miércoles, 31 de mayo de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 25

Paula no podía creerlo. Pedro había ganado el premio que ella tanto deseaba. Era injusto. Él tenía dinero más que de sobra para pagarse sus vacaciones, incluso comprarse una isla si quería. ¿Por qué no se había sentado ella en la silla ganadora? Además, se había llevado una gran decepción, se había negado a acotarse con ella. Estaba decepcionada. ¿Había sido un error confesarle que era virgen? Aún no sabía por qué se lo había dicho, se le había escapado en un momento de distracción. Entre la magia de la fiesta, la compañía de Pedro y el champán se le había soltado la lengua. ¡Cómo se le había ocurrido decir eso! Había perdido el sentido y se había entregado a sus emociones. Emociones nuevas para ella. Y había fantaseado con la idea de ser la amante de él. Para disfrutar esos besos y mucho más. Para que las manos de él le acariciaran todo el cuerpo, para que la poseyera y le procurara la clase de placer que solo había sentido sola, masturbándose, y que nunca la había dejado completamente satisfecha. Hacer el amor con Pedro sería más que satisfactorio. ¿Cómo no iba a serlo? El beso que él le había dado había despertado en ella un deseo que necesitaba ser saciado. Le enseñó a Pedro el mensaje de Karina, la editora jefa.


–¿Lo ves? Tu silla era la del premio. Como no tenían el número de tu móvil, me han enviado a mí el mensaje.


Pedro se inclinó hacia delante para leer el texto.


–¿Podrían volver a rifarlo? 


–¿No lo quieres? –preguntó Abby con el ceño fruncido.


–No me apetece tanto como a tí. 


Paula volvió a leer el mensaje.


–Al parecer, el premio tiene un plazo, un mes.


–¿Es transferible?


–¿Transferible?


–¿Podría dártelo a tí en vez de ir yo? –preguntó Pedro.


Era un gesto muy generoso, pero… ¿Cómo iba a ir ella sola? ¿Quién iba solo de vacaciones a una isla privada? Además, sus compañeros de la revista supondrían que iría con Pedro y que subiría fotos en su blog. Resultaría muy extraño no hacerlo. La alternativa sería ir con una amiga, pero… ¿Qué diría la gente? Pedro había dicho que no estaba interesado en tener relaciones con ella, así que no querría acompañarla en el viaje. Volvía a enfrentarse al mismo dilema. Irse de vacaciones sola era lo mismo que haber ido a la fiesta sola.


Falso Compromiso: Capítulo 24

Eso Pedro lo comprendía bien. Había cosas que él no le había contado a nadie y nunca lo haría. No serviría de nada porque eso no le haría perder el sentimiento de culpa que le atormentaba.


–¿Por qué no se lo has contado?


De repente, el rostro de Paula ensombreció y aparó las manos de las de él.


–Mira, Pedro, si no quieres hacerlo, perfecto. Me buscaré a otro. Acabaré encontrando a alguien.


A Pedro se le hizo un nudo en el estómago. ¿A quién? ¿A un desconocido al que encontrara en un bar? ¿A alguien que conociera por Internet? ¿Y por qué Paula se había refugiado en sí misma de repente? ¿Qué sabía su hermana de Paula Chaves? ¿Alguien sabía realmente cómo era? ¿Por qué había llegado a los veintitrés años sin haberse acostado con nadie? Era atractiva, sexy y divertida. No debían haberle faltado pretendientes. Si no tenía cuidado, acabaría ofreciéndose voluntario. El camarero se les acercó para preguntarles qué querían tomar y ambos pidieron un té. 


–Creo que deberías pensártelo mucho antes de acostarte con alguien que conocieras en un bar o por Internet –dijo Pedro después de que el camarero se retirase–. Hay mucho tipo raro por ahí suelto.


–Deja los sermones de hermano mayor para tu hermana –comentó Paula al tiempo que agarraba un puñado de cacahuetes–. Sé cuidar de mí misma.


A Pedro le habría gustado sentirse hermano mayor de Paula en vez de lo que estaba sintiendo. El deseo parecía consumirle el cuerpo y el cerebro. No podía dejar de pensar en la proposición de ella. ¿Qué quería Paula exactamente de él? «Ni se te ocurra preguntarlo». Era mejor no saberlo para no sucumbir a la tentación, cosa que estaba a punto de hacer.


–¿En serio no quieres comer nada con el té? –preguntó Pedro cuando el camarero regresó con las bebidas.


–Se me ha quitado el hambre. He comido demasiados cacahuetes.


Pedro también había elaborado una teoría. Paula era igual que los cacahuetes, hacer el amor con ella una vez solo sería insuficiente. Completamente insuficiente. El teléfono de ella, dentro de su bolso, sonó.


–¡Oh, Dios mío! –exclamó Paula al ver en la pantalla del móvil.


–¿Qué pasa? ¿Malas noticias? 


Paula alzó el rostro y sonrió.


–¿Sabes qué? Has ganado el premio de la rifa, el viaje a la isla privada. 

Falso Compromiso: Capítulo 23

 –A ver si lo he entendido bien… ¿Has dicho que nunca has hecho el amor con nadie? ¿Es eso?


Paula asintió.


–¿Eres virgen?


–Sí.


–Me estás tomando el pelo, ¿Verdad?


–No –respondió Abby sacudiendo la cabeza.


¿Paula Chaves era virgen? ¿Paula Chaves, la especialista en relaciones sentimentales, era virgen? ¿Cómo era posible que no hubiera tenido relaciones sexuales con nadie? Tenía veintitrés años. La mayoría de las chicas perdían la virginidad mucho antes, a menos que fuera por motivos religiosos.


–Pero… ¿Por qué? –preguntó Pedro, confuso. 


Paula se encogió de hombros y clavó los ojos en el cuenco con cacahuetes encima de su mesa. Agarró un cacahuete, se lo metió en la boca, lo masticó y se lo tragó. Agarró otro e hizo lo mismo.


–¿Sabías que es casi imposible comer solo un cacahuete? He investigado mucho sobre el asunto. Resulta imposible. Prueba tú a hacerlo.


Pedro apartó el cuenco fuera del alcance de ella.


–Paula, mírame.


Despacio, Paula movió los ojos hacia los suyos y se lamió la sal de los labios. Pedro contuvo un gruñido al imaginar la lengua de ella haciéndole eso.


–Sé que parecerá un poco raro, pero nunca, antes, me había sentido preparada emocionalmente.


A Pedro el corazón pareció querer salírsele del pecho.


–¿Antes… De ahora?


–En el pasado, más o menos me apeteció un par de veces, pero luego me dió miedo de hacer el ridículo –Paula lo miró fijamente a los ojos–. En fin, he pensado que, como se nos ha dado tan bien bailar juntos, igual ocurriría lo mismo si nos acostáramos.


–Esa es una de tus teorías, ¿No?


–Sí, bueno, es solo una teoría porque todavía no la he puesto en práctica, por eso precisamente estamos teniendo esta conversación –Paula le sonrió trémulamente–. En fin, ¿Qué te parece? ¿Quieres que lo hagamos?


Acostarse con Paula era la clase de problema que bien se podíam ahorrar. Aparte de ser la mejor amiga de su hermana, podía causarle muchos quebraderos de cabeza, quería cosas que él no quería. «La deseas». Sí, la deseaba. Mucho. Tanto como para sentir el deseo sexual palpitándole en la entrepierna. La deseaba más que a ninguna otra mujer en su vida. Se sentía como un adolescente excitado. Pero eso no significaba que fuera a poseerla.  No quería tener nada que ver con vírgenes. Paula era perfecta para los príncipes azules, las bodas y los vestidos de novia… Todo lo que escribía en su columna trataba sobre la seguridad y la felicidad en las relaciones. Él no podía ofrecerle seguridad. No quería comprometerse con nadie. Se inclinó hacia delante y tomó las manos de Paula en las suyas.


–Escúchame, Paula…


–No se lo diríamos a Carolina –lo interrumpió–. Ella no sabe que soy virgen.


–¿No lo sabe? –preguntó Pedro parpadeando–. ¿No son amigas íntimas?


–Lo somos, pero solo nos conocemos desde hace cuatro años. Hay muchas cosas que no puedo contarle ni a mi mejor amiga. 

Falso Compromiso: Capítulo 22

Tiró de ella hasta que la tuvo delante de sí, le rozó las caderas con las suyas, íntimamente, haciéndole contener la respiración.


–¿No quieres esperar a la rifa?


–Jamás ganaría un premio así. En cualquier caso, solo he propuesto cenar juntos. No creo que te costara tanto, ¿O sí?


Pedro desvió la mirada hacia sus labios momentáneamente. Después, la agarró del brazo.


–Está bien, vamos a cenar.


Pedro la llevó a un bar a pocas manzanas del hotel donde tenía lugar la fiesta. Había estado allí un par de veces por motivos de trabajo y le gustaba la atmósfera. Servían café y dulces además de los típicos cócteles y otras bebidas. Paula ojeó el menú y después apoyó la espalda en el respaldo del sillón de terciopelo.


–Voy a tomar «Sexo en la playa». 


Pedro arqueó una ceja.


–¿No te parece que hace demasiado frío para eso? 


Las mejillas de Paula enrojecieron.


–¿Has hecho el amor en la playa alguna vez?


Pedro llevaba la mayor parte de la noche intentando no pensar en el sexo; sobre todo, con Paula.


–Un par de veces.


Paula se inclinó hacia delante y, con las manos en las rodillas, le susurró:


–¿Puedo contarte un secreto?


Pedro intentó fijarse en su boca, intentó no imaginar besándola todo el cuerpo. Intentó no excitarse; pero, al fin y al cabo, era humano.


–Adelante.


Paula parpadeó untar de veces y después se pasó la lengua por los labios, y él se endureció mucho más. Ella apartó la mirada y su sonrojo se hizo más profundo. 


–Déjalo. Olvida lo que he dicho. Creo que he bebido demasiado champán.


Por la forma como Pauña evitó su mirada, su curiosidad aumentó. ¿Qué secreto era ese?


–¿Qué ibas a contarme?


Paula apretó los labios momentáneamente y después tragó saliva.


–Yo… Yo nunca lo he hecho –Paula se llevó las manos a la boca y exclamó–: ¡No puedo creer que te lo haya dicho!


Pedro repasó mentalmente lo que habían dicho sobre hacer el amor en la playa.


–¿Quieres decir que nunca has hecho el amor en la playa? 


Paula bajó las manos y, sin mirarlo, contestó:


–En ninguna parte.


–¿Te refieres al aire libre? –preguntó él con el ceño fruncido.


–Nunca he hecho el amor.


Pedro, perplejo, se la quedó mirando mientras trataba de asimilar lo que acababa de oír y lo que creía haber oído. 

Falso Compromiso: Capítulo 21

Paula parpadeó. ¿Por qué iba ella a querer ser novia de Pedro? Él estaba allí solo por hacerle un favor y había puesto un límite: Dos horas. ¡Dos miserables horas! Lo que demostraba que no era su tipo. Pedro carecía de espontaneidad. Era tieso, formal, no sonreía nunca y no era en absoluto romántico. Era adicto al trabajo. Debía trabajar incluso mientras dormía. Eso si dormía. «Pero eso no quiere decir que no podáis ser amantes en la vida real». ¿Por qué había pensado eso? El problema había sido el beso. Luke besaba como un hombre con mucha experiencia. Había despertado en ella algo que no iba a desaparecer fácilmente. Pedro llevaba cinco años, solo, sin pareja. Ella nunca había tenido un amante y no podía buscarse uno mientras fingía estaba prometida con el hombre de su vida. ¿Por qué no Pedro? Ella no se tomaba el sexo a la ligera; sobre todo, teniendo en cuenta la vida sexual de su madre, caótica y por dinero. Pero… ¿Cómo iba a sentirse normal de seguir siendo virgen al cumplir los treinta o los cuarenta o incluso los noventa años? Sin embargo, si se acostaba con él, problema resuelto. Podría ser normal. Cuanto más lo pensaba, más le gustaba la idea. Era la solución perfecta. Lo único que tenía que hacer era convencerlo.  Pedro la apartó de una entusiasta pareja, lo que apretó más su cuerpo al de ella.


–¿Cuándo podríamos marcharnos? –preguntó él.


Paula echó la cabeza hacia atrás para poder mirarlo al rostro.


–¿No lo estás pasando bien?


Pedro hizo una mueca que podía pasar por una sonrisa.


–Se te está acabando el tiempo, Cenicienta.


Paula se mordió los labios y clavó los ojos en la pajarita de él. ¿Por qué Pedro le había recordado que su compañía tenía un límite de tiempo? ¿Qué significaba? Significaba que él podía resistirse perfectamente a sus encantos.


–¿Qué te pasa? –preguntó Pedro. 


Paula alzó la mirada y preguntó:


–¿Te parece que fuéramos a cenar a algún sitio después de marcharnos de aquí?


–¿Por qué? –preguntó él frunciendo el ceño.


–Porque todavía tengo hambre.


–Nos han dado una cena de cuatro platos y tú te has tomado mi postre también. 


Paula clavó los ojos en la boca de Luke y el estómago le dió un vuelco. No podía sobrevivir con solo un beso de él, quería más. Quería un banquete de besos. Y estaba segura de que, por la mañana, no iba a sentirse culpable.


–Todavía no tengo ganas de ir a casa. Hace siglos que no salgo por ahí y tú tampoco, me parece que no deberíamos desperdiciar la ocasión.


–Paula.


Ella cerró los ojos y suspiró.


–Está bien. Está bien. Lo he entendido. Las dos horas se han acabado y quieres volver a casa a trabajar. Olvida lo que te he dicho –Paula comenzó a apartarse de él para volver a la mesa, pero Pedro, agarrándola por la muñeca, la detuvo. 

lunes, 29 de mayo de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 20

 –No seré yo quien gane el premio. Jamás he ganado nada.


Por fin se abrieron las puertas del salón de fiestas y Paula emitió un sonido de admiración al ver el decorado. Le agarró la mano con fuerza, como una niña pequeña en una tienda de golosinas. Incluso él admitió que presentaba un aspecto extraordinario. Guirnaldas de flores adornaban la estancia y otros arreglos florales, más grandes, flanqueaban el escenario en el que un grupo de música tocaba una canción de bienvenida. En las mesas había copas de cristal, cubertería de plata y más ramos de flores, por encima había coloridos globos de helio. Cenaron y, durante los postres, el grupo de música empezó a tocar otra vez. Pedro agarró la mano de Paula y se levantó de la silla.


–¿Te apetece bailar?


La sonrisa de ella fue como un rayo de sol en medio de un día gris de invierno.


–Me encantaría –Paula se puso en pie, se acercó a él y le susurró al oído–. Por cierto, le he contado a todo el mundo que eres un bailarín magnífico.


«Sí, te creo», pensó Pedro alzando los ojos al techo.


–A ver si hay suerte y no decepcionamos a nadie.


Cuando pisaron la pista de baile, Pedro la rodeó con sus brazos y acercó el cuerpo al suyo, posando una de sus manos en la piel desnuda que el escote de la espalda dejaba al descubierto. Sintió cosquillas en la piel y casi se quedó sin respiración cuando la pelvis de él, transmitiendo una inconfundible excitación, entró en contacto con la suya. No se había equivocado al asegurar a sus lectores que bailaba maravillosamente bien. Movía el cuerpo en perfecta armonía con el de ella, parecían una pareja que había estado entrenándose para una competición de baile. Ni siquiera la cola del vestido le resultó un obstáculo mientras se movía con ella por la pista de baile sin pisarla ni una sola vez y evitando que la pisara otro. Hacía mucho tiempo que Paula no bailaba con nadie. Desde que declaró tener novio, no iba a fiestas para evitar inventar excusas con el fin de justificar que su novio no la acompañara. Ni siquiera salía a cenar con gente, a menos que fuera con alguna amiga. Había hecho un gran esfuerzo para integrarse, para parecer normal, pero había acabado sintiéndose rara y sin las cosas que para otra gente era el pan de cada día. Así había sido su infancia también. ¿Por qué seguía ocurriéndole lo mismo? ¿Estaba condenada a sentirse siempre marginada?  Pero ahora, en los brazos de Pedro, se dió cuenta de lo que lefaltaba. Le gustaba haber salido con él como pareja, beber y comer con él, y bailar. Y le gustaba más aún saber que Pedro y ella compartían un secreto. Nadie sospechaba que no fueran novios de verdad. ¡Sí, lo había conseguido! Nadie se iba a mofar de ella ni a humillarla. Pero no solo eso, el secreto compartido confería más intimidad a su relación, haciéndolo todo más excitante. Todos los allí presentes creían que estaban profundamente enamorados. Todos creían que eran amantes. «Estaría muy bien que fueras tú el hombre para mí». 

Falso Compromiso: Capítulo 19

Paula le agarró una mano y tiró de él hacia un camarero con una bandeja con copas.


–Y yo.


Unos minutos después, Pedro estaba con una copa de champán en la mano mientras Paula charlaba con algunos de los invitados en espera a que abrieran las puertas del salón de fiestas. Aparte de algunas palabras de vez en cuando, supuso que cuanto menos dijera mejor. Ella había contado a sus lectores cosas sobre él que le avergonzaban. ¿Él un experto en relaciones amorosas? Sin querer, había destruido todas y cada una de las relaciones que había tenido y no quería de ninguna manera repetir las equivocaciones que había cometido. En lo que a dar entrevistas se refería… ¡Ni hablar! Su vida privada era eso, privada. Una cosa tenía que reconocer, Paula estaba preciosa aquella noche y disfrutaba con las miradas de envidia que le lanzaban otros hombres. También disfrutaba cuando le rozaba el cuerpo con el suyo en el concurrido vestíbulo. Él la tenía agarrada por la cintura y, de vez en cuando, lo miraba y le sonreía. Recordaba el sabor de su boca. Los dulces y suaves labios de ella le hacían desear ir más allá. Y, como a los demás hombres que estaban ahí, no podía apartar los ojos del escote de Paula. Aunque el escote no era excesivo, le atraía como la miel a las abejas.


–Vamos a echar un vistazo a la subasta secreta mientras esperamos –dijo Paula. Entonces, le condujo hacia el mostrador en el que había varios objetos–. Puede que veas algo que te guste.


Lo único que, hasta el momento, le gustaba era Paula con ese vestido. Las obras benéficas le parecían muy bien y aquella era una excelente causa, pero ninguno de aquellos objetos le gustó en especial, aunque había un par de cuadros interesantes. Tenía dinero más que suficiente para comprar lo que se le antojara. No le importaría hacer una donación sin recibir nada a cambio.  A ella pareció gustarle uno de los artículos que iban a rifarse. Se quedó mirando uno de los premios: Una semana de vacaciones en una isla privada del Mediterráneo.


–¿No sería maravilloso ganar ese premio? –dijo ella señalando la foto de una playa de arena blanca y una lujosa villa al fondo–. Me encantaría pasar una semana en una playa sin nadie más. ¡Imagínate ser tan rico como para tener tu propia isla!


Pedro había pensado con frecuencia en comprar una isla, un refugio para escapar de las preocupaciones de la vida. Un lugar al que no pudiera seguirle la culpa que sentía. Había llegado incluso a buscar islas para comprar en Internet. La idea de la arena y el mar era realmente tentadora. Casi tan tentadora como Paula.


–Un sitio perfecto para la luna de miel, ¿Verdad, Paula? –dijo una mujer que trabajaba en la revista cuando pasó al lado de ellos.


Paula sonrió a la mujer antes de volverse de nuevo hacia él.


–Se puede ganar ese premio solo con asistir a la fiesta. ¿A que es estupendo? Todas las sillas del salón de fiestas tienen un número debajo del asiento. Al dar la medianoche anunciarán al ganador.


–Si ganaras, ¿A quién invitarías para que te acompañara? –Pedro no sabía por qué había hecho esa pregunta.


Paula lanzó una carcajada al tiempo que sacudía la cabeza. 

Falso Compromiso: Capítulo 18

Paula sabía que Pedro solo decía eso por la proximidad a ellos de otros invitados. Por supuesto, como supuesto novio suyo, debía decirle cosas bonitas. Cosas maravillosas. Cosas que nunca nadie le había dicho. Pedro estaba representando muy bien su papel. Pero… ¡Cómo le gustaría que le dijera todo eso sintiéndolo! ¿Cuándo le habían dicho que era preciosa? Sabía que era normal, que pasaba desapercibida. Pero sería fantástico que Luke creyera de verdad que era la mujer más bella de la fiesta, como Cenicienta. «Te has vuelto completamente loca». «Sí, sí, lo sé. Pero lo ha dicho con tanta sinceridad…» 


–Gracias –Paula sonrió–. Pero no creo que pueda comer nada con este vestido, la cremallera me estallaría.


–¡Paula! –Karina Kirby, la editora jefa, se les había acercado y procedió a dar dos besos a Paula en la mejilla–. Me muero de ganas de que me presentes a tu hombre perfecto –la mujer dedicó una deslumbrante sonrisa a Pedro y le dió la mano–. Nos gustaría hacerle una entrevista tan pronto como sea posible. Su trabajo es extraordinario. La amiga de una amiga logró sobrevivir gracias a la operación en el cerebro que le hicieron con ese diminuto brazo robótico que usted inventó. Lo arreglaré todo para que le entrevisten. Paula me dará su teléfono y demás y haremos…


–No concedo entrevistas –la interrumpió Pedro.


Karina lo miró como si acabara de decir que no respiraba aire.


–Debe concedérnosla a nosotros. Todo el mundo quiere saber todo lo posible sobre su noviazgo con Paula. Ahora que sabemos quién es, necesitamos que nos cuente su versión de cómo es su relación con ella. Podría escribir un blog, como invitado, dando consejos sobre las relaciones amorosas. Será fabuloso.


–Lo siento, eso no me interesa.


Karina, sin darse por vencida, apartó los ojos de él para clavarlos en Paula.


–Convéncele, cielo. Es muy interesante y también guapísimo. No me extraña que lo hayas tenido escondido todo este tiempo. Yo tampoco querría compartirlo con nadie.


–Ya veré lo que puedo hacer –Paula forzó una sonrisa.


Una vez que Karina se hubo marchado, Pedro le puso una mano en la espalda y, al hablar, lo hizo con completa frialdad.


–¿Vas a obligarme a repetirme?


–No. Lo he entendido perfectamente, nada de entrevistas –contestó Paula alzando los ojos al techo.


Pedro lanzó un suspiro.


–Necesito una copa. 

Falso Compromiso: Capítulo 17

Paula aún no había recuperado el sentido cuando Pedro la ayudó a salir del coche. Sentía un delicioso cosquilleo tanto en la boca como en cierta parte de su cuerpo. Más que un cosquilleo era desazón, pulsaciones. La habían besado antes, pero no así. La boca de él le había quemado la suya, haciéndola perder el sentido del tiempo y del espacio. Pero aún más sorprendente era el hecho de que todo había sido natural, nada forzado. Se habían besado como si llevaran años haciéndolo, como si la boca del uno supiera lo que le gustaba a la boca del otro. Los periodistas se les acercaron y Pedro le rodeó la cintura con un brazo, un gesto protector. Ella le sonrió y el corazón dejó de latirle cuando le devolvió la sonrisa. Los ojos de él cobraron vida; parecía más joven, más libre, menos serio y distante.


–Lista –dijo ella. 


«Al menos, eso creo». Las cámaras no dejaron de disparar y una periodista se acercó a ella con un micrófono en la mano.


–Todo el mundo está deseando conocer a su hombre perfecto. ¿No podría presentarlo?


Paula sonrió a la periodista.


–Claro. Este es mi prometido, Pedro…


-Eh, ¿No es usted Pedro Alfonso, de Alfonso Robotics? – preguntó otro periodista–. Usted es el creador de esa tecnología que ha revolucionado la cirugía neurológica en todo el mundo.


Pedro aceptó el cumplido con una sonrisa tensa.


–Sí, así es.


–¿Cuándo van a casarse? –preguntó la periodista–. ¿Este verano?


Paula estaba pensando en qué contestar, pero Pedro se le adelantó.


–No queremos hacerlo público todavía.


–Desde el punto de vista de un hombre, ¿Podría usted dar algún consejo respecto a las relaciones amorosas? –preguntó el periodista.


–Lo importante es mostrarse siempre como uno es en realidad – contestó Pedro. 


Entonces, comenzó a guiar a Paula hacia la puerta del hotel. Pero la periodista no había terminado con sus preguntas.


–Vamos, algún consejo del hombre más romántico de todo Londres.


–Mírala a los ojos cuando hables con ella. Escúchala –contestó Pedro.


–Escribiré eso en mi próxima columna –dijo Paula cuando, por fin, se vieron libres de los periodistas–. La gente está tan obsesionada con los móviles últimamente que no mira a nadie al hablar.


–Me debes una, señorita –dijo Pedro. 


Paula le dedicó una ladeada sonrisa.


–Perdona por todo esto. De todos modos, has estado magnífico. Tú también podrías escribir en una revista.


–Ni loco –respondió Luke mirándola fijamente, sus ojos parecían dos zafiros–. ¿Te he dicho lo guapa que estás esta noche? Deslumbrante. No hay un hombre aquí esta noche que no se cambiaría por mí. 

Falso Compromiso: Capítulo 16

 –Bueno.


–Y me dices cosas cariñosas constantemente. Me llamas cielo, cariño, mi vida…


Eso era otra de las cosas que él no hacía. Pero…


–Entendido. 


–Y nos besamos. Mucho.


La entrepierna de Pedro protestó. Solo con ver la boca de Paula la sangre le hervía. ¿Qué iba a pasar si la besaba?


–No estoy acostumbrado a hacer eso en público.


–Pues esta noche sí.


¡Maldición! ¿En qué lío se había metido?


–¿No te va a molestar que te bese? –preguntó Pedro frunciendo el ceño. 


Paula lo miró a los ojos y a la boca.


–Quizá debiéramos practicar un poco primero. Lo digo para que no nos quedemos parados o sin saber qué hacer delante de todo el mundo.


Pedro no lograba apartar los ojos de la boca de ella.


–¿Dónde te parece que deberíamos practicar? ¿En el coche?


–Tenemos tiempo antes de que nos llegue el turno –dijo Paula mirando a la fila de coches esperando.


Hacía cinco años que Pedro no besaba a una mujer; sin contar, claro, los besos en las mejillas de su madre y su hermana.


–¿En serio te parece necesario?


Paula se inclinó hacia él, su rostro tan cerca del suyo que pudo sentir el aliento de ella en sus labios.


–Bésame, Pedro.


Con la sangre corriéndole por las venas a gran velocidad y sintiendo una erección, Pedro acarició la mejilla de Paula antes de posar los labios en los de ella. Se dispuso a separarse, pero la boca de ella se aferró a la suya y una especie de terremoto le sacudió. Volvió a besarla, respiró su aroma y se deleitó con ese sabor a fruta fresca. Paula emitió un suave gemido, abrió la entrada a su lengua y la acarició con la suya. Pedro no quería dejar de besarla. Podría haberse pasado la noche entera así. Le aplastó la boca con la suya al tiempo que le ponía una mano en la nuca para profundizar el beso. Ella entrelazó las manos en la nuca de él, sus gemidos de placer hicieron vibrar su virilidad. Hacía años que no se excitaba tanto con un beso. Quizá fuese la primera vez. La suave boca de Paula, adaptada a la suya, se movió a un ritmo sensual que se hacía eco del martilleo de su sangre. El perfume de ella inundaba sus sentidos, la voluptuosidad de aquellos senos hacía peligrar el control que tenía sobre sí mismo. Los gritos de la gente y los disparos de las cámaras de los fotógrafos rompieron el hechizo. Paula, con los labios hinchados y el rostro sonrojado, se apartó de él y le dedicó una trémula sonrisa.


–¡Vaya! ¡Quién lo habría dicho!


–Por favor, dime que no va a salir en las revistas una foto de nosotros besándonos –dijo Pedro.


–Lo siento –respondió ella mordiéndose los labios. 

miércoles, 24 de mayo de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 15

 –Bueno… Te arrodillaste delante de mí y me dijiste que, para tí, no había otra mujer en el mundo, que me querías más que a tu propia vida. Entonces, sacaste una caja con una sortija y me pediste que me casara contigo.


Pedro no se imaginaba a sí mismo decir algo así a nadie.


–Tenías los ojos llenos de lágrimas –añadió ella–. Muchas lágrimas. De hecho, estabas llorando. Los dos lloramos porque estábamos muy felices y…


–¡Por favor, Paula! Ni siquiera me acuerdo de cuándo fue la última vez que lloré.


–Sé que a los hombres les cuesta expresar sus sentimientos, pero… ¿no lloraste cuando murió Victoria?


–No.


–Oh.


Pedro se había sentido tan culpable que no le había sido posible sentir nada más. Le resultó imposible creer que la mujer con la que había estado dos horas antes había fallecido. Después de que le llamaran los padres de ella, el había guardado la copa en la que Victoria había bebido, con la marca del carmín de labios de ella en el borde. Había ayudado a organizar el funeral y, por ayudar a sus padres, se había encargado de dar la noticia a sus conocidos y amigos. Lo había hecho automáticamente. Había dicholo que tenía que decir y había hecho lo que tenía que hacer sintiéndose como si una barrera de cristal se hubiera interpuesto entre el resto del mundo y él. Y seguía así.


–Su familia ya lo estaba pasando suficientemente mal como para que yo les hiciera sufrir más.


Sintió la interrogante mirada de Paula.


–¿Y cuando estabas solo? ¿No llorabas?


–No todo el mundo llora cuando sufre. Hay otras formas de expresar la tristeza.


–Pero llorar ayuda mucho –dijo Paula–. No deberías avergonzarte de llorar por ser un hombre. Eso es una ridiculez. Todo el mundo debería poder llorar al margen de si es hombre o mujer.


A la entrada del lujoso hotel, Pedro se colocó a la cola para que uno de los del estacionamiento se llevara el suyo.


–Bueno, Cenicienta, ¿Alguna cosa más que deba saber antes de presentarnos en la fiesta?


–Bueno, una cosa más –dijo ella enrojeciendo.


–Adelante.


Paula se humedeció los labios con la punta de la lengua.


–No dejas de decirme, en público, que me querrás siempre.


Pedro no se acordaba de cuándo había sido la última vez que había dicho a su madre y a su hermana que las quería. No era un hombre de muchas palabras. Actuaba en vez de hablar. Su padre era lo opuesto a él, muchas palabras y promesas que no cumplía nunca.


Falso Compromiso: Capítulo 14

La boca de Paula hacía que se le cayera la baba. Pedro se sentó al volante preguntándose si ella llevaba bragas o no. De repente, la súbita excitación que se apoderó de él le dejó sin respiración.  Paula volvió el rostro y lo miró.


–¿Te pasa algo?


Pedro agarró el volante con fuerza.


–Sí.


–Has hecho un ruido con la garganta como si… Como si te doliera algo. No te está dando una migraña, ¿Verdad?


«¿Por qué no se me ha ocurrido poner esa disculpa?». Porque él, una vez que se comprometía a algo, lo cumplía. Cuando tomaba una decisión, iba hasta el final. Dos horas de su tiempo no era excesivo. Menos mal.


–No. Lo que pasa es que no me apetece mucho ir a la fiesta y charlar con gente a la que no conozco. No es mi fuerte.


–No te preocupes, la música estará tan alta que no te dejará hablar.


Lo que podría ser una ventaja, teniendo en cuenta la dirección de sus pensamientos: El cuerpo desnudo de Paula, esos hermosos pechos en su boca y manos, las piernas de ella alrededor de su cintura… Y él dentro de ella. Puso freno a aquellas imaginaciones. No quería tener relaciones con nadie. Y Paula Chaves, con su misión de un final feliz, era la última persona con la que debería fantasear. Perseguía un cuento de hadas. Él todavía no conseguía entender cómo había hecho creer a sus lectores que tenía un novio que no existía. ¿Quién hacía eso? No existía ningún hombre que cumpliera los requisitos de Paula, y él era el último hombre en el planeta al que se le ocurriera intentarlo.


–Pedro…


–¿Qué?


–Tengo que decirte unas cuantas cosas sobre nuestra relación. Ya sabes, las cosas que he contado a mis lectores.


Pedro le lanzó una rápida mirada.


–¿Como qué?


Paula se mordió los labios. 


–Por ejemplo, cómo me pediste que me casara contigo.


No quería ni pensar en lo que la calenturienta imaginación de Paula había inventado.


–¿Cómo?


–Me llevaste a París a pasar un fin de semana. Reservaste la suite del ático de un lujoso hotel y les habías pedido que salpicaran la cama de pétalos de rosa y que llenaran la habitación de flores – contestó ella–. Y había champán en una cubeta y fresas cubiertas de chocolate en un cuenco de cristal.


–¿Y? –Pedro suponía que no eso no era todo. 


París, champán, fresas y pétalos de rosa estaba dentro de lo razonable. Pero nada escapaba a lo que Paula consideraba razonable. 

Falso Compromiso: Capítulo 13

 –El hecho de que tus padres tuvieran un divorcio horrible cuando tú eras adolescente no significa que…


–Si no nos vamos ya van a pasar las dos horas de las que dispones antes de ir a la fiesta –dijo Pedro con las llaves del coche en la mano.


Paula agarró su chal y se lo echó por los hombros.


–Si Victoria no hubiera muerto, ¿Se habrián casado?


–Paula –dijo él en tono de severa advertencia.


–Perdona. ¿Me estoy metiendo donde no me llaman? Solo quería saber cuánto tiempo llevaban saliendo juntos.


–Tres años –Pedro apretó los labios.


–¿Tenían pensado casarse?


–¿Quieres que te acompañe a la fiesta o no? –preguntó Pedro enojado.


Por algo era periodista Paula. Sabía cómo sacar sangre de las piedras. Una de sus estratagemas era hacer hablar a la gente para así evitar hablar de sí misma.


–¿Estabas enamorado de ella? 


Pedro abrió la puerta de la casa.


–Vamos, fuera –dijo Pedro con la mirada ensombrecida. Se le veía enfadado Y… algo más.


–¿Estás enfadado conmigo o con la vida en general? El sufrimiento puede hacer que…


–Déjate de psicología barata conmigo –dijo Pedro–. Resérvala para los idiotas que caen en la trampa.


–Te noto muy suspicaz respecto al tema de tu relación con…


–No estaba enamorado de ella, ¿Contenta? –Pedro respiró hondo para calmarse y se pasó una mano por el rostro–. Y no, tampoco tenía intención de casarme con Victoria.


–Pero la echas de menos. 


Pedro hizo una mueca.


–Era una buena chica. No merecía morir tan joven. 


Paula le tocó el brazo cariñosamente. 


–Estoy segura de que a Victoria le gustaría que rehicieras tu vida. No tienes que pasarte el resto de la vida sufriendo por lo que le pasó.


La forma como la miró la hizo temblar.


–¿Te estás ofreciendo como sustituta? 


Paula apartó la mano del brazo de Pedro.


–Claro que no. Tú no eres mi tipo.


–¿No soy lo suficientemente perfecto? –dijo él con una nota de cinismo.


–No tiene nada de malo querer lo mejor para uno mismo –declaró Paula–; sobre todo, si se es mujer. Las mujeres siempre se conforman con un segundo plato en vez de exigir el primero. ¿Por qué no podemos tener lo que queremos? ¿Por qué no aspirar al compañero perfecto?


–Hasta el momento, el único compañero perfecto que has encontrado vive solo en tu imaginación.


–Hasta el momento –Paula asintió–. Pero no me he dado por vencida todavía.


–Pues buena suerte.


Mientras sostenía la portezuela de coche para que entrara Paula, a Pedro le costó mucho trabajo apartar los ojos de su escote. El vestido de noche verde esmeralda le ceñía el cuerpo como un guante, mostrando claramente sus cualidades. No era excesivamente delgada, pero sus curvas estaban muy bien puestas. El colgante imitación a brillante se balanceaba entre los pechos, sin sujetador, y le hacían desear pasar la lengua por esa cremosa piel y morderle los pezones. Llevaba un peinado de esos que parecían poco elaborados; pero, al mismo tiempo, era elegante. El maquillaje de los ojos los hacía más grandes, pero era la boca lo que le cautivaba. 

Falso Compromiso: Capítulo 12

 –Quiero que me hagas otro favor… Espera, voy a mi habitación un momento.


Paula regresó con una cadena con un colgante, un brillante falso, y se lo dió a Pedro. Era una buena imitación. Apenas se notaba la diferencia con un brillante auténtico.


–El cierre es tan pequeño que nunca puedo abrochármelo yo sola.


Pedro examinó la fina cadena y después el «Brillante».


–¿Quién te ha regalado esto?


–Tú.


–¿Yo? –Pedro arrugó el ceño.


–No tú como tú –respondió Paula–. Tú como mi prometido.


Pedro puso cara de pensar que lo que ella necesitaba era una camisa de fuerza.


–¿Lo dices en serio? ¿Te compras cosas que luego dices que te ha regalado alguien que no existe, que te has inventado?


–¿Y qué? Es por una buena causa –contestó ella–. Ayudo a mucha gente. Ese es mi trabajo. Ayudo en las relaciones amorosas.


–Teniendo en cuenta que tú no tienes relaciones amorosas… – comentó él con ironía.


–Mira quién habla –Paula se dió la vuelta para evitar su mirada.


Paula se había alzado el cabello para que él le pusiera la cadena, todo su cuerpo reaccionó al sentir el roce de los dedos de Luke.


–¿Y cómo sabes que no tengo relaciones amorosas? –preguntó Paula volviéndose de nuevo, ya con la cadena colgando de su cuello–. Podría tener docenas de amantes sin que nadie lo sepa.


–¿Y de esa docena de amantes no has conseguido convencer a ninguno para que te acompañe a la fiesta?


Paula no iba a dar explicaciones sobre por qué, a la edad de veintitrés años, no tenía novio ni había tenido relaciones sexuales con nadie. Ni siquiera Ella lo sabía todo sobre ella. ¿Cómo iba a contarle a su mejor amiga que su madre era una prostituta adicta a las drogas? ¿Y cómo iba a contarle que antes de cumplir los tres años oía a su madre con sus clientes en la habitación de al lado o en la misma habitación y que eso había condicionado su desarrollo sexual? Solo la habían besado un par de veces y se había negado a ir más allá. Incluso se preguntaba si no sería frígida.


–Conseguí este trabajo, algo que, con franqueza, no esperaba –dijo Paula–. Era la menos cualificada de los candidatos. Sin embargo, no sé por qué me eligieron a mí. Entonces escribí un par de columnas sobre mi novio de toda la vida y mis lectores creyeron que de verdad existía. Y como les encantaba que hablara de él, continué haciéndolo.


–¿Cuánto tiempo llevas trabajando en esa revista?


–Dos años y medio.


–¿Y llevas dos años y medio haciendo creer que…?


–Sí, ya lo sé, parece una locura –lo interrumpió ella–. Y probablemente lo sea, pero deseaba mucho este trabajo y estaba dispuesta a todo por conseguirlo.


–¿A todo?


Paula se mordió el labio inferior.


–Bueno, puede que no a todo, pero no me costó mucho decir que tenía un novio maravilloso. Además, supongo que existen tipos así, ¿No? Hay mucha gente que se casa y es feliz.


–Tanta como gente que se divorcia. 

Falso Compromiso: Capítulo 11

Pero daba igual. Lo importante era que sí recordaba lo que había sentido, lo mismo que al acariciarle la mejilla con anterioridad. La piel de Paula era tan suave como el pétalo de una magnolia y su naricilla, salpicada de pecas, era encantadora. Aunque no la había besado aquella noche, había querido hacerlo. Eso sí lo recordaba con toda claridad. ¿Cómo podía olvidar esa boca, con migraña o sin ella? Llevaba seis meses pensando en esos labios, imaginando a Paula en sus brazos, besándose… Y sí, haciéndole el amor. Pedro no sabía exactamente por qué, al final, había consentido en hacerse pasar por su novio. Aunque quizá sí lo supiera. Las lágrimas de ella habían provocado algo en él. Miedo. Miedo a que Paula pudiera hacer una tontería que acabara destruyendo… No, no iba a pensar en eso. No, no era como Victoria. Era pragmática, fuerte y tenía aguante, cosas de las que Victoria había carecido. Las lágrimas de Paula eran comprensibles teniendo en cuenta lo que se jugaba. Solo iban a ser dos horas. Dos horas fingiendo ser el novio perfecto de Paula. No era tan complicado.


Paula se estaba subiendo la cremallera de la espalda del vestido de noche cuando oyó llegar a Pedro. Se sujetó la espalda del vestido con una mano y salió de su habitación para abrir la puerta. No lo había visto nunca con traje de etiqueta. Con ropa deportiva era suficientemente guapo como para parar el tráfico. Con vestimenta formal podía incluso parar el tráfico aéreo. Incluso un cohete. La dejó sin respiración. Tuvo que tragar saliva un par de veces para poder hablar.


–Hola. No consigo subirme la cremallera. ¿Te importaría echarme una mano?


–No, no me importa –dijo él, y cerró la puerta de la entrada–. Date la vuelta.


Paula contuvo el aliento al sentir los dedos de él rozarle la piel. Un tembloroso cosquilleo le recorrió el cuerpo y algo en lo más profundo de su cuerpo prendió fuego. Algo primitivo se apoderó de ella. Si se echaba ligeramente hacia atrás entraría en contacto con el pecho de Pedro, con sus caderas… Y con otras cosas. Cosas de hombre. Pero la cremallera no daba para más. 


–La cremallera ha pillado la tela y se ha atascado –dijo Pedro mientras intentaba hacer funcionar el mecanismo.


Sintió el aliento de Pedro en la espalda y contuvo un temblor. Pensó en esas manos, bajando, acariciándole las nalgas, acariciándole la entrepierna… Por fin, consiguió subirle la cremallera.


–Ya está.


Sí, ya estaba. Paula jamás había estado tan excitada sexualmente. Se dió media vuelta, con la esperanza de que su rostro no reflejara sus lascivos pensamientos. Si no dejaba de sonrojarse podría bajar la calefacción. 

lunes, 22 de mayo de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 10

Cuando Paula salió de su casa, Pedro cerró la puerta y lanzó una maldición. Maldita chica. ¿Cómo había conseguido convencerle? ¿Cómo había accedido a participar en semejante farsa? No le gustaban las fiestas. No salía a cenar a menos que fuera por motivos de trabajo. Y, por supuesto, no salía con chicas. Desde la muerte de Victoria no le apetecía salir con nadie. No se le daban bien las relaciones sentimentales, como había sido el caso con Victoria; a pesar de haberlo intentado, no había logrado llegar muy lejos en su relación con ella. En vida, ella solía pasar varias noches a la semana en su casa e incluso había dejado allí alguna ropa y artículos de aseo; pero Pedro no le había permitido que se fuera a vivir con él definitivamente. Por aquel entonces no había estado en contra del matrimonio, incluso había contemplado la posibilidad de casarse, pero no con Victoria, ella no había sido la persona adecuada para él. Entonces, horas después de romper con ella, falleció. La idea de tener relaciones con otra persona le causaba claustrofobia. Le hacía sentirse atado, ahogado. Pero ayudar a Paula ahora… En fin, había sido muy considerado por parte de ella no haberle contado a su hermana y a su madre el estado en el que le había encontrado seis meses atrás, les habría causado un ataque de pánico. No recordaba gran cosa de aquella noche; de estar con vida, habría sido el cumpleaños de Victoria, y la tensión le había provocado una migraña. Ocurría siempre. 


Pedro había ido a visitar a los padres de Victoria y, al volver a casa, le había entrado jaqueca. Le invitaban siempre y él había ido por consideración hacia ellos. Un deber que se había impuesto a sí mismo. Por sentirse culpable. En cierto modo, se arrepentía de haberle abierto la puerta a Paula aquella noche. Hacía media hora que había regresado a su casa, se había tomado una copa de vino y el alcohol le había provocado la migraña. Recordaba la llegada de Paula, con una sonrisa radiante, mirándole como un perrillo faldero con esos ojos castaños. Y recordaba su boca. No se le había olvidado, ni estando en coma. Era una boca llena, sensual… que le hacía pensar en el sexo. Con Paula. Algo impensable teniendo en cuenta que era la mejor amiga de su hermana pequeña. Había cosas que no se podían hacer, y esa era una de ellas. Además, no estaba interesado en tener relaciones con nadie. No quería preocuparse por el estado emocional de nadie. ¿Cómo iba a sentirse bien en una relación después del trauma del trágico final de Victoria? Aunque no había estado enamorado de ella, le había afectado mucho su muerte. Pero… ¿Qué iba a hacer respecto a Paula? Una de las pocas cosas que recordaba de aquella noche era el cabello castaño de Paula cosquilleándole el rostro al apoyar la cabeza en el hombro de ella. Un pelo que olía a flores de primavera. Y el contacto… No sabía si ella le había tocado a él primero o viceversa. 

Falso Compromiso: Capítulo 9

 –¿Te toqué?


–Me rodeaste la cintura con un brazo mientras yo te llevaba a la cama – contestó Paula–. Después, pusiste la cabeza en mi hombro y me miraste como si fueras a besarme.


No se atrevió a mencionar que le había acariciado el rostro.


–Por favor, Pedro, no te hagas de rogar. Perdona por mentirte, no debería haberte dicho que me besaste. Pero me juego mucho en esa fiesta. Es solo una noche; después, todo se acabará y no volveré a pedirte un favor en la vida. Te lo prometo.


–¿Por qué es esa fiesta tan importante? ¿No es una más de esas fiestas a las que vas?


 –Sé que mi trabajo en una revista del corazón debe parecerte ridículo, pero da la casualidad de que la fiesta de mañana por la noche es el evento con fines benéficos más importante del año – declaró Paula–. Habrá una subasta secreta y también una subasta normal, un concurso con miles de libras en premios y una cena preparada por un cocinero famoso, y todo lo que se recaude irá para los niños en peligro de exclusión. Hay una cola de espera de tres a cuatro años para obtener entradas. Si no voy con mi supuesto novio, mi jefa me despedirá por habérmelo inventado. Y no puedo presentarme sin mi media naranja porque hemos sido nominados la pareja más famosa e influyente del año.


–Tarde o temprano tendrás que confesar públicamente que no tienes novio. 


Paula sabía que, tarde o temprano, tendría que decir que su novio y ella habían roto; pero sería mucho más fácil si Pedro fuera a la fiesta con ella. Incluso podría dedicar consejos respecto a las rupturas en las relaciones después de la fiesta. Confesar en público, ella, una supuesta experta en relaciones sentimentales, que no tenía novio y que era virgen sería un suicidio.


–¿Es que no lo entiendes, Pedro? Para romper con mi novio tengo que tener un novio. Con el tiempo, estoy segura de que encontraré a alguien. Pero antes tengo que ir a la fiesta.


Pedro puso cara de no poder creer aquello.


–Si no te importa, tengo trabajo.


Paula sabía que era la última oportunidad que tenía para convencerle de que la acompañara.


–Por favor, por favor, Pedro, te lo ruego. Solo un par de horas. Podrás marcharte pronto, nadie sospechará nada. Piensa en esos pobre niños que necesitan ayuda. Podrías cambiar su vida si te hicieras pasar por mi novio durante dos horas.


Pedro se la quedó mirando. Por fin, lanzó un suspiro de resignación.


–Está bien, tú ganas. Iré, pero dos horas a lo sumo. Y que te entre en la cabeza que esto no se va a repetir.


Paula sintió tal alivio que tuvo que hacer un ímprobo esfuerzo para no echarse a sus brazos. Y para no besarle, por tentador que fuera.


–Sí, sí, claro, por supuesto. Solo una noche. Te lo prometo.


Después de hablar cómo había que ir vestido a la fiesta y de quedar en que él fuera a recogerla a su casa, Pedro la acompañó a la puerta.


 –Y otra cosa –dijo él.


–¿Sí? 


–Voy a hacerme pasar por una persona que no existe, pero ahí acaba todo. ¿Entendido?


Paula se preguntó a qué se debería aquel comentario.


–Espero que no estés pensando que quiero casarme contigo, porque sería ridículo.


–Me alegra saberlo –contestó Pedro–. Hasta mañana, Cenicienta. 

Falso Compromiso: Capítulo 8

¿Sabían la hermana y la madre de Pedro que este padecía migrañas? Paula le miró la boca y después los ojos. ¿Había imaginado que él había estado a punto de besarla? ¿Había querido ella que la besara? Sí, claro que sí.


–¿Te acuerdas de lo que pasó esa noche? –preguntó Paula–. ¿Te acuerdas de algo? 


–No mucho. No hice ni dije nada indebido, ¿Verdad?


Paula no pudo controlar el impulso de pasarse la lengua por los labios, que los tenía muy secos. La mirada de él siguió los movimientos de su lengua.


–¿Te refieres a si te insinuaste?


Una sombra de preocupación ensombreció el rostro de él.


–Por favor, dime que no lo hice.


–Quizá, si me volvieras a besar, lo recordarías.


