miércoles, 5 de julio de 2023

Loca Por tí: Capítulo 8

 Al día siguiente, después de desayunar, ensillaron a los caballos y salieron a montar un rato. El pasto estaba alto, a la altura de las rodillas, y cubierto de florecillas. Gonzalo se había ido a Sídney al amanecer. Excepción hecha del servicio, Paula y Pedro estaban solos y lo iban a estar durante todo aquel día, aquella noche y unas cuantas horas del día siguiente. En total, unas treinta horas de lucha contra el poder sexual de Pedro Alfonso. A pesar de su edad, estado civil y entorno, Paula estaba comenzando a sentirse como si hubiera transitado por la vida con los ojos cerrados. Sin embargo, ahora se habían abierto y de qué manera. Casi le daba miedo. Tarde o temprano, todo el mundo conoce a alguien que le eriza el vello de la nuca, pero la presencia de su invitado argentino era todavía más poderosa. Por utilizar el vocabulario ganadero, se sentía como si Pedro le hubiera echado el lazo.  La cena de la noche anterior había ido muy bien. Increíblemente bien, de hecho. Había sido una pequeña fiesta de bienvenida. Habían cenado en el comedor de diario, que resultaba mucho más cómodo y acogedor que el gran comedor que se utilizaba en las grandes ocasiones. Paula había hecho poner la mesa con una vajilla de porcelana muy bonita, cubertería de plata y cristalería de Bohemia. Ella personalmente había cortado del jardín unas exquisitas orquídeas amarillas y las había colocado en el centro de la mesa. A cada lado, había colocado un candelabro de plata. El reflejo de las velas encendidas los había acompañado toda la velada. Había elegido un menú sencillo y delicioso: espárragos con salsa holandesa de primero y pescado blanco de la zona de segundo. Todo ello regado con un estupendo vino de su propia bodega elegido por Gonzalo. De postre, un ligero sorbete de fruta de la pasión. Su hermano y Pedro Alfonso habían viajado mucho y les gustaba hablar de sus viajes, de sus vivencias y de sus sueños. En muchos casos, coincidían incluso en estos últimos. Paula también había compartido cosas. Mientras se vestía estaba nerviosa, luego, había ido tranquilizándose y le había parecido fácil dialogar con Pedro. Marcos lo único que solía querer de ella era que estuviera sentadita y calladita, que se arreglara y se pusiera guapa, pero que no interviniera en las conversaciones. El argentino, sin embargo, parecía encantado con sus intervenciones. De hecho, la había mirado todo el rato con una sonrisa de lo más sensual colgándole de los labios. ¿Qué estaría viendo en aquella joven rubia que se había puesto un vestido y unos pendientes del mismo azul que sus ojos? Aunque, al principio de la velada, aquella media sonrisa le había dado miedo, al finalizarla estaba convencida de que Pedro y ella hablaban el mismo idioma, lo que resultaba de lo más raro. Una bandada de cotorras australianas sobrevoló sobre ellos. Pedro las miró con interés.


–En Australia tienen un montón de especies de loros y cacatúas, ¿Verdad? –comentó.


Paula sonrió mientras asentía.


–En Argentina, también tenemos muchos –continuó Pedro–. En realidad, esto me recuerda mucho a La Pampa. Llanuras y fauna salvaje que parecen no haber tenido nunca contacto con el ser humano. Colores indescriptibles… La tierra roja, los ocres del desierto mezclados con los azules del cielo…


Paula se soltó el pelo, que le sudaba, pues hacía bastante calor y habían llegado hasta allí al galope.

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