lunes, 31 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 60

«¡En la guerra y en el amor, todo está permitido!», se dijo. La fortuna le sonrió. Marcos no se lo podía creer. Le entraron ganas de brincar de alegría. La suerte quiso que Sandra O’Hare, una vecina de los Chaves, fuera a hacerles una visita para interesarse por los recién casados y ver qué tal iban en su luna de miel. Marcos pensó con toda su mala intención que lo que realmente quería saber aquella cotilla, que siempre había estado enamorada de Gonzalo, era si estaban sobreviviendo a su luna de miel. Sandra no había perdido las esperanzas, estaba claro. Si el matrimonio iba mal, lo estaría esperando. ¿Y cómo se creía que iba a poder reemplazar a la voluptuosa y gloriosa Brenda? No tenía ni idea, pero, claro, las mujeres razonaban menos y peor que los hombres. Pedro Alfonso, como buen hidalgo que era, estaba saludando a la recién llegada, que lo miraba con curiosidad. Sin duda, se estaría preguntando qué hacía el argentino todavía por allí. ¿No tendría que haberse marchado ya? Seguro que Sandra estaba pensando lo que Marcos creía que estaba pensando: Que Paula era una mujer casada. Efectivamente, estaba casada con él, Marcos Fernandez, abogado de renombre. ¿Y qué hacía él también en Kooraki? Al principio, la vecina se había quedado como si hubiera caído en zona de guerra, pero Marcos le había hecho comprender, con su habitual encanto, que no había ninguna animosidad entre Paula y él. Por supuesto, le dejó creer con su actitud y su tono de voz que estaba destrozado por dentro, pero que lo sobrellevaba como podía. Para celebrar aquella visita providencial, le sugirió al argentino que fueran a dar una vuelta en el jeep.


–Puede que sea la última vez que venga por aquí –comentó haciéndose la víctima–. Ava dijo ayer cenando que quería llevarte a ver Malyah Man, ¿No? Te puedo llevar yo –añadió a pesar de que la enorme escultura de piedra siempre le había parecido horripilante.


A pesar de la sonrisa de Marcos, Pedro lo miró con reticencia. No lo conocía de nada. ¿Y si era un psicópata? Al final se dijo que, fuera lo que fuera Fernandez, podría lidiar con él sin problema.


–¿Tienes cámara de fotos? –le preguntó Marcos.


–Sí, claro.


–Pues llévatela. Seguro que querrás hacer alguna porque es un lugar increíble, ya verás. Se parece a las figuras de la Isla de Pascua. Así, nosotros nos vamos y dejamos a las mujeres tomándose un té y hablando de sus cosas. Estaremos de vuelta en un par de horas. De verdad que merece la pena ir.


Cuando Alfonso fue en busca de Paula, Marcos se quedó en el vestíbulo. Estaba muy contento. Había conseguido sacar tiempo a solas con el amante de su mujer. Tenía que aprovecharlo. Ojalá la escultura se cayera sobre Pedro y lo aplastara, eso sí que sería un final feliz. Sabía que no iba a ocurrir, pero por soñar un rato…

Loca Por Tí: Capítulo 59

 –Lo nuestro ha terminado, Marcos –le espetó–. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué has venido? –le preguntó sabiendo que él estaba fingiendo.


–Espero que no te haya molestado mi atrevimiento –contestó él– . Quiero hablar… Quiero esclarecer un par de cosas.


Marcos tenía muy claro el papel que estaba desempeñando. En aquellos momentos, quería hacerse el avergonzado ante el argentino que custodiaba a Paula. Lo cierto era que en persona el argentino era alto, fuerte y guapo y no parecía en absoluto un gigoló. Era un hombre realmente encantador y, a juzgar por cómo hablaba y se comportaba, procedía de una buena familia. Aquello lo sorprendió mucho. Lo único que Karen le había contado de Pedro Alfonso era que era muy guapo. Eso era lo único que ella había visto, pero el argentino era mucho más que eso. Para empezar, era inteligente. No iba a resultar fácil conseguir que le diera la espalda a Paula, pero tampoco tenía por qué ser imposible. Además, un tipo tan estupendo, ¿No iba a tener novia en Argentina? Seguro que sí.


Al final, Paula cedió, tal y como esperaba Marcos. La cena fue bastante bien y la comida estaba exquisita. Había que reconocer que Marta, por muy mal que le cayera, cocinaba muy bien. A Marcos le gustaba comer y beber bien. De primero les sirvieron ensalada de cangrejo, coco y mango y de segundo, muslos de pato con arroz salvaje. De postre, pastel de fruta de la pasión. No se podía quejar. Paula no cocinaba tan bien como su madre, pero era tan guapa, con aquella cara angelical. Se moría por abofetearla, pero, por supuesto, no lo hizo. Alfonso lo habría matado. Así que se tuvo que contentar con seguir preguntando al argentino por aspectos de su país como si le interesaran de verdad. Tenía muy claro que aquellos dos se habían acostado. Lo sabía porque Paula estaba radiante y le sentaba muy bien, estaba muy guapa. ¡Zorra infiel! ¿Por qué no se ponía en pie y los insultaba a ambos, que era lo que se merecían? No, tranquilidad, paciencia, eso era lo peor que podía hacer, el argentino era más fuerte que él. ¿Querría a Paula o tendría una aventura en cada puerto? Esa era la gran pregunta. Tenía que conseguir quedarse a solas con él. No sabía si utilizar el as que tenía en la manga. Era una mentira horrible y podía resultar peligrosa, pero tenía que conseguir que el argentino cambiara de parecer sobre Paula, que seguía siendo su esposa.

Loca Por Tí: Capítulo 58

 –Me voy a quedar unos días –anunció–. Mi mujer y yo tenemos que hablar. ¿Me indica cuál es mi habitación, por favor? ¿Cuándo va a volver, por cierto? –preguntó utilizando adrede la palabra «Mujer».


Llevaban separados más de nueve meses, se le estaba agotando el tiempo y aquella visita era muy importante para él.

 

–No lo sé –contestó la mujer–. La señora Paula no está ahora mismo en Kooraki. Está enseñándole Alice Springs y los monumentos del desierto a nuestro invitado.


Marcos se obligó a sonreír.


–Ah, qué bien, los Chaves siempre tan hospitalarios. No tengo prisa. Tengo una semana entera. Por favor, acompáñeme a mi habitación –insistió–. Ha sido un viaje muy largo y me gustaría comer en, digamos, una hora.


Marcos vió cómo la mujer tomaba aire furiosa, pero no podía hacer nada. No podía echarlo. Aquello lo divirtió. Al fin y al cabo, era el marido de Paula y, además, se había comportado con educación. Quería hacerles creer que no iba a poner ningún impedimento al divorcio. Estaba acostumbrado a eso, a hacer creer a los demás lo que no era.



Paula y Pedro volvieron al día siguiente por la tarde. Nula Morris le había dejado un mensaje el día anterior en el hotel en el que se hospedaban, así que sabían a lo que se iban a enfrentar. Marcos Fernandez jamás se habría atrevido a poner un pie en Kooraki si el señor de la casa hubiera estado allí, pero Gonzalo y Brenda estaban en Roma en aquellos momentos. Pedro tenía muy claro que iba a proteger a Paula de lo que fuera necesario. Por lo que le habían contado Gonzalo y Brenda y lo que había oído a los demás, nadie tenía en gran estima por allí a Marcos. Todos creían que no era buen marido para Paula, que ella se había casado con él dejándose llevar por la desesperación de salir de casa de su abuelo, pero el remedio había sido peor que la enfermedad, según le habían dicho. Por eso, se quedó estupefacto al encontrarse con un hombre increíblemente guapo y agradable. Se parecía a un actor inglés rubio y de ojos azules. Era evidente que aquel hombre seguía enamorado de su esposa. Cuando se habían reencontrado, se le habían llenado los ojos de lágrimas. Por lo visto, había aceptado con estoicismo y dolor, aunque intentaba disimularlo, su deseo de divorciarse… O eso era lo que les quería hacer creer. Ni rastro de celos, hostilidad ni rabia. Paula nunca le había hablado mal de Marcos y Pedro suponía que estaba dispuesta a asumir su parte de culpa en el divorcio. Así que Marcos Fernandez no era ningún ogro. Pero Paula se negó a sentarse frente a él para cenar.

Loca Por Tí: Capítulo 57

Siempre había tenido mucho poder sobre ella. Paula había admitido que no había sido una buena esposa. En el mundo de verdad mandaban los hombres, o sea, él. No había tardado mucho en aprender cómo controlarla, una mujer demasiado amable, tierna y sensible. Siempre había huido del conflicto. Marcos pensó que eso se lo tenía que agradecer al bastardo de Alfredo Chaves. Paula le tenía terror, como casi todo el mundo.


Marcos esperó al piloto junto a la avioneta. No le gustaba nada volar en aquel tipo de aeronaves tan pequeñas porque le parecían peligrosas, pero no había tenido más remedio. Al llegar, vio que en el aeródromo de Kooraki no había nadie. Lo que sí había eran dos helicópteros y un jeep con las llaves puestas. Claro, ¿Quién lo iba a robar? Los Chaves eran los amos y señores de aquellas tierras. Así que dejó la maleta en el asiento de atrás y se puso al volante. Qué gran regalo, así no tendría que ir andando a la casa, que estaba bastante lejos. Lo tenía todo planeado. Sabía que el argentino seguía allí como huésped de honor mientras Miguel y Alejandra Chaves se habían vuelto a Sídney. Karen lo tenía bien informado, como de costumbre. Qué pena que no fuera más guapa. Era atractiva a su manera, pero aquel rostro tan anguloso no le gustaba en absoluto. Karen Devereaux era una auténtica zorra. Odiaba a Paula y a él le había venido muy bien aquellos años para obtener información cuando la había necesitado. La idea de Marcos no era enfrentarse a su esposa, claro que no, sino ganarse a Alfonso, lograr ponerlo de su lado. A lo mejor, ella no había hecho nada malo. A lo mejor, el argentino tampoco. Pero, para acabar cuanto antes con su historia, lo mejor era recordarle a Pedro Alfonso que Paula seguía siendo una mujer casada, que él era la parte que peor salía parada de todo aquello, que llevaba mucho tiempo sufriendo, que ella le había hecho pasar un gran tormento… Y él lo había aceptado todo porque la amaba, la quería por encima de todo, era su vida y no podía seguir sin ella. Se le daba bien convencer a los demás y lo sabía. De hecho, era un genio. Era un hombre con una misión: Recuperar a su esposa. No iba a permitir que nadie se la arrebatara y, menos que nadie, un gigoló sudamericano. El ama de llaves le dio la bienvenida en la puerta principal. Bueno, dar la bienvenida no fue exactamente lo que hizo aquella mujer de pelo y piel oscuros. Más bien, lo miró de arriba abajo en actitud desafiante. Habría que despedirla.


–La señora Paula no está –le dijo.


A Marcos se le pasó por la cabeza darle un empujón y entrar. No era la primera vez que se veían y no se gustaban.


–No pasa nada –contestó tan tranquilo, como si tuviera todo el tiempo del mundo–. ¿Dónde está? Perdone, no recuerdo su nombre, señora…


El ama de llaves no se lo dijo. ¿Aquella imbécil no sabía comportarse o qué?

Loca por Tí: Capítulo 56

 –Ven aquí –le dijo Pedro tomando su linterna y dejándola en el suelo junto a la suya de manera que los haces de luz iluminaran las paredes de la cueva.


–Has conseguido que me enamore de tí –confesó Paula apoyando la cabeza en el pecho de Pedro.


–¿Es el título de una canción? –se burló él con cariño.


Paula lo miró a los ojos.


–Esto no estaba planeado, ninguno de los dos lo hemos buscado, pero ha ocurrido.


–Así es el destino –le dijo Pedro al oído.


–Te quiero –confesó Paula–. Estoy enamorada de tí, estoy enamorada de un hombre de otra tierra.


–No te dejaré nunca –le prometió Pedro con la voz tomada por la emoción–. Siempre estaremos juntos.


–¿Cómo lo vamos a hacer? –quiso saber Paula.


Pero Pedro la besó con tanta pasión que dejó de pensar.


–Vamos a tener que dar tiempo al tiempo –le dijo al cabo de un rato.


–Pronto estaré divorciada –le recordó Paula–. A lo mejor a tu familia no le hace gracia.


–Seguramente, así será –admitió Pedro–, pero mi vida la decido yo y, además, tú eres un ángel.


–¡No, no lo soy! –exclamó Paula, pues no quería que él la pusiera en un pedestal.


–Tienes razón, no lo eres. Eres una mujer, una mujer excepcional, una mujer de carne y hueso, mi mujer –añadió mirándola con deseo.


En un abrir y cerrar de ojos, y sin dejar de mirarla, le quitó la camiseta. Paula se preguntó si eran imaginaciones suyas o si la cueva estaba invadida por una luz dorada.


–¿Estás excitada? –le preguntó Pedro mientras la desnudaba con ternura y sin prisa.


–¡Estoy ardiendo! –confesó Paula.


Pedro la tumbó sobre la arena, que parecía terciopelo. No podía irse después de aquello. Claro que no. Lo suyo no era solo físico, aquella experiencia, aquella unión era espiritual. Se inclinó sobre ella y se bebió a besos las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas.


–Tenemos la capacidad de elegir, Paula –le dijo–. ¿Estás bien? ¿Lo que estamos haciendo te parece mal?


–¿Cómo me va a parecer mal si estamos juntos? –contestó ella consciente de que lucharía con uñas y dientes por el amor de su vida. Pedro.


Sabía que se había dejado manipular muchas veces y que le había dado miedo tomar lo que quería. Todavía no se sentía completamente segura de sí misma para hacerlo, pero casi. Tenía claro que ese era su objetivo.




No tuvo  dificultad para contratar un vuelo privado a Kooraki desde Longreach. Le cobraron bastante dinero, pero Marcos estaba decidido a hacer lo que quería hacer y no reparó en el gasto, pues tenía claro su objetivo: Que Paula volviera con él. Claro que lo iba a conseguir, lo tenía clarísimo y, cuando lo hiciera, la haría sufrir. No físicamente, por supuesto que no, nunca la había lastimado físicamente, pues era todo un caballero. Lo haría psicológicamente.

viernes, 28 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 55

 –¿Tienes miedo?


–Contigo, no. Estamos juntos –contestó sinceramente–. ¿Conoces la leyenda del yacimiento de Lasseter’s Reef?


–No –admitió Pedro encantando al ver que Paula estaba relajada y se había olvidado de su claustrofobia.


–Pues te la voy a contar.


–Te escucho, pero vamos abajo –le indicó guiándola hacia el centro de la cueva.


–Aún hoy día, no se sabe si de verdad existe –comenzó Paula preguntándose qué dirían Gonzalo y Florencia si la vieran allí–. En aquellos tiempos, el oro era el pilar del país. Había minas de oro por todas partes.


–Eso lo sé.


–Llegaba gente de todo el mundo buscando oro –continuó Paula–. Harold Lasseter era un joven buscador que se perdió en las montanas MacDonnell.


–¿En el Red Centre? –preguntó Pedro, que se moría por visitar aquel desierto con Ava.


Paula asintió.


–Fue hace mucho tiempo, allá por 1890. Mi familia ya estaba instalada por aquí, haciendo sus primeros pinitos con la ganadería. Bueno, a lo que vamos… Cuando lo encontraron, medio muerto de hambre y de sed, contó que había encontrado un yacimiento de oro y que tenía pruebas. Volvió tres años después al lugar donde estaba el oro, pero no lo encontró.


–Porque las brújulas estaban mal.


–¿Te sabes la historia?


Pedro se encogió de hombros.


–Algo he oído.


–Hubo otras expediciones, pero resultaba demasiado peligroso – continuó Paula–. El lugar era inhóspito y las tribus que lo habitaban no querían blancos por allí. El gobierno dejó de conceder permisos, pues no quería enfrentamientos y matanzas.


–¿Me lo estás contando para que vayamos nosotros a ver si lo encontramos? –preguntó Pedro en tono divertido.


–Mucha gente dice que el yacimiento de oro sigue ahí, intacto – insistió Paula avanzando muy despacio y sin tocar nada–. ¡Esto es una preciosidad! Parece de otro mundo…


–Y lo mejor es que estamos solos –contestó Pedro–. Por fin. Me caen bien tus padres y me lo he pasado muy bien con ellos, pero me moría por quedarme a solas contigo –confesó tomándola de la mano y tirando de ella para que se sentaran en el suelo.


–¿Quieres hacer el amor? –le preguntó Paula mientras Pedro le quitaba el pañuelo que llevaba en la cabeza.


–¿Y lo preguntas?


–Estamos en un lugar sagrado…


–Y lo que sentimos también es sagrado, ¿No? –insistió Pedro con ternura–. Tú me amas y yo te amo.


Paula sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. Esperó a que su voz interna la urgiera a no hacerlo, pero no sucedió. Todo estaba en silencio. Aquello era un sueño.


Loca Por Tí: Capítulo 54

 –Por supuesto, pero te aseguro que no es peligroso. A lo mejor, si nos internáramos mucho hacia el centro, sería peligroso, pero, hasta donde yo he llegado, no lo es –insistió–. No temas, conmigo estás a salvo. Tienes que entrar, Paula, no sabes lo que te pierdes.


Estaba tan emocionado y contento como Howard Carter debía de haber estado al descubrir la tumba de Tutankamon noventa años antes. Paula se dijo que, con Pedro a su lado, podía vencer todos sus miedos.


–Te sigo.


El pasadizo era estrecho y Paula tuvo un leve acceso de claustrofobia y le entraron ganas de gritar, pero no lo hizo porque olía muy raro. ¿Qué sería aquello? Era como una mezcla de sal, arena, pescado… De repente, el pasadizo se abrió y fueron a dar a un espacio enorme. Estaban sobre una roca caliza de unos diez metros cuadrados. Había muchas parecidas y todas apuntaban hacia el centro del lugar. Ella se dió cuenta de que parecía un teatro. Era una preciosidad. Echó los hombros hacia atrás y se dió cuenta de que respiraba casi con normalidad. Pedro, a su lado, le pasó el brazo por los hombros. Estaba completamente enamorada de aquel hombre y con él había nacido una nueva Paula.


–¿Qué te parece? –le preguntó.


–Madre mía, esto es mágico –admitió Paula.


Había estalactitas colgando del techo y estalagmitas que subían desde el suelo y formaciones churriguerescas de barro que adoptaban formas caprichosas. En un rincón, había una que parecía un órgano. El olor a mar era penetrante, pero no había agua por ninguna parte.


–¿A que es formidable? –le preguntó Pedor muy sonriente.


Paula asintió boquiabierta. No se podía creer lo que estaba viendo, era de una belleza sin igual. Aunque tenían dos linternas, no las necesitaban porque había una claridad tal que parecía que entrara el sol por el techo.


–Todo esto está protegido, ¿Verdad? Supongo que estará considerado Patrimonio Natural –observó Pedro.


–Así es –contestó Paula–. No se puede tocar absolutamente nada. Madre mía, han hecho falta millones de años para que se formara lo que estamos viendo…


–¿Aquí estaba su mar interior?


–Puede ser… –contestó Paula–. Seguro que los aborígenes descubrieron este lugar y transmitieron el secreto de generación en generación. ¿Y qué me dices de las pepitas de oro de la cueva de Gonzalo?


Pedro sonrió.


–Pirita de hierro.


Paula miró el órgano.


–A lo mejor, no deberíamos estar aquí. ¿Y si es un lugar sagrado y lo estamos profanando de alguna manera?

Loca Por Tí: Capítulo 53

Pedro no pensaba en el miedo de Paula, pues estaba completamente concentrado en ver lo que tenía delante. No le parecía especialmente peligroso aunque había un olor extraño, como si el aire llevara millones de aire sin ventilación. Era fácil avanzar por el túnel aunque se hacía un poco largo, la verdad. Sabía que, en aquellos momentos, estaba bajando. Doce minutos después, según su reloj, se encontró en una cámara en la que pudo ponerse en pie. Había rocas caídas desde los lados hacia el centro. Aquella era la cámara de Gonzalo. Enfocó la linterna hacia el techo. No había pinturas. La superficie del techo parecía pulcra y aterciopelada. ¿Por efecto del agua? Aquel continente había albergado un enorme mar interior en la prehistoria. Por eso dibujaban cocodrilos y peces, claro. La temperatura había bajado varios grados. Enfocó la linterna hacia el suelo y vió que había pepitas de oro entre la arena.


–¡Increíble! –exclamó.


Supuso que Gonzalo habría exclamado algo parecido. Su amigo había decidido no avanzar más, pero él quería seguir. Sin arriesgarse, pero seguir un poco más. No quería que Paula se angustiara, pero debía de haber un montón de cuevas conectadas, así que alumbró hacia el siguiente pasadizo, que era realmente estrecho para un hombre de su tamaño.


Paula pensó en ir tras él, pero descartó la idea, pues odiaba los espacios reducidos. Ni siquiera le gustaban los ascensores. No le quedaba más remedio que confiar en Pedro, como en otro tiempo había confiado en Gonzalo, pero ya habían pasado cuarenta minutos. Se preguntó cuánto más debía esperar, cuánto más podía confiar. Los hombres eran así, siempre buscando aventuras, siempre desafiando a la muerte. Las mujeres, por el contrario, eran más precavidas y prudentes. Por eso, las mujeres no eran capaces de iniciar guerras. Recordó, entonces, que ella también era temeraria a veces, como cuando se le había ocurrido comenzar a jugar al polo. Oh, su abuelo había puesto el grito en el cielo, pero a ella le había dado exactamente igual. Se le daba bien porque amaba a los caballos y ellos la amaban a ella, no había caballo sobre la faz de la tierra que no pudiera montar, se entendía a las mil maravillas con ellos. Un cuervo graznó y se acercó a la entrada de la cueva. Paula se asustó y gritó y el pájaro se fue tan repentinamente como había llegado. Se puso en pie. Estaba nerviosa. Entonces, oyó ruidos y vió la luz. Gracias a Dios. Era Pedro.


–¡Pedro! –gritó corriendo hacia él, que salía cubierto de polvo.


Pedro se puso en pie. Estaba radiante.


–Tienes que entrar conmigo –le dijo inmediatamente–. ¡Es increíble! ¡Nunca he visto nada igual!


–¿Qué es? ¿Qué hay? –quiso saber Paula.


–No te lo digo, lo tienes que ver tú misma –contestó tomándola de la mano–. El pasadizo de entrada es estrecho para mí, pero tú cabes perfectamente.


–¿Me puedo negar?

Loca Por Tí: Capítulo 52

 –Puede ser peligroso –le recordó ella–. Gonzalo nunca lo ha hecho.


–Solo voy a explorar un poco –le aseguró besándola por todo el rostro.


–Bueno, pero yo no pienso ir. Ya te he dicho que tengo claustrofobia.


–¿Cómo que no? ¡Tienes que venir conmigo! Así me controlaré más y no cometeré locuras. Recuerda que soy un aventurero, me gusta escalar montañas y volcanes activos.


–Aunque estés acostumbrado a Los Andes, esto puede resultar peligroso –insistió Paula.


Pedro le acarició la mejilla.


–Te prometo que no voy a cometer ninguna locura. ¿Cómo iba a hacer una cosa así sabiendo que tú me estás esperando fuera?


Paula seguía temiendo que podía ser peligroso, pero no había manera de parar a un hombre como Pedro Alfonso. Habían llevado sombreros porque fuera de la cueva el sol calentaba con fuerza. Dentro, sin embargo, hacía frío, así que él se quitó el sombrero y encendió la linterna. Al instante, el cocodrilo del techo y las demás criaturas cobraron vida. Paula no pudo evitar pensar en las toneladas de piedra que tenían encima de sus cabezas y recordó lo que le había sucedido a Joan Lindsay. La idea de perder a Pedro, el hombre al que amaba, hizo que el corazón comenzara a latirle aceleradamente.


–Dame tu bendición –le dijo Pedro.


Paula abrió la boca para decir algo, pero no pudo.


–No te preocupes, con un beso será suficiente –sonrió Pedro.


–Estás loco –murmuró Paula.


–Por tí –contestó Pedro besándola.


Acto seguido, se despidió de ella y se acercó a la entrada del túnel y se agachó para comenzar su exploración. Paula sabía que, tras avanzar un buen rato a gatas, se llegaba a una cámara en la que te podías poner de pie. Gonzalo se lo había contado. También sabía que había innumerables pasadizos que se comunicaban los unos con los otros creando un laberinto en el que resultaba fácil perderse, pero Pedro necesitaba saciar su curiosidad. Ella se sentó en la arena y apoyó la espalda en la pared. Al cabo de unos minutos, se dió cuenta de que estaba aguantando la respiración, de que a su alrededor no había más que silencio, no oía a Pedro. Se preguntó si los dioses aborígenes los considerarían intrusos.  ¿Y si oscurecía y él no había vuelto? ¿Y si desaparecían los dos como las colegialas? Paula se dijo que debía mantener la calma. A Gonzalo no le había pasado nada cuando había entrado. Claro que tampoco había tenido intención de ir muy lejos. Para empezar, porque su abuelo habría montado en cólera si le hubiera pasado algo a su heredero.

Loca Por Tí: Capítulo 51

 –Quiero que seas feliz. Rezo para que lo seas porque te lo mereces. Eres una mujer de gran belleza interior y exterior. Además, eres una hija maravillosa. No permitas que Marcos te intimide. Sé que te ha manipulado en el pasado aunque tú no hayas dicho nada. Gonzalo y Brenda estarán de vuelta para cuando se cumpla su separación legal, el año y un día que marca la ley. Además, nos tienes a mí y a tu padre. Seguir casada con un hombre al que no amas es una tortura, nosotros te comprendemos y te apoyamos. El divorcio es ya casi un hecho, sigue adelante. Ya casi lo tienes, casi has conseguido salir de esto.


–Casi, mamá –contestó Paula con una sonrisa un tanto melancólica.


Tenía que ir a buscar a Pedro. Tras despedir a sus padres, habían comido juntos y habían quedado para ir a visitar ciertas zonas de la propiedad por la tarde. Paula estaba viviendo momentos eufóricos y tenía la sensación de que el universo entero había cambiado. Claro que tampoco le extrañaría que todo volviera a como era antes, pues las historias de amor siempre empezaban teniendo muchas esperanzas y, a veces, no se cumplían. Le había pasado incluso con Pedro. Claro que con él no había sentido nunca euforia, había tenido esperanzas, sí, pero euforia nunca. Pensó en llevar a Pedro a ver Malyah Man, una formación rocosa sagrada para los aborígenes. Era un lugar precioso, la piedra medía más de dos metros y era una cabeza aborigen. Se parecía a las de la Isla de Pascua. El lugar estaba en el interior y a Paula siempre le había llamado poderosamente la atención. Incluso la sobrecogía un poco, pero, aun así, le gustaba. Cambiaba de color según le diera la luz del día. A mediodía era de un rojo intenso que se iba tornando marrón a medida que entraba la tarde. Al atardecer, era de un morado precioso. Ella había visto la formación en todos sus colores. Nadie sabía por qué estaba allí sola, en mitad de la nada. Encontró a Pedro en la despensa, agachado frente a un cajón.


–Ven, acércate –le dijo.


Paula lo miró y le pareció que estaba más guapo que nunca. ¿Qué haría si desapareciera de repente de su vida? «Todo tiene un precio», se dijo. Lo sabía perfectamente. Quizás tuviera que pagar el precio del dolor cuando se produjera la separación aunque no se había acostado con él como sospechaba su madre. Después de la pasión de la noche de la boda de su hermano, habían estado todos los días con sus padres y habían tenido que mantener las distancias. Pero ahora estaban solos.


–¿Qué buscas? –le preguntó.


–Necesito una linterna –contestó Pedro–. La más potente que tengan.


–Están en el cajón –le indicó Paula señalando el lugar en cuestión–. Las tienes de todos los tamaños y potencias.


–¡Esta! –exclamó Pedro.


Al ver que se trataba de una linterna resistente al agua, Paula comprendió para qué la quería.


–¿No irás a entrar en la cueva? –se alarmó.


–Tranquila, Paula, voy a tener mucho cuidado –la tranquilizó Pedro acercándose y tomándole el rostro entre las manos.

miércoles, 26 de julio de 2023

Loca Por tí: Capítulo 50

Paula suspiró.


–Ya lo sé, mamá. Lo único que me ha dicho es que esperaremos.


–¿Y eso qué quiere decir?


–No se lo he preguntado –confesó Paula–. No me puedo creer lo que me está sucediendo y necesito tiempo para integrarlo. Esto es un milagro. Jamás imaginé que podría sentir lo que estoy sintiendo. Había llegado a pensar incluso que era fría y calculadora. No te rías, Marcos se pasaba el día diciéndome cosas así. No me atrevo a creer que mi historia con Pedro pueda salir adelante. Lo cierto es que no me atrevo a creer que el divorcio se haga efectivo sin obstáculos. Temo que Marcos esté tramando algo, que quiera poner impedimentos, que intente parar mi demanda de divorcio por mi relación con Pedro.


–¿Y cómo se va a enterar? Estamos a miles de kilómetros de él. Marcos no sabe nada… Aunque es verdad que Karen siempre ha sido su confidente. ¿Estás segura de que no le gusta?


Paula negó con la cabeza.


–A Marcos nunca le ha parecido atractiva. De hecho, la encuentra demasiado delgada y le he oído decir cosas desagradables sobre ella, pero la utiliza.


–Karen podría contarle lo de su famoso baile –reflexionó Alejandra.


–¿Tú también te has enterado?


–Por supuesto –se rió su madre–. Siempre has bailado muy bien, pero, según dicen, esa noche estuviste especialmente inspirada.


Paula la miró risueña.


–Ya sabes que, cuando bailas con una persona con la que te compenetras, todo sale mucho mejor y Pedro lleva el tango en la sangre.


–¡Me encantaría verlos bailar! Tienen  que volver a bailar para que yo los vea –dijo Alejandra poniéndose en pie–. La boda ha salido perfecta y Gonzalo y Brenda lo están pasando en grande en su luna de miel –añadió más contenta todavía al sospechar que su hija había encontrado al hombre de sus sueños–. ¿Cuándo se vuelve Pedro a casa? Ya que está aquí, podrían aprovechar para hacer un poco de turismo, ¿No? Creo que quería ver Uluru y Kata Tjuta –sugirió yendo hacia la puerta.


–No lo sé –contestó Paula–. No le pregunto, no le quiero presionar.


Evidentemente, se había planteado la pregunta de cuándo tendría Pedro que volver a su país y cómo afectaría aquello a su relación. ¿Estaría ella dispuesta a dejar Australia por él? No lo sabía, no quería adelantarse. Primero tenía que estar segura de que él la quería. De ser así, todo lo demás se resolvería solo. 


Alejandra abrazó a su hija.

Loca Por Tí: Capítulo 49

¿Qué estrategia debía adoptar? ¿Hacerse el marido herido? ¿Intentar ganarse la simpatía del gigoló si seguía allí cuando él llegara? Al fin y al cabo, seguía siendo el marido. La demanda de divorcio todavía no se había presentado. Todavía se podían reconciliar. Paula sabía lo que tenía que hacer, sabía que se debía a él, que era su marido. Seguro que el gigoló lo entendía porque, al fin y al cabo, él no estaría buscando una relación seria. Vivía en Argentina y Marcos sabía que Paula no se iría a vivir allí nunca porque no podía soportar la mera idea de estar lejos de su familia. Menuda blandengue. Aun así, veinte minutos después, seguía sentado en el mismo sitio, con la mirada fija en una fotografía de la que todavía era su esposa. Todavía tenía su fotografía enmarcada en la mesa de trabajo, tanto en casa como en el despacho. Se consoló diciéndose que conocía muy bien a Paula y sabía que jamás se acostaría con un desconocido, pues era muy prudente. No, claro que no. Paula tenía cientos de admiradores que hubieran dado lo que fuera por pasar una hora con ella, pero siempre había sido fiel. Confiaba en ella completamente. Él, por supuesto, había tenido sus aventuras, había estado con otras mujeres, pero eso era diferente porque los hombres eran diferentes y tenían otras necesidades. 



Sus padres se quedaron unos días. Les caía muy bien Pedro, que les parecía un joven excepcional que amaba a su familia y a su país.


–Pedro es una persona sensible –le comentó Alejandra a su hija–. Resulta muy atractivo.


Ella y a su marido se habían reído mucho gracias al sentido del humor de Pedro, que les había contado cosas fascinantes sobre Argentina y sobre su familia. Además, los había invitado a su casa si iban por su país algún día. La invitación había sido tan afectuosa que los padres de Paula consideraron seriamente la posibilidad de ir porque les encantaba viajar. La misma mañana que se iban, Alejandra quiso hablar con su hija en privado.


–Estás enamorada de él, ¿Verdad? –le preguntó con naturalidad.


Paula tomó aire. Sabía que su madre se lo iba a preguntar.


–Estoy siendo educada y buena anfitriona.


Alejandra se rió.


–Cariño, a mí no me engañas. Soy tu madre. Entiendo perfectamente que te hayas enamorado de él. Lo tiene todo –le confesó–. Tiene todo de lo que Marcos carece.


Paula miró por la ventana.


–Sí, lo tiene todo, es verdad. ¿Crees que él también está enamorado de mí?


Alejandra sonrió.


–Yo creo que lo de ustedes ha sido un flechazo mutuo. Tu padre opina lo mismo. Él también está muy contento. Cuanto más intenten frenar lo que sentís, más intenso será. ¿Te has acostado con él?


Paula se sonrojó.


–¡Mamá!


–Perdón –se disculpó Alejandra–. Es que te veo tan radiante… ¿Qué dice él de su futuro? Lo pregunto porque está muy unido a su familia y a su país.

Loca Por Tí: Capítulo 48

Lo primero que hizo Macros Fernandez aquella mañana al despertarse, después de haber pasado otra noche malhumorado, fue consultar su correo electrónico. Esperaba tener información de Karen, que era una buena amiga. Debería haberse casado con ella y lo habría hecho si no hubiera sido porque no tenía ningún atractivo sexual, algo que a Paula le sobraba. ¡Y ella sin darse cuenta! Estaba furioso, y sus padres también, porque no los habían invitado a la boda de Gonzalo con la hija de aquella mujer, que era lo que para él siempre sería Brenda. Ironías de la vida, ahora era la señora de Kooraki y esposa del hombre que gestionaba la inmensa fortuna de los Chaves, la misma Brenda que siempre lo había mirado con desprecio. ¡Zorra! Karen también la odiaba. Tenía cinco mensajes en la bandeja de entrada, pero solo le interesaba uno, así que lo abrió y lo leyó. Así que su mujercita se lo estaba pasando en grande, ¿Eh? Acto seguido, abrió el adjunto, preguntándose qué sería. Lo que vio le hizo dar un puñetazo en la mesa. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo se atrevía? Marcos sintió que la furia se apoderaba de él. En su matrimonio, siempre había mandado él, tanto física como psicológicamente. Ella nunca se había rebelado, nunca había protestado excepto cuando le había sugerido hacer algo un poco fuera de lo normal en la cama. ¡Siempre tan estrecha! La primera vez que la había visto rebelarse contra alguien había sido contra el bastardo de su abuelo para casarse con él y la segunda había sido cuando lo había abandonado, lo que lo habría destrozado si no hubiera sabido que la podía obligar a volver con él o a pagar muy caro aquel atrevimiento. No estaba dispuesto a permitir que nadie lo abandonara. Ni siquiera la rica heredera Paula Chaves Fernandez. Iba a pagar muy cara su falta de lealtad. Estaba como loco por hacérselo pagar.


Marcos apretó los puños y apretó las mandíbulas. Al hacerlo, se mordió la lengua. La boca le sabía a sangre. En el adjunto había tres fotografías de su mujer bailando con un gigoló sudamericano, un hombre muy guapo mezcla de actor y jugador de polo. No se podía creer lo que estaba viendo. ¡Su Paula bailando así! Parecía una bailarina profesional, contorneándose de aquella manera. Era un tango, no había que ser muy listo para darse cuenta. Y allí estaba su preciosa y frígida mujercita bailando con otro hombre algo que jamás debería haber bailado con nadie. ¡Seguía siendo su esposa, maldición! No tenía derecho a dejarlo en ridículo de aquella manera. ¡Claro que no! El arrogante de Gonzalo estaba de luna de miel con su insufrible esposa. Ojalá les estuvieran pasando todo tipo de calamidades: Mal tiempo, comida en mal estado, equipaje perdido, lo que fuera para que se les fastidiara el viaje. Odiaba a su cuñado y ahora odiaba también a su hermana y esposa, pero la seguía deseando. Oh, sí, quería volver con ella porque le gustaba su vida conyugal, le encantaba controlarla. Paula lo había hecho sufrir y ahora él tenía derecho a hacerla sufrir a ella. El gigoló no iba a ser obstáculo aunque se quedara unos días después de la partida de los padres de Paula y eso era fácil de averiguar cuándo ocurriría. Luego, con volar a Kooraki estaba todo solucionado.

Loca por Tí: Capítulo 47

 –Contigo, todo es natural –le aseguró mientras Pedro le besaba la cara interna de la muñeca.


–Como debe ser –contestó él tomándole el rostro entre las manos y besándola.


Pedro estaba loco de deseo, pero no quería seducirla. El afecto y la ternura que sentía por ella eran iguales o más fuertes que el deseo que aquella mujer le inspiraba, así que dejó de besarla para empezar a controlarse, pero sus manos todavía no habían recibido el mensaje y, con vida propia, comenzaron a recorrer su cuerpo, su cintura, sus caderas, sus muslos, sus piernas.


–Eres perfecta –murmuró.


El aroma sensual que desprendía el cuerpo de Paula fue más que suficiente para hacer que el sexo de Pedro se endureciera. No pudo hacer nada para impedirlo. Hacer el amor sin penetración era todo un reto para un hombre, pero él estaba dispuesto a intentarlo. Ella se hizo a un lado para dejarle sitio en la cama. Sentía las manos de Pedro por el cuerpo, sobre el sujetador y las braguitas, lo que se le antojaba de un erotismo sin precedentes en su experiencia. En un momento dado, sintió la brisa sobre los senos y se dio cuenta de que estaban desnudos. Hacer el amor con Pedro era una experiencia hechizante. Paula oía sus propios gemidos. Lo único que existía en el mundo era el deseo, el deseo de ella hacia él, el deseo de él hacia ella. Permaneció con los ojos cerrados, perdida en un mundo de sensaciones exquisitas. Paula se encontró de pronto aferrándose a la espalda desnuda de Pedro, deseosa de darle a él tanto placer como él le estaba entregando a ella. Hacía ya un rato que Pedro se había quitado la camisa y que sus cuerpos yacían entrelazados, revolcándose en la misma cama, buscando el placer juntos. Dos cuerpos al rojo vivo, implorando. Pedro quería conocer sus lugares más secretos y ella se lo estaba permitiendo. A él no le estaba resultando fácil no dejarse llevar hasta las profundidades de aquel cuerpo adorado, pero seguía dispuesto a hacerlo.


–Paula, voy a parar –le dijo besándola en un hombro.


Paula abrió los ojos.


–De acuerdo –le dijo acariciándole la mejilla.


Hacer el amor con él, aunque no hubieran llegado hasta el final, había sido agonía y éxtasis todo en uno, un rapto demasiado extravagante para ser descrito. Se había quedado maravillada y agradecida ante la capacidad de control de su amante. Pedro se tumbó boca arriba junto a ella y se quedó mirando el techo.


–Supe desde el principio, desde la primera vez que te ví, que eras para mí –murmuró.


–A mí me pasó lo mismo –confesó Paula desde el corazón.


El destino había hecho el resto. Paula sabía que, una vez entregado el corazón, es difícil recuperarlo y ella acababa de entregar el suyo.

Loca por Tí: Capítulo 46

Pedro comenzó a acariciarle los labios con la yema del dedo pulgar. Las sensaciones hicieron que Paula se estremeciera y abriera la boca para acariciarlo con la lengua.


–No tengas miedo –le dijo Pedro.


–Pedro, en teoría, sigo estando casada –contestó Paula con voz tensa.


–Marcos y tú ya no existen–contestó él con decisión–. Ahora somos tú y yo.


–Pero ¿Cómo lo vamos a hacer? Te irás en breve. Puede que te olvides de mí. Aunque me digas que me vas a llamar y a escribir por correo electrónico, puede que, cuando estés en Argentina de nuevo, todo cambie. Puede que te dejes llevar por los asuntos que tienes allí. Dijiste que tu padre y tú tienen grandes proyectos –se preocupó Paula, consciente de que podía quedarse sin nada y con el corazón roto.


–Esperaremos –contestó Pedro.


¿Estaba de acuerdo ella con esa propuesta? ¿Por qué no tenía voz de repente? Pues claro que tenían que esperar. Aunque Marcos no les complicara la vida y todo fuera bien con la demanda de divorcio, este no sería efectivo hasta un mes y un día después de presentada aquella, así que tenían que esperar. Pero Pedro y ella estaban en un punto sin retorno. Lo supo en el mismo instante en el que se encontró ante su puerta. Y él la estaba esperando. Los dos tenían claro lo que iba a suceder. «¿Y acaso no era esto lo que yo quería?», se preguntó. Cuando la boca de Pedro se inclinó sobre la suya, Paula sintió que el deseo se apoderaba de ella. Él la besó por el pelo, en la frente, en la nariz y en las mejillas. Ella echó la cabeza hacia atrás para que pudiera besarla por el cuello, lo que él hizo gustoso antes de volver a posar sus labios sobre su boca. Con aquel hombre no había que fingir nada, nada era mecánico, no se sentía sola ni utilizada. Pedro había encendido la luz de su pasión interna. Pura pasión. ¿Cuántas veces en la vida se encuentra una con un hombre con el que se siente así? Paula lo dejó hacer, permitió que él le quitara el vestido, dejándola cubierta solamente con la combinación color malva también. Paula sentía que le pesaban las piernas, como si se quisieran doblar, como si tuviera la imperiosa necesidad de tumbarse. Pedro debió de darse cuenta porque la tomó en brazos y la depositó con dulzura sobre la cama.


–No te haría daño por nada del mundo, Paula –murmuró mirándola con fuego en los ojos–. Solo quiero amarte, darte placer. Estoy dispuesto a esperar. No temas. Si sientes que estoy yendo demasiado lejos, solo tienes que pedirme que pare y pararé. Quiero hacerte el amor con total naturalidad –añadió con ternura.


Paula sentía un sinfín de sensaciones por todo el cuerpo y cerró los ojos para disfrutarlas. Sentía calor en el sexo, pero sabía que no era el momento para un encuentro.

lunes, 24 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 45

Paula deseaba que el tiempo que le quedaba para poder presentar la demanda de divorcio pasara cuanto antes, pero todavía tenía unos meses por delante y tenía al enemigo metido en casa, su prima Karen. Por alguna extraña razón, Marcos quería que volviera con él. Debía de ser por su afán de controlarla. Sí, hasta a los mejores hombres les gustaba controlar a las mujeres. Si se arriesgaba a tener una aventura con Pedro, podía pagar un alto precio. «¡Pero merece la pena!», se dijo. Sin hacer ruido, tomó las escaleras de atrás para que nadie la viera. ¿Por qué se estaba arriesgando tanto? Estaba jugando con fuego. Estaba descontrolada. Sabía que Pedro no se había acostado. Aunque se habían dado las buenas noches hacía media hora, seguía habiendo luz en su habitación. Lo sabía porque se colaba por debajo de su puerta. Se quedó parada en el pasillo, mirando el suelo iluminado. Reinaba el silencio. Todo el mundo dormía. Se acercó de puntillas a la puerta de la habitación de Pedro. Solo se oía el rumor de la falda de su vestido al rozarle los tobillos. El corazón le latía desbocado y se tuvo que apartar el pelo de la cara varias veces. «Pero ¿Qué estoy haciendo?». Aquella pregunta llegada desde lo más profundo de su cabeza la hizo dar un paso atrás. «Todavía no tengo el divorcio de Marcos». Se quedó parada. «Si me pillan y me castigan, lo tendré bien merecido». En ese momento, como dejándose llevar por un bien agudo sexto sentido, Pedro abrió la puerta, la tomó entre sus brazos y la hizo pasar a su habitación. Paula sintió un escalofrío por todo el cuerpo, un escalofrío exquisito, y comenzó a sonrojarse de pies a cabeza. Se sentía radiante, intoxicada, temerosa.


–Pedro, ¿Qué haces? –le preguntó con voz trémula.


–Esperarte. ¿Qué iba a hacer? –contestó él mirándola de manera inequívoca.


Paula llevaba el pelo suelto de manera sensual, lo miraba con los ojos muy abiertos y le latía el pulso en la base del cuello, lo que lo excitaba sobremanera.


–¡Dios mío, esto es una locura! –murmuró Paula.


–Sí, pero es mucho mejor que no hacer nada –contestó Pedro estrechándola entre sus brazos–. Mis padres se dejaron llevar cuando eran jóvenes por una locura parecida, pero ellos lo llamaban «Amor».


A Paula se le pasaron varias palabras de protesta por la mente, pero no verbalizó ninguna. Sabía perfectamente que estaba jugando con fuego y que tenía que tener cuidado, pero no podía pensar con claridad cuando estaba cerca de él, así que elevó el rostro como una flor que quiere que el sol la bañe.


Loca Por Tí: Capítulo 44

 –Qué bien bailas, Pedro –le dijo en un rapto de placer.


–Tú también, pero tu estilo es un poco demasiado formal. Ven aquí –le dijo apretándola contra sí, haciendo que sus pechos entraran en contacto con su tórax–. Relájate, relájate por completo –le indicó–. Sígueme. El tango argentino requiere mucha improvisación. La emoción es muy importante. Eso a nosotros nos sobra, ¿Verdad?


Paula se sentía embelesada. ¿Se refería a ellos? Todavía le fallaba la seguridad en sí misma y las intervenciones de Karen no le estaban ayudando en absoluto. Estaban bailando en la parte más alejada de la terraza. El cuerpo de Pedro, tan musical y rítmico… No había experimentado jamás nada tan sublime. La forma de bailar de él hacía que la suya mejorara. Siempre le habían dicho que bailaba muy bien, pero aquello estaba siendo mucho más que baile, aquello era una comunión de sus cuerpos y de sus almas. Nadie los interrumpió. Los demás estaban concentrados en lo suyo, como ellos, pero no paraban de mirarlos. Era como una clase de nivel avanzado en la que los alumnos siguen a los profesores. Poco a poco, los demás bailarines se fueron retirando hasta que solo quedaron ellos en la terraza, como si se tratara de un escenario. Qué apasionado y divertido era el tango. Los aplausos que siguieron a su interpretación fueron sinceros.


–¡Bravo! ¡Bravo! –les gritaron.


–Jamás he visto a nadie bailar el tango como a ustedes –les dijo una Moira O’Farrell visiblemente emocionada–. Paula, no sabía que bailabas tan bien. ¡Qué sexy!


–Hoy es un buen día para liberarse –contestó Pedro.


Lo cierto era que todos se habían quedado extasiados ante la nueva Paula, que había pasado de serena y tranquila a apasionada y sexy por obra y arte del tango. Por supuesto, bailar con un argentino ducho en el tema era importante, pero, aun así, todos quedaron impactados por lo que habían visto. Aquello había sido pura seducción. La fiesta terminó alrededor de las tres de la madrugada. El grupo había dejado de tocar una hora antes y había llegado el momento de dormir un poco antes de incorporarse al brunch que se serviría a partir de las ocho de la mañana. Los invitados mayores se habían ido retirando hacía tiempo. Ahora, les llegaba el momento a los más jóvenes. Paula se quedó hasta el final para asegurarse de que todo iba bien. Sus padres se habían ido a dormir a la una, después de declarar abiertamente lo bien que lo habían pasado y lo bien que había salido todo.


–No sueles ver mucho a Karen, ¿Verdad, cariño? –le preguntó su madre al despedirse con un beso.


–No, la verdad es que no –contestó Paula sinceramente.


–Bien, me alegro. Nunca me gustó esa chica. En eso estoy de acuerdo con tu difunto abuelo, que nunca la tuvo en gran estima tampoco. Tú tienes tu vida y ella, la suya. No confío en ella, así que ten cuidado –le aconsejó antes de irse.


Paula apagó las luces de la pista de baile, pero dejó algunas lámparas encendidas. No quedaba nadie más. Era extraño, pero no se sentía cansada. Más bien, todo lo contrario. Tenía exceso de energía y sabía perfectamente de dónde le venía. Qué tortura desear tantísimo a una persona y tener que mantener las distancias.

Loca Por Tí: Capítulo 43

Pedro se sirvió un vodka antes de ir en busca de Paula, que había desaparecido. La encontró en la terraza, bailando con un polista que era un amigo de su familia de toda la vida y, según le pareció a Pedro, un admirador suyo de toda la vida también.


–¿Me permites, Juan? –le preguntó tocándole el hombro y recordando su nombre–. Paula me ha prometido un baile.


–¿Eso quiere decir que a mí ya se me ha acabado mi tiempo? – contestó el otro en tono agradable–. Está bien –cedió riéndose.


–Muchas gracias –sonrió Pedro tomando a Paula entre sus brazos y acomodándose rápidamente a la romántica cadencia de la melodía–. Te vas en cuanto me ves.


Paula lo miró encandilada.


–Ha sido porque he visto que Karen se sentaba a tu lado y no he querido interrumpirlos.


Pedro suspiró exageradamente.


–¡Por favor, la próxima vez interrúmpenos!


–¿Qué te ha contado esta vez? –quiso saber Paula.


–No preguntes –contestó Pedro bajando la voz y acercándola un poco más a su cuerpo a pesar de la tensión sexual que aquello le ocasionaba.


–A lo mejor Karen debería plantearse hacerse detective privado –recapacitó Paula en voz alta.


–Se le daría muy bien –opinó Pedro.


–¿Qué te ha contado? –insistió Paula, contenta de que su prima se fuera al día siguiente.


–Lo de siempre –contestó Pedro encogiéndose de hombros–. Que tu marido quiere que vuelvas con él –confesó–. ¿Cuánto hace que te has separado de él, por curiosidad?


–¿No te lo ha dicho Karen? –bromó Paula con la sensación de que las demás parejas no existían, de que solo estaban ellos bailando.


–No me interesa lo que me dice Karen –puntualizó Pedro–. Solo me interesa lo que viene de tus labios.


–¿Por qué estamos hablando de esto precisamente hoy? –se quejó Paula con un suspiro.


–¿Por qué no hacerlo cuando es importante para mí? –le preguntó Pedro.


Paula cedió.


–Nos faltan dos meses para poder pedir el divorcio –contestó–. Es decir, nos faltan dos meses para cumplir el año y un día que marca la ley. Mi abogado tiene orden de presentar la demanda al día siguiente. Marcos no tiene nada que decir sobre mi vida. Soy completamente libre.


–¿Crees que el juez te lo dará? –le preguntó Pedro parándose y mirándola fijamente.


–¿Por qué no me lo iba a dar? Mi abogado, que es muy bueno, no ve ningún problema.


–A lo mejor a tu marido se le ocurre ponértelo difícil –aventuró Pedro sintiendo su cuerpo bajo el vestido.


La música se había parado y se estaba reiniciando en aquellos momentos. Nada más y nada menos que un bolero. Los cuerpos de Pedro y Paula volvieron a encontrarse y se dejaron llevar por el ritmo.


–Tengo que tener cuidado, es verdad –admitió Paula–. Los dos sabemos que Karen le va a ir con el cuento a Marcos en cuanto llegue a casa. Si no se lo ha contado ya. He llegado a la conclusión de que mi prima me quiere hacer daño. Qué pena.


Pedro se dijo que jamás había deseado a una mujer como deseaba a Paula en aquellos momentos. Cuando estaba con ella, se sentía completo.


–¿Cuándo se va? –quiso saber.


–Mañana a mediodía.


El grupo estaba interpretando ahora un tango y Paula se encontró descubriendo las diferencias entre el tango de salón que a ella le habían enseñado y el tango de verdad bailado con un argentino fogoso y atrevido.

Loca Por Tí: Capítulo 42

 –¿Esperabas que te lo tirara a tí? –le contestó con cierta ironía.


–¡No, no, qué va! –exclamó Karen–. Yo no tengo ninguna prisa por casarme. Lo que quiero decir es que Paula ya está casada. En Australia, el asunto del divorcio está muy normalizado. Para considerar que estás divorciada, tienes que llevar un año y un día separada de tu marido. Para qué habrán puesto lo del día, me pregunto… Bueno, en cualquier caso, tiene que pasar ese tiempo para que puedas pedir el divorcio. No sé si lo sabes, pero ese tiempo no ha transcurrido todavía.


–¿Por qué me cuentas todo esto? –le preguntó Pedro mirándola fijamente y deseando alejarse de aquella mujer.


Karen forzó una risa.


–¡Fíjate que se me había pasado por la cabeza que Paula y tú estaban a punto de tener una aventura!


Pedro se dió cuenta de que las intenciones de Karen no eran buenas.


–¿De verdad? ¿Y a tí qué más te da? Lo digo porque no es asunto tuyo –le espetó.


Karen se dió cuenta de que estaba enfadado.


–Sí, sí es asunto mío. Es asunto mío porque me preocupo por mi prima… Y por Marcos, por supuesto. Su marido la adora.


–Parece ser que ella no opina lo mismo –contestó Pedro con sarcasmo.


–Todos los que los conocemos lo tenemos clarísimo –insistió Karen–. Marcos besa por donde ella pisa. Es su princesa.


–Entonces, me estás diciendo que el divorcio es culpa de Paula, ¿No?


Karen suspiró.


–¿Quién ha hablado de culpa? No, yo no he dicho eso, pero Paula es una criatura frágil. Siempre lo ha sido.


–Entonces, necesitará a su lado a un hombre fuerte, un hombre de verdad y no a tu Marcos –sugirió Pedro poniéndose en pie–. ¿Te ayudaría saber y aceptar que no puedes soportar los celos que tienes de Paula? Es una mujer bellísima que está pendiente de los sentimientos de los demás en todo momento. Me atrevería a decir que antepone el bienestar ajeno al propio.


Karen se puso en pie también. Estaba muy sorprendida por la reacción de Pedro.


–No la conoces apenas. No deberías opinar. Yo solo quiero evitar que cometas un gran error.


–Tú lo que quieres es hacerle la vida imposible –sentenció Pedro– . Si me disculpa, señorita Devereaux, me voy a bailar con Paula.


–Me quedo con la conciencia tranquila. He hecho lo que he podido –se despidió Karen.


–Pues mejor no haga nada porque ya somos mayorcitos y sabemos cuidarnos solitos –le dijo Pedro antes de alejarse.


Karen se sonrojó y se giró. Sentía una rabia ciega dentro de sí. Paula se las iba a pagar todas juntas aunque fuera lo último que hiciera en la vida. No sabía por qué, pero lo cierto era que siempre había sentido la necesidad de quitarle algo a su prima, de despojarla de lo que tenía. Y ahora sentía la imperiosa necesidad de arrebatarle la posibilidad de tener algo con aquel argentino arrogante y guapo. ¡Y pensar que a ella también le había gustado! Sí, era cierto, pero ahora lo odiaba. Pocos hombres la intimidaban, pero Pedro Alfonso la intimidaba.

Loca Por Tí: Capítulo 41

Y ahora se había enamorado perdidamente de un hombre que tenía que volver a su país y a su vida. Aun así, no había podido evitar entregarse a él abiertamente. No podían dar marcha atrás. Pedro quería estar con ella, la deseaba, lo tenía claro, pero también era evidente que debía pensar en la familia que había dejado en Argentina. Seguro que sus padres tenían planes para él, su único hijo varón. Seguro que jamás aceptarían a una mujer divorciada que ni siquiera hablaba español. Paula se preguntó si, cuando su madre se había fugado con su padre, hablaría español. Aunque ella era estadounidense y él argentino, no parecía que hubieran tenido problema para entenderse…


Los recién casados se marcharon hacia Sídney a las siete de la tarde, pues tenían vuelo desde allí a Singapur a la mañana siguiente, donde se iban a quedar unos días antes de poner rumbo a Londres, la primera capital europea en la que se iban a hospedar. Aquella fue la señal para que la fiesta pasara a otro nivel. Nadie se quería ir, todos se lo estaban pasando a las mil maravillas. Los mayores se retiraron a la casa principal en animada conversación y los menores de cuarenta se dispusieron a pasarlo en grande. Se rieron mucho, ligaron más y, por qué no decirlo sinceramente, bebieron a buen ritmo mientras bailaban al son de un grupo que se fue animando a medida que transcurría la noche. Los integrantes del grupo musical también lo estaban pasando bien. Les habían dado bien de cenar y de beber y no parecían tener prisa por irse. Pedro echó su silla hacia atrás. A lo largo de la velada, se le habían acercado varias mujeres guapas, pero ahora agradecía poder estar un rato solo… Y poder aprovechar para observar a Paula, que bajaba en aquel momento las escaleras con su elegante forma de andar y su aire romántico, realzado por el vestido malva que había elegido. Se había quitado la diadema plateada con flores que llevaba durante la ceremonia. Dev le había regalado a cada dama de honor un collar que hacía juego con su vestido. Pedro suponía que les había encantado y que lo guardarían con cariño. Se trataba de un colgante en forma de lágrima de una piedra semipreciosa con cadena de oro blanco. Amatista para Paula, cuarzo rosa para Lara y topacio para Agustina. Todas estaban preciosas, con las melenas al viento, sus colgantes y diademas y sus vaporosos vestidos. Había bailado varias veces con Lara y con Agustina y estaba esperando a hacerlo con Paula, que estaba siendo tan esquiva como una ninfa del bosque. Se giró hacia la escalera y se estremeció. No podía ser, pero era. Karen iba hacia él.


–¡Hola! –lo saludó acercando una silla y sentándose.


Iba muy elegante con su vestido blanco y negro, pero Pedro sintió hostilidad hacia ella. No le solía ocurrir aquello con las mujeres, pero con Karen no lo podía evitar.


–Bueno, todo ha salido muy bien, ¿Verdad? –comentó ella con una gran sonrisa–. Lo raro es que Brenda le haya tirado el ramo de novia a Paula –añadió de manera venenosa.

miércoles, 19 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 40

La ceremonia comenzó a las cuatro en punto. Todo el mundo estaba muy emocionado. Los novios se dieron el sí quiero bajo la cúpula blanca adornada con lazos y flores blancos, mirándose a los ojos. Era un ritual que siempre era igual, pero que siempre resultaba emocionante. Paula comenzó a rezar y sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas. «Que Dios los bendiga y los proteja el resto de sus vidas, que los colme con la felicidad de los hijos para que puedan disfrutar de ellos y ayudarlos a ser felices», pidió para ellos. Gonzalo y Brenda eran fuertes. Habían aguantado años de conflicto, como ella. La diferencia había sido que ella había tenido más miedo de su abuelo y que, al mismo tiempo, más abiertamente había buscado su aprobación. A su padre le había pasado lo mismo. Pero ahora aquellos tiempos habían quedado atrás. La vida se había hecho más complicada, pero más sencilla de alguna manera a la vez. Todos buscaban lo mismo: Realización personal en un entorno familiar seguro. Gonzalo tenía a su esposa. Ella, a una nueva hermana. Sus padres, de nuevo juntos, miraban hacia el futuro y, por supuesto, querían nietos a los que amar y mimar. Una vez terminada la ceremonia, los recién casados se besaron con amor. Los invitados estallaron en vítores de alegría y las mujeres no pudieron contener las lágrimas. Posiblemente, muchas estuvieran recordando sus propias bodas.


–¡Qué día tan feliz! –comentó Alejandra, que estaba muy guapa con un vestido de encaje azul añil y pamela a juego–. El tuyo todavía está por llegar, cariño –le dijo a su hija bajando la voz.


En el salón donde estaba teniendo lugar el banquete, había varias mesas cubiertas por manteles de hilo blanco sobre las que descansaban fuentes y fuentes de deliciosas viandas. Platos fríos y calientes a base de pavo, jamón y pollo, pato asado, todo tipo de mariscos, salmón fresco y ahumado, langostas, gambas, mejillones y ostras… Había camareros sirviendo vino y champán por todas partes. También había una barra por si los invitados querían algo más fuerte y zumos de fruta recién exprimidos. Se había destinado una mesa entera a los postres. Se podía elegir entre un amplio surtido de tartas y bizcochos de albaricoques, melocotones, plátanos, mangos, frutas del bosque, coco y limón. Por supuesto, también había tarta de chocolate. Desde luego, nadie se iba a quedar con hambre. No todos los días se daban banquetes como aquel. Brenda, convertida ya en la señora de Chaves, lanzó su ramo de novia desde la galería del primer piso y lo lanzó con tanta puntería y fuerza que su primera dama de honor no tuvo más remedio que agarrarlo, así que Paula se vió con el ramo de rosas y gardenias blancas en las manos.


–Creo recordar que tú ya estás casada –le susurró Karen al oído desde detrás.


A Paula le extrañó que no lo dijera a voz en grito. Aquella prima suya no era nada sutil. Lo cierto es que ella también había pensado lo mismo. Había decidido casarse con Marcos desoyendo los consejos de los demás y lo había pagado caro. Menos mal que su abuelo le había dejado suficiente dinero como para vivir holgadamente toda la vida. Aunque, seguramente, lo habría hecho porque no la debía de creer capaz de ganársela ella sola.

Loca Por Tí: Capítulo 39

La habitación de Brenda estaba llena. Se encontraban en ella sus damas de honor, el peluquero y Alejandra, la madre Gonzalo y de Paula. Incluso Karen se las había arreglado para colarse. Se había quedado cerca de la puerta y desde allí los observaba a todos. No parecía especialmente alegre ni emocionada. Había elegido un vestido blanco y negro muy bonito, pero Paula habría preferido que hubiera ido vestida de un solo color. En cuanto salió al pasillo, siguiendo a los demás, su prima la agarró del brazo.


–Seguro que hoy estás pensando en otra persona, ¿Eh?


Paula se giró resuelta a no perder la paciencia.


