lunes, 1 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 44

 —Entonces, ¿Por qué me odias?


—No te odio —le lanzó una mirada exasperada—. Claro que en ese momento me sentí furioso. Me habías amenazado con la humillación definitiva... Que todo el mundo pensara que una lista de doce años podía hacerlo mejor que yo... Pero al menos eso me puso una pistola en la cabeza y me obligó a seguir adelante con mi vida.


—En ese caso, no sé por qué estás tan furioso. Eres multimillonario... Y todo por mí. 


—Es un modo de verlo —repuso Pedro—. Otro sería que aquí estás tú, una secretaria eventual sin un centavo... Y todo por mí.


—No sé de qué hablas —aún se mostraba furioso. Por el amor del cielo, habían pasado quince años. ¿Por qué le seguía dando vueltas al asunto?


—Mira, como estoy seguro de que recuerdas —suspiró—, con mucha nobleza confesaste tu delito y nadie te creyó, porque tus notas eran tan horribles como las mías y tú tenías seis años menos. Estabas ansiosa por dar el examen y demostrarlo, pero yo jamás pensaba permitírtelo —enarcó una ceja—. Si lo hubiera hecho, todo el mundo habría comprendido lo que tenía bajo las narices ese tiempo. Algo me dice que tú nunca habrías mirado atrás. Pero nadie te creyó, y lo gracioso es que aunque sabías que lo habías hecho, era como si no hubiera sucedido si nadie pensaba que así había sido. No sé por qué necesitabas a alguien para decirte que podías hacer cualquier cosa que te propusieras, cuando tendría que haberte resultado obvio, pero lo necesitabas y yo te lo arrebaté. Y aquí estás ahora, quince años después, y sigues escondiéndote entre bambalinas, como si tu trabajo no pudiera sostenerse por sí mismo si la gente pensara que lo habías hecho tú. No eres capaz de hacer nada interesante a menos que puedas fingir que es obra de alguien a quien los demás puedan tomar en serio. Ya no tienes doce años, Paula —se encogió de hombros—. ¿No crees que es hora de que crezcas?


Ella lo miró fijamente. ¿Podía ser verdad lo que había dicho? ¿Sería verdad que Pedro jamás la odió, salvo quizá un poco cuando salieron de la escuela?


—¿Así que no me odias?


—Claro que no te odio —contestó con irritación—. Te he estado enviando regalos por Navidad durante años. ¿Por qué iba a hacerlo si te odiara?


—Pensé que no querías herir los sentimientos de mis padres.


—Paula, soy un cerdo arrogante y egoísta, como nunca te cansas de repetirme. Si de vez en cuando decido pensar en los sentimientos de alguien, le pido a mi secretaria que envíe una docena de rosas. No salgo yo a buscar un regalo. Además —le brillaron los ojos—, ¿cómo puedes pensar que te odio después de lo sucedido anoche?


—Siempre me estás diciendo que el sexo no tiene nada que ver con los sentimientos —indicó ella—. Pero me alegra que no me odies —por dentro temblaba. Seguro que luego se sentiría feliz; pero en ese instante se encontraba aterrada.


—No te odio —afirmó Pedro—, y ya no quiero hablar más de este asunto —agitó la presentación de Barrett en la mano—. Si trabajas para mí, asumirás la responsabilidad de lo que es tuyo.


—Pero si la hubiera asumido no me habrías dejado hacerlo —explicó ella. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario