viernes, 27 de febrero de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 53

– Pedro, ya basta – dije con un hilo de voz sintiendo como se elevaba mi temperatura – no podemos continuar con esto y menos aquí.
– Vamos a mi recámara, entonces.
– Por supuesto que no, Facundo no tarda en regresar.
– Tenías que recordármelo – dijo molesto – está bien, por ahora lo dejaremos así.
Me dió un pequeño beso en los labios y con dificultad se levantó de la cama, mientras yo le sonreía. Me levanté después que él y caminé hacia el baño, cuando puse la mano en el picaporte sentí que me jaló, me volteó y volvió a besarme apasionadamente, le correspondí unos instantes y después rompí el beso.
– Pedro, por favor, detente – dije seria poniendo mis manos sobre su pecho alejándolo.
– Es que no puedo evitarlo, me encantas Pau – dijo mirándome a los ojos – pero, ganas otra vez, ya me debes dos.
– Anoche te cobraste una, ¿ya se te olvido tu amenaza?, me hiciste entrar en pánico.
– Discúlpame, estaba cegado y fue lo que único que se me ocurrió para verte a solas.
– Lo pensare, claro que si te vas ahora ayudará a aclarar mi mente.
– Chantajista.
– ¿Yo?, el león cree que todos son de su condición.
Me sonrió y me dió otro pequeño beso en los labios, me quedé ahí parada para asegurarme que salía de la recámara, cuando lo hizo y cerró la puerta, entré al baño. Me metí a bañar y cuando termine de vestirme Facundo entro a la habitación, me saludó a lo lejos y me dijo que se daría un baño.
Bajé a la cocina para preparar algo de desayunar y Jennifer estaba ahí tomando café y hojeando una revista.
– Buenos días, Jennifer.
– Hola Pau, buenos días – respondió y se levanto para saludarme de beso en la mejilla – justo estaba pensando en ti, estoy viendo un anuncio de la ropa de Luciana – agregó enseñándome la revista y la miré unos segundos.
– Por cierto, ahora que lo mencionas, tengo duda de algo que me dijiste el día de la presentación – dije sirviéndome una taza de café.
– Adelante, con confianza. – Cuando te dije que Facundo estaba de viaje, me dijiste que él no cambiaba, ¿por qué?
– Ah, es que el día que firmó el contrato con Pedro yo fui a la cena y estuvieron hablando de negocios toda la noche y mencionó que viajaba mucho y luego Pedro me ha contado que le llama y siempre está en juntas, por eso lo dije, ¿pensaste que yo y él nos veíamos clandestinamente?
– No, para nada, no te creo capaz de engañar a Pedro – dije para ver su reacción.
– Jamás lo haría, lo adoro – aseguró.
– Buenos días, señoritas – exclamó Pedro entrando a la cocina. –
Hola baby, buenos días – respondió ella y lo abrazó efusivamente.
Yo no respondí y le corrí la mirada con enfado, que amigos tan cariñosos eran, alguno de los dos me estaba mintiendo y dudaba que ella tuviera alguna razón para hacerlo. Abrí el refrigerador para no mirarlos y escuché que Facundo  los saludaba, me abrazó por la cintura, yo volteé y nos dimos un beso en los labios. Pedro carraspeó y nos sugirió ir a desayunar a un pequeño restaurante que estaba a un par de cuadras. Todos estuvimos de acuerdo y salimos los cuatro.
Facundo y yo íbamos tomados de la mano y Jennifer sostenía del brazo a Pedro después él la cargó sobre sus hombros y tuve ganas de golpearlo y de paso yo darme de topes en un árbol, ¿cómo era posible que me dejara envolver por ese embaucador de oficio? Sólo era un hermoso mentiroso, como dice una canción y, muy a mi pesar, me tenía vuelta loca sin remedio, jamás me imaginé perder así la cabeza por alguien, quizá debía recurrir a la ayuda de un psiquiatra.
Llegamos al restaurante y nos sentamos en una pequeña mesa, Jennifer frente a Facundo y Pedro frente a mí. La mesera nos llevó los menús, la verdad yo no tenía mucha hambre, así que sólo ordené un jugo de naranja y fruta con yogurt, en un recipiente por separado. Jennifer me miró de forma extraña y Facundo empezó a explicarle lo rara que soy para comer mientras ella se reía, luego se pusieron a intercambiar anécdotas curiosas.
Yo sentía las miradas de Pedro y trataba de evitarlas lo más posible. Minutos después nos dejaron los platillos y al llevarme un pedazo de piña a la boca sentí que Pedro puso su pie sobre el mío y lo subió un poco. Yo retiré el mío bruscamente mientras lo miré frunciendo el seño, él sonrió divertido, miré a Facundo, nerviosa y seguía platicando animadamente con Jennifer, al parecer ninguno de los dos se había dado cuenta. Pedro lo notó y siguió con su jueguito, yo ya no sabía para donde moverme y tuve que ir al baño para tranquilizarme, ese hombre quería destrozarme los nervios. Al regresar ya habían pedido la cuenta y suspiré aliviada.
Jennifer propuso ir a algún hotel de Las Vegas a jugar un poco y de paso ver algún espectáculo, así que regresamos a la casa y Pedro sacó del garaje un Volvo plateado que había rentado. Facundo y yo nos subimos en la parte de atrás y Jennifer encendió el radio después de subir. Facundo me abrazó y noté la mirada seria de Pedro a través del espejo retrovisor, pero me volteé y recargué mi cabeza en el hombro de Facundo, no sé porque Pedro ponía esas miradas cuando él jugaba con Jennifer en los altos.

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