lunes, 1 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 41

Se suponía que Paula no debía entrar en su habitación, pero lo hizo, y ahí estaba el examen. Le echó un vistazo para ver cómo era, y vio que abundaban los problemas que Pedro no se había molestado en hacer y que, en un momento u otro, le había explicado. Como había salido con Brenda, seguro que no regresaba hasta pasada la medianoche... Ya no volvería a tocar el examen. A ella se le ocurrió una idea brillante. ¡Podría acabar todos los problemas que él no había tocado! Podría imitar su caligrafía para que nadie se enterara, y luego, cuando le dieran un sobresaliente, se lo contaría y lo dejaría asombrado. Al principio todo salió de acuerdo con el plan. Pedro volvió a casa casi de madrugada, se levantó tarde de la cama y bajó a desayunar justo cuando Paula se marchaba al instituto. 


—Parece que otro día me retrasaré —dijo con indiferencia, tomándose tiempo con el café.


La primera señal de problemas surgió a la tarde siguiente. Pedro se había ido a alguna parte con Brenda. Paula se hallaba en casa, matando el tiempo, cuando sonó el teléfono. Contestó en el mismo instante en que su padre alzaba el auricular en la planta de arriba. Era el director de la escuela de Pedro.


—Hola, Miguel, soy Roberto. Tenemos un problema aquí —hubo una breve pausa—. Es sobre el examen de matemáticas de Pedro. Sé que no hace falta que te lo recuerde, pero este último año no se ha aplicado con ahínco, y de repente nos encontramos con un sobresaliente de veinticuatro quilates. Su profesor me ha dicho que es imposible que pueda ser obra suya. Es el mismo examen que pusiste tú el año pasado cuando dabas esta clase. Sé lo cuidadoso que eres, Miguel, pero he de formularte la pregunta. ¿Existe alguna posibilidad de que hubiera podido sacar las respuestas de tu mesa?


El padre de Paula poseía muchas cualidades buenas, pero el orden no figuraba entre ellas... Su escritorio en casa era un caos de papeles entremezclados.


—Por lo que yo sé, las respuestas están guardadas bajo llave en mi archivador repuso—. Puede que las tuviera sobre mi mesa, pero si él hubiera sido capaz de encontrarlas allí sería mucho mejor que yo...


—Bien, creo que eso es todo lo que necesitaba saber —fue la ominosa respuesta.


A Paula le resultó evidente que el director estaba convencido de que Pedro había copiado. Sólo cabía hacer una cosa. Al día siguiente partió a la escuela en bicicleta. En cuanto perdió de vista su casa, puso rumbo hacia la escuela de él. Al llegar, se presentó en el despacho del director y explicó, con las mejillas acaloradas por la vergüenza, lo que había hecho. No obtuvo el resultado esperado. El director llamó a Pedro de una clase. Lo vió entrar con su camiseta y vaqueros negros a lo James Dean, el pelo negro sobre la frente y los ojos verdes aburridos y desafiantes.


—Tengo entendido que es usted consciente, Alfonso, de que su actuación en el examen de matemáticas ha planteado dudas —lo miró con severidad—. En ninguna circunstancia puedo aprobar la deshonestidad, pero si encontró los resultados entre los papeles de Miguel podría entender que hubiera cedido a la tentación del momento. Sin embargo, es algo completamente distinto si trata de trasladar la culpa a una niña. 

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