–Por favor, Karen, no me hagas enfadar. No quiero enfadarme, precisamente, hoy. ¿Qué te pasa? ¿Qué problema tienes conmigo? Porque es obvio que tienes alguno, siempre lo has tenido.


–Siempre me he preocupado por tí y he querido cuidarte. Además, le doy mucha importancia al matrimonio –contestó bajando la voz al ver que Brenda se giraba hacia ellas.


–A ver si dices lo mismo cuando te cases tú –le advirtió Paula–. ¿Cuántos años tienes ya, por cierto?


Karen la miró molesta.


–Varios hombres han querido casarse conmigo –le aseguró–, pero yo no he querido. No tengo prisa. No quiero equivocarme, como tú. Te estás equivocando, Paula. Marcos te quiere y quiere que vuelvas con él. La verdad es que no lo entiendo porque después de lo mal que lo has tratado…


«¡Lo que me faltaba por oír!», pensó Paula. Se zafó de la mano de Karen justo en el momento en el que Brenda se acercaba con el ceño fruncido.


–No estarás disgustando a Paula con algo, ¿Verdad? –le dijo haciéndola dar un paso atrás.


Así había sido siempre, en el internado también. Brenda siempre la había protegido.


–No pasa nada, Brenda –le aseguró Paula, pues conocía bien a su amiga y sabía que, como buena italiana, cuando se enfadaba, tenía un genio de mil demonios.


–Digamos que estaba intentando que Paula entrara en razón – contestó Karen–. Se lo digo porque la quiero, es mi prima. Y también quiero a Marcos y lo está pasando mal, está sufriendo.


–¿Ah, sí? ¿De verdad? –explotó Brenda–. Marcos Fernández es un egoísta y un playboy, por si no lo sabes. Si tanto lo quieres, supongo que te alegrarás de saber que, en un futuro no muy lejano, estará disponible de nuevo. Búscalo entonces y consuélalo, si quieres, pero ahora deja en paz a Paula. Sus asuntos no te incumben en absoluto, aunque sea tu prima, ¿Me entiendes? No sé cómo te atreves a venir con cosas así el día de mi boda –se indignó–. Karen, eres tan estúpida que ni siquiera te das cuenta de que lo eres. Te lo voy a decir una sola vez: Compórtate.


Karen se quedó helada. Siempre le pasaba lo mismo con Brenda. Por eso la odiaba.


–Haré lo posible –contestó intentando reírse.


–Espero que lo consigas –insistió Brenda.


–Por cierto, estás muy guapa.


–Muchas gracias, Karen –contestó Brenda con ironía–. Vamos, Paula. Esta novia no quiere llegar tarde.

Loca Por Tí: Capítulo 38

La semana siguiente también pasó a toda prisa. Todo el mundo pendiente de la boda. Cada día había más emoción en el aire. Nada como una boda para alegrar a la gente. Aunque el gran día había sido organizado hasta el último detalle, todavía quedaban cosas por hacer. Por ejemplo, meter el vestido de novia, pues Brenda había perdido algo de peso con los nervios. A su madre la habían invitado más por compromiso que por otra cosa, pues todos sabían que se estaba dando la gran vida en Italia. A Marcos Fernández no le habían invitado. Paula y él se estaban divorciando y no de manera precisamente amigable. Él seguía insistiendo en que quería que ella volviera a su lado a pesar de que, cuando estaban juntos, le había dicho muchas veces que no era feliz con ella. No lo comprendía. Como no fuera por su dinero…


La casa estaba llena, las doce suites ocupadas. También estaban llenos los bungalós que había repartidos por la propiedad. Había personas con cajas por toda la casa. Había llegado un cargamento de preciosas flores desde Sídney junto con un florista y su equipo. Los músicos también habían llegado ya. El sábado por la mañana se esperaba la llegada en avión de los responsables del catering. La ceremonia, que iba a tener lugar en el jardín, daría comienzo a las cuatro de la tarde, cuando hubiera pasado el calor. Gonzalo y Brenda se iban a dar el sí quiero bajo un cenador del siglo XVIII de pilares de piedra y delicada cúpula blanca. Cerca del cenador habían puesto varias urnas enormes con orquídeas blancas traídas desde Tailandia. No habían reparado en gastos, pues aquel evento era muy especial, una boda que iba a unir a un hombre y una mujer para el resto de sus vidas. El padrino y los dos testigos de Gonzalo habían llegado en el avión privado del primero. Las otras damas de honor de Brenda llegarían el viernes y esa misma noche habría una fiesta de despedida de solteros. El baile sería en el Gran Salón, un edificio exento construido para tales propósitos. Habían previsto una barbacoa de celebración para los empleados de Kooraki que tendría lugar al mismo tiempo que el banquete de bodas porque les parecía que la ocasión lo merecía y querían que todo el mundo participara de su felicidad. Brenda había elegido un peinado muy sencillo y apropiado para la estación. Ella misma había elegido para sus tres damas de honor vestidos en los tonos pastel de las hortensias, sus flores predilectas. Así, Paula iba a ir de malva, un color que le sentaba estupendamente, y Lara y Agustina, de azul y rosa respectivamente. Ella iba a llevar un precioso vestido color marfil con pedrería cosida a mano. Iba llevar los brazos descubiertos y corona de flores. Sus damas de honor, también. Todas iban a llevar el pelo suelto. La verdad era que entre las cuatro lo habían elegido todo y se habían entendido muy bien. Era una suerte que todas fueran altas, delgadas y tuvieran el pelo largo. Brenda había dejado claro desde el principio que no quería una gran boda, sino un día veraniego de fantasía, una boda romántica.

Loca Por Tí: Capítulo 37

 –¿Y si tan solo estaba intentando quitármela de encima? –le explicó Pedro apretándose contra ella–. No estoy casado, no llevo alianza, así que lo único que puedo decir es que tengo novia.


–¿Cómo se llama? –quiso saber Paula a pesar de que le dolía el corazón.


–No se llama de ninguna manera porque no existe –le aseguró Pedro con dulzura–. Ha sido una estratagema para que Moira no perdiera el tiempo conmigo. Si me miras, te beso. Tienes una piel preciosa. Pareces una camelia. Pero no voy a poder besarte, que es lo que más deseo en el mundo, porque no puedes volver a la fiesta sin pintalabios. Karen se daría cuenta.


Paula se preguntó cómo no se había dado cuenta ella sola de la verdad. Seguramente, porque lo que Moira le había dicho la había dejado completamente fuera de juego y sin poder pensar con claridad.


–Ha sido Karen, precisamente, la que ha engañado a Moira –le contó de repente–. Le ha dicho que te gustaba, que te habías fijado en ella de entre todas las chicas.


Pedro la besó en la mejilla y por el cuello.


–Tu prima se las sabe todas –dijo sin parar de besarla–. Es peligrosa. Pobre Moira. Pero ¿Por qué lo ha hecho Karen?


–Para ver qué pasaba –contestó Paula.


–El destino –suspiró Pedro deslizando sus manos sobre los pechos de Paula.


Paula se estremeció. Estaba a punto de rendirse.


–Tenemos que volver –sugirió.


Necesitaba volver antes de dejarse llevar.


–Sí, ahora volvemos –contestó Pedro, desesperado.


Paula se mordió el labio inferior para no gemir.


–¡Pedro! –le dijo abriendo los ojos y agarrándole la mano.


–Lo sé… Lo sé –suspiró él mirándola a los ojos.


–No lo sé seguro, pero creo que hay alguien entre los árboles –le dijo Paula.


Pedro giró la cabeza e intentó ver entre las sombras.


–¿Será un puma, quizás? –bromeó–. Seguro que es una hembra. Vamos a ayudarla un poco, ¿No? –se mofó–. Karen, estamos aquí –añadió–. Vente para acá. Paula me está enseñando unos cactus preciosos que florecen por la noche.


Desde luego, Pedro era rápido improvisando y culto, pues era cierto que había cactus justo allí al lado de un árbol cercano. Silencio.


–A lo mejor me he confundido y no había nadie –comentó Paula.


–Dale un minuto, ya verás –insistió Pedro.


Efectivamente, la figura ultradelgada de Karen no tardó en aparecer entre los árboles.


–¡Ah, están aquí! –disimuló–. Me he ido un rato de la fiesta porque había demasiado ruido –improvisó–. Veo que a ustedes les ha pasado lo mismo.


–¿Qué problema tiene esta mujer? –le preguntó Pedro a Paula al oído.


–Creo que me odia.


–Pues va a tener que vérselas conmigo –le aseguró Pedro con vehemencia.


–No recuerdo que haya cactus por aquí –comentó Karen–. Y menos que sus flores se abran por la noche.


–Es que Paula sabe más que tú –le dijo Pedro en tono burlón–. Los tienes justo ahí, están entre tú y nosotros.


–¿Ah, sí? –preguntó Karen sin pizca de interés.


–Increíble –exclamó Pedro girándose hacia Paula–. Bueno, vamos volviendo, ¿No, Paula? Muchas gracias por enseñarme tanta belleza. Es un misterio porque solo se despliega por la noche.

Loca Por Tí: Capítulo 36

 –¿Estás intentando seducirme? –le preguntó dejándose llevar por la excitación.


–Paula… –suspiró él–. Paula, quieres que te seduzca, ¿Verdad?


Paula le colocó una mano en el centro del pecho y sintió el latido de su corazón en la palma.


–Pero no puedes –le dijo–. Tienes que volver a tu país.


–¿Qué debo hacer? –se preguntó Pedro en voz alta–. No me digas que lo único que quieres es que conversemos y tomemos café. No es eso, ¿Verdad que no? Por favor, dime que no.


Paula buscó una contestación y no la halló. Le latía el corazón desbocado.


–¿Todo esto forma parte de la aventura? –acertó a preguntar.


La ternura se tornó enfado y Pedro la soltó de repente y se apartó.


–¿Qué aventura? –se indignó–. ¿Quién ha hablado de aventuras? Debería silenciarte con mi propia boca, pero quiero escuchar lo que tienes que decir. ¿Te crees que soy un caradura, que soy un ligón sin escrúpulos? –añadió–. Me he enamorado de tí, Paula, y el amor es una fuerza, la fuerza más potente del universo. No lo estaba buscando, no lo busqué, pero ha sucedido. Lo que hay entre nosotros brotó en cuanto nos vimos. No lo niegues. Tú sientes lo mismo… A menos que así me lo hayas hecho creer a mí y no sea cierto…


Paula comprendió que había puesto en entredicho el honor de Pedro y que no le había hecho ninguna gracia. Lo que sentían se les iba de las manos, cada vez era más fuerte. ¿Cuánto tiempo tardarían los demás en darse cuenta? Se acercó a él.


–¿Y la mujer que te está esperando en Argentina? –le preguntó– . Tienes novia allí, ¿Verdad? –lo acusó presa de los más terribles celos.


Seguro que era joven y guapa y su familia la aprobaba.


–¿Mujer? ¿Qué mujer? –contestó Pedro–. Así que es eso, ¿Eh? – añadió como si Paula fuera tonta.


–Claro que es eso –contestó Ava tensándose.


¿Cómo se atrevía a hablarle con tanta arrogancia? Pedro la tomó de la mano y tiró de ella hacia el jardín.


–¿Adónde me llevas? ¿Adónde vamos? –quiso saber Paula, alarmada.


–No te preocupes, no va a pasar nada –le aseguró él avanzando por el camino.


Olía a gardenias, a todo tipo de flores exóticas y a césped recién cortado.


–¡Pedro! –se quejó Paula con la respiración entrecortada.


¿Todavía no se había dado cuenta de que no se podía resistir a él? En un punto, abandonaron el camino y se internaron entre los árboles, donde Pedro volvió a tomarla de la cintura.


–¿Con quién has hablado? –le preguntó–. No hace falta que me lo digas. Con la pequeña Moira.


Paula no lo negó. La conversación que había mantenido con Moira la estaba haciendo sufrir.


–Le has dicho que hay alguien especial esperándote en Argentina –lo acusó.

lunes, 17 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 35

 –¡Estás preciosa, hermanita! –exclamó Gonzalo sinceramente–. Qué dos mujeres más guapas tengo –añadió tomando a su prometida de la cintura.


Brenda sonrió encantada. Era evidente que los dos estaban disfrutando mucho, así que Paula se dijo que no podía arruinarles la fiesta. «Sonríe», se ordenó a sí misma. Unos segundos después, presintió la presencia de Pedro a su lado. Todo el mundo lo saludó amigablemente, pero él había ido por ella.


–Supongo que sabrás que, como capitán del equipo ganador, tengo derecho a bailar contigo –le dijo–. Y no una, sino varias veces – añadió muy sonriente.


