miércoles, 31 de mayo de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 23

 –A ver si lo he entendido bien… ¿Has dicho que nunca has hecho el amor con nadie? ¿Es eso?


Paula asintió.


–¿Eres virgen?


–Sí.


–Me estás tomando el pelo, ¿Verdad?


–No –respondió Abby sacudiendo la cabeza.


¿Paula Chaves era virgen? ¿Paula Chaves, la especialista en relaciones sentimentales, era virgen? ¿Cómo era posible que no hubiera tenido relaciones sexuales con nadie? Tenía veintitrés años. La mayoría de las chicas perdían la virginidad mucho antes, a menos que fuera por motivos religiosos.


–Pero… ¿Por qué? –preguntó Pedro, confuso. 


Paula se encogió de hombros y clavó los ojos en el cuenco con cacahuetes encima de su mesa. Agarró un cacahuete, se lo metió en la boca, lo masticó y se lo tragó. Agarró otro e hizo lo mismo.


–¿Sabías que es casi imposible comer solo un cacahuete? He investigado mucho sobre el asunto. Resulta imposible. Prueba tú a hacerlo.


Pedro apartó el cuenco fuera del alcance de ella.


–Paula, mírame.


Despacio, Paula movió los ojos hacia los suyos y se lamió la sal de los labios. Pedro contuvo un gruñido al imaginar la lengua de ella haciéndole eso.


–Sé que parecerá un poco raro, pero nunca, antes, me había sentido preparada emocionalmente.


A Pedro el corazón pareció querer salírsele del pecho.


–¿Antes… De ahora?


–En el pasado, más o menos me apeteció un par de veces, pero luego me dió miedo de hacer el ridículo –Paula lo miró fijamente a los ojos–. En fin, he pensado que, como se nos ha dado tan bien bailar juntos, igual ocurriría lo mismo si nos acostáramos.


–Esa es una de tus teorías, ¿No?


–Sí, bueno, es solo una teoría porque todavía no la he puesto en práctica, por eso precisamente estamos teniendo esta conversación –Paula le sonrió trémulamente–. En fin, ¿Qué te parece? ¿Quieres que lo hagamos?


Acostarse con Paula era la clase de problema que bien se podíam ahorrar. Aparte de ser la mejor amiga de su hermana, podía causarle muchos quebraderos de cabeza, quería cosas que él no quería. «La deseas». Sí, la deseaba. Mucho. Tanto como para sentir el deseo sexual palpitándole en la entrepierna. La deseaba más que a ninguna otra mujer en su vida. Se sentía como un adolescente excitado. Pero eso no significaba que fuera a poseerla.  No quería tener nada que ver con vírgenes. Paula era perfecta para los príncipes azules, las bodas y los vestidos de novia… Todo lo que escribía en su columna trataba sobre la seguridad y la felicidad en las relaciones. Él no podía ofrecerle seguridad. No quería comprometerse con nadie. Se inclinó hacia delante y tomó las manos de Paula en las suyas.


–Escúchame, Paula…


–No se lo diríamos a Carolina –lo interrumpió–. Ella no sabe que soy virgen.


–¿No lo sabe? –preguntó Pedro parpadeando–. ¿No son amigas íntimas?


–Lo somos, pero solo nos conocemos desde hace cuatro años. Hay muchas cosas que no puedo contarle ni a mi mejor amiga. 

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