«¿Te has vuelto loca, Paula?» No sabía por qué había mentido y le había desafiado con semejante descaro, pero ya estaba hecho. A lo mejor, lo había hecho porque quería que Pedro la besara. Lo deseaba desde aquella noche. Quería un beso de verdad, no un piquito. No podía apartar la mirada de la boca de él ni dejar de imaginar esos labios pegados a los suyos. Se preguntó cómo sería la boca de Pedro… ¿Dura o suave o a medias entre las dos cosas? ¿Sabría a café, a menta o a coñac? Estaba casi mareada solo de pensarlo. Él se acercó a ella y le puso una cálida mano en la barbilla. Era la primera vez que la tocaba, a parte de aquella noche, y ocurrió lo mismo que entonces: Unas terminaciones nerviosas que no sabía que poseía iniciaron un baile sorprendente. El aire entre ambos se cargó de energía magnética, una corriente invisible. Se fijó en las negras pestañas de él alrededor de unos ojos lapislázuli con unas pupilas tan negras como la tinta. Miró fijamente la esculpida boca de Pedro y, de nuevo, se preguntó qué se sentiría con esos labios sobre los suyos.


–No voy a ir a la fiesta. ¿Entendido? –declaró él con firmeza.


Paula tenía que hacerle cambiar de opinión. Tenía que hacerlo. Tenía que hacerlo. Tenía que hacerlo. Su carrera dependía de ello. Y su reputación. Y también sufrirían los niños que iban a recibir el dinero que se recaudara en la fiesta si ella no aparecía con un novio.  Lanzó un suspiró y, adoptando una expresión avergonzada, dijo:


–De acuerdo, lo confieso, no me besaste aquella noche. Ni siquiera lo intentaste. Pero…


–En ese caso, ¿Por qué me has mentido? –Pedro apartó la mano del rostro de ella y frunció el ceño.


–No lo sé –respondió ella enrojeciendo de pies a cabeza.


–¿Que no lo sabes?


Paula se mordió los labios.


–Me sorprendió mucho verte así aquella noche y, tontamente, supuse que estabas borracho.


–¿Pero por qué me has dicho que me había insinuado si ni siquiera te toqué?


–Sí me tocaste.


Pedro pareció perplejo. 

Falso Compromiso: Capítulo 7

 –¿Qué tiene de normal mentir a millones de personas diciendo que tienes una relación, cuando no la tienes?


Paula agarró su jersey, encima del mostrador en el que estaba empotrado el lavabo, y se lo puso con furia.


–Te diré lo que es normal. Lo que es normal es ayudar a los amigos cuando están en un apuro. Sin embargo, desde la muerte de Victoria, no has hecho más que apartarte de tu familia y tus amigos sin tener en cuenta que son estos los que pueden ayudarte a superar el trauma. Además, hay gente que te necesita, Pedro. Carolina y tu madre te necesitan, y yo también.


–Creo que has dicho suficiente –respondió Pedro apretando los labios.


No, no había dicho todo lo que quería y no iba a renunciar a su plan. Tenía que convencerle de que la ayudara.


–Mi carrera está en juego, Pedro. No puedo ir a la fiesta sin mi supuesto novio. Me despedirían de inmediato si se enteraran de que lo he inventado. Quiero ayudar a recaudar fondos para esta obra benéfica. Van a ir patrocinadores dispuestos a pagar cientos de libras, incluso miles, por verme con mi novio. Tienes que ayudarme. Tienes que acompañarme a la fiesta. ¡Tienes que hacerlo!


Pedro, con los brazos cruzados y aspecto inamovible, sacudió la cabeza mirándola como a una niña en plena rabieta.


–No.


Una profunda desesperación se apoderó de ella. Mucha gente iría a la fiesta. Gente importante. Estrellas del cine, gente famosa, incluso quizá algún miembro de la realeza. La gente esperaba ver a Paula con su novio. Presentarse sola a la fiesta era impensable. ¿Por qué Pedro se negaba a hacerle ese pequeño favor? Paula salió del cuarto de baño pasando por delante de él y volvió al cuarto de estar, donde había dejado el bolso y el móvil. 


–En fin, creía que eras mi amigo; pero, evidentemente, estaba equivocada.


–Te has puesto el jersey del revés –dijo él con expresión fría.


Paula se miró el jersey y contuvo un gruñido. ¿Por qué era tan patosa en presencia de Pedro? No ayudaba a su causa comportarse como una payasa. Dejó el móvil, se sacó las mangas, dió la vuelta al jersey y se lo colocó bien.


–Ya está. ¿Contento, don Perfecto?


¿Don Perfecto? Pedro clavó los ojos en sus labios momentáneamente; después, volvió a mirarla a los ojos como si estuviera luchando contra sí mismo.


–¿Por qué no le has dicho nada a Caro sobre aquella noche?


–¿Cómo sabes que no se lo he contado?


–Lo habría mencionado si lo hubieras hecho. 


Paula lanzó un suspiro.


–No quería que se enterase de que estabas ahogando tus penas en alcohol. Ya está suficientemente preocupada por tí.


–No estaba borracho –dijo Pedro, que parecía sorprendido–. Tenía una migraña.


–¿Una migraña? –Paula frunció el ceño–. Pero yo ví una copa vacía encima de…


–Me había tomado una copa al terminar de trabajar y eso me provocó la migraña. Me dan de vez en cuando. 

Falso Compromiso: Capítulo 6

Y entonces se preguntó… ¿Cuánto tiempo hacía que Pedro no se acostaba con nadie? ¿Había tenido alguna relación después de la muerte de Victoria? Cinco años de celibato eran muchos años para una persona acostumbrada a una vida sexual plena. Estaba segura de que así había sido. Los hombres tan atractivos como Pedro Alfonso no tenían que esforzarse para encontrar amantes. Con una sola mirada podía conquistar a cualquier mujer. Cuando llamó a la puerta del baño, Paula se cubrió los pechos con una toalla y abrió. Él le pasó un jersey de lana fina del mismo color que sus ojos.


–Es muy grande, pero no tengo nada de tu tamaño.


Paula agarró el jersey y se lo pegó al pecho, por encima de la toalla. 


–Carolina me dijo que creía que todavía tenías ropa de Victoria.


–¿Esto de hacerme pasar por novio tuyo es algo que Carolina y tú han fraguado? –preguntó Pedro, el azul de su mirada se tornó gélido.


–No. Ha sido idea mía, pero a Caro le ha parecido bien. Dijo que ya era hora de que hicieras algo a parte de trabajar. Y como ustedes son los únicos que saben que no tengo novio, eres, en cierto modo, el único que puede ayudarme.


–¿Y tu familia? ¿No lo saben?


Familia. Otro aspecto de su vida que había falseado. Ni siquiera Ella sabía la realidad de su infancia. Paula no tenía familia y no quería que sus amigos, y menos sus fans, supieran que se había criado en casas de acogida. La última familia con la que había estado había sido la mejor, pero tampoco había mantenido el contacto con ninguno de sus miembros después de salir del sistema de acogida. Ni siquiera su apellido era el verdadero porque tenía mucho que ocultar. No quería que nadie buscara en Internet y descubriera que su verdadera madre había sido una prostituta adicta a las drogas y que su padre biológico estaba en la cárcel por agresión con arma blanca. Estaba avergonzada de sus padres. No quería recordar su infancia, carente de cariño y seguridad. No quería. Era mejor guardar ciertas cosas en secreto.


–Claro que lo saben –respondió Paula esquivando la mirada de él–. Pero ellos no pueden hacer nada. Eres la única persona a la que le puedo pedir este favor.


–Lo siento, Paula, pero vas a tener que buscarte a otro.


A Paula se le olvidó el sujetador manchado de vino y devolvió el jersey a Pedro.


–Pedro, sé que lo has pasado muy mal estos últimos cinco años, pero… ¿En serio no te apetece salir una noche por ahí como hace la gente normal?


Pedro clavó los ojos momentáneamente en el sujetador de ella; después, alzó la mirada de nuevo. 

viernes, 19 de mayo de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 5

Paula se sentó en el sofá y cruzó las piernas como si se dispusiera a pasar allí toda la tarde. No iba a marcharse sin conseguir su objetivo.


–Una copa de vino tinto –el vino blanco no le servía para la ocasión.


Y, por supuesto, no estaba de humor para beber champán. Al menos, hasta lograr convencer a Pedro.


Pedro se acercó a ella con la copa y se la dió. Paula hizo un esfuerzo por no rozarle los dedos y, en el intento, ambos soltaron la copa que acabó cayéndosele en el jersey nuevo azul mezcla de algodón y cachemira. Bueno, no era completamente nuevo, lo había comprado en una tienda de segunda mano a un precio ridículo, pero era de cachemira.


–¡Vaya! –Paula se levantó del sofá y, al hacerlo, a parte de casi tirar a Pedro al suelo, manchó la alfombra color crema y el sofá–. Oh, no…


Pedro, con sus fuertes manos, la sujetó por los brazos. La sensación de los dedos de él en su cuerpo, a pesar de la ropa, fue electrizante. Él, como si hubiera sentido la misma descarga, lasoltó inmediatamente y se sacó un pañuelo del bolsillo. Durante un momento, ella creyó que iba a secarle los pechos, pero él pareció recuperar la compostura y le dio el pañuelo.


–No te preocupes por la alfombra y el sofá, están tratados con un protector contra las manchas –dijo él con voz muy ronca.


Paula se secó el pecho e intentó ignorar lo cerca que estaban el uno del otro. Olió la lima de la loción para después del afeitado de Pedro y algo más, algo completamente viril. Pudo ver los puntitos negros de la incipiente barba rodeando esa boca digna de una escultura. Y deseó tocarla para ver si arañaba tanto como parecía. Hizo una bola con el pañuelo manchado y con la otra se separó el tejido mojado del jersey del cuerpo.


–¿Podrías darme algo para ponerme? Me gustaría aclarar el jersey antes de que se fije la mancha.


–¿Por qué no te pones el abrigo?


 Paula sopló. 


–Este jersey me ha costado el sueldo de una semana –no estaba dispuesta a admitir que era un jersey barato de segunda mano–. Y no digamos nada de mi sujetador.


El sujetador no era de segunda mano y le había costado una fortuna, jamás llevaría ropa interior que había sido usada por otra. Eso ya lo había hecho de pequeña. Pedro frunció el ceño.


–Increíble.


–¿Qué? ¿Qué has dicho? Trabajo en una revista de modas, tengo que ir bien vestida. No puedo ir por ahí vestida con andrajos.


–¿No te hacen descuentos?


–No soy editora. Escribo una columna semanal sobre las relaciones de pareja.


–Acompáñame –dijo Pedro, y la hizo salir del cuarto de estar para llevarla al cuarto de baño del piso bajo–. Espera aquí, voy a subir por algo para que te pongas.


Paula cerró la puerta del baño y se quitó el jersey. Se miró el sujetador. ¿Por qué llevaba ese blanco virginal en vez del rojo? «¿Porque eres virgen?» «No quiero pensar en eso». 

Falso Compromiso: Capítulo 4

Pedro la miró como si fuera un objeto de estudio, como lo haría un científico al examinar algo a través del microscopio. Era la única persona que la miraba así y eso la ponía nerviosa. Era como si reconociera a la niña abandonada y asustada que ella había tratado de olvidar años atrás. La niña a la que nadie conocía. Nadie.


–Paula, estoy muy ocupado en estos momentos y… Le dió la caja de galletas.


–Toma, las he hecho para tí. 


Pedro agarró la caja.


–¿Por qué? 


–Son tus galletas preferidas. Están recién salidas del horno.


Pedro lanzó un paciente suspiro y dejó la caja encima de la consola de la entrada. Después, la llevó al cuarto de estar y le indicó con un gesto de la mano que se sentara en el sofá, pero él permaneció de pie.


–¿Qué es lo que quieres?


–Eres un poco brusco, ¿No te parece? Estás suponiendo que, por el hecho de haber venido a tu casa con unas galletas quiero algo a cambio –dijo Paula cruzándose de brazos.


