viernes, 29 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 65

Ese tipo de compromiso era implacable y absorbente, y Paula lo sabía muy bien; ella había agotado sus reservas al guiar a sus hermanas tras el abandono de sus padres. Pedro también parecía preocupado. Se vistieron y desayunaron mientras amanecía. Tras hacerlo, él apartó su taza de café y dirigió su mirada hacia el sofá para mirar a ella, con tal expresión de determinación reflejada en la cara que… La asustó. Entonces ella se levantó, sujetando el albornoz que llevaba puesto con fuerza.


—Me debería ir. Nos marchamos hoy…


Pedro también se levantó y habló calmadamente.


—Estoy enamorado de tí, Paula. Lo he estado durante mucho tiempo. Anoche lo acepté, y no creo que hacer el amor fuera tampoco para tí sólo un acto físico. Creo que sientes algo por mí, algo muy profundo. Y quiero tener esos sentimientos conmigo, cueste lo que cueste. 


Paula quería creer que Pedro hablaba en serio, pero su pasado estaba repleto de pérdidas, había sufrido mucho y, en aquel momento, cuando quería creer en él, cuando quería creer que podía responder a aquel amor que él le ofrecía, cuando quería ser lo suficientemente fuerte como para entregarle sus emociones… Se dió cuenta de que no podía. Se sintió enferma porque creía sinceramente que no podía hacerlo.


—Por favor. Esto es demasiado. No puedo… —no pudo continuar hablando.


E incluso en medio de todo aquel pánico se preguntó si él realmente la amaría. Quería aferrarse a esa esperanza, agarrarse a ella. Pero no podía.


—Anoche fue maravilloso —susurró, tratando de no pensar en las solitarias noches que le esperaban.


Pero era mejor detener todo aquello en aquel momento, antes de aprender a confiar en él y que sus deficiencias aparecieran.


—No sabía que iba a llegar a esto. Tú dejaste claro que nunca te comprometerías de nuevo con una mujer.


—Pensaba que sabías que había cambiado —dijo él, mirándola a la cara.


—Yo… Yo, no puedo… Tenemos que regresar a Australia, a la vida real —dijo Paula, deseando marcharse en aquel mismo momento y no parar hasta llegar a su habitación en su piso de Melbourne, para encerrarse en ella—. Esto sólo ha sido…


—Esto «No sólo ha sido»… —comenzó a decir Pedro, cuyos ojos reflejaron el enfado que empezó a sentir.


Paula no podía mirarlo. Él era todo lo que su corazón había estado deseando desde hacía seis años. Pero en aquel mismo hotel ella había construido sueños y, en aquel momento, quería su amor incluso más de lo que lo había hecho en el pasado, pero…


—No puedo cambiar lo que soy o lo que siento. No puedo darte el amor que necesitas, Pedro.


Un amor incondicional, ilimitado. Eso era lo que quería Pedro, y ella quería que lo tuviera, pero no sería ella quien se lo diera. No podía dar esa clase de amor porque estaba rota por dentro. Entonces se dirigió hacia la puerta. 


—¿Qué ocurre ahora, Paula? —preguntó él, cuyo cuerpo irradiaba tensión, mirándola a los ojos, exigiendo respuestas que ella no podía darle.


A Paula le dolió el corazón; era un dolor profundo y pesado porque no quería perderlo, y sabía que así iba a ser.


No Esperaba Encontrarte: Capítulo 64

Pedro la besó con una delicadeza exquisita y les quitó a ambos el resto de la ropa que tenían puesta. Entonces la abrazó estrechamente y fue a echarla sobre la cama, mirándola a los ojos.


—¿Pedro? —a Paula le temblaron las manos y se abrazó a su cuello. Le tembló la boca y la apretó contra la mejilla de él.


—No digas nada. Simplemente deja que te haga el amor.


Ambos se miraron a los ojos, y una corriente de profunda pasión les invadió; tenían hambre de algo más que lo físico, y eso era lo que a ella le daba miedo. Pero entonces se le olvidaron todos los miedos al sentir el abrazo de él, un abrazo que parecía abarcar todas sus esperanzas y sueños, sus miedos y necesidades…


—Yo nunca he…


Parecía que él lo sabía. Una fiera mirada de posesión y determinación marcó la expresión de Pedro.


—Paula. Dio —dijo, poniéndose sobre ella. Le temblaron los brazos al ir a acariciar su cara—. Eres tan preciosa. Quiero adorar tu cuerpo hasta que grites por mí…


Entonces comenzó a hacer justo eso, y la llevó al límite de la pasión… Hasta que ella pensó que no podía sentir nada más, momento en el cual llevó a ambos al clímax de los sentidos. Cuando se hubo calmado, la abrazó. Ella supo que nada la había preparado para aquello y que nada de lo que vendría después se asemejaría a lo que acababa de vivir. Pedro le acarició la espalda posesivamente y tapó a ambos con el edredón, arropándolos cálidamente. Paula se acurrucó junto a él y luchó contra el súbito ataque de pánico que le entró al enfrentarse a lo que todo aquello había significado para ella. Se había dado cuenta de que amar a Pedro le dejaba sin control; estaba indefensa ante él.


—¿Qué te ocurre? —preguntó Pedro, abrazándola con fuerza. 


Pero Paula no podía contarle sus incomprensibles miedos. Por lo menos no en aquel momento en que ni ella misma podía enfrentarlos.


—No pasa nada. Estoy bien.


Pedro la acurrucó contra él y ella tuvo que reprimir las lágrimas que comenzaron a brotar de sus ojos para que él no se percatara. Entonces se quedaron dormidos. Por la mañana temprano, se ducharon juntos. Mirándola a los ojos, Pedro le enjabonó el cuerpo. Paula no podía apartar la mirada, no podía dejar de mirar la intensidad, las promesas y la determinación que veía reflejados en los ojos de él. Se le aceleró el corazón de manera peligrosa y tentadora al mismo tiempo que los miedos que la noche anterior le habían acechado aparecieron de nuevo. Amar a Pedro y aceptar sus sentimientos hacia él la dejaría siendo muy vulnerable. Le entregaría su corazón y él podría hacerle daño. Se preguntó si podría aceptar a su hija y amarla como Valentina se merecía o si, de nuevo, se vería agobiada por sentimientos de ineptitud y por una incapacidad de dar más. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 63

 —No te echo la culpa de lo que pasó con… Con Valentina. Y… Te deseo mucho. Necesito que tus brazos me abracen, necesito oír tu corazón latiendo acompasadamente con el mío.


—Paula, mia cara. ¡Te he deseado tanto! —dijo, abrazándola con fuerza y respirando su aroma.


Paula sintió cómo le temblaban los brazos a Pedro, cómo le latía el corazón contra el suyo.


—Por favor, Pedro, hazme el amor —pidió, apartando cualquier duda de su mente… 


—Te voy a hacer el amor entregándote todo mi corazón, Paula mia — susurró Pedro. 


Habían ocurrido tantas cosas que todavía se sentía nervioso. Amaba a aquella mujer. Quizá la había amado desde la primera noche que la había visto, hacía seis años en aquel mismo hotel.


—No hay nada que desee más que hacerte el amor, Paula. Lo admito — se sinceró, abrazándole la espalda—. Permíteme demostrarte…


Pedro la deseaba tanto que le aterrorizaba, ya que aquel deseo hacía que perdiera el control y le dejaba indefenso. Pero no se podía apartar. Tenía que poseerla.


—Luc. Yo… Te necesito —dijo Paula desde lo más profundo de su corazón. Tenía hambre de él, pero eso era sólo el principio. Su corazón lo anhelaba y, aunque eso la aterrorizaba, tenía que acercarse a él.


—Entonces tócame y siente cómo mi cuerpo arde por tí —ordenó Pedro, colocando la mano de ella sobre su pecho. La miró profundamente a los ojos.


Paula sintió cómo le quemaba la piel y cómo se le aceleraba el corazón. Pedro era fuerte y a veces aquella fortaleza le hacía parecer inflexible, pero tenía un corazón muy bondadoso que había mostrado aquella noche, así como también en anteriores ocasiones. Paula le había pedido que se alejara de ella y que saliera de su vida. Dió un grito ahogado al recordarlo, preguntándose cómo iría a ser capaz de vivir sin él. En aquel instante parecía imposible. Presionó su cuerpo contra el calor y el hambre de él.


—Quiero tocarte, Pedro.


En realidad necesitaba hacerlo; pensaba que, si no lo hacía, iba amorir…


—No quiero tener que parar. 


Pedro se rió ásperamente, provocando que a Paula le recorriese un escalofrío por la espina dorsal.


—Estoy ardiendo de deseo, por dentro y por fuera. No puedo pensar en otra cosa que no seas tú.


Entonces comenzaron a desnudarse. Debajo del vestido que llevaba aquella noche, Paula sólo llevaba bragas y unas medias sujetas por ligas negras. Pedro le acarició los pechos para después bajar la cabeza y comenzar a besarlos. Ella cerró los ojos y dejó que las emociones se apoderaran de su cuerpo. Con cada caricia, él dejaba claro la adoración que sentía por ella. Con cada palabra que murmuraba la alababa, le dejaba claro cuánto la deseaba y necesitaba. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 62

 —Me gustaría mucho que así ocurriera —dudó si seguir hablando y esbozó una temblorosa sonrisa—. Hijo mío.


—Buenas… Buenas noches —dijo Pedro, temeroso de desmoronarse.


Sacó fuerzas y se dirigió a la puerta. Mientras Paula abrazaba a María y se despedía de ella, respiró profundamente para recomponerse. Cuando ella lo alcanzó y ambos salieron al pasillo, él trató de tomarle la mano y, cuando ella lo aceptó, suspiró aliviado.


—No quiero marcharme. Quiero… Necesito abrazarte.


—Es lo que yo también necesito —admitió Paula.


En la habitación de María, mientras Pedro había asimilado lo que le había confesado su madre, ella misma se había dado cuenta de una cosa. Amaba a Pedro. Lo había amado desde hacía seis años. Y ese amor era muy fuerte en aquel momento, muy profundo y completo. Le embargaba el corazón, el alma y el cuerpo. Deseaba a Pedro, lo necesitaba, así como necesitaba demostrarle esos sentimientos…


—Le tengo que decir la verdad a Valentina —espetó Pedro mientras se dirigían hacia el pasillo donde estaban sus habitaciones. Se detuvo al llegar a la puerta de la suya—. Hay gente que lo sabe y no puedo protegerla completamente de que llegue alguien y se lo diga. Es mejor que se entere por mí.


Paula también se detuvo, y los recuerdos de lo que había ocurrido en aquel mismo hotel hacía años se apoderaron de su mente. Pero los apartó; sólo eran recuerdos.


—Valentina todavía es muy pequeña y ha tenido miedo. No sé si estápreparada…


—No, todavía no —dijo Pedro—. Pero cuando esté preparada, cuando se sienta segura, se lo contaré para que lo sepa y no le puedan hacer daño con ello.


—Sí —dijo Paula, que sintió cómo el deseo de tