lunes, 15 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 67

Llamó a Barrett para arreglar una reunión con el director de servicios, que era lo único que podía hacer en esa fase de la operación. Luego se dirigió a la biblioteca de la compañía, pidió los periódicos y revistas financieros de los últimos meses, fue a la cafetería a buscar un café y unas pastas y regresó a su oficina a pensar. Pedro dedicó gran parte del día a ponerse al tanto de las diversas cosas que habían surgido mientras estuvo en Praga, al tiempo que pensaba con desagrado en la cita cada vez más inminente con Juliana y le gruñía a su secretaria. No quería ver a Juliana... Deseaba ver a Paula. Podría bajar y verla, por supuesto, pero, ¿Y si ella se hacía una idea equivocada? Por otro lado, si sucedía eso, al menos podría besarla otra vez, aunque no pudiera realizar las otras cosas que quería. A las cuatro de la tarde recordó que había prometido pensar en un proyecto nuevo para Paula. Lo mejor sería bajar y mantener una sesión de intercambio de ideas. La encontró sentada con las piernas cruzadas en medio del suelo alfombrado, rodeada de diarios económicos. Leía uno y de vez en cuando tomaba notas en un bloc.


—Vaya, Pedro —dijo ella, alzando la vista—. No tendrías que haberlo hecho.


—¿Haber hecho qué? —preguntó él sorprendido.


—Venir a hablar conmigo. Podrías haberle pedido a te secretaria que me enviara una docena de rosas. ¿Y si pienso otra cosa? ¿Y si saliera corriendo a encargar un vestido de novia?


—¿Quieres parar? —rió a pesar de sí mismo.


—Nunca se tiene demasiado cuidado con estas cosas. Algunas chicas no entienden. Yo lo comprendo porque pienso irme a vivir contigo...


—¿Qué?—casi se le saltan los ojos por el horror antes de ver el brillo de malicia en Paula—. Tienes razón, tendría que haberte enviado una docena de rosas. Pero sólo las espinas. Es una pena que mi secretaria se marchara después del almuerzo.


—Qué pena —simpatizó ella. 


Pedro cerró la puerta y atravesó la estancia por encima de los periódicos. La rodeó con los brazos y la besó con implacable pasión. Paula soltó las revistas y le devolvió el beso. Había estado reviviendo lo sucedido la noche anterior y, de repente, disfrutaba de un beso completamente inesperado.


—Me alegra ver que esto aún funciona —musitó él al apartar la cabeza—. ¿Te he dicho alguna vez lo exasperante que eres?


—No con tantas palabras —le acarició la mandíbula y posó la mano en su nuca para volver a atraerlo. 


La boca de Pedro se mostró ardiente y exigente... Paula habría jurado que sólo había estado pensando en eso todo el día.


—Eres exasperante —repitió Pedro un rato después—. Además, me recuerdas que una vez tuve una secretaria. ¿Cuál es tu secreto?


—¿Mi... Mi secreto? —tartamudeó sobresaltada—. Oh, mi secreto — dijo aliviada al comprender a lo que él se refería—. En realidad, sólo se trata de sentido común —vio una expresión pensativa en sus ojos que no le gustó. No se le había pasado por alto que él había empezado a relajarse en cuanto empezó a tratarlo a la vieja usanza. Decidió pisar un terreno más seguro—. De todas formas, ¿para qué has bajado a mi oficina, Pedro? 

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