lunes, 10 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 19

Paula pasó la noche en vela. No pudo quitarse a Pedro Alfonso en ningún momento de la cabeza. Lo tenía tan presente que era como si estuviera tumbado a su lado. El poder que tenía sobre ella había nacido espontáneamente, ella no lo había buscado. Eso lo tenía claro. Tampoco lo había planeado. Le consolaba darse cuenta de que Juan también se había visto arrastrado por la imperiosa fuerza que se había apoderado de ambos. La tensión eléctrica fluía en ambas direcciones, era mutua. Lo que había sucedido lo había tomado a él también por sorpresa. Y, cuando ella le había indicado con sus gemidos que quería parar aquello, él no había insistido, se había apartado. ¡Oh, qué beso, cómo había sido! No sabía que un simple beso pudiera acelerarle el corazón. Había sido increíble. Como volar. Seguro que recordaría toda la vida la sensación de ligereza, las estrellas que había visto aun con los ojos cerrados. ¿Por qué no la besaba Marcos así? «Porque no sabía. Porque no era capaz», se dijo. Aun así, siempre le había sido fiel. No era mujer de andar teniendo aventuras por ahí. Hasta ahora. Bueno, si a unos cuantos besos se les podía considerar infidelidad conyugal. Por primera vez, Marcos se desdibujó y comenzó a formar parte del pasado. Quedaba atrás. O eso creía ella.


Gonzalo llegó al mediodía con su prometida y con sus padres, Miguel y Alejandra, de nuevo juntos tras haber estado muchos años separados. Habían hecho un precioso viaje a Tasmania y volvían muy contentos. También llegaron otros tres familiares, los Devereaux, incluida la prima Karen. Los padres de Karen era una pareja muy segura de sí misma, ambos abogados famosos. Karen también era una joven muy segura de sí misma. Y muy guapa, pero a Paula le parecía demasiado exigente, incluso obsesionada. Era dos años mayor que ella y siempre se había mostrado muy marimandona con Paula. Karen no tenía necesidad de trabajar tampoco, pero se había convertido en una decoradora de interiores muy reputada. Su estilo era claramente minimalista y siempre que iba a Kooraki se paseaba por las estancias llenas de objetos que las diferentes generaciones de la familia habían ido coleccionando, mirándolo todo como si quisiera tirarlo a la basura y empezar de cero. Para Paula, eso sería como renegar de su pasado. Kooraki era el feudo de la familia y así debía seguir siendo. Recordó que su abuelo siempre se refería a su prima como «Esa chiquilla insoportable». Mientras abrazaba a Brenda, dió gracias al cielo por tenerla en su vida. Su amiga, como una hermana, era su alma gemela. Karen se fijó en Pedro en cuanto lo vió. De hecho, se quedó mirándolo fijamente, sorprendida. A Paula incluso le pareció que se quedaba con la boca abierta y que aguantaba la respiración. «¡Estupendo!», pensó. Gonzalo estaba haciendo las presentaciones en el vestíbulo de entrada. Pedro comprendió rápidamente qué había visto su amigo en su prometida, pues Brenda era una belleza de estilo mediterráneo de ojos oscuros y grandes, preciosa piel aceitunada y melena negra y larga, pero, además, tenía algo que atraía a los demás. Hacían una pareja maravillosa. Los Devereaux, sin embargo, eran otra cosa. No tenían nada que ver con los Chaves. El matrimonio se comportaba como si fueran los amos del universo y resultaban ridículos de tan estirados como eran. A su hija, Karen, le pasaba lo mismo. Era demasiado delgada para su altura, pero el conjunto resultaba pasable porque tenía el cuello largo, los huesos marcados y los ojos color almendra. Iba vestida de arriba abajo de negro, con vaqueros negros, camiseta negra y botas negras de tacón alto. Y lo miraba con tanta intensidad que parecía que hubiera visto a un extraterrestre.

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