miércoles, 24 de mayo de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 12

 –Quiero que me hagas otro favor… Espera, voy a mi habitación un momento.


Paula regresó con una cadena con un colgante, un brillante falso, y se lo dió a Pedro. Era una buena imitación. Apenas se notaba la diferencia con un brillante auténtico.


–El cierre es tan pequeño que nunca puedo abrochármelo yo sola.


Pedro examinó la fina cadena y después el «Brillante».


–¿Quién te ha regalado esto?


–Tú.


–¿Yo? –Pedro arrugó el ceño.


–No tú como tú –respondió Paula–. Tú como mi prometido.


Pedro puso cara de pensar que lo que ella necesitaba era una camisa de fuerza.


–¿Lo dices en serio? ¿Te compras cosas que luego dices que te ha regalado alguien que no existe, que te has inventado?


–¿Y qué? Es por una buena causa –contestó ella–. Ayudo a mucha gente. Ese es mi trabajo. Ayudo en las relaciones amorosas.


–Teniendo en cuenta que tú no tienes relaciones amorosas… – comentó él con ironía.


–Mira quién habla –Paula se dió la vuelta para evitar su mirada.


Paula se había alzado el cabello para que él le pusiera la cadena, todo su cuerpo reaccionó al sentir el roce de los dedos de Luke.


–¿Y cómo sabes que no tengo relaciones amorosas? –preguntó Paula volviéndose de nuevo, ya con la cadena colgando de su cuello–. Podría tener docenas de amantes sin que nadie lo sepa.


–¿Y de esa docena de amantes no has conseguido convencer a ninguno para que te acompañe a la fiesta?


Paula no iba a dar explicaciones sobre por qué, a la edad de veintitrés años, no tenía novio ni había tenido relaciones sexuales con nadie. Ni siquiera Ella lo sabía todo sobre ella. ¿Cómo iba a contarle a su mejor amiga que su madre era una prostituta adicta a las drogas? ¿Y cómo iba a contarle que antes de cumplir los tres años oía a su madre con sus clientes en la habitación de al lado o en la misma habitación y que eso había condicionado su desarrollo sexual? Solo la habían besado un par de veces y se había negado a ir más allá. Incluso se preguntaba si no sería frígida.


–Conseguí este trabajo, algo que, con franqueza, no esperaba –dijo Paula–. Era la menos cualificada de los candidatos. Sin embargo, no sé por qué me eligieron a mí. Entonces escribí un par de columnas sobre mi novio de toda la vida y mis lectores creyeron que de verdad existía. Y como les encantaba que hablara de él, continué haciéndolo.


–¿Cuánto tiempo llevas trabajando en esa revista?


–Dos años y medio.


–¿Y llevas dos años y medio haciendo creer que…?


–Sí, ya lo sé, parece una locura –lo interrumpió ella–. Y probablemente lo sea, pero deseaba mucho este trabajo y estaba dispuesta a todo por conseguirlo.


–¿A todo?


Paula se mordió el labio inferior.


–Bueno, puede que no a todo, pero no me costó mucho decir que tenía un novio maravilloso. Además, supongo que existen tipos así, ¿No? Hay mucha gente que se casa y es feliz.


–Tanta como gente que se divorcia. 

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