lunes, 1 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 42

 —Me temo que no tengo ni la más remota idea de lo que está hablando, señor —Pedro enarcó una ceja y se encogió de hombros—. No me había dado cuenta de que las normas hubieran caído hasta el punto de que un insuficiente planteara dudas sobre la legitimidad del examen.


—No sacaste un insuficiente, sino un sobresaliente —se apresuró a explicar Paula—. Yo resolví todos los problemas que tú no hiciste, tal como me los habías explicado. Fue fácil, y ahora él no quiere creerme.


El director comentó con indulgencia que su lealtad resultaba conmovedora, y a Pedro le aseguró que no podían permitir esa clase de conducta y que se enfrentaba a la suspensión, si no a la expulsión, de la escuela.


—Mi vida está en ruinas —dijo Pedro con tono de exagerado horror—. ¿Qué he hecho?


—No es una cuestión que deba tomarse a risa —indicó el director irritado.


—La escuela me importa un bledo —repuso Pedro—, pero no hice trampas y no pienso irme por algo que no cometí.


—Me parece justo Alfonso —el director cruzó los brazos sobre su pecho regordete con gesto de amplitud de miras, pero Paula sabía que se avecinaba algo—. Estoy preparado para creer que sencillamente jamás le interesó trabajar hasta donde le permitía su capacidad —continuó el hombre—. No obstante, debe reconocer que resulta desafortunado que su interés despertara en circunstancias en las que podría haber recibido ayuda exterior, aunque no fuera intencionada —sonrió—. Creo que le debo la oportunidad de limpiar su nombre más allá de la sombra de cualquier duda, Alfonso. Le pediré a su profesor que le haga otro examen con problemas que no hayan aparecido en ningún examen previo. Creo que lo podremos arreglar para... Veamos, creo que lo tendremos todo listo en un par de semanas... Digamos quince días a partir de hoy.


—Perfecto —aceptó Pedro con mirada fría—. Pero no pienso volver aquí hasta que usted no se haya disculpado por emitir acusaciones no confirmadas. Volveré para dar el examen y recibir sus disculpas. Vamos, Paula, te llevaré a casa. 


Salió sin aguardar una respuesta. Paula lo siguió por un pasillo largo, y otro, hasta que salieron bajo el sol. Él continuó calle abajo, sin esperarla; ella olvidó su bicicleta y corrió para alcanzarlo.


—Pedro —dijo sin aliento—. ¡Pedro, espera! —cuando él se detuvo con impaciencia y ojos centelleantes, Paula soltó—: ¿Por qué no dejas que yo dé el examen para que así me crean? Les dije que tú no me pediste que lo hiciera, ¡pero no me creyeron!


Jamás se le había ocurrido que no sería así. Había pensado que le bastaba con confesar, pero, desde luego, nunca había sido el tipo de niña que pudiera asombrar a los adultos con un vocabulario impresionante y comentarios brillantes. Naturalmente, nadie pensaba que una joven de doce años con malas notas podría estar detrás del misterioso sobresaliente, como tampoco lo creían de un joven perezoso de dieciocho años. Pedro la observó con gélida furia.


—Qué idea tan fantástica —repuso con sarcasmo—. Entonces todo el mundo sabrá que no hice trampas... Tengo a una niña de doce años para hacerlas por mí. ¿Por qué no te metes en tus propios asuntos, Paula? Encuentra a alguien de tu edad con quien jugar y déjame en paz.

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