miércoles, 10 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 56

 —¿Qué capacitaciones busca?—preguntó.


—Quiero a diez eventuales con experiencia en el paquete informático del señor Rogers —le sonrió al Rival A—, y diez con experiencia en la última versión del programa del señor Peters. Si Personal no puede encontrarlas en una hora, me conformaré con todas las que sea capaz de localizar.


—Veremos qué podemos hacer —alzó un teléfono y dió órdenes.


Paula le lanzó una sonrisa angelical a sus rivales. Los ojos azules recorrieron la estancia antes de posarse en el bufé.


—Ah, el almuerzo —comentó con tono benigno.


Después de comer escoltó a todo el mundo a la sala de demostraciones. Había arreglado que estuviera preparada de antemano: Diez ordenadores tenían cargado el programa del Rival A, diez el del B y diez el de Alfonso. A medida que hacían acto de presencia las eventuales, dirigió a las cualificadas en el programa B a los ordenadores del A, a las del A los del B. Casi todas se quejaron de que nunca habían utilizado ese programa. Paula sonrió con inocencia. Luego entraron diez empleados de Barrett, a los que se condujo a los ordenadores de Alfonso. Les explicó la prueba. A todos se les pidió que produjeran tres documentos. Al terminar, debían ir a la sala de conferencias y dejar sus hojas en las cajas que allí habría.  Regresó a la sala de conferencias con los demás y se lanzó a dar su presentación. A los quince minutos todos los documentos realizados con el programa de Alfonso estaban en su respectiva caja. Media hora más tarde entró el resto de eventuales de los programas A y B.


—Hasta no hace mucho —explicaba Paula— se podía llamar a una agencia de secretarias con la certeza de que te enviarían a alguien capaz de utilizar la máquina que hubiera en la empresa —sonrió y miró al señor Barrett a los ojos—. Las cosas ya no son tan sencillas; el progreso no siempre es una mejora en todos los frentes. Cuanto más sofisticado es un programa, mayor el peligro de que sólo las personas entrenadas en él puedan emplearlo. Por eso es tan importante disponer de la opción de la simplificación. Jamás se debería agotar al personal fijo sólo porque haya algunos empleados enfermos o de vacaciones y no se pueda encontrar a los sustitutos adecuados.


El señor Barrett no era de los que sonreía, pero el ceño se veía menos marcado que durante toda la mañana.


—Alfonso no es el más conocido —concluyó Bárbara— pero quizá debería serlo. Empleados de su empresa acaban de realizar tres documentos estándar sin ningún entrenamiento previo en el programa. He abarcado algunas de las características más nuevas de nuestro paquete, pero considero que por puro valor económico lo mejor que podemos ofrecerles es la sencillez que les permite aprovechar al máximo su mejor valor... Su propio personal —esbozó otra sonrisa angelical hacia sus competidores y se apartó del podio.


El señor Barrett se acercó y le estrechó la mano. El director de servicios lo siguió y le regaló una versión más amplia de la sonrisa seria. La expresión de fúlgido buen humor en el rostro de sus competidores hablaba por sí sola. Paula guardó los papeles y las transparencias en su maletín.


—Estoy seguro de que se da cuenta de que no hay absolutamente nada en ese programa que en el nuestro no se pueda hacer con bastante facilidad —le dijo el Rival A al señor Barrett con sonrisa forzada.


—Como presentación ha sido espectacular —intervino el Rival B—, pero si analiza el producto real, no hay nada nuevo en él —miró a Bárbara con expresión irritada—. Perfectamente podría haberle presentado algo similar.


—Sí —aceptó el señor Barrett con mirada aburrida— pero no lo hizo. 

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