lunes, 17 de julio de 2023

Loca Por tí: Capítulo 31

 –Los dos disimulan, pero se nota que se gustan. La atracción que hay entre ustedes salta a la vista. Supongo que te habrás dado cuenta de que Karen no os quita ojo de encima. ¿Será para contárselo a Marcos?


Paula sintió un escalofrío por todo el cuerpo.


–No hay nada que contar.


–Mereces ser feliz, Paula –le dijo Florencia con sincero afecto–. No le des la espalda a una buena oportunidad.



Y así llegó la noche de la fiesta. Paula tenía muchísima ropa de gala, pues había acudido a innumerables y aburridos bailes, fiestas, eventos para recaudar fondos y funciones diversas. Una vez, Marcos la había mandado cambiarse porque el vestido que había elegido no le parecía suficientemente despampanante. El vestido en cuestión lo había comprado con su madre en París y era de un diseñador soberbio, lo que demostraba que Marcos no tenía ni idea de estilo ni de alta costura. Precisamente, aquel fue el elegido para la fiesta. Su madre se lo había regalado porque tenía un corte y un color fuera de serie. Florencia iba a lucir un vestido largo y dorado con escote palabra de honor y Karen iba a dejarse llevar de nuevo por Chanel. Seguramente, iría de negro para resaltar todavía más su extrema delgadez. Se pasaba el día parafraseando a Wallis Simpson y diciendo: «Una mujer nunca es suficientemente rica ni está suficientemente delgada». En cuanto a las demás invitadas, seguro que se habían llevado lo mejor de sus armarios. No había muchas ocasiones como aquella para lucirse y había que aprovecharlas. Paula no sabía si dejarse el pelo suelto o recogérselo. A los hombres les gustaba el pelo largo, así que, al final, decidió dejárselo suelto. Tras rizarse un poco las puntas, decidió que le había quedado muy bien. El vestido, de color lila, tenía el cuerpo plisado y tirantes muy finos e iba rematado por un echarpe a juego. Cuando terminó de arreglarse, se sentía muy atractiva. Como guinda del pastel, decidió ponerse el collar y los pendientes de zafiros y diamantes que le habían regalado sus padres al cumplir veintiún años. De pronto, se dió cuenta de lo que estaba haciendo: Se estaba arreglando para un hombre en concreto. Aquello la hizo enrojecer. Pedro Alfonso había tenido un gran influjo sobre ella desde que lo había visto por primera vez.


–Pareces otra –se dijo a sí misma mirándose al espejo–. Cualquiera diría que tienes dos personalidades.


Sí, era cierto. Una de sus personalidades era tranquila y serena mientras que la otra era la de una mujer apasionada que se volvía puro fuego en brazos de aquel hombre, un hombre de otro país. Aunque había vivido como una mujer casada, nunca había sentido lo que estaba sintiendo en aquellos momentos. Ni remotamente. Nunca había pasado por una etapa de tanto vuelco emocional ni había sentido una excitación tan fuerte. Se estaba arriesgando sobremanera y no sabía si iba a ganar.

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