Paula sabía que los invitados estaban pendientes de su contestación y que Brenda, en particular, la estaba observando muy atenta.


–Por supuesto –respondió.


Aunque por dentro estaba lívida, por fuera parecía feliz. Estaba decidida a disimular muy bien, a desempeñar su papel de anfitriona radiante. Lo único que quería era salir airosa de todo aquello. Aunque Pedro no hubiera sido sincero con ella y sabía que jamás lo olvidaría, quería acabar la noche con dignidad. Pedro le tomó la mano y entrelazó sus dedos con los de Paula, que sintió cómo el deseo se apoderaba de todo su cuerpo. ¿De dónde salía tanta sensualidad? ¿De dónde brotaban aquellas extravagantes sensaciones que invadían hasta el último centímetro de su piel? Jamás había sentido nada igual. Aquel hombre que le había robado el corazón era el artífice de todo aquello. No podía hacer nada para sobreponerse. La conexión era demasiado fuerte. «Oh, Dios mío… Oh, Dios mío», pensó Paula en tono suplicante. Su mente sabía perfectamente lo que debía hacer, pero su cuerpo no obedecía. Había imaginado a Pedro haciéndole el amor. Había pensado en ello todos los días. Se sentía poseída por él, atraída sin remedio como una mariposa a la llama. El problema era que sabía que se iba a quemar y, aun así, no podía apartarse.


–Un momento –murmuró Pedro llevándola al rincón más alejado y oscuro de la terraza–. ¿Qué te pasa? –le preguntó.


«Tengo que ser valiente y decírselo».


–Nada –contestó sin embargo en tono casi normal, lo que la sorprendió.


–¿Te crees que no te conozco? –le preguntó Pedro con una ternura que la deshizo.


–No, no me conoces, Pedro –contestó Paula–. Y yo a tí, tampoco.


Pedro se rió.


–Eso no es del todo verdad –le dijo abrazándola–. Aunque este no es el lugar ni el momento para demostrártelo porque hay demasiada gente, demasiada luz. Aquí no te puedo besar, solo te puedo decir que te deseo con desesperación –le confesó–. Estás preciosa –añadió abrazándola con fuerza mientras seguían bailando.


Paula se preguntó qué debía hacer. Sus cuerpos se estaban tocando. No podía apartarse. Era como si los músculos no le respondieran. Solo acertaba a mirarlo a los ojos y a preguntarse cómo iba a vivir sin él. Estar pensando aquello la asustó, pero se dijo que así era la pasión.

Loca Por Tí: Capítulo 34

Un rato después, alguien fue a buscarla precipitadamente.


–Ay, Paula, cuánto lo siento.


Era Moira. Ya no estaba radiante ni sonriente, más bien nerviosa y sonrojada. ¿Qué le habría pasado?


–¿Qué te ocurre? ¿Te vas ya? –le preguntó Paula.


–No, no, me lo estoy pasando fenomenal, pero… Mira, a lo mejor no debería decirte eso, pero… tu prima Karen es una serpiente venenosa y… –le espetó refrenándose en el último momento.


–¿Qué ha ocurrido? ¿Qué te ha dicho? ¿Qué te ha hecho? – quiso saber Paula preocupada.


Acto seguido, tomó a Moira del brazo y la llevó a un lugar apartado y tranquilo.


–Es imperdonable –contestó Moira enfadada y cabizbaja.


–¿No estarás exagerando?


–¡No se parece en nada a tí! –estalló Moira.


–Cuéntamelo todo, Moira.


Moira hizo una mueca de disgusto.


–Me ha hecho quedar como una idiota. Pregúntale a ella lo que me ha hecho.


–No, prefiero hablar contigo –insistió Paula.


–Está bien… Me dijo que Pedro se había fijado en mí, que de todas las chicas que hay hoy aquí le gustaba yo –confesó Moira–. Y yo me lo he creído como una tonta. Bueno, la verdad es que suelo gustar a los hombres… Pero en esta ocasión no era verdad y Karen se ha reído de mí. He obligado prácticamente a Pedro a bailar conmigo y él, como es tan caballeroso y educado, ha aceptado, claro. Qué vergüenza, y yo acercándome cada vez más a él mientras bailábamos… ¡Me quiero morir! Parece ser que tiene novia en Argentina. Normal, ¿No? Con lo guapo que es… Ay, madre, qué ridículo he hecho –se quejó Moira.


–Bueno, tranquila, no es para tanto –intentó calmarla Paula a pesar de que ella también se estaba poniendo nerviosa.


–¿Cómo que no? He ligado con él abiertamente –siguió quejándose Moira–. Me he puesto en evidencia.


–No pasa nada, Moira. Es una fiesta y todo el mundo está ligando –contestó Paula intentado quitarle hierro al asunto–. No te preocupes tanto.


«Así que Pedro tiene novia en Argentina. Lo ha admitido. Moira no miente».


–Nunca te lo he dicho hasta ahora, pero tu prima tiene muchos celos de tí –continuó la pelirroja–. Hacía tiempo que te lo quería decir y me alegro de hacerlo. Tú eres adorable –añadió con lágrimas en los ojos–. Ten cuidado con ella.


Sin pensarlo dos veces, Paula se inclinó sobre ella y la besó en la mejilla.


–Venga, Moira, así que Pedro tiene novia en Argentina, ¿Eh? Bueno, ¿Y qué? Tú puedes tener a todos los que quieras aquí. Sécate las lágrimas y ve a divertirte. Te lo ordeno –bromeó con cariño.


Moira elevó la cabeza y la miró con gratitud.


–Gracias, Paula. Eres un ángel.


Cuando se despidieron, Moira parecía más animada. Paula, sin embargo, tuvo que respirar varias veces seguidas para calmarse. Según su madre, se le daba bien mantener la calma durante las crisis y decidió hacer un esfuerzo y sacar a relucir aquella capacidad suya. Pedro, que tenía pareja en Argentina, se había vuelto loco y se había dejado llevar. Como ella. Todo había sido muy rápido y ambos habían quedado prendados el uno del otro. Se unió al grupo de Gonzalo y de Brenda.

Loca Por Tí: Capítulo 33

Pedro conocía bien a las mujeres y se daba cuenta perfectamente cuándo una quería algo con él, así que no le costó mucho captar las intenciones de la pelirroja. Era muy guapa, tenía el pelo rizado y bien cuidado y llevaba un precioso vestido verde, pero él no podía dejar de pensar en Paula y de preguntarse cuándo aparecería. Lo que sentía por la hermana de su amigo era tan intenso que se sentía desbordado. Siempre se había mostrado amable, considerado y tierno con las mujeres, nunca había sentido una pasión tan arrebatadora y peligrosa. La deseaba. Con todo su cuerpo. Aquello lo había tomado completamente por sorpresa y él no era hombre de ir por ahí teniendo aventuras ni tratando a las mujeres de forma insensible y cruel. No tenía ni idea de adónde lo iban a llevar aquellos sentimientos, pues Paula seguía estando casada. No podía quedarse en Australia a pesar de que le encantaba el país, su gente y su forma de vida, pero él tenía que volver a su casa. Era el heredero de su padre y habían hecho grandes planes. Sabía que ella no sería feliz lejos de su adorada Australia. Si sus sentimientos hacia él resultaban ser tan fuertes como los de él por ella, claro. De momento, no lo sabía. Todo aquello era un dilema. No sabía nada. Lo que sentía era demasiado fuerte. La pelirroja seguía hablando. Parecía muy contenta.


–Por favor, Pedro, me encantaría bailar –lo invitó.


Era tan dulce que Pedro sonrió. Aquella joven no tenía doblez. Flirteaba con él abiertamente, sin esconder nada. Así que la tomó galantemente del brazo y la llevó a la terraza, donde todo el mundo estaba bailando en plan más bien romántico.



–Qué fiesta tan estupenda, Paula –comentó uno de los invitados–. Estás preciosa.



Paula no contestó, pero sonrió y le dio un beso en la mejilla. Mientras cruzaba el salón preguntándose dónde estaría Pedro, si estaría en la terraza, se paró a saludar a varias personas que reclamaban su atención desde diferentes grupos. Sí, efectivamente, allí estaba. Era tan alto que era fácil verlo. Estaba bailando con Moira O’Farrell, que lo miraba embobada. Se paró en seco y sintió que el corazón se le llenaba de celos, algo a lo que no estaba acostumbrada. Además, se sintió traicionada, pero ¿Por qué? Pedro podía bailar con quien quisiera. No era culpa suya que las mujeres lo encontraran tan guapo. Él también la estaba mirando a los ojos y entre sus cuerpos no había apenas separación. Pedro era mucho más alto que Moira, así que tuvo que agacharse para oír lo que la pelirroja le estaba comentando. Lo vio reírse. Tomó aire varias veces y, nerviosa, volvió a entrar en el salón. De repente, tuvo miedo de que él estuviera jugando con ella. Entonces, se recordó que su falta de autoestima le había jugado malas pasadas antes. «Ya va siendo hora de que confíe», se dijo.

Loca Por Tí: Capítulo 32

 –Esto no es nada propio de mí –se dijo–, ¡Pero es pura magia!


¿Cómo terminaría todo aquello? Paula era consciente de que todo acto en la vida tiene sus consecuencias. Se sentía eufórica e inquieta a la vez. Conocía muy poco a Pedro. Podía estar jugando con fuego, ella que siempre se había tenido por una persona racional y lógica. Enamorarse perdidamente era una locura. Además, ella tenía su pasado y a muchos hombres no les gustaba que las mujeres tuvieran pasado. Sobre todo, si se querían casar con ellas. ¿Qué querría Pedro realmente de ella? Era evidente que la pasión era mutua. Eso no lo podía negar ninguno de los dos, pero Paula se moriría de vergüenza si Pedro solo quisiera con ella una aventura sexual salvaje. ¿Cómo saber si tenía novia en Argentina? No era una idea descabellada. Sería muy normal que un hombre como él tuviera a alguien especial esperándolo. Eso era lo que le había dicho Karen. Claro que cualquiera se fiaba de su prima, que lo único que quería era hacerle daño. Sintió que el corazón le daba un vuelco, pero haciendo un esfuerzo consiguió sobreponerse. La habían enterrado en vida durante años y ahora se merecía disfrutar. Había sido infeliz durante mucho tiempo y ya iba siendo hora de que aquello cambiara. Ella quería cambiarlo. Quería ser más fuerte y aquel hombre que había aparecido en su vida la iba a ayudar. Sintió que la ansiedad se evaporaba. Unos minutos después, increíblemente guapa y arreglada, bajó por las escaleras internas hacia la cocina, donde sonrió a Marta y a sus ayudantes.


–¿Va todo bien?


–¡Todo controlado! –le aseguró Marta.


–Estupendo.


–Está usted preciosa –le dijo la cocinera sinceramente.


Marta apreciaba realmente a la señora Paula, aquella joven amable y cariñosa, a la que no habían tratado bien. Empezando por el señor Alfredo Chaves, aquel tirano que había tratado mal a todos los empleados y había hecho lo mismo con su familia, y siguiendo con su marido, que no le llegaba a la suela de los zapatos. Ahora que sabía que se estaba divorciando de él, toda la plantilla de servicio estaba encantada, pues estaban convencidos de que la señora Paula se merecía a alguien mucho mejor.



La fiesta ya había comenzado. Se oía música por toda la casa. Habían encendido las luces exteriores, las que había alrededor y dentro de la piscina y las de los jardines. La zona parecía un cuento de hadas. Había parejas bailando en el salón y en la terraza. Paula veía a su hermano bailando con Brenda y sintió que el corazón le rebosaba de amor y gratitud. Al final, todo les había salido bien. Estaban hechos el uno para el otro y era un gusto tener a Florencia cerca. Estaba encantada ante la idea de que en una semana su amiga se fuera a convertir en su cuñada, en la hermana que nunca había tenido. 


En cuanto vió solo al guapísimo argentino, Moira O’Farrell se separó del grupo y cruzó el salón rápidamente para poder llegar a su lado antes que nadie. Karen, la prima de Paula, le había confesado que Pedro Alfonso se había fijado en ella.


–Es por tu increíble melena pelirroja –había mentido, pues realmente odiaba a las pelirrojas.


¡Se había fijado en ella! Moira no se lo podía creer. Aquello era como un sueño. El argentino era increíblemente guapo y Karen había dejado caer que su familia era inmensamente rica. Además, por lo visto, estaba soltero. Moira no se lo acababa de creer. ¿Cómo iba a estar soltero un hombre así?

