lunes, 22 de mayo de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 8

¿Sabían la hermana y la madre de Pedro que este padecía migrañas? Paula le miró la boca y después los ojos. ¿Había imaginado que él había estado a punto de besarla? ¿Había querido ella que la besara? Sí, claro que sí.


–¿Te acuerdas de lo que pasó esa noche? –preguntó Paula–. ¿Te acuerdas de algo? 


–No mucho. No hice ni dije nada indebido, ¿Verdad?


Paula no pudo controlar el impulso de pasarse la lengua por los labios, que los tenía muy secos. La mirada de él siguió los movimientos de su lengua.


–¿Te refieres a si te insinuaste?


Una sombra de preocupación ensombreció el rostro de él.


–Por favor, dime que no lo hice.


–Quizá, si me volvieras a besar, lo recordarías.


«¿Te has vuelto loca, Paula?» No sabía por qué había mentido y le había desafiado con semejante descaro, pero ya estaba hecho. A lo mejor, lo había hecho porque quería que Pedro la besara. Lo deseaba desde aquella noche. Quería un beso de verdad, no un piquito. No podía apartar la mirada de la boca de él ni dejar de imaginar esos labios pegados a los suyos. Se preguntó cómo sería la boca de Pedro… ¿Dura o suave o a medias entre las dos cosas? ¿Sabría a café, a menta o a coñac? Estaba casi mareada solo de pensarlo. Él se acercó a ella y le puso una cálida mano en la barbilla. Era la primera vez que la tocaba, a parte de aquella noche, y ocurrió lo mismo que entonces: Unas terminaciones nerviosas que no sabía que poseía iniciaron un baile sorprendente. El aire entre ambos se cargó de energía magnética, una corriente invisible. Se fijó en las negras pestañas de él alrededor de unos ojos lapislázuli con unas pupilas tan negras como la tinta. Miró fijamente la esculpida boca de Pedro y, de nuevo, se preguntó qué se sentiría con esos labios sobre los suyos.


–No voy a ir a la fiesta. ¿Entendido? –declaró él con firmeza.


Paula tenía que hacerle cambiar de opinión. Tenía que hacerlo. Tenía que hacerlo. Tenía que hacerlo. Su carrera dependía de ello. Y su reputación. Y también sufrirían los niños que iban a recibir el dinero que se recaudara en la fiesta si ella no aparecía con un novio.  Lanzó un suspiró y, adoptando una expresión avergonzada, dijo:


–De acuerdo, lo confieso, no me besaste aquella noche. Ni siquiera lo intentaste. Pero…


–En ese caso, ¿Por qué me has mentido? –Pedro apartó la mano del rostro de ella y frunció el ceño.


–No lo sé –respondió ella enrojeciendo de pies a cabeza.


–¿Que no lo sabes?


Paula se mordió los labios.


–Me sorprendió mucho verte así aquella noche y, tontamente, supuse que estabas borracho.


–¿Pero por qué me has dicho que me había insinuado si ni siquiera te toqué?


–Sí me tocaste.


Pedro pareció perplejo. 

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