi oreja en tanto sus manos acariciaban mis senos por encima de la blusa.
– Aún no te he confirmado que iré.
– Con mayor razón, necesito hacerte mía una vez más esta noche.
Me besó apasionadamente mientras desabrochaba la blusa y la bajaba dejando al descubierto mis hombros, dio pequeños besos en uno y después siguió por mi cuello y paso hasta el otro hombro, yo tenía mis manos entre sus cabellos. Me cargó y me depositó sobre el escritorio, como pude hice a un lado las cosas y tiré el portarretratos al suelo, él se rio y sentí como separaba suavemente mis piernas para enterrar su cabeza y besar mi parte más íntima. No pude reprimir el gemido al sentir como movía su tibia lengua en mí, puso un dedo en mi boca y comencé a chupárselo para no gritar, estaba totalmente envuelta en las magníficas sensaciones que me estaban provocando sus besos, en esa parte tan sensible.
Sentí que iba a explotar y él se detuvo, yo lo miré casi con furia y él sólo me sonrió, se colocó un nuevo condón, tomó mis piernas y entró en mí de golpe, moviéndose con desesperación, gimiendo al unísono, lo veía morderse el labio inferior, totalmente perdido en la excitación y en la lujuria del momento, gruñó cuando llegó al clímax, lo que provocó que yo lo alcanzara instantes después y luego salió de mí.
El sonido de mi celular hizo que pegara un grito del susto y hasta me llevé la mano al pecho, Pedro  se rió a carcajada abierta y yo le di una mirada de odio. Alcancé el aparato y los colores se me fueron de la cara cuando vi que era una llamada de Facundo, no quería siquiera imaginar que hubiera pasado si se le hubiera ocurrido llamar dos minutos antes. No muy segura contesté, sabía que insistiría.
– Hola – dije conteniendo la respiración.
– Hola Pau, adivina donde estoy.
– Ni idea – no tenía cabeza ni para pensar del uno al cinco menos para adivinar.
– Afuera de tu oficina, marqué a tu casa, pero como no me contestaste supuse que estarías aquí, te invito a cenar.
– Que sorpresa, en unos minutos bajo – dije nerviosa y le colgué.
Miré con pánico a Pedro y comencé a abrocharme la blusa y metérmela en la falda. Comencé a buscar mis bragas, pero no las veía por ningún lado, él estaba parado cruzado de brazos viéndome seriamente, creo que había adivinado quien me había llamado, yo levanté los hombros y moví la cabeza negativamente, él sabía perfectamente de la existencia de Facundo, además, lo que había entre nosotros sólo era sexo, aunque ya no existieran las reglas, al final del día lo único que nos unía era eso, sexo sin compromiso ni ataduras.
– ¿Buscas esto? – preguntó mostrándome mis nada sexys bragas azules.
– Cómo te gusta hacerme sufrir – exclamé y levanté la mano para quitársela pero él puso la suya detrás de su espalda
– no es momento de juegos, tengo que irme ya.
– Pues vete, yo no te estoy deteniendo.
– Dame eso de una buena vez.
– No, quiero conservar algo tuyo hasta que vuelva a verte.
– Pero eso no – grité entre seria y asustada.
– ¿Por qué no?
– Por obvias razones que no quiero repetirte, dámelas ya y estoy hablando en serio.
– ¿O qué?, ¿vas a llamar a los policías?
– Ash, me estás desesperando en serio, ya déjate de juegos.
– Hasta luego Paula, que pases buenas noches.
Comenzó a caminar y lo atajé en la puerta casi estampándolo en ella.
– Por favor, Pedro – dije en tono suplicante, casi al borde de las lágrimas de desesperación.
– Él te tiene completa, ¿qué más da que yo conserve esto?
– No, no me tiene completa y lo sabes, no te puedo dejar eso, al menos no hoy, otro día, te lo prometo, cuando volvamos a vernos, te daré otra cosa hoy, por favor.
– ¿Y qué me darías a cambio?
Lo tomé de la mano obligándolo a caminar conmigo, no quería que se me escapara, se veía molesto y quizá podría ser capaz de cometer una locura. Abrí el cajón de mi escritorio con la mano que tenía libre, sin soltarlo, ahí tenía una pañoleta, la saqué y la puse sobre el escritorio, tomé el pequeño perfume que estaba también en el cajón y le rocié un poco a la pañoleta y se la dí. Me sonrió y me entregó las bragas.
– Ah, se me olvidaba decirte, no uses vestido rosa ni lila para la boda – dijo en el umbral de la puerta.
– No te he asegurado que iré.
– Buenas noches, Paula.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 46

Era lunes por la noche y yo seguía en la oficina, como iba a tomar un par de días libres porque finalmente Facundo y yo nos iríamos de vacaciones, tenía que dejar todo listo en la oficina. Estaba concentrada respondiendo unos mails cuando escuché que tocaron mi puerta, giré la cabeza y casi me da un paro cardíaco cuando ví que era Pedro.
– ¿Tú?, ¿qué haces aquí? – pregunté más que sorprendida.
– Buenas noches, yo muy bien, aunque no tanto como tú – exclamó con una gran sonrisa entrando y se quedó de pie del otro lado del escritorio.
– Buenas noches Pedro, ¿cómo estas?
– Que diferencia, primero los saludos y luego lo que quieras.
– Ahora sí me puedes decir a que debo el honor de tu visita.
– Luciana me pidió que te entregara esto – respondió entregándome un sobre blanco en el que estaba escrito mi nombre con una hermosa letra – le has caído de maravilla ya que ha sido muy selectiva con los invitados no sé que le hiciste, pero te quiere ahí.
– Pedro, pero yo… ¿tú quieres que yo vaya?
– Sería divertido, va a ser en Miami, imagínate, el mar, la playa, el sol, la arena, tú y yo desnudos al anochecer – respondió mientras caminaba y se paraba junto a mí, recargado en el escritorio, yo hice un poco la silla para atrás, nerviosa – además, Luciana no te perdonaría tu ausencia y sabe dónde encontrarte y no querrás conocerla enfadada, hasta asusta a Federico, así que imagínate.
– Trataré, pero la verdad no te lo aseguro.
Me dio una de esas sonrisas arrebatadoras que elevaba mi pulso a mil y entonces recordé lo que había fantaseado con él en varias ocasiones, mi corazón se aceleró ante semejante idea, no imaginé que pudiera cumplirla, lo bueno es que pasaban de las ocho y no había nadie más en la oficina, salvo los vigilantes pero se encontraban en la planta baja, así que decidí arriesgarme.
– Necesito ir a la oficina de mi jefe por unos papeles – dije para despistarlo, quería tomarlo por sorpresa.
– Está bien, te espero.
Le di una pequeña sonrisa y salí, entré a la oficina de Geraldine y le agradecí su vanidad como nunca antes. Me miré en el espejo que tenía pegado detrás de la puerta y arreglé un poco mi cabello, no sé para que con lo que tenía planeado hacer. Caminé de puntas a mi oficina y lo vi sentado sosteniendo y mirando una foto mía con Facundo, se me había olvidado que la tenía ahí. Cerré despacio la puerta de la oficina y le puse el seguro, caminé tratando de no hacer ruido y cuando estuve a su lado, le quite el portarretratos de la mano y lo puse con la foto hacia abajo sobre el escritorio.
Me miró y entonces yo me senté encima de él, con mis piernas a sus costados, me sonrió sensualmente, adoraba esas sonrisas, puse mis manos sobre el respaldo de la silla y lo besé apasionadamente, él me abrazó y comenzó a acariciar mi espalda, devorando mi lengua, yo comencé a desabrochar su camisa sin dejar de besarlo y él me sacaba la blusa de la falda, cuando lo logró, acarició la piel de mi espalda y sentí que movía sus dedos para desabrochar mi blusa, pero lo frené. Me hice un poco hacia atrás y la desbroché yo lentamente, él me miraba fascinado, con la sonrisa retorcida, me abrí la blusa y desabroché el sostén, de casualidad me había puesto uno que se abrochaba por enfrente, cuando destapé mis senos él comenzó a besarlos, pasando su lengua por mis pezones, yo emití un suave jadeo y eché mi cabeza hacia atrás por las sensaciones que me provocaban sus labios.
Subió mi falda y comenzó a retirar mi ropa interior, me puse de pie para quitármela por completo y él saco un condón de la bolsa del pantalón, me sorprendía tanto que siempre llevara uno consigo, no quise pensar en eso, sólo disfrutar del momento. Le quite el condón de la mano, le desabroché el pantalón y me hinqué, me llevé su erección a la boca y él emitió un gruñido delicioso, así que seguí absorbiéndoselo con delicadeza, su cabeza la tenía hacia atrás y se lamía los labios gimiendo con sus dedos enterrados en mis cabellos.
Cuando ya no aguanté más, le coloqué el condón y me monté en él emitiendo un gemido cuando lo sentí dentro de mí, él levanto la cara, me tomó por nalgas y me ayudo a subir y bajar mientras nos besábamos frenéticamente, yo tenía los ojos cerrados, concentrada únicamente en las maravillosas sensaciones que me hacía sentir, me fascinaba la forma en que se movía en mi interior. Nos separamos para respirar, pero nuestros labios seguían juntos, jadeando, inundando nuestras bocas con el tibio aliento que emanábamos. Le sujeté las manos y las enlacé con las mías colocándolas en los costados de su cabeza.
– Me fascina cuando tomas el control – susurró con la voz entre cortada.
– Te haré mi esclavo, entonces – dije mientras me movía en círculos.
– Hazme lo que quieras… pero, no me dejes.
Le sonreí y seguí moviéndome, no quería engancharme en sus palabras, no cuando estábamos teniendo sexo, en ese estado se dicen muchas cosas, pero no tienen el mismo valor a cuando se dicen con los cinco sentidos bien puestos. Apreté más sus manos cuando sentí que juntos llegábamos al orgasmo y recargué la cabeza en el respaldo de la silla, él se soltó y me abrazó fuertemente.
– De verdad eres maravillosa – susurró en mi oído y una sonrisa apareció en mi rostro.


Una Cita con el Amor: Capítulo 45

Yo me quedé paralizada y abrí los ojos como platos, no podía expresar palabra alguna, una cosa era seguirle el juego de que nos conocíamos desde antes, con tal de ocultar la verdad que su familia ignoraba y otra muy diferente era llevar la farsa hasta esos extremos, yo no podía ir a esa boda y no creía que él tampoco lo quisiera, lo más probable es que ya hubiera invitado a alguien para acompañarlo.
– Genial idea hermanita, como me tienes sentenciado, no he invitado a nadie.
– Es que es la boda de tu única hermana y no quiero un escándalo como en la de Federico – puso su mano en mi brazo – no sabes Pau la vergüenza que nos hizo pasar la tipa con la que fue a la boda de mi hermano mayor, se puso a bailar cual bailarina exótica a mitad de la fiesta y a quitarse la ropa, obvio los hombres estaban encantados, pero los papás de Rosa, o sea, mi cuñada, casi piden la anulación del matrimonio ahí mismo, mi papá tuvo que hablar con ellos y tranquilizarlos, claro, después de que sacaron a la susodicha, que por cierto, estaba pasadita de copas.
– Que exagerada eres Luciana, no fue para tanto.
– ¿Ah, no?, ¿quieres que ahorita vaya por Federico  y Rosa para que se lo confirmen?
– No es necesario hermanita, ese no es el punto.
– Así que comprenderás, Pau, que obvio no voy a dejar que vaya a la mía con cualquiera, es mucho mejor que asista con una vieja amiga, además tú eres una chica linda, responsable y muy decente.
Yo seguía sin poder hablar, si Luciana supiera cómo había conocido en realidad a su hermano y lo que acabábamos de hacer hace un par de horas, no me tendría en tan buen concepto y mucho menos me invitaría a su boda, quizá debía decirle la verdad para que se le quitara esa idea de la cabeza. Y lo peor es que Pedro me miraba divertido y con una sonrisa triunfante, en definitiva ese hombre disfrutaba con mi sufrimiento, yo le dí otro sorbo a mi copa antes de hablar.
– Gracias Luciana, pero…
– Ningún pero, no voy a aceptar una negativa de tu parte, la boda es en dos meses y ahí te quiero ver, por cierto, no veo a mi novio, iré a buscarlo – dio dos pasos y se volteó a verme – no excusas  Paula– agregó y me guiñó un ojo.
– Es una lástima que no te guste el chocolate, se me había ocurrido una idea genial – dijo pícaramente y después tomó un bocadillo.
– Pero, ¿cómo puedes decirme eso después de lo que acaba de decirme tu hermana? – pregunté angustiada, ¿que acaso él no podía pensar en otra cosa que no fuera sexo?
– No hay nada que decir al respecto – se llevó el bocadillo completo a la boca.
– ¿Perdón?, tu hermana cree que nos conocemos de años, que soy casi un modelo a seguir y encima parece estar empeñada en que vaya a su boda contigo.
– Así es  Luciana, cuando se le mete una idea en la cabeza, no hay poder humano que se la quite, pero yo no le veo mayor problema a lo que te dice, mejor que siga pensando que eres un modelo a seguir, y en cuanto a la boda, vamos y ya.
– ¿Y lo dices tan tranquilo?, se te olvida un pequeño detalle, yo tengo novio.
– Eso no es problema, tu novio seguramente tendrá un negocio que cerrar ese fin de semana – aseguró irónico y serio, con una expresión en el rostro que no le había visto.
– ¿Y Jennifer?
– Que no es mi novia – exclamó molesto y tomó una copa que se bebió de un trago.
– No, por supuesto que no – dije sarcástica.
– Piensa lo que quieras.
– Perfecto, entonces ve con ella a la boda porque yo no iré de ningún modo – aseguré.
– ¿Estás celosa? – preguntó mirándome a los ojos.
– Tú no tienes vergüenza de verdad – exclamé exasperada.
– Eso no responde mi pregunta.
– Estoy tan celosa de Jennifer como tú lo estás de Facundo, ¿satisfecho? – respondí irónica.
– ¿Alguien dijo mi nombre? – exclamó ella acercándose a él y tomándolo del brazo, lo bueno es que no era su novia, no sé que le haría si en realidad lo fuera.
– Con permiso, tengo que revisar cosas en la cocina – dije y me alejé.
– ¿Qué le pasa? – escuché que Jennifer le preguntó.
– Nada mi niña, seguro está estresada por todo el evento.
Entré a la cocina y me dieron ganas de aventar los sartenes, es que no había conocido hombre más cínico en toda mi vida, mira que negar y engañar a la novia en el mismo lugar donde ella se encontraba. Me llevé una mano a la frente, es que yo no podía ser más *******, ¿qué me daba ese hombre que me hacía perder la cordura?, bueno, sí lo sabía, el mejor sexo que había tenido jamás, pero no podía dejarme llevar por eso, debía encontrar la forma de recobrar la sensatez.

martes, 24 de febrero de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 44

– Uf, no hagas eso en mi presencia… me trae muy gratos recuerdos – dijo Pedro detrás de mí y casi me atraganto, tomé una copa y bebí.
– Quieres provocarme un infarto, ¿verdad? – exclamé volteándome para encararlo.
– Tú también a mí, no tienes idea de lo sensual que te ves comiendo.
– Estás loco – dije mirando hacia el techo.
– Puede ser, pero, ¿a poco no te fascina? – exclamó guiñándome un ojo.
– Pero, ¿ustedes se conocen? – dijo de pronto Luciana parándose frente a nosotros y no supe que decirle, entré en pánico al pensar que hubiera escuchado el comentario de Pedro, pero pensé que no tendría esa sonrisa en el rostro.
– Sí, estuvimos juntos un semestre en la universidad – respondió él muy seguro.
– Yo siempre he dicho que el mundo es un pañuelo, jamás me imaginé que fueras amiga de Pedro, no te ofendas hermanito, pero tienes unas amistades – dijo dándole palmaditas en el hombro – no lo digo por Jennifer, ella es aparte, pero te he conocido cada “amiguita” – agregó mirando hacia arriba.
– Bueno, en realidad no somos amigos, no nos habíamos visto desde ese entonces – dije siguiéndole el juego.
– Pero las amistades se pueden retomar, ¿verdad hermanita? – dijo abrazándola cariñosamente – además aquí entre nos Luciana, si no fuera porque le ayude en matemáticas Pau aún no se graduaría.
– ¿No me digas que ella era la que te regalaba esos deliciosos chocolates?
– La misma – respondió muy seguro dándome una mirada de complicidad.
– Sí, es que mi mamá trabajaba ahí y siempre llevaba, pero como a mí no me gustan, prefería dárselos a él en pago a sus clases, en lugar de…
– Te dije desde un principio que jamás aceptaba dinero de las mujeres, ni siquiera pensaba cobrarte, tú insistas en regalármelos – interrumpió mirándome seriamente.
– Ay sí Pedro, como si desconociera la forma en que te cobrabas, fui a la misma preparatoria que tú, ¿recuerdas?, creo que aún sigue ahí tu fama, por eso ella me caía bien, porque nunca sucumbió ante tus encantos.
– Más bien dirás que te encantaban los chocolates.
– También, pero eso es aparte, definitivo, Pau, tienes que ir a mi boda, no voy a permitir que este hermano mío vaya con nadie más que no seas tú.

Una Cita con el Amor: Capítulo 43

– Debemos regresar al desfile – dije en voz baja.
– ¿Siempre eres así de responsable? – replicó en tono serio.
– Incluso más.
– Escapémonos, te aseguro que nadie se dará cuenta.
– Ni pensarlo, es la gran noche de tu hermana.
– Podrá perdonarme.
– ¿Siempre eres así de terco?
– Incluso más.
– En serio debemos regresar, para mi es trabajo y mi jefe está aquí – insistí poniendo mis manos en su pecho obligándolo a separarse, aunque sentí un hueco enorme cuando finalmente salió de mí.
– Está bien, tú ganas esta vez – dijo entregándome mi ropa interior.
Nos arreglamos las ropas en silencio y le dije que yo saldría primero, no estuvo muy de acuerdo, pero aceptó, no entendía porque era tan descarado. Abrí la puerta y me asomé sigilosamente, me dispuse a salir de ahí y Pedro me dió una cariñosa nalgada que me hizo sonrojar, no quise voltear a verlo porque seguro aceptaría escaparme con él y tenía que recordar que estaba en horas de trabajo. Me fui directo al baño a retocarme el maquillaje y ponerme perfume, una amplia sonrisa había en mis labios, él había dicho mi nombre y yo el suyo, no más reglas y eso me entusiasmó sobre manera, aunque en realidad no sabía que pasaría de ahora en adelante.
Llegué al salón y ocupé mi lugar, pocos minutos después llegó Pedro muy sonriente y se sentó al lado de Jennifer, ella se recargó en su hombro, eso no me agradó mucho, esos dos tenían algo, era demasiada la confianza que se tenían y el acercamiento, además llegó con ella a un evento familiar, uno no lleva a cualquier persona a convivir con la familia, ahí entendí que no debía emocionarme más de la cuenta y si seguíamos teniendo algo él y yo, sería oculto, sin que nadie lo supiera.
El desfile terminó y Luciana nos agradeció a Geraldine y a mí, nos pusimos de pie y todos nos brindaron un fuerte aplauso, Pedro hasta se puso de pie muy entusiasmado. Scott estaba sumamente orgulloso aplaudiendo también. Empezó la fiesta y todo mundo se dirigió a la mesa de los bocadillos.
– ¿Dónde estabas Paula? – preguntó inquisidoramente Geraldine.
– Fui a ver a las modelos.
– Que raro, yo fui allá y no te ví.
– Es que también fui al baño.
– Ah, ok – respondió no muy convencida.
Moví la cabeza negativamente cuando la ví ir a saludar a un chico que la miraba, yo me acerqué a la mesa y busqué algún bocadillo que no estuviera mezclado, pero como no encontré ninguno tomé un pedazo de queso y le di una pequeña mordida.

lunes, 23 de febrero de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 42

Me recargó en una especie de estantería y sus dedos se dirigieron a mi parte íntima que comenzó a frotar en tanto yo lograba por fin desabrocharle el pantalón, se lo bajé un poco al igual que su bóxer y acaricié su erección. Segundos después, él se separó lo necesario para ponerse el condón, mientras yo sentía mi respiración agitada. Sentí que colocaba su miembro en la entrada de mi sexo y yo subí una pierna y la coloqué en su cadera. Él me ayudó, poniendo su mano en mi muslo mientras lo sentía entrar en mí con fuerza, me mordí el labio para no gritar, él se movía en mi interior ávidamente y al mismo tiempo me besaba para silenciar los gemidos que no podíamos reprimir, mis manos estaban aferradas a su espalda por debajo de la camisa que había desabrochado a la mitad. Rompimos el beso para respirar.
– ¿Me extrañaste? – susurré con la voz entrecortada.
– No tienes idea cuanto – respondió en mi oído con su voz distorsionada.
– Muéstrate que tanto – agregué apretando su espalda.

Él acelero más sus movimientos mientras lamía mi cuello, yo seguía aferrada a su espalda y la acariciaba, él me apretaba el muslo y su otra mano estaba en mi cintura, volvimos a besarnos ansiosamente, después nos separamos y lamí su cuello.
– Te extrañé tanto Pau – susurró en mi oído mientras seguía moviéndose en mi interior.
– Repítelo – pedí vuelta loca porque había pronunciado mi nombre.
– Te eché muchísimo de menos….Paula.
Odiaba que me llamaran así, pero en su boca fue como música para mis oídos y sentí como una intensa corriente eléctrica recorría todo mi cuerpo al llegar al éxtasis total y ahogué el gemido en su cuello.
– Yo también te eché de menos… Pedro – en ese instante sentí como llegaba él al orgasmo mientras me besaba con fiereza para evitar gritar.

Después se separó de mis labios y puso su cabeza en mi hombro, sentí su tibio aliento en mi piel y lo sujeté con más fuerza, su miembro seguía dentro de mí y él me abrazó fuertemente tratando de controlar su respiración al igual que yo.

Una Cita con el Amor: Capítulo 41

– ¿Cansada o nerviosa? – escuché que me dijo con su hermosa voz.
– Cansada, ha sido una semana muy pesada – respondí después de aclarar mi garganta, levantando la cara, estaba parado frente a mí, sonriéndome.
– Necesitas relajarte – dijo poniendo su mano en mi hombro y apretándolo suavemente, ¿por qué insistía en torturarme?
– Gracias por el consejo, lo tomaré en cuenta – dije mirando hacia el suelo, conteniendo mi respiración.
– No es un consejo – deslizó su mano por mi brazo – es una invitación – agregó y bajó hasta llegar a mi mano que tomó.
– ¿Estás loco?, afuera hay un mundo de gente, incluida tu familia y tu novia, no voy a ir a esa habitación arriesgándome a que alguien nos vea – exclamé tratando de soltarme, pero no lo conseguí.
– La gente está muy entretenida con el desfile, incluida mi familia y mi amiga, además jamás mencione subir a la habitación – dijo mientras me hacía ponerme de pie – hay otros lugares, usemos la creatividad – agregó apretando mi mano.
– ¿Y qué paso con tus reglas? – pregunté tratando de controlarme.
– Ya son obsoletas, claro que si quieres, se pueden poner unas nuevas.
Comenzó a caminar y no me había percatado que al fondo había una pequeña puerta, la abrió y me hizo entrar. Me dí cuenta que era una pequeña bodega donde guardaban cosas para el aseo. Entró y cerró la puerta, quedamos completamente a oscuras, sólo se colaba un poco de luz por debajo de la puerta y sentí miedo, la adrenalina estaba subiendo a mi cabeza, pero temía que alguien pudiera abrir la puerta.
Sentí sus manos en mi cintura, atrayéndome a su cuerpo y su boca besándome desenfrenadamente, con hambre y le correspondí de la misma forma, había extrañado tanto esos besos, aunque este era más intenso, mi cuerpo de inmediato se encendió, ese hombre era mi perdición. Subió lamiendo al lóbulo de mi oreja mientras una de sus manos apretaba mi nalga por encima del vestido, un jadeo se me escapó, su cuerpo estaba reaccionando de la misma forma que el mío. Mis manos se movían hacia su pantalón para desabrochárselo, las suyas subieron presurosas por mis muslos y las deslizó por debajo del vestido, alcanzó mi ropa interior y comenzó a bajarla, le ayudé a deshacerme de ella con las piernas.

domingo, 22 de febrero de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 40

Me excusé con Luciana al ver que caminaban directamente a ella y me fui a meter a la cocina, con el pretexto de ver si ya tenían listos más bocadillos. Me quedé ahí varios minutos hasta que escuché que el maestro de ceremonias le pedía a la audiencia que tomaran asiento porque estaba por empezar el desfile. Salí a ocupar mi lugar y en el camino me atajó Jennifer.
– Paula, ¡que sorpresa verte aquí!, ¿y Facundo? – exclamó abrazándome.
– No pudo venir, está en un viaje de negocios – respondí al separarnos.
– Ese hombre no cambia, no sabía que eras amiga de Luciana.
– No lo soy, yo trabajo en la agencia de publicidad que organizó toda la promoción del evento y de la línea de ropa.
– ¿En serio?, ¿eres la responsable de los espectaculares que hay en la calle?, te felicito, están geniales.
– Bueno, en realidad mi compañera Geraldine es la que lleva la cuenta, yo sólo estoy como apoyo.
– Buenas noches – dijo Pedro parándose a su lado y pasé saliva al verlo.
– Buenas noches – respondí con voz ronca por la impresión.
–No pensé encontrarte aquí – agregó extendiéndome la mano para saludarme.
– Soy una de las encargadas de la logística del evento – dije estrechándole la mano que me acarició sutilmente con su dedo pulgar.
– Felicidades, el salón luce de maravilla – dijo mirándome de pies a cabeza.
– Gracias, pasemos a tomar asiento, el desfile ya va a comenzar – agregué nerviosa soltando mi mano de la prisión de la suya.
Me senté en una fila delante de ellos, en diagonal, el presentador anunció a Luciana y ella subió y dio las palabras de bienvenida, agradeció a todos los presentes, incluida su familia y su prometido Gastón Hale, ahí supe porque su rostro me era familiar, era hermano de Rosa, vaya sorpresa, supuse que por ella lo conoció.
El desfile dió inicio y yo sentía las insistentes miradas de Pedro, eso me ponía más nerviosa y cuando volteaba a mirarlo me sonreía seductoramente. Hubo un momento en el que ya no resistí y hui de ahí, me metí a la bodega que se había adecuado como vestidor para las modelos y en la cual había un caos con gente entrando y saliendo. Me senté en un sofá, que había en una esquina, tratando de guardar la compostura, puse mis codos sobre mis rodillas y me llevé las manos a la cara cubriéndome los ojos.

Una Cita con el Amor: Capítulo 39

Siguieron llegando más invitados, incluido Martín que iba con su esposa, de inmediato me acerqué a saludarlos y él me felicitó por lo bien que el salón lucía y por toda la organización del evento, tuve que recordarle que lo había organizado en conjunto con Geraldine, pero él me sonrió y me dió unas palmaditas en el hombro. Me quedé platicando un buen rato con ellos y me bebí otra copa de champagne.

Después Luciana se acercó a Geraldine y a mí y nos saludo con un gran abrazo, de inmediato noté el hermoso anillo de oro, con un diamante al centro, que portaba en su dedo anular de la mano izquierda, debía ser de compromiso, sin duda.
– Muchas gracias chicas, todo está espectacular.
– No tienes nada que agradecer, es nuestro trabajo y lo hacemos con gusto – respondió Geraldine.
– Y los vestidos les quedaron perfectos, ustedes también van a pasar a modelar, ¿eh?
– No Luciana, de ninguna manera, te lo agradezco, pero no hay forma alguna de que yo me suba a esa plataforma – dije un tanto seria y con miedo.
– Pero si te ves hermosa Paula, aunque yo había pensado que te pusieras el vestido rojo, no es que se te vea mal a tí Geraldine, para nada, pero los elegí pensando en sus respectivas personalidades.
– Por eso yo traigo el rojo, Paula es muy tímida y quiere pasar desapercibida.
– Pues yo percibo en ella un lado muy sensual que debería explotar – aseguró guiñándome el ojo.
– Luciana, que cosas dices – exclamé muerta de la vergüenza, con la cara roja como tomate, si supiera cuanto había explotado esa parte con su hermano.

Entonces, ví que los fotógrafos corrían a la puerta y volteé motivada por la curiosidad y lo ví entrar, Pedro Alfonso en todo su esplendor, vistiendo un smoking y corbata negra de moño, con una camisa blanca, el cabello un poco más arreglado que de costumbre, pero sin perder su toque, era un monumento a la belleza masculina. Mi corazón empezó a latir a toda prisa mientras lo veía posar junto a Jennifer, quien lo tenía tomado por un brazo, no pensé que vendría con ella, pero claro, no podía llegar solo tampoco.

Una Cita con el Amor: Capítulo 38

Me miré al espejo después de terminar de arreglarme, hoy era la fiesta del lanzamiento de la línea de ropa de Luciana Alfonso  y ella se había empeñado en que Geraldine y yo vistiéramos uno de sus modelos. Mi amiga eligió el más atrevido, yo me quedé con uno verde que me llegaba justo arriba de la rodilla, tenía descubierta la espalda y se unía por el cuello en una tira que bajaba por ambos lados al frente, así que tenía un escote, era un poco volado y de una tela finísima. Me coloqué encima la estola verde también, tomé mi bolso y salí rumbo al conocido hotel que no había pisado hacía dos semanas, claro que el propósito de esta visita era muy diferente.
Fui la primera en llegar, me aseguré que todo estuviera en orden, la plataforma para el desfile estaba lista, las sillas acomodadas, la enorme mesa con los bocadillos y las bebidas, el lugar donde se colocaría la poca prensa que habría, los meseros perfectamente vestidos, un chico estaba haciendo la prueba de sonido, todo iba marchando de acuerdo a lo planeado. Minutos después llegó Geraldine y dimos las últimas indicaciones a las edecanes que recibirían a los invitados.
– ¿No va a venir Facundo? – me preguntó Geraldine mientras se retocaba el maquillaje.
– No, tuvo que viajar a San Francisco, creo que regresa el sábado.
– Ah ok, hace mucho que no lo veo.
– Yo también, bueno, desde el domingo que fuimos al cine, y tú, ¿por qué no invitaste a Nick?
– Tenía otro compromiso.
Alrededor de las siete empezaron a llegar los asistentes y mis piernas me temblaron al ver entrar a Federico y Rosa, señal de que Pedro en algún momento se presentaría, era lógico que toda la familia estuviera presente y yo me debatía por dentro, a una parte de mí le daba miedo volver a verlo, pero la otra se moría de ganas de mirarlo aunque fuera a lo lejos.
Minutos después arribaron el Dr. Alfonso y su esposa Ana, y me dió tanta tristeza al verlos tomados de la mano, sonrientes, felices y orgullosos, deseé que Rosana y Jaime algún día se hubieran visto así, pero ni siquiera podían hablarse por teléfono, es más ni a mí me llaman por sus múltiples ocupaciones, según.
Un mesero pasó y de la charola tomé una copa de champagne que me bebí de un solo trago, necesitaba valor para el momento que inevitablemente ocurriría. La siguiente en llegar fue precisamente Luciana, de la mano de su novio, del que no recordaba su nombre, pero que extrañamente su rostro me resultaba familiar, se parecía a alguien que conocía pero no sabía a quién. De inmediato los fotógrafos se acercaron a ellos y ambos posaron, ella con una gran sonrisa y él un poco tímido, se veía que no estaba acostumbrado a las cámaras.

sábado, 21 de febrero de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 37

Parecía ser un chico ejemplar, a excepción de su fama de playboy, “algún defecto debería de tener, nadie es perfecto”, me dije en voz alta. Me llevé las manos a la cabeza, sin poder dar crédito a que él fuera el dueño del hotel donde me citaba, ahora comprendía muchas cosas, porque siempre íbamos a la misma habitación, porque sabía lo de las cámaras en los elevadores y lo del servicio a cuarto las 24 horas.
No podía ser cierto lo que me estaba pasando, toparme con un desconocido que resultó tener más lazos conmigo que los que jamás imaginé, no sólo era cliente de mi novio sino que su hermana era cliente de la agencia y a pesar de que Geraldine era quien llevaba esa cuenta, yo tenía que estar también en el evento, parecía que el destino se empeñaba en complicarme la vida.
Esa noche casi no pude dormir, tenía demasiadas dudas en mi cabeza y debía reconocer que una gran parte de mí iba a extrañar esos encuentros, pero me quedaba claro que ya no podían ser, no cuando él conocía a Facundo y cuando yo había comprobado que tenía a alguien en su vida, cualquiera que fuera la relación que llevaran, una cosa era tener la sospecha y otra muy diferente corroborarlo de primera mano, además ella era una buena chica, hasta podríamos ser amigas.
Al día siguiente llegue muy temprano a la oficina, tenía que mantener mi mente ocupada lo más que pudiera o me volvería completamente loca. Como a la media hora llegó Geraldine que se sorprendió de verme ahí a esa hora.
A mediodía me llamó Zaira  para contarme que había peleado con Steve, al parecer su relación se estaba acabando de a poco, me llamó muchísimo la atención algo que me dijo “ahora entiendo que todo debe ser equilibrado, ni puro amor ni puro sexo, lo ideal es una combinación de ambas cosas, tómalo en cuenta Paula para cuando te cases, el deseo no es suficiente, si no hay amor en algún momento se termina la pasión”. Me quedé pensando en sus palabras y tenía razón, yo tenía el amor de Facundo y la pasión de Pedro, ambos me daban el equilibrio, pero separados la balanza se inclinaba hacia alguno de los lados, que difíciles son las relaciones humanas.
Los días se me habían pasado volando, a pesar de que no dormía mucho y sentía la necesidad de llamar a Pedro, pero ahora no podría resistir que su celular me mandara al buzón, además él no daba ninguna señal de querer estar conmigo y yo no iba a rogarle ahora que ambos sabíamos quiénes éramos en realidad.

Una Cita con el Amor: Capítulo 36

En el trayecto a mi departamento me quede dormida, Facundo me despertó suavemente cuando llegamos, adormilada le dí un beso y bajé de su auto. Al entrar a mi habitación pudo más mi curiosidad que mi cansancio, así que encendí la lap y mientras tanto me puse la pijama. Una vez conectada a internet me metí a Google, quizá encontraría alguna información de él. Con los dedos un poco temblorosos tecleé su nombre y aparecieron varias páginas, entré a una donde estaba una especie de biografía.
Pedro Alfonso
Nació el 29 de Agosto de 1981 en la ciudad de Chicago, Illinois. Segundo hijo del matrimonio conformado por Horacio Alfonso, uno de los mejores y más prestigiados neurocirujanos de Estados Unidos, y Ana Alfonso, reconocida pintora a lo largo del mismo país. Su hermano mayor, Federico es jugador profesional de futbol americano, forma parte del equipo de Pieles Rojas de Washington. Su hermana menor, Luciana  acaba de graduarse de una prestigiada escuela de diseño de modas de París.
De niño tomó clases de piano, pero siempre mostró su inquietud por los negocios. Estudió en las escuelas más prestigiadas del país y siempre obtuvo las mejores calificaciones. Es egresado de la universidad de Harvard donde cursó Administración de empresas y cuenta con una maestría en Economía de la misma institución.
Actualmente es dueño de una pequeña cadena de hoteles que inició con el Rose Imperial de la ciudad de Nueva Jersey, donde radica por temporadas, su residencia oficial está en Seattle, muy cercana a la de sus padres y también tiene una casa de descanso en Las Vegas.
Desde temprana edad mostró su inquietud por las chicas, ganándose a pulso en la preparatoria y en la universidad la fama de conquistador que ahora lo ha llevado a ser considerado el soltero más codiciado del medio en el que se desenvuelve.
Es socio y vicepresidente de la fundación que inició hace 15 años su padre, la cual se dedica a ayudar a personas con enfermedades terminales.
Eché un vistazo en otras páginas y, en una de sociales, había fotos de la boda de su hermano, me sorprendió ver que estaba casado con una de las más importantes modelos del país, Rosa Hale, quien era la imagen exclusiva del nuevo perfume del que había estado eligiendo las fotos hace pocas semanas.
Y donde casi me caigo de la silla fue cuando mi mente proceso que su hermana es nada más y nada menos que Luciana Alfonso, la nueva diseñadora a la que le estábamos organizando el evento del lanzamiento de su línea de ropa y que sería el jueves de la semana siguiente precisamente en uno de los salones del Hotel Rose Imperial.

Una Cita con el Amor: Capítulo 35

– Ni modo, tú te lo pierdes – dijo Jennifer sonriendo – en verdad me dió mucho gusto conocerte – agregó mientras yo pensaba si le daría el mismo gusto saber que me había revolcado con su novio en más de una ocasión.
– El trabajo es primero, ya habrá oportunidad de convivir en otra ocasión – intervino Facundo haciendo que yo entrara en pánico, no, yo no podía volver a convivir con ellos.
– Viejo, es bueno trabajar, pero no olvidándose de la diversión – dijo Pedro mirándome.
– Tú porque eres millonario, pero uno que es un simple mortal tiene que echarle todas las ganas al trabajo para conseguir lo que uno quiere – rebatió Facundo.
– El dinero no lo es todo Facundo, hay que darse tiempo para los placeres que la vida nos da , ¿tú qué opinas… Pau?
– Que la vida es un equilibrio – repetí desviando mi mirada.
– ¿Lo ves Facundo?, no todo puede ser trabajo.
– Tienes razón Pedro, tienes razón, otro día vamos a cenar.
– Un viernes por ejemplo, para así no tener que levantarse temprano al otro día – propuso Jennifer que sostenía a Pedro de un brazo.
– Claro – dijo Facundo titubeante.
Nos despedimos, Jennifer volvió a abrazarme mientras Facundo y Pedro hacían lo mismo, definitivamente algo le debía a la vida y ahora me lo estaba cobrando muy caro. Me despedí de mano de Pedro que me regaló otra de sus sonrisas y abracé a Facundo mientras caminábamos al auto. Agradecía que al fin pudiéramos estar solos porque así podría buscar las respuestas que Pedro no me daría.
– ¿Son geniales, verdad? – exclamó Facundo al subir al auto, que bueno que él había sacado el tema, así no me vería tan obvia en mis preguntas.
– Sí, ¿cómo fue que los conociste?
– Hace un par de semanas, Pedro fue a la casa de bolsa y ya sabes cómo es Gerardo, de inmediato me lo mandó, estuvimos hablando de negocios y el día que firmamos el contrato fuimos a cenar y llevó a Jennifer.
– ¿Es su novia?
– Pues a mí me la presentó como su amiga, creo que se conocen hace muchos años, pero quizá son amigos con derechos.
– Quizá – dije mientras miraba hacia la noche.

Una Cita con el Amor: Capítulo 34

Cuando los Gigantes anotaban Jennifer lo abrazaba emocionada, se sentía una conexión especial entre ellos y por un momento deseé ser ella, yo conocía al amante, pero ella conocía al hombre y era afortunada por eso, no estaba limitada a ninguna regla y disfrutaba de ambas facetas, la sonrisa en su rostro me lo demostraba y yo sabía perfectamente lo que Pedro te hacía sentir en la cama. Sentí que iba a romper en llanto y fui al baño otra vez.
Me mojé de nuevo la cara, no podía llorar, no debía, había sido una aventura que no podía tener un final feliz, quise jugar con fuego y me quemé, ¿por qué me afectaba tanto que tuviera novia?, yo tenía a Facundo y a Pedro parecía no importarle, estábamos bajo las mismas condiciones, “la vida es un equilibrio y no podemos ir en contra de eso”, ¿acaso a esto se refería?, ¿él y yo estábamos buscando un equilibrio en nuestras vidas amorosas? Suspiré apoyada en el lavabo, después salí del baño y me acerqué a la mesa a servirme otro jugo.
– ¿Disfrutando del partido? – susurró en mi oído erizando mi piel, pero, ¿qué pretendía?
– No tanto como tú – respondí sin mirarlo tratando de calmar los latidos de mi corazón.
– ¿No te emociona tanto porque tu novio no está en el terreno de juego? – volteé a verlo más que sorprendida – él me contó que jugaba cuando iba en la prepa.
– ¿De dónde lo conoces? supongo que dadas las circunstancias te puedo preguntar lo que quiera – dije dándome la vuelta para enfrentarlo, pero dejé una mano en la mesa y la otra me la puse en la cintura.
– Hace un par de semanas cerramos un negocio – dijo sonriendo, quizá por mi comentario anterior – por cierto, es muy talentoso con los números… y ya veo que para otra cosa también – agregó poniendo su mano en la mesa y rozando la mía, pero yo la retire nerviosa.
– ¿Por qué me llamaste en la tarde?, no me digas que no sabías que vendrías aquí.
– No pensaba hacerlo – puso su pie pegado al mío – pero, en vista de que no estabas disponible, no tuve otra opción, jamás me imaginé que tu compromiso fuera este.
– La vida es un equilibrio – dije irónicamente – no me la paso teniendo sexo todo el día – agregué un tanto seria.
– Yo tampoco – dijo muy sonriente – aunque… con cierta “desconocida” de ojos color marrón con la que estuve toda la noche del viernes – se acercó a mi oído – sí podría – agregó en tono sensual disparando todos mis sentidos.
– Basta de juegos… eso no puede continuar, tus reglas están rotas – aseguré haciéndome para atrás.
– En ese caso… disfruta de este otro juego – soltó una risita – es decir, del partido – me guiñó un ojo y luego caminó hacia su lugar.
Yo me quedé ahí parada, sosteniéndome del filo de la mesa, tratando de regular mi respiración, ¿qué se traía entre manos?, cómo podía ser tan cínico de coquetearme de esa manera cuando su novia estaba ahí y además Facundo, ¿acaso no le importaba que se dieran cuenta?, ¿ahora ese era su juego? Moví la cabeza y me fui a mi lugar.
El partido terminó, ganaron los Gigantes y Jennifer propuso ir a cenar, para celebrar, pero yo les dije que me dolía la cabeza y que mañana tenía que estar muy temprano en la oficina para armar una nueva campaña.

Una Cita con el Amor: Capítulo 33

Él sonrió, me dió un ligero beso en los labios, me tomó de la mano y nos dirigimos a nuestros lugares. Pedro estaba parado frente a la mesa preparando unas bebidas, una chica estaba a su lado hablandole muy entusiasmada, era un poco bajita, de tez levemente oscura, ojos cafés, cabello castaño que le llegaba debajo de los hombros y con una gran sonrisa, traía unos jeans y un jersey de los Gigantes, al parecer era fan del equipo. Ví que le acarició el cabello a él y los celos me inundaron, pero, ¿cómo podía estar celosa?, era seguro que él tuviera a alguien en su vida. Nos acercamos y la chica saludó a Facundo.
– ¡Hola!, que bueno que viniste – exclamó entusiasmada saludándolo de beso en la mejilla.
– Hola, mira, te presento a mi novia Paula, amor, ella es Jennifer.
– Mucho gusto Paula, moría por conocerte, no sabes lo bien que se expresa este hombre de ti, te tiene en un altar – dijo abrazándome como si fuéramos grandes amigas.
– Mucho gusto – respondí sintiéndome asfixiada.
– ¿Les sirvo algo? – preguntó Pedro  mientras le daba un vaso a Jennifer obligándola a soltarme al fin.
– Yo quiero un whisky en las rocas – dijo Facundo de inmediato.
– Yo un jugo de naranja, por favor.
Ví como preparaba el whisky y luego tomó otro vaso y el jugo de naranja.
– ¿Hielo? – me preguntó mirándome.
– No, gracias – respondí esquivando la mirada.
Sirvió el jugo y tomó ambos vasos, a Facundo le entregó el suyo y a mí, el mío, rozando mis dedos cuando lo tomé, provocando que sintiera un escalofrío, vi que esbozo una sonrisa traviesa, sabía perfectamente el efecto que provocaba en mí.
Tomó a Jennifer de la mano y caminaron a sus asientos, dejé que Facundo me abrazara y caminamos detrás de ellos, nos sentamos a su lado, Facundo junto a Pedro, yo quedé en una esquina y miré al campo de juego, no tenía idea de lo que estaba pasando ahí, pero tenía que tratar de distraer mi mente. No sabía que iba a pasar ahora, era un hecho que él juego entre él y yo había terminado, las dos primeras reglas estaban quebrantadas totalmente, la tercera ya no importaba, era la más difícil de romper.
Los minutos pasaban lentamente, cada que detenían el reloj en el juego mi corazón se detenía porque eso extendía la agonía de estar ahí, a tan sólo un asiento de distancia. Estaba a punto de pedirle a Facundo que nos fuéramos, pero la parte masoquista de mí no quería irse, lo más probable es que fuera la última vez que lo viera y quería guardar esos recuerdos, su sonrisa natural, tan encantadora como la retorcida, sus gritos por la emoción del partido, era un chico normal, que disfrutaba de la vida.

Una Cita con el Amor: Capítulo 32

– Mucho gusto – dijo en tono neutral y me extendió la mano.
Pero, yo no quería estrechársela, ya conocía los efectos en mí cuando me tocaba, aunque esta situación era completamente diferente, pero no quería arriesgarme, ni siquiera podía hablar por el enorme estado de shock en el que me encontraba, sentía mis rodillas temblar y un sudor recorrer mi cuerpo, si no fuera porque tenía a Facundo sujetado de la cintura ya me hubiera desvanecido. No entendía como él podía estar como si nada, como si en verdad fuera la primera vez que me veía en su vida, deseé tener la misma fortaleza o desfachatez, no sabía cómo calificar su actitud. Tomé un fuerte respiro y apreté con la mano a Facundo, casi enterrándole las uñas.
– Igualmente – respondí estrechándole la mano, pero la retiré con rapidez.
– Sin que me lo tomes a mal Facundo, tienes una novia muy linda – ¿cómo decía eso?
– Oh, yo lo sé, gracias, además es una excelente chica, la única que me aguanta el ritmo de trabajo y casi no se queja, por eso trato de complacerla lo más que se pueda – dijo de lo más amoroso mientras deslizaba un dedo en mi naríz.
– Sí, se ve que están muy enamorados – exclamó en un tono frío.
– ¿Te sientes bien Pau? – preguntó Facundo mirándome preocupado.
– Un poco mareada, creo que la cerveza ya se me subió, necesito refrescarme, con permiso.
Salí prácticamente corriendo al baño y una vez adentro me recargué en la puerta y me llevé las manos a la cara, ¿por qué me pasaba eso a mí?, ahora sí que el destino me había jugado una broma demasiado macabra, de todas las posibilidades que había de encontrármelo, jamás me imaginé que fuera con mi novio y mucho menos que se conocieran, pero, ¿de dónde?, yo conocía a todos los amigos y compañeros de Facundo, tendría que tratarse de algún cliente.
Y lo peor, era no tener la menor idea de lo que pasaba por su mente, aparte de empresario, ¿sería actor?, ¿cómo podía tener el rostro sin ninguna expresión?, ¿acaso sabría que me encontraría aquí?, no, por supuesto que no, aunque conociera a Facundo y supiera que tenía novia, no había forma de que supiera que yo era precisamente esa novia, además, no me habría llamado si hubiera sabido que estaría aquí.
Me acerqué al lavabo y dejé correr el agua, mojé mis manos y las puse en mi nuca y luego me mojé la cara, tomé varias toallitas de papel para secarme, estaba pálida como una hoja de papel, ¿cómo fui tan tonta para creer que ese jueguito iba a continuar por tiempo indefinido? Es tan típico que, cuando siempre te portas bien, el día que haces algo indebido te sale mal. Tocaron a la puerta y eso me hizo salir de mis pesamientos, tiré las toallitas al bote.
– Paula, ¿estás bien? – preguntó Facundo del otro lado.
– Sí, todo bien. – ¿Quieres que nos vayamos?
– No, te digo que fue la cerveza, pero ya se me paso – respondí abriendo la puerta.
– Estás muy pálida, ¿seguro que te sientes bien?
– Sí, creo que se me bajó la presión, pero no te arruinaré – dije poniendo mi mano en su mejilla – esta noche – agregué ocultando el verdadero trasfondo de ese comentario.

viernes, 20 de febrero de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 31

– Hola – respondí con el corazón latiéndome a toda prisa.
– ¿Estás libre esta noche? – dijo de la forma más endemoniadamente sexy haciéndome dudar.
– No… lo siento, un… compromiso previo – no podía cancelarle a Facundo debía estar ya afuera esperándome y no tenía ningún pretexto que ponerle, sería exponerme demasiado a que se enterara de la verdad.
– Entiendo – exclamó serio.
– ¿Podría ser mañana? – pregunté con pánico.
– Quizá… buenas tardes.
Y colgó sin que yo pudiera decir más, me golpeé en la frente con el celular, era la primera vez que él me llamaba y yo no estaba disponible, aunque después vinieron a mi mente las palabras que Zaira me había dicho el sábado cuando Steve fue al baño, “que no sepa que te tiene en sus manos amiga, date a desear y no siempre estés disponible para él”, claro que ignoraba que era yo quien lo llamaba, así que suspiré mientras caminaba al ascensor, después de todo Zaira tenía razón.
En el trayecto hacía el estadio no hablamos mucho, a Facundo le sonaba frecuentemente el celular por cuestiones de trabajo y yo iba cruzada de brazos pensando en lo que podría estar haciendo en ese momento en lugar de estar atrapada en ese auto, suspiré y miré por fuera de la ventanilla hacia el cielo.
Llegamos al estadio y después de estacionar el auto caminamos a nuestros lugares, era un palco privado y me dio una perspectiva completamente diferente de lo que era asistir a presenciar un partido en vivo. Había una mesa larga con botanas, botellas, sodas, jugos y una enorme hielera atestada de cervezas, un par de meseros nos llevaron a nuestro lugar, Facundo saludó y me presentó a las personas que ya había ahí. Nos ofrecieron de tomar y, aunque no me gustaba mucho, pedí una cerveza y Facundo un whisky en las rocas, tomamos nuestros lugares y el partido dió inicio.
– Impresionante, ¿verdad? – me dijo él muy orgulloso.
– Sí, la verdad es que sí, ¿quién te consiguió los pases?
– Facundo, que bueno que sí pudiste venir, viejo – se escuchó una voz familiar que me hizo quedarme congelada en el asiento sin voltear.
– No podía desaprovechar la oportunidad – respondió mientras se ponía de pie y lo abrazaba fraternalmente – mira, te quiero presentar a mi novia, ven amor.
Levanté la cara lentamente, quizá podía tratarse de un juego de mi mente como la vez anterior, pasé saliva y al girar mi cuello completamente hacia la derecha mis ojos se toparon con su mirada topacio, el desconocido estaba justo ahí, parado al lado de mi novio con su gran sonrisa en el rostro y yo sentí que todo me daba vueltas. Facundo me extendió la mano y gracias a eso pude ponerme de pie torpemente.
– Cariño, te presento a Pedro Alfonso, uno de los inversionistas más jóvenes y exitosos del país – su mirada estaba clavada en mí sin inmutarse en lo absoluto – ella es Paula Chaves,  hermosa, inteligente y talentosísima mujer del mundo de la publicidad y, lo mejor, es la dueña de mis quincenas – bromeó Facundo  mientras me abrazaba sosteniéndome de un hombro y yo me sentía desfallecer.


A partir de ahora, van a ser 2 capítulos de lunes a viernes, 3 sábados y domingos  y las maratones, rotativas por semana, por ejemplo: si hubo maratón el lunes, la otra semana es el martes, la maratón de mañana es una excepción, muchas gracias por leer y comentar siempre.