Cuando los ojos azul oscuro de Pedro se clavaron en los suyos, Paula sintió un cosquilleo en el vientre. Él carraspeó y se pasó una mano por una mandíbula con barba incipiente. Le sorprendió verle así; normalmente, iba siempre afeitado. Pero no le desagradó, sino todo lo contrario. Lo que era aún más sorprendente, porque Paula había aprendido a no prestar atención a Pedro Alfonso. Era el hermano de su mejor amiga. Intocable. No obstante, estaba contemplando con excesiva admiración los bonitos rasgos de él. Los ojos azul zafiro de Luke estaban rodeados de pestañas negras bajo cejas igualmente negras, pero su cabello era castaño oscuro y, en esos momentos, lo tenía revuelto. Tenía anchas espaldas y caderas estrechas, y un abdomen con marcados músculos. Era un hombre de ensueño. Era un hombre digno de una escultura de Miguel Ángel.


–Paula, respecto a aquella noche… –dijo él.


–No he venido por lo de esa noche –lo interrumpió Paula–. Me interesa otra noche. La noche más importante de mi vida –Pauña respiró hondo y soltó el aire con fuerza–. Necesito que me hagas un favor. Necesito un novio, un prometido, por una noche.


Ya. Por fin. Había confesado.


Pedro se quedó inmóvil. Parecía de piedra. El mismo cuarto de estar parecía haberse quedado sin aire. Por fin, respiró hondo y se acercó al mueble bar.


–Voy a hacer como si no te hubiera oído. ¿Te apetece beber algo antes de marcharte? 

Falso Compromiso: Capítulo 3

Tras pensarlo mucho, Paula decidió presentarse de improviso en casa de Pedro, en el barrio de Bloomsbury; no quería darle la oportunidad de negarse a recibirla alegando estar muy ocupado con el trabajo. Pedro siempre estaba trabajando en algún proyecto de ingeniería médica, era un profesional de gran reputación a nivel mundial. Paula le había hecho prometer a Carolina no decirle nada a su hermano respecto al plan. A Carolina le había encantado la idea de que su hermano la acompañara a la fiesta; lo que no era extraño, ya que Carolina hablaba con frecuencia de lo mucho que deseaba que Pedro volviera a tener una vida social activa. Y como sabía que a Pedro le gustaba mucho el dulce casero, Paula se presentó en su casa con una caja de galletas de chocolate y nueces de macadamia recién salidas del horno de su cocina. Con la caja de galletas debajo de un brazo y sujetando el paraguas con la otra mano, Paula llamó a la puerta. Tuvo que insistir varias veces. Sabía que Pedro estaba en casa porque vió luz en la ventana del estudio de él y también en el cuarto de estar. «¿Y si tiene visita?» «No». Pedro no recibía visitas desde la muerte de su novia, Victoria, hacía cinco años. Aunque a él nunca le habían gustado mucho las fiestas, desde su muerte se había encerrado en sí mismo completamente. También se había convertido un adicto al trabajo. Una pena, porque podría ser muy divertido si se relajara un poco. Por fin, oyó pasos al otro lado de la puerta y apartó el dedo del timbre. Al verla, Pedro frunció el ceño. 


–Ah, eres tú –dijo él.


–Me alegro de verte, Pedro –dijo Paula–. ¿Puedo pasar? Hace un poco de frío.


–Sí, pasa –respondió, aunque su expresión claramente mostraba reticencia.


Paula entró en la casa y cerró el paraguas; por suerte, la alfombra absorbió inmediatamente el agua.


–¿Te pillo en mal momento?


–Estoy trabajando…


–Hay otras cosas en la vida además del trabajo, por si no lo sabes – declaró Paula buscando con la mirada un sitio donde dejar el paraguas.


–Dámelo antes de que me rompas algo –dijo Pedro extendiendo una mano. Dejó el paraguas en un paragüero cerca de la puerta.


–¿Y Carolina? ¿No ha venido contigo?


–Esta tarde tenía una reunión de padres en el colegio –contestó Paula–. Se me ha ocurrido pasarme para ver cómo estabas.


–Como ves, estoy bien.


Durante el embarazoso silencio que siguió, Paula se preguntó si Pedro estaría recordando aquella noche. ¿Pensaba en ello alguna vez? ¿Se acordaba de lo que pasó? ¿Se acordaba de que había apoyado la cabeza en su hombro y de cómo le había acariciado el rostro, como si hubiera estado a punto de besarla? 

Falso Compromiso: Capítulo 2

 –No, no, no me haría eso –a veces le asustaba la facilidad con la que mentía.


–Me habría encantado que me invitaran a la fiesta –dijo Tamara con un suspiro–. Estoy deseando conocerle. Estoy segura de que es por eso por lo que los han invitado a sentarse en la mesa del jefe. Todo el mundo quiere conocer a ese hombre tan maravilloso.


Paula continuó sonriendo, pero el estómago le dió un vuelco. Tenía que inventarse algo. Tenía que conseguir, como fuese, un hombre que se hiciera pasar por su prometido. Pero ¿Quién?  Justo en ese momento recibió un mensaje en el móvil de su mejor amiga, Carolina Alfonso. Su mejor amiga, que tenía un hermano mayor que ella. ¡Ya estaba! La solución perfecta. Pero… ¿Aceptaría Pedro a acompañarla? La última vez que le había visto había sido hacía seis meses, una noche en la que él se comportó de forma muy extraña, por decirlo de alguna manera. Ella nunca había estado tan cerca de Pedro físicamente. Él siempre se mostraba algo distante y arisco, lo que era comprensible ya que aún no había superado la trágica muerte de su novia, que había muerto cinco años atrás. Sin embargo, aquella noche, cuando ella se había presentado en su casa para recoger una cosa que Carolina le había dejado allí el día anterior, Pedro, ebrio había apoyado la cabeza en su hombro y, al final, ella le había tenido que llevar a la cama. Una vez en la cama, le había tomado una mano y, con la otra, le había acariciado la mejilla tiernamente; después, cerró los ojos y se quedó dormido. Cada vez que Paula recordaba el incidente, sentía un curioso cosquilleo en el cuerpo.


–¿Es un mensaje de tu novio? –preguntó Tamara inclinándose hacia delante–. ¿Qué dice? ¿Va a ir contigo a la fiesta?


Paula cubrió con la mano la pantalla del móvil.


–Una de las reglas de Paula es no enseñar a sus amigas los mensajes de su novio, son íntimos.


Tamara lanzó un profundo suspiro.


–Ojalá tuviera un novio que me enviara mensajes. Ojalá tuviera lo que tienes tú, Paula. En realidad, todo el mundo quiere lo que tienes tú.


«¿Qué es lo que tengo exactamente?»


–Tamara, eres una persona maravillosa que merece ser feliz. No puedes permitir que una mala experiencia con un desgraciado…


–Y un sinvergüenza. Aunque no estoy segura de que lo de la pelirroja no fuera pura invención. 


–Como tú digas. Pero lo que interesa aquí es que eso no te impida encontrar un hombre cariñoso y extraordinario que está justamente esperando una chica tan maravillosa como tú –declaró Paula.


Tamara sonrió.


–No me extraña que seas la mejor columnista del corazón de todo Londres. Siempre das la respuesta perfecta. 

Falso Compromiso: Capítulo 1

Paula solo disponía de un día para responder a la invitación a la fiesta. Un día. Veinticuatro horas. Mil cuatrocientos cuarenta minutos. Ochenta y seis mil cuatrocientos segundos. Y si no conseguía un «novio» rápidamente estaba perdida. Completa y absolutamente perdida. Sentada detrás de su mesa de despacho, contempló la dorada y negra invitación. "Señorita Paula Chaves y prometido" Estaba en pleno ataque de pánico. No podía presentarse sola a la prestigiosa fiesta de la primavera, con fines benéficos, de la revista Top Goss and Gloss’s. Era el acontecimiento más importante de toda su carrera profesional. La lista de espera para comprar entradas era de tres a cuatro años. Algunos de sus compañeros de trabajo, con más años de experiencia que ella, nunca habían recibido aquella invitación. Era un gran logro haber sido designada «Invitada de honor» a la fiesta. Un éxito. Imposible no asistir. Su jefe había insistido en que, por fin, había llegado el momento de revelar a los fans de Paula quién era su novio. Si se presentaba sola a la fiesta perdería su trabajo con toda seguridad. Todo el mundo creía que estaba prometida con su amigo de la infancia, tanto en el trabajo como en los medios de comunicación social. El planeta entero creía que estaba prometida. Pero no tenía un amigo de la infancia que fuera su novio y, desde los cinco años, había pasado la niñez de una casa de acogida a otra. 


–Paula, ¿Tienes tiempo para…? ¡Eh, no me digas que todavía no has respondido a la invitación! ¿No tenías que haber dado tu respuesta hace una semana? –le preguntó Tamara, de la sección de moda, con el ceño fruncido.


Paula fingió una sonrisa.


–Lo sé, pero es que mi novio no me ha contestado todavía. Tiene muchísimo trabajo y…


–Pero te va a acompañar a la fiesta, ¿Verdad? –dijo Tamara–. Eso es lo que hace un novio, ¿No? Y se supone que por fin, en la fiesta, todo el mundo va a enterarse de quién es tu Príncipe Azul. Me encanta que lo llames así en tus artículos y tu blog, le has dado un aire misterioso y has despertado auténtica curiosidad en la gente.


Paula había logrado mantener la identidad del Príncipe Azul ensecreto porque no existía en la realidad, solo en su imaginación. Su columna semanal y su blog trataba sobre las relaciones, daba consejos al respecto: Hablaba del verdadero amor, trataba de ayudar a las personas a conseguir finales felices. Contaba con cientos de miles de lectores y millones de seguidores en Twitter. Y todos creían que tenía novio y que se iba a casar con su hombre perfecto. Incluso llevaba anillo de compromiso para que no hubiera dudas. No era un brillante, sino una circonita, pero de tan buena calidad que nadie había notado la diferencia, y llevaba dos años y medio luciendo en su dedo. 

Falso Compromiso: Sinopsis

Paula Chaves, una conocida columnista londinense cuyos artículos versaban sobre las relaciones amorosas, ocultaba un gran secreto que no podía revelar a nadie: Su prometido, el hombre perfecto, era ficticio y, además, ella era virgen. Cuando la invitaron a una famosa fiesta con fines benéficos, a la que debía ir acompañada de su prometido, no tuvo más remedio que pedir ayuda a Pedro Alfonso.


Después de la trágica muerte de su novia, Pedro se negó a hacerse pasar por el prometido de Paula. Al final, para evitar que la reputación de ella sufriera un daño irreparable, aceptó hacerse pasar por su novio. Pero la inocencia y fogosidad de Paula le hicieron sucumbir a sus encantos... 

miércoles, 17 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Epílogo

 —Si te quedas quieta un momento, querida —pidió Alejandra, arrodillada en el suelo ante Paula.


—Pero se supone que la ceremonia tenía que haber empezado hace una hora protestó su hija—. ¿No podemos olvidarnos del bajo? Estaré igual de casada con un bajo inacabado.


El pelo rojizo brillaba bajo el velo y su esbelta figura quedaba resaltada con un vestido de seda color marfil de cintura estrecha y falda amplia, lo que demostraba que Ruth era capaz de acabar un proyecto cuando se dedicaba a ello. Había concluido un metro de seis metros de bajo con puntadas pequeñas e invisibles... ¡Quedaban cinco! Sonó una llamada furiosa en la puerta.


—Paula, ¿Qué pasa ahí? —preguntó la irascible voz del novio.


—Estamos terminando el bajo —repuso.


—¡Pedro! —exclamó Alejandra consternada—. ¡Vete de inmediato! No debes hablar con Paula antes de la ceremonia.


—Si no sale en dos segundos puede que nunca más hable con ninguna de ustedes. No me caso con ella por el bajo, Alejandra. Libera a mi novia.


—Ya casi he acabado, querida —musitó con sonrisa indulgente.


La puerta se abrió y Pedro entró. Llevaba un frac y, en opinión de Paula, se lo veía devastadoramente atractivo y furioso. Se le encendieron los ojos al verla.


—Hola, preciosa. ¿Quieres casarte conmigo?


—Sí.


—Gracias a Dios. A mí me han abandonado en el altar. ¿Por qué desperdiciar una ceremonia perfecta?


—Lo siento —rió ella. Le acarició la mandíbula.


—Dios, estás hermosa —se le suavizó la expresión al verla. La besó.


—¡Pedro! —exclamó Alejandra horrorizada—. ¡No puedes besar a la novia hasta que no te digan que puedes hacerlo! 


—Es demasiado tarde. Y ahora me ponen al corriente de la situación del bajo.


—Sólo quedan cuatro metros y medio —indicó Alejandra—. Luego tendremos que encontrar algo viejo, algo nuevo, algo prestado y algo azul, y todo estará listo.


