miércoles, 24 de mayo de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 14

La boca de Paula hacía que se le cayera la baba. Pedro se sentó al volante preguntándose si ella llevaba bragas o no. De repente, la súbita excitación que se apoderó de él le dejó sin respiración.  Paula volvió el rostro y lo miró.


–¿Te pasa algo?


Pedro agarró el volante con fuerza.


–Sí.


–Has hecho un ruido con la garganta como si… Como si te doliera algo. No te está dando una migraña, ¿Verdad?


«¿Por qué no se me ha ocurrido poner esa disculpa?». Porque él, una vez que se comprometía a algo, lo cumplía. Cuando tomaba una decisión, iba hasta el final. Dos horas de su tiempo no era excesivo. Menos mal.


–No. Lo que pasa es que no me apetece mucho ir a la fiesta y charlar con gente a la que no conozco. No es mi fuerte.


–No te preocupes, la música estará tan alta que no te dejará hablar.


Lo que podría ser una ventaja, teniendo en cuenta la dirección de sus pensamientos: El cuerpo desnudo de Paula, esos hermosos pechos en su boca y manos, las piernas de ella alrededor de su cintura… Y él dentro de ella. Puso freno a aquellas imaginaciones. No quería tener relaciones con nadie. Y Paula Chaves, con su misión de un final feliz, era la última persona con la que debería fantasear. Perseguía un cuento de hadas. Él todavía no conseguía entender cómo había hecho creer a sus lectores que tenía un novio que no existía. ¿Quién hacía eso? No existía ningún hombre que cumpliera los requisitos de Paula, y él era el último hombre en el planeta al que se le ocurriera intentarlo.


–Pedro…


–¿Qué?


–Tengo que decirte unas cuantas cosas sobre nuestra relación. Ya sabes, las cosas que he contado a mis lectores.


Pedro le lanzó una rápida mirada.


–¿Como qué?


Paula se mordió los labios. 


–Por ejemplo, cómo me pediste que me casara contigo.


No quería ni pensar en lo que la calenturienta imaginación de Paula había inventado.


–¿Cómo?


–Me llevaste a París a pasar un fin de semana. Reservaste la suite del ático de un lujoso hotel y les habías pedido que salpicaran la cama de pétalos de rosa y que llenaran la habitación de flores – contestó ella–. Y había champán en una cubeta y fresas cubiertas de chocolate en un cuenco de cristal.


–¿Y? –Pedro suponía que no eso no era todo. 


París, champán, fresas y pétalos de rosa estaba dentro de lo razonable. Pero nada escapaba a lo que Paula consideraba razonable. 

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