viernes, 7 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 11

 –Yo no he dicho eso –contestó–. ¿Quién sabe? Puede que ya haya sucumbido ante tus encantos, Paula.


–No te lo recomiendo –contestó Paula haciendo un gesto con la mano en el aire para quitar hierro al comentario de su interlocutor–. Además, seguro que eres una leyenda en Argentina.


–¿Cómo? –exclamó Pedro–. Supongo que te refieres a mi carrera como polista.


Los dos sabían que se refería a sus ligues, así que Paula no contestó.


–Estoy deseando verte jugar. Va a ser un partido buenísimo. Aquí nos encanta el polo.


–Como en Argentina. El polo es el mejor deporte del mundo.


–Y uno de los más peligrosos, también. Gonzalo se ha llevado unos cuantos golpes fuertes.


–Y yo –añadió Paula encogiéndose de hombros–. Forma parte del juego. Montas muy bien –observó fijándose en su cuerpo esbelto y estable y en cómo agarraba las riendas con mano firme.


–Como para no hacerlo –se rió Paula–. Mi abuelo me puso encima de un caballo siendo muy pequeña, con cuatro años. Mi madre estaba muerta de miedo, pero él no le hizo ni caso. Menos mal que se me dio bien desde el principio. Para mi abuelo, era un plus para casarme bien –ironizó–. Él no esperaba que yo tuviera que hacer nada, solo casarme y tener hijos para dar herederos a la saga. Por lo menos, me creía capaz de añadir vástagos a la familia. Supongo que a todos los hombres os gusta eso de tener hijos. Mi abuelo me dejó una gran fortuna para que no tuviera que trabajar ni un solo día de mi vida, para que pudiera concentrarme en mi tarea natural, traer hijos al mundo.


–¿Para qué ibas a querer trabajar cuando puedes pasarte la vida entera divirtiéndote? –satirizó Pedro.


–Pero tengo que contribuir –le recordó Paula.


–Todo llegará, seguro. Cuando reorganices tu vida, todo irá llegando. Si eso es lo que tú quieres, claro. En esta vida, cuando quieres algo, lo obtienes. Querer es poder, eso nos da libertad.


–Es más fácil soñar con ser libre que serlo realmente –filosofó Paula mientras pasaban cerca de una laguna.


–¿Tú creías que casarte te iba a dar la libertad? –le preguntó Pedro.


–¿Quieres la historia entera? –se escandalizó Paula.


–Solo si quieres contármela –contestó Pedro–. ¿Estás oyendo eso? –añadió de repente.


Paula escuchó atentamente.


–Sí –contestó.


Se oían pisadas. Su yegua comenzó a ponerse nerviosa. Era obvio que presentía algún tipo de peligro. Pedro habló en español a su montura y consiguió que se calmara. Ambos se quedaron muy quietos, escuchando y avistando el horizonte. Entonces, lo vieron. Se trataba de un jinete que había perdido el control de su caballo.


–Lo está pasando mal –comentó Pedro.


–Es un caballo de trabajo –añadió Paula sagazmente.


No reconocía al jinete, que iba completamente agachado sobre su montura, agarrado a las crines con todas sus fuerzas para no caerse, se le habían salido los pies de los estribos y había perdido las riendas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario