sábado, 7 de febrero de 2015

Eternamente Juntos: Capítulo 61

—¿Qué tal te ha salido el último examen? —le preguntó Paula  a Gonzalo al final de la semana siguiente.
—Creo que bien. Me alegro de haber terminado —respondió Gonzalo revolviendo su batido de leche con la pajita.
—¿Qué tal con Bruno?
—Bien. Tan pronto como se enteró de que estabas embarazada, creo que se ha convencido de que todo marcha bien entre tú y Pedro.
—Menos mal —dijo Paula—. De todos modos, Gonzalo, no comprendo por qué esperaste tanto tiempo para hablarnos de los problemas que tenías con él. ¿Por qué?
—Bueno… —dijo Gonzalo bajando la mirada.
—¿Qué pasa, Gonzalo?
—Se supone que no debería decirte nada.
—¿Decirme qué?
Gonzalo no pudo evitar sonreír.
—Es verdad que Bruno y yo estábamos algo más distanciados desde que tú y Pedro se separaron, pero al final solucionamos nuestras diferencias. Desde luego, no nos enfadamos tanto como para que hubiera peligro de que nos expulsaran.
Paula se quedó boquiabierta.
—¿Quieres decir que ha sido una farsa?
—Sí —respondió Gonzalo con honestidad.
Paula se recostó en el respaldo del asiento.
—¿De cuál de los dos fue la idea?
—De ninguno de los dos.
—Entonces, ¿de quién?
—He prometido no decírtelo.
Paula, inclinándose hacia delante, le agarró la muñeca.
—Gonzalo, tienes que decírmelo. ¿Fue Pedro?
Gonzalo negó con la cabeza.
—¿Mamá?
Gonzalo volvió a sacudir la cabeza.
—¿Papá?
—No, y deja de preguntármelo porque no te lo voy a decir.
Paula le soltó la muñeca.
—No se me ocurre quién más puede haber sido —dijo ella frunciendo el ceño.
—Evidentemente, alguien que no quería que se divorcien—declaró Gonzalo.
—¿Quién, entonces? ¿Por qué no puedes decírmelo? Es muy importante, Gonzalo.
—¿Por qué es importante? —preguntó él—. Ya están  juntos otra vez, eso es lo único que importa.
Los chicos ya habían acabado los exámenes y, además, Paula estaba cansada de fingir ser feliz cuando no lo era. Lo confesó todo.
—Lo que más deseo en el mundo es tener este hijo —concluyó Paula—, el pobre no tiene la culpa de nada. Pero Pedro no me ama.
—Eso no es verdad, Paula. Pedro te quiere, de eso no me cabe la menor duda.
Paula sacudió la cabeza con tristeza.
—No, no me quiere, Gonzalo. Me lo ha dicho. No me ha perdonado lo ocurrido aquella noche. Y ahora que no estoy segura de quién es el padre del niño, creo que jamás me perdonará.
—¿Y qué vas a hacer?
Paula lanzó un suspiro.
—No lo sé. Pedro me ha ofrecido seguir casado conmigo por el bebé, pero yo no quiero vivir con un hombre que no confía en mí. No lo soportaría.
—Te ha pasado lo mismo que a mamá, ¿eh?
Paula miró a su hermano a los ojos.
—¿Sabías eso?
Gonzalo asintió.
—Sí, hace unas semanas les oí discutiendo sobre ese asunto.
Paula volvió a suspirar.
—Ahora comprendo por qué papá siempre ha sido tan duro conmigo. Supongo que, en el fondo, no ha podido evitar dudar que fuera hija suya. Tengo miedo de que pase lo mismo con mi bebé.
—Pero podría ser de Pedro, ¿no? —dijo Gonzalo.
—Sí.  Está esperando a que me hagan la prueba de ultrasonido con el fin de tener una idea más clara sobre cuándo me quedé embarazada. Tengo una cita con el ginecólogo y Pedro me va a acompañar.
Gonzalo se quedó pensativo unos momentos.
—¿Le has dicho a Facundo lo del embarazo?
—Sí.
—¿Y qué ha dicho él?
—Ha dicho que no cree que sea suyo.

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