—Correcto —confirmó Pedro. Inspeccionó la sala con la vista y vio el maletín de Paula. Los alfileres azules que llevaba en él representaban a Alfonso. Lo abrió y sacó dos cajas—. Son mías —dijo—. Y están sin usar —alzó una caja—. Ésta es una caja vieja. Ahora se las presto a Paula.


Se arrodilló junto a Alejandra y comenzó a darle la vuelta al bajo y a pasar alfileres a través de la seda con dedos impacientes, uno cada quince centímetros.


—Pero, Pedro —comenzó Alejandra. Había una angustia sincera en su voz—. Quiero que sea perfecto para Paula. ¿Cómo puede caminar por el pasillo con alfileres en su vestido?


—Alejandra —él alzó la vista—, ten piedad. Cuando no apareció pensé que había dado marcha atrás, que me había abandonado para que expiara todas las veces que abandoné a otras mujeres sin siquiera pensar en ellas.


—Pedro —protestó Alejandra—. Paula jamás haría algo así.


—Claro que sí —la miró con ojos burlones—. Es lo que me encanta de ella. Pero aún me gustaría cerciorarme de que es mía antes de que se lo piense mejor.


—Bueno... —cedió Alejandra de poca gana.


Paula se agachó entre pliegues de seda marfil. Apoyó una mano en el hombro de él y lo miró con una sonrisa.


—Nunca me lo pensaré mejor —lo tranquilizó—. Pero somos tan afortunados. Tenemos algo que nadie nos puede arrebatar. Lamento haberte hecho esperar, pero ahora que estás aquí... —no acabó la frase, pero él vio la súplica en sus ojos.


—Ahora que estoy aquí no me importa lo que tarde —rió y dejó a un lado las cajas de alfileres—. Bueno, ¿Qué les parece esto? Primero la recepción, y luego la ceremonia. Llamaré a Santiago y le pediré que lo prepare todo. Me quedaré aquí a hacerte compañía —Paula señaló que entonces ninguno estaría en la recepción—. Es verdad —reconoció él—. Bueno, pues no la llamaremos recepción, sino refrescos prematrimoniales. Santiago puede arreglar otra recepción para después de la ceremonia. Además, ¿Para qué están los padrinos? Lo mantendrá ocupado —sacó su teléfono móvil y llamó a Santiago—. Bien, todo solucionado —indicó tras colgar.


—Eres tan arrogante —dijo Paula—. Todo esto es porque tú no podías esperar. Si tenías el teléfono móvil, ¿Por qué no llamaste a la casa?


—Quería verte —rió Pedro con fingida protesta—. Temía que hubieras recuperado la cordura. En ese caso, tendría que haberte vuelto loca otra vez a besos. Será mejor que te bese de nuevo para estar seguro — la besó hasta que ella tuvo que pedirle que parara.


Alejandra señaló con severidad que ya tendrían tiempo de sobra para eso, y continuó cosiendo. 



Se casaron cinco horas más tarde. Nadie hizo ningún comentario sobre el bajo del vestido de la novia, pero todo el mundo coincidió en que se la veía radiante. El novio apenas podía quitarle los ojos de encima.






FIN

Inevitable Atracción: Capítulo 76

 —¿Te encuentras bien? —preguntó él.


—Me parece que sí. Por un momento me pregunté si era yo quien se había vuelto loca, pero no me lo parece. Creo que estás aquí. Lo que pasa es que no me creo estar oyendo lo que oigo.


—Sé que lo estoy haciendo mal —indicó—. Debería decirte que desperté y comprendí que había encontrado a la mujer que llevo buscando toda la vida —le sonrió—. Pero no es así, ¿Verdad? Piensas que eso significa que tendrás todo lo que ya tienes, sumada la pareja perfecta. No te das cuenta de que alguien va a entrar en tu vida y la volverá del revés. Bueno, yo no quería mi vida del revés.


—Oh —repuso Paula con dudas.


—¿Qué piensas? —preguntó Pedro.


—Debes hablar en serio sobre eso de que has venido hasta Cerdeña, pero no pareces alguien cuya vida se haya vuelto del revés. ¿Me estás diciendo que...? —no podo acabar la pregunta.


—¿Estoy enamorado de tí? Sí. Por todos mis pecados, de todas las mujeres que hay en el mundo, tuve que enamorarme de la única incapaz de decir «Sí, Pedro», «Desde luego, Pedro», «Eres tan maravilloso, Pedro». No me extraña que haya sido una compañía tan desagradable — dejó caer arena por entre sus dedos—. A veces quería retorcerte el cuello; no es raro que tardara tanto en descubrir qué me había pasado. Pero me aburro si tú no estás conmigo; la oficina parece vacía cuando tú no estás; mi piso parece vacío porque estuviste allí y ya no estás. Quiero que te cases conmigo; ¿Lo pensarás?


Paula lo miró fijamente. Hasta ese momento el único que había hablado había sido él, y no lo había animado a ello. Sabía que no era justo, pero había guardado su secreto tanto tiempo. Si lo supiera, ¿Cambiaría de parecer? Pero no podía decirle que sí y no revelárselo.


—Pedro.


—Sí, Paula.


—Hay algo que debo contarte.


—¿Hay otro? —frunció el ceño.


—No, no hay nadie más —respiró hondo—. Nunca ha habido otro.


—¿Qué quieres decir? —fuera lo que fuere lo que esperara, no había sido eso—. Me comentaste que te gustaban muchos tipos de hombres.


—Me lo inventé. No quería que lo supieras —lo miró con expresión grave—. No pensaba que fueras perfecto. Si tuviera que elegir a alguien para enamorarme, tú eres la última persona a la que escogería.


—Gracias.


—Pero no tuve elección. Sucedió. Siempre he sentido esto. Jamás he sido capaz de mirar a otro. No parecía importar lo exasperante que eres.


—Así que la otra noche... —la observó—. Cuando dijiste que habías estado esperando acostarte con el hombre con el que querías pasar el resto de tu vida... ¿Te referías a mí?


—Oh, no —se apresuró a corregir—. Me lo inventé. Quiero decir, durante años he intentado que me atrajera otro hombre para poder olvidarte... Y si hubiera podido encontrar a alguien que me hubiera atraído un poco, probablemente me habría acostado con él... lo que pasa es que jamás consigo encontrarlo. Pero pensé que si sabías que era virgen, te mostrarías suspicaz, así que solté lo primero que se me pasó por la cabeza.


Pedro prorrumpió en una carcajada.


—Paula, cariño —los ojos le brillaron divertidos—, no me extraña que no pueda vivir sin tí. Estás completamente loca.


—¿Y no te importa?


—¿Que estés loca? 


—¿Que estuviera enamorada de tí en todo momento? —asustaba decirlo. Ya nunca podría retractarse. Si cambiaba de parecer, ella seguiría igual, pero Pedro lo sabría.


La miró. Sabía que no lo diría a menos que fuera verdad. Así que siempre había sido suya. Él no siempre había estado enamorado de Paula... Después de todo, sólo era una chiquilla cuando se conocieron, pero, ¿No había impedido que fuera de otra? Había conocido a tantas mujeres con los años... ¿No le había faltado algo siempre?


—Bueno, quizá en todo momento buscara a alguien como tú, con la salvedad de que no existe nadie como tú.


—¿Significa eso que aún voy a recibir el cinco por ciento de Alfonso? —preguntó.


—Creo que más. A menos que conozcas una ceremonia alternativa — Paula sonrió un poco más—. ¿Sabes cómo se dice «Quiero que todos mis hijos sean como tú?» en estonio?


—No.


—¿Sabes cómo se dice «Cuando no estás conmigo eres en lo único en lo que pienso» en tamil? —volvió a exhibir su expresión burlona.


—No.


—¿Qué te parece «Puedes fundar tu propia compañía y yo me ocuparé de ella si te aburres» en maltes?


—En realidad, no.


—Bueno, probemos con una fácil. ¿Cómo dices «Te amo» en inglés?


—Te amo —repuso Paula.


—Bien. Está muy bien. Y yo también te amo —alargó una mano y le acarició el resplandeciente cabello rojo. Inclinó la cabeza y la besó.


Paula se aferró a él como si fuera lo único seguro en un mundo loco. Cuando él se apartó, le acarició la mejilla, y recordó todos los momentos con Pedro que había atesorado como si no pudieran repetirse. Pero iba a tener toda una vida de ellos.


—¿Cuándo quieres casarte? —le preguntó.


—Tan pronto como sea humanamente posible. Al marcharme, tu madre prometió que te haría un vestido de novia.


—¡Oh, no! —exclamó horrorizada. 


—Oh, sí. En cuanto empiece, no podremos casarnos hasta que lo termine, y como nunca lo terminará, en este momento disponemos de una oportunidad que jamás se nos volverá a presentar. Es ahora o nunca, Paula. ¿Qué dices?


—Ahora, por supuesto. Ahora y siempre. 

Inevitable Atracción: Capítulo 75

 —Se me ocurren unas cuantas cosas que me harían bien. Podrías decir que sí. Podrías aceptar que repitiéramos lo de la noche pasada. Podrías dejarme acabar lo que iba a decir. Al menos me gustaría pensar que una de las tres opciones tiene una remota posibilidad.


Paula volvió a morderse el labio. Pedro parecía tan «Extraño». Lo había visto actuar con las mujeres durante años, y no era capaz de recordarlo tan delicado, encantador. Nunca lo había visto de esa manera.


—Dí lo que quieras decir.


—Gracias —frunció un poco el ceño—. Mira, me doy cuenta... Lo que quiero decir es que sé que las semanas después de aquella noche no fueron exactamente... Es decir... —se pasó una mano por el pelo con gesto exasperado—. Demonios. Le aseguré a tu madre que no iba a funcionar.


—¿Qué?


—¿No pensarás que me encontraría aquí si no hubiera hablado con ella? —sonrió—. Sé que me consideras arrogante, pero no estoy loco.


—¿Mi madre te dijo que te declararas?


—Digamos que me animó —sonrió otra vez ante su expresión de incredulidad. Se encogió de hombros—. La cuestión es que después de aquella noche que pasamos juntos, sé que me equivoqué en todo lo que hice. Debes comprender que llevo años haciendo lo que he querido. Estaba acostumbrado a tener el control. Pero tú te has metido en mi piel. No dejé de pensar en tí en Praga, y resultó irritante. Se interponía en mi forma de trabajar… No dejaba de pensar en excusas para llamar a la oficina, y en su momento parecían perfectamente razonables salvo que no me quedaba tranquilo hasta que hablaba contigo, y mientras te tuviera al teléfono todo estaba bien, pero cuando colgabas empezaba a sentirme inquieto de nuevo.


—Me dió la impresión de que llamabas mucho —lo miró con timidez—, pero lo justifiqué pensando que quizá siempre lo hacías si te hallabas en Praga y la persona con la que querías acostarte estaba en Londres.


—Jamás fui allí, así que no hay un «Siempre» en el que basarnos — sonrió—. Pero a juzgar por experiencias pasadas, lo más probable es que hubiera encontrado a alguien que no estuviera del otro lado de una línea telefónica. 


—Es lo que yo pensé. Pero cuando hablabas conmigo te mostrabas como siempre eras.


—¿Cómo puedes decir eso? —protestó—. Nunca he intentado decirle a una chica que no podía quitármela de la cabeza en checo o húngaro. No podía quitarte de la cabeza. Pensé que lo conseguiría, pero cuando nos acostamos todo empeoró. No pude dejar de pensar en tí. No me gustaba que alguien me hiciera sentir así. Me molestaba que pudiera desear tanto algo que estuviera fuera de mi control. Por ello, naturalmente, me comporté de un modo que confirmó todo lo peor que alguna vez has pensado de mí.


Paula cerró los ojos. La brisa marina le refrescó la cara; la arena era suave bajo la toalla. Se hallaba en Cerdeña de vacaciones. Eso estaba claro. Al menos existía alguna certeza en el mundo. La cuestión era... ¿Se había vuelto completamente loca? ¿Quizá la añoranza que tenía de él había hecho que lo imaginara? Abrió los ojos. Pedro seguía allí enfundado en su bañador. Todas las pruebas sugerían que estaba en Cerdeña con ella, que...


Inevitable Atracción: Capítulo 74

Pensó cansinamente en todas las semanas que había intentado luchar contra lo que sentía. Había salido con una mujer diferente todas las noches, pero le parecían las mismas. Con mayor o menor delicadeza, cada una había intentado averiguar cuándo volvería a verlo, y él fue el de siempre para rechazarlas. Entonces lo tuvo claro. No le importaba que les gustara o no su estilo, porque no le importaba si jamás las veía otra vez. Si alguna se iba y juraba que nunca más le hablaría, siempre era reemplazable. Todas lo eran. Pero nunca había conocido a alguien como Paula. Si no lo arreglaba con ella, la perdería, y jamás habría alguien que pudiera sustituirla. 


—Aunque no he venido por eso —explicó—. Hemos dejado algunas cosas inconclusas entre nosotros. Quería hablar contigo, y de repente ya no estabas allí,


—¿Tenemos que hablar de ello? —se mordió el labio con desesperación—. Se está tan bien aquí. ¿No podríamos disfrutarlo sin hablar?


«Alejandra es una idiota romántica», pensó con furia. Era perfectamente obvio que perdía el tiempo. Tendría que haber recordado que la madre de Paula era una optimista incurable. Pero no podía marcharse sin exponer lo que había ido a decir.


—No quiero estropearte las vacaciones —comenzó con ironía—. Por otro lado, me he tomado bastantes molestias para localizarte. Comprendo que quizá no te guste lo que pienso decirte, pero creo que te lo debo.


—No me debes nada —se apresuró a indicar ella—. Sé que aquella noche nos acostamos juntos, pero los dos... ¿No lo aceptamos por lo que era?


—¿Y qué era? —su expresión fue inusualmente sombría.


—Actuamos de acuerdo a lo que sentíamos entonces. No hicimos ninguna promesa.


—No—corroboró Pedro. Se echó de lado, apoyado en un codo. A pesar de sí misma, ella lo devoró con la vista, como si en vez de tres semanas hubieran, pasado tres años. Él parecía cansado; debía trabajar mucho—. Algo me dice que pierdo el tiempo —continuó Pedro—. Después de todo, nunca fue un secreto lo que sentías por mí. Aquella noche fue... Bueno, iba a comentar que fue inusual, pero quizá no. Esa noche tampoco mantuviste en secreto la naturaleza de tus sentimientos.


—Pedro, ¿De qué estás hablando?—suspiró Paula.


—¿Siempre haces que sea tan difícil que alguien se te declare?


Paula lo miró en un silencio absoluto. Oyó las olas rompiendo en la playa.


—¿Qué hago qué? —inquirió al fin.


—Sé que es un poco súbito —comentó él—. Pensaba llegar a ello poco a poco, pero no me diste muchas oportunidades de explicarme.


—No hay nada que explicar —se quitó un mechón de la cara—. Te has vuelto loco. Todo el mundo en la empresa trabaja demasiado, y tú más que nadie; supongo que has enloquecido por el exceso de trabajo. Te hará bien tumbarte aquí bajo el sol y relajarte. 

Inevitable Atracción: Capítulo 73

 —Lo sé, cariño —decía—, pero todo es nuevo para mí. Nunca antes había estado enamorado —reía—. Bueno, desde luego que es maravilloso, pero es una absoluta pesadilla.


Paula tuvo que apoyarse en la pared. Eso era lo que había pasado. Había conocido a alguien, y en esa ocasión era lo verdadero.


—No, no se lo he dicho a Paula —continuó él—. No es exactamente... Quiero decir que no resulta lo más fácil de introducir en una conversación. Ya sabes cómo es... —Paula se mordió el labio. Era alguien que conocía—. En realidad no sé cómo se lo tomará —hizo una pausa y volvió a reír—. Sí, para tí es fácil decirlo, ya que no eres tú quien se enfrenta al pelotón de fusilamiento. No obstante, cuanto antes mejor. Te haré saber cómo va.


Paula apretó los dientes. No pudo soportarlo. Pedro le explicaría que había conocido a una mujer con la que quería pasar el resto de su vida.  ¿Era Romina? ¿O Sandra? Le explicaría que se había enamorado, y ella tendría que quedarse quieta, sonriendo y fingiendo que no le importaba. Iba a marcharse a Cerdeña. 





Un sol resplandeciente quemaba un blanco semicírculo de playa y centelleaba sobre las olas del mar azul. Paula estaba sentada debajo de la enorme sombrilla rayada. Tenía la piel blanca de una pelirroja, y debía andar con cuidado con el sol. Había estado nadando un rato, y en ese momento leía una novela de Agatha Christie en italiano. Una sombra apareció en la arena delante de la sombrilla. Mantuvo la vista baja. Había pasado casi todas sus vacaciones esquivando a los persistentes sardos. No tenía ganas de echar a otro.


—Buon giorno, signorina —saludó una voz profunda y relajada—. ¿Te importa si me uno a tí? Veo que lees un libro; seguro que no deseas que te interrumpan.


Paula alzó la vista cuando él extendía la toalla a su lado; el corazón casi le da un vuelco.


—¿Pedro?


—¿Sabes cuánto me ha llevado encontrarte aquí? —preguntó—. ¿Por qué no pudiste elegir una pequeña isla griega? A propósito, ¿Por qué desapareciste de repente? —enarcó una ceja—. Pensé que estabas metida en el proyecto de Feffel & Meyers.


—Lo sé. Decidí que no era para mí. Lamento haberme ido de pronto, pero pensé que ya se había hecho suficiente para que otra persona pudiera ocuparse de él.


—Bueno, es evidente que fue tu decisión —indicó tras mirarla un rato y continuar con un tema seguro. 

Inevitable Atracción: Capítulo 72

La cena de Paula con Pablo fue mejor que lo que ella habría esperado. Al principio él se mostró escéptico sobre convencer a alguien de su empresa de que todo el personal tendría que aprender a manejar un paquete informático nuevo, pero lo vió cautamente animado después de oír lo sucedido con el experimento Barrett. Confirmó la sospecha de Paula de que los diferentes sistemas tenían un valor simbólico que iba más allá de las consideraciones prácticas.


—Pero nadie querrá reconocerlo —le dijo—. ¿Hay algún modo de que puedas hacer que parezca una decisión pragmática? Hay gente en ambos lados que jura que hay cosas que puedes hacer en dos segundos con el sistema que defiende y que con el otro se requieren dos horas; si pudiéramos llevarlo a cabo con un sistema que emplearan ambos...


Paula pensó que era una de esas cosas que sonaba tan fácil y obvia y que probablemente necesitaría años de trabajo. Sonrió y comentó que era una buena idea y que situaría todo bajo una perspectiva nueva... Pedro se habría sorprendido si hubiera estado presente para oírlo. Las dos semanas siguientes se dedicó a investigar. Era una forma de no pensar en él. En cuanto le colgó aquella noche no pudo creerse lo que había dicho. Había tirado una última noche con él... ¿Y por qué? Por orgullo. Si se hubieran hallado en la misma habitación no lo habría hecho. Pero estaba hecho, y Pedro lo había aceptado. Parecía salir con una mujer diferente cada noche. Cuando lo llamaba a eso de las seis y media a su despacho para preguntarle algo, él le informaba de que tenía prisa porque esperaba que en cualquier momento entraran Micaela, Aldana o Nadia. Así transcurrió otra semana profesionalmente estimulante. Cuando tomaba un descanso una mañana, se encontró en la cafetería con la jefa de Personal. Parecía extenuada.


—¿Cuál es tu secreto? —le preguntó a Paula cuando se dirigían a una mesa con las bandejas.


—¿Mi secreto? —sonrió.


—Con el señor Alfonso. Por su despacho han pasado seis secretarias en tres días. Siempre ha tenido una rotación impresionante, pero por lo general conseguíamos a alguien que durara una semana. He de reconocer que jamás tuvimos a nadie con tu aguante —suspiró—. Sé que para tí es una oportunidad maravillosa, Paula, pero el corazón se me cayó a los pies cuando te ascendió. Al principio pensé que de algún modo lo habías reformado... Una chica llegó a decir que había sido amable con ella, si es que puedes creerlo. Ahora ha vuelto a ser el mismo tirano, si no peor.


—Bueno, es evidente que si la gente deja que se salga con la suya, eso no hace más que animarlo —repuso con severidad—. Es muy malo para él.


—Malo para «Él» —musitó la señora Cox—. Una chica no fue capaz de aguantar ni una hora. No sé qué les dice.


—¿Quieres que hable con él? —preguntó Paula.


—¿Con el señor Alfonso?


—Deja que lo exponga de otra manera. Voy a tener una charla con el señor Alfonso, le guste o no.


Comprendió que había pasado un tiempo desde la última vez que le había dicho a Pedro lo que pensaba de él. No podía besarlo, desde luego, pero aún podía insultarlo. Les vendría bien a los dos. Tomó el ascensor hasta la última planta con expresión marcial en los ojos. Una secretaria con lágrimas en los ojos pasó junto a ella y huyó por una puerta que ponía "SÓLO SALIDA DE EMERGENCIA". El aullido de una alarma llenó el edificio. Paula introdujo la clave para apagarla, luego se acercó a la puerta del despacho de Pedro. Hablaba por teléfono, de modo que esperó fuera. 

Inevitable Atracicón: Capítulo 71

Alzó el auricular y marcó su número, mirando con ojos furiosos la pared. 


—¿Hola? —dijo la voz que nunca se había sentido intimidada por él durante los últimos quince años.


—¿Paula?


—¿Pedro? ¿Ocurre algo? —el asombro en la voz de ella le recordó que no tenía motivos para llamarla. 


—No. Sólo... sólo me preguntaba si has pensado algo más sobre la propuesta para Meffel & Fires... quiero decir, Feffel & Meyers. ¿Quieres que te recuerde algo para tu cita?


—Creo que por el momento bastan unas cifras aproximadas. Puedes darme lo que tengas mañana durante la comida. En esta fase pienso mantener las cosas bastante informales... Me parece que no sería una buena idea abrumarlos con una presentación completa.


Con sólo oír su voz ronca y baja la deseaba.


—Desearía que estuvieras aquí—musitó en el tono de voz que durante años a las mujeres les había resultado irresistible.


—¿Qué? —dijo Paula.


—Desearía que estuvieras aquí —rió—. ¿Sabes?, llevo pensando en tí toda la noche... Pensando en anoche. Me he pegado por recordar a Juliana esta mañana. En cualquier caso, no me he divertido. Tampoco habrá sido muy agradable para ella... Estar sentada frente a alguien cuya mente se hallaba en otra parte.


—No —repuso ella.


Pedrp pensó que si la tuviera con él podría abrazarla y besarla; entonces no tardaría en dejar de mostrarse fría y distante.


—Bueno, ¿Te parece bien pasado mañana?


—Pedro—habló Paula tras un breve silencio—, ¿Te importaría que volviéramos a mantener una relación profesional? Anoche lo pasé bien, pero no soy muy buena en distinguir una cita fija de una semipromesa. Creo que siempre me preguntaré si algo que yo pensaba que era una cita se iba a convertir en una vaga posibilidad en cuanto conocieras a alguien que te resultara más interesante. En una ocasión me dijiste que la mayoría de las mujeres a las que conoces comprende las reglas del juego, de modo que pienso que sería mejor que volvieras a verlas. Es evidente que no hay motivo por el que no podamos formar un gran equipo, profesionalmente hablando. Y ahora debo dormir un poco. Quiero estar en buena forma mañana. Buenas noches.


Colgó. Éste contempló el auricular y luego lo colgó con furia. ¿Cómo había sucedido? Media hora atrás al menos sabía que en el futuro próximo iba a volver a acostarse con Paula; y en ese momento ella lo había dejado.  Nada de eso le gustaba. No le gustó la sensación de decepción que experimentó, ni las ganas que tuvo de volver a llamarla en cuanto colgó, para explicarle que todo había sido un terrible malentendido y que jamás, jamás, la dejaría por otra mujer, porque no podía imaginarse desear estar con otra cuando podía estar con ella. ¿Qué le pasaba? «Ella tiene razón», decidió con pesar. Había cometido un error, al involucrarse con una mujer que desconocía las reglas. Ella se lo estaba tomando demasiado en serio. No podía permitirse el lujo de pensar en Paula cada cinco minutos. Debería volverá ver al tipo de mujer que entendía y que lo entendía. Sacó una pequeña agenda electrónica del bolsillo de la camisa y comenzó a echarle un vistazo a los nombres. Analía, Carla, Karen, Fabiana... Apretó los dientes y se puso a realizar llamadas telefónicas.