lunes, 10 de julio de 2023

Loca Por tí: Capítulo 18

 Aquel simple gesto ocasionó una respuesta tan fuerte dentro de Paula que temió que se le fuera a parar el corazón. Anhelaba vehementemente lo que estaba sucediendo, pero, a la vez, se sentía confusa. Se sabía en poder de Pedro, pero no hizo nada por apartarlo. Si le hubiera pedido que parara, él lo habría hecho, pero no se lo pidió porque no quería que parara, quería que siguiera adelante, quería vivir aquello antes de olvidarlo. La estaba besando. Le había tomado el rostro entre las manos con ternura y la estaba besando. La besó una y otra vez, cada vez más profundamente. Tenía los ojos cerrados, pero, aun así, veía millones de estrellas. Había elevado los brazos y se había aferrado a su camisa, llevada por el deseo. Qué sensación tan maravillosa. Qué vulnerable era. Un desconocido la había seducido por completo mientras que su marido no le había dado ni un solo orgasmo. Pedro no paraba. A lo mejor era porque no podía. Ella, tampoco. Estaba completamente cautivada, hechizada. Sentía que los huesos y los músculos se le estaban derritiendo aunque sentía la zona del pubis extrañamente pesada. Pedro le había puesto una mano en la zona lumbar y con la otra le estaba acariciando un pecho. Sin duda, ya se habría dado cuenta de que tenía los pezones como piedras a causa de la excitación que se había apoderado de ella. Paula se dió cuenta de que, de un momento a otro, se iban a dejar caer al suelo. «Tengo que poner fin a esta locura», se dijo. Aquello podía acabar siendo un terrible error, así que Paula se obligó a abrir los ojos. Pedro se sintió desorientado de repente. Luego, se dió cuenta de que Paula había gemido y de que había sido aquel gemido lo que le había devuelto a la realidad y le había permitido recuperar el control. Jamás había deseado a una mujer de aquella manera, pero aquella situación era muy complicada. Aquella bella mujer seguía siendo una mujer casada y era la hermana de su querido amigo, en cuya casa estaba hospedado. De recordó todo aquello mientras luchaba contra sí mismo. Sin pensar lo que hacía, elevó una mano y le apartó a ella un mechón de pelo del rostro.


–Es absurdo negar la atracción que hay entre nosotros –le dijo–. Sé que, en estos momentos, tu vida es complicada, pero no creo que besarte haya sido un error.


–Nunca hay que dejar pasar la oportunidad de besar a una mujer, ¿Eh? –le espetó ella con amargura.


Pedro la miró en silencio.


–Por favor, no menosprecies este momento –le dijo–. Vamos fuera.


Paula lo agarró del brazo.


–Perdona –se disculpó–. No ha sido mi intención decirlo así.


–¿Querías a tu marido? –le preguntó Juan.


–Si me hubieras hecho esta pregunta hace unos años, te habría dicho que sí.


–¿Y él? ¿Te quería? ¿Te sigue queriendo?


–No quiero hablar de eso, Pedro –contestó Paula–. No sabes nada del tema, así que será mejor que no elucubres.


–Sé que quieres escapar.


–¿Qué otra cosa puedo hacer? –se lamentó Paula–. ¿Mantener un matrimonio sin amor?


–Sin amor por tu parte.


–No me juzgues –le advirtió Paula enfadada–. Ahora que sé que tienes un código moral tan estricto, me sorprende que te hayas atrevido a besarme. ¿Cómo te has atrevido a besar a una mujer casada?


Pedro se encogió de hombros.


–Porque me has encandilado, embrujado, poseído… Eres una tentación y yo no soy de piedra. Eres muy guapa. Seguro que ha habido otros hombres en tu vida…


–¡Eso es irrelevante! –le cortó Paula haciendo un gesto tajante con la mano en el aire–. Vamos a olvidarnos de esto. Ha sido como una tormenta de verano, que acaba antes de empezar.


Pero ambos sabían que aquello no había terminado.


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