Loca Por tí: Capítulo 31

 –Los dos disimulan, pero se nota que se gustan. La atracción que hay entre ustedes salta a la vista. Supongo que te habrás dado cuenta de que Karen no os quita ojo de encima. ¿Será para contárselo a Marcos?


Paula sintió un escalofrío por todo el cuerpo.


–No hay nada que contar.


–Mereces ser feliz, Paula –le dijo Florencia con sincero afecto–. No le des la espalda a una buena oportunidad.



Y así llegó la noche de la fiesta. Paula tenía muchísima ropa de gala, pues había acudido a innumerables y aburridos bailes, fiestas, eventos para recaudar fondos y funciones diversas. Una vez, Marcos la había mandado cambiarse porque el vestido que había elegido no le parecía suficientemente despampanante. El vestido en cuestión lo había comprado con su madre en París y era de un diseñador soberbio, lo que demostraba que Marcos no tenía ni idea de estilo ni de alta costura. Precisamente, aquel fue el elegido para la fiesta. Su madre se lo había regalado porque tenía un corte y un color fuera de serie. Florencia iba a lucir un vestido largo y dorado con escote palabra de honor y Karen iba a dejarse llevar de nuevo por Chanel. Seguramente, iría de negro para resaltar todavía más su extrema delgadez. Se pasaba el día parafraseando a Wallis Simpson y diciendo: «Una mujer nunca es suficientemente rica ni está suficientemente delgada». En cuanto a las demás invitadas, seguro que se habían llevado lo mejor de sus armarios. No había muchas ocasiones como aquella para lucirse y había que aprovecharlas. Paula no sabía si dejarse el pelo suelto o recogérselo. A los hombres les gustaba el pelo largo, así que, al final, decidió dejárselo suelto. Tras rizarse un poco las puntas, decidió que le había quedado muy bien. El vestido, de color lila, tenía el cuerpo plisado y tirantes muy finos e iba rematado por un echarpe a juego. Cuando terminó de arreglarse, se sentía muy atractiva. Como guinda del pastel, decidió ponerse el collar y los pendientes de zafiros y diamantes que le habían regalado sus padres al cumplir veintiún años. De pronto, se dió cuenta de lo que estaba haciendo: Se estaba arreglando para un hombre en concreto. Aquello la hizo enrojecer. Pedro Alfonso había tenido un gran influjo sobre ella desde que lo había visto por primera vez.


–Pareces otra –se dijo a sí misma mirándose al espejo–. Cualquiera diría que tienes dos personalidades.


Sí, era cierto. Una de sus personalidades era tranquila y serena mientras que la otra era la de una mujer apasionada que se volvía puro fuego en brazos de aquel hombre, un hombre de otro país. Aunque había vivido como una mujer casada, nunca había sentido lo que estaba sintiendo en aquellos momentos. Ni remotamente. Nunca había pasado por una etapa de tanto vuelco emocional ni había sentido una excitación tan fuerte. Se estaba arriesgando sobremanera y no sabía si iba a ganar.

viernes, 14 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 30

Era un partido difícil e igualado, pero solo un equipo podía ganar. Durante el tercer tiempo, Tomás McKinnon, del equipo de Gonzalo, se cayó del caballo intentando cubrir al número 4 del otro equipo. Se recuperó y se volvió a montar rápidamente, pero el equipo azul aprovechó la ventaja. Pedro no dudó en marcar un tanto que por su rapidez sorprendió a jugadores y público por igual. Finalmente, ganó su equipo. Todo el mundo aplaudió encantado. Había sido un buen partido. El mejor en mucho tiempo. Paula era la encargada de entregar la copa al capitán del equipo vencedor. Una vez cerca de Pedro, se dió cuenta de la peligrosa energía sexual que emanaba de su cuerpo y que la atrapaba a su lado.


–Enhorabuena –le dijo con tranquilidad, a pesar del nerviosismo–. Ha sido un partido estupendo.


–Gracias –contestó él mirándola de manera inequívoca–. Ha sido un placer –añadió inclinándose sobre ella para besarla en ambas mejillas–. Eres bella como una camelia –le susurró al oído.


Paula sabía que se había puesto roja, pero se apartó sonriente y le entregó la copa de plata segura de que la llevaría a Argentina con orgullo. El público aplaudió de nuevo. Era evidente que habían caído embrujados por el encanto del capitán argentino. Dev se acercó a su amigo y le pasó el brazo por los hombros.


–Mi equipo quiere la revancha –sonrió–. Ha sido un partido precioso, Pedro. Has estado muy bien, toda una inspiración.


Brenda llegó a su lado y Gonzalo la tomó de la cintura sin dejar de sonreír. Justo enfrente tenía a su hermana, a la que desde pequeño le decían que se parecía tanto que podrían haber sido gemelos.


–Vamos a beber algo fresco –sugirió Gonzalo.


Karen se mordió el labio inferior y los siguió. No estaba dispuesta a renunciar a su pequeño momento de gloria, así que agarró a Pedro del brazo para que se girara.


–Yo también te quiero dar la enhorabuena, Pedro –le dijo acariciándole la mejilla–. Ha sido un partido maravilloso –añadió tocando el pañuelo con los colores de la bandera argentina que llevaba al cuello.


–Gracias, Karen, yo también lo he disfrutado –contestó Pedro.


–Seguro que todas las mujeres del público te estaban animando –comentó Karen–. Desde luego, sé de una que sí, ¿Verdad, Paula? – añadió mirando a su prima.


–En parte –contestó ella–. También quería que ganara el equipo de Gonzalo, pero solo podía ganar uno.


–¡Y el ganador se lo lleva todo! –exclamó Karen de manera provocadora.



–¿Por qué la hemos invitado? –se quejó Brenda un rato después.


–No lo sé –contestó Paula–. Somos de galaxias diferentes, pero es de la familia. Claro que los familiares no siempre son de nuestro agrado.


–Ella siempre ha sido un incordio –reconoció Florencia abrazando a Paula–. No permitas que te moleste con sus palabras y con su actitud. Es lo que quiere. Está celosa.


Paula hizo una mueca.


–Eres la segunda persona que me dice últimamente que Karen tiene celos de mí.


–Pues a ver si te convences de una vez…


–Estoy empezando a contemplar la posibilidad –admitió Paula riéndose.


–¿A que ha sido Pedro la otra persona? –le preguntó Florencia al oído.


–Sí –reconoció Paula.


Florencia miró a su amiga con dulzura.

Loca Por Tí: Capítulo 29

A Paula le pareció que los ojos de su prima brillaban de manera especial y se dijo que tramaba algo. Seguro que no tardaba en averiguar de qué se trataba. Karen se sentó con su familia, con Miguel y Alejandra, los padres de Paula, la propia Paula, Brenda y sus padres, que no parecían muy dados a los deportes y mostraban cierta preocupación ante el peligro que entrañaba el polo. Lo único que les preocupaba era que uno de los jugadores perdiera el control del caballo y cayera sobre ellos.


–Has hecho un gran trabajo –le dijo Brenda a su amiga.


–Estoy contenta de cómo ha quedado todo –contestó Paula mirando a Pedro, que iba a lomos de César, su caballo.


Por el rabillo del ojo vió que Karen lo saludaba como si fuera su caballero y estuvieran en un torneo medieval. Paula se fijó entonces en su hermano, que los estaba mirando y saludando con la mano y que se rio cuando Brenda se puso en pie y agitó un pañuelo rojo. Brenda y ella se rieron. Iba a ser un día estupendo. Paula había hecho que todo estuviera pintado con los colores de ambas banderas, incluso los carteles que indicaban dónde estaban las mesas con comida y bebida. Las vallas bajas que enmarcaban el lugar habían sido pintadas de blanco. Ya habían decidido los períodos de juego. Seis tiempos de siete minutos cada uno. Gonzalo y Pedro tenían dos buenas monturas, ambos eran caballos de buen temperamento, mucha velocidad, nervios de acero y buena maniobra. Gonzalo estaba familiarizado con el suyo y Pedro había estado entrenando con el que había elegido para acostumbrarse a él. Dos miembros del equipo de Gonzalo habían llevado seis caballos con idea de poder cambiar de montura si el animal se cansaba. Paula conocía a todos los jugadores. Los había visto jugar muchas veces y sabía que eran muy buenos. El equipo de Gonzalo, todos procedentes de la zona interior de Australia, no iban a permitir que los argentinos les ganaran. Normalmente, el mejor jugador de un equipo lucía el número 3. Solía ser el líder en cuanto a táctica y el mejor lanzando la pelota. Tanto Gonzalo como Pedro llevaban un 3 a la espalda de sus camisetas, que llevaban sobre las mangas blancas y con las botas negras y lustrosas. Todos los jugadores llevaban cascos protectores, pues el polo entrañaba su peligro ya que los jugadores llevaban mazos de madera.


–¡Qué bien les quedan los uniformes! –exclamó Moira haciendo reír a los que estaban a su alrededor.


El público que se había congregado estaba de buen humor y la gente hablaba y reía. Pronto quedó claro que los números 3, los que mejor handicap tenían, los que mejor pegaban a la pelota, los que mejor montaban, eran los mejores jugadores. Ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder ante el otro. El nuevo, el argentino, estaba resultando un gran estímulo para los locales.

Loca Por Tí: Capítulo 28

El día del partido de polo fue todo un éxito, como era de esperar. Cuando el equipo rojo, capitaneado por Javier Devereaux Chaves, y el equipo azul, capitaneado por el invitado argentino Pedro Alfonso, salieron al terreno de juego, los aplausos se sucedieron de manera ensordecedora. A las gentes de aquella zona le encantaban los caballos, pues formaban parte de su estilo de vida, así que no era de extrañar que les gustara el polo. Muestra de ello fue que llegó gente desde muy lejos para presenciar el partido. El polo era el deporte más rápido del mundo y, además, tenía el aliciente de que entrañaba cierto peligro.


–Esto es genial –comentó Moira O’Farrell, una atractiva pelirroja asidua al polo, echando la cabeza hacia atrás.


Cuatro hombres por equipo. Todos altos, fuertes y guapos, pero todos los ojos femeninos seguían al argentino. Era de lo más exótico porque no era de por allí. Además, Gonzalo ya estaba prometido, así que no merecía la pena perder el tiempo con él. Todos los jugadores eran increíblemente guapos y todos estaban solteros en aquel momento, lo que resultaba muy interesante. Sus seguidoras esperaban que alguno se fijara en ellas. ¿Tendría alguna la suerte de que fuera el argentino? Todas se imaginaban en una preciosa casa en la pampa argentina, por no hablar de llevando una vida de ensueño en Buenos Aires, cuna del erótico tango. La organización del fin de semana había recaído en Paula. Aunque no era persona dada a ensalzar sus cualidades, era muy buena organizadora de eventos.


–Mucho mejor que yo, cariño –le había dicho su madre, Alejandra.


Los banderines de colores que delimitaban el terreno de juego ondeaban con la brisa. Entre los colores de los banderines, resaltaban el azul y el blanco de la bandera argentina, meca mundial del polo, y el azul, el blanco y el rojo de la bandera australiana, pues en Australia también les gustaba mucho jugar al polo. El terreno de juego tenía casi trescientos metros de largo y la mitad de ancho y aquel día el césped lucía gracias a los cuidados dispensados como una auténtica alfombra verde. Varios de los jugadores que había sobre el terreno de juego habían llegado a Australia acompañados de sus monturas, caballos grandes de pura sangre con las patas protegidas desde debajo de la rodilla hasta el espolón. Tenían las crines rubias y llevaban los rabos trenzados para que el mazo de los jinetes no se enganchara en ningún sitio. Cuanto más alto era el caballo, más largo tenía que ser el mazo. Los de Gonzalo y Pedro medían más de un metro ochenta. Brenda se había puesto una camisa marinera a rayas blancas y azules y unos pantalones de tela rojos que acentuaban sus larguísimas piernas. Desde luego, su atavío no dejaba lugar a dudas de con qué equipo iba. Paula había elegido una blusa azul cielo y unos pantalones de lino blancos, pero había sido pura casualidad, no por querer ir vestida de los colores de la bandera argentina. Karen iba entera de blanco. A ella le gustaba ir casi siempre de un solo color. Toda de negro, toda de blanco, toda de beis. Una vez había llegado a decir que seguía los consejos de Coco Chanel y lo cierto era que le quedaba bien porque resultaba elegante. Por lo menos, así se lo parecía a Paula. Para aquella tarde había elegido una camisa blanca sin mangas con cuello mao y unos pantalones pitillo del mismo color con sandalias de tacón alto blancas también. El único detalle de otro color que se había permitido había sido un pañuelito de seda anudado al cuello. Era azul y amarillo.