miércoles, 26 de julio de 2023

Loca por Tí: Capítulo 47

 –Contigo, todo es natural –le aseguró mientras Pedro le besaba la cara interna de la muñeca.


–Como debe ser –contestó él tomándole el rostro entre las manos y besándola.


Pedro estaba loco de deseo, pero no quería seducirla. El afecto y la ternura que sentía por ella eran iguales o más fuertes que el deseo que aquella mujer le inspiraba, así que dejó de besarla para empezar a controlarse, pero sus manos todavía no habían recibido el mensaje y, con vida propia, comenzaron a recorrer su cuerpo, su cintura, sus caderas, sus muslos, sus piernas.


–Eres perfecta –murmuró.


El aroma sensual que desprendía el cuerpo de Paula fue más que suficiente para hacer que el sexo de Pedro se endureciera. No pudo hacer nada para impedirlo. Hacer el amor sin penetración era todo un reto para un hombre, pero él estaba dispuesto a intentarlo. Ella se hizo a un lado para dejarle sitio en la cama. Sentía las manos de Pedro por el cuerpo, sobre el sujetador y las braguitas, lo que se le antojaba de un erotismo sin precedentes en su experiencia. En un momento dado, sintió la brisa sobre los senos y se dio cuenta de que estaban desnudos. Hacer el amor con Pedro era una experiencia hechizante. Paula oía sus propios gemidos. Lo único que existía en el mundo era el deseo, el deseo de ella hacia él, el deseo de él hacia ella. Permaneció con los ojos cerrados, perdida en un mundo de sensaciones exquisitas. Paula se encontró de pronto aferrándose a la espalda desnuda de Pedro, deseosa de darle a él tanto placer como él le estaba entregando a ella. Hacía ya un rato que Pedro se había quitado la camisa y que sus cuerpos yacían entrelazados, revolcándose en la misma cama, buscando el placer juntos. Dos cuerpos al rojo vivo, implorando. Pedro quería conocer sus lugares más secretos y ella se lo estaba permitiendo. A él no le estaba resultando fácil no dejarse llevar hasta las profundidades de aquel cuerpo adorado, pero seguía dispuesto a hacerlo.


–Paula, voy a parar –le dijo besándola en un hombro.


Paula abrió los ojos.


–De acuerdo –le dijo acariciándole la mejilla.


Hacer el amor con él, aunque no hubieran llegado hasta el final, había sido agonía y éxtasis todo en uno, un rapto demasiado extravagante para ser descrito. Se había quedado maravillada y agradecida ante la capacidad de control de su amante. Pedro se tumbó boca arriba junto a ella y se quedó mirando el techo.


–Supe desde el principio, desde la primera vez que te ví, que eras para mí –murmuró.


–A mí me pasó lo mismo –confesó Paula desde el corazón.


El destino había hecho el resto. Paula sabía que, una vez entregado el corazón, es difícil recuperarlo y ella acababa de entregar el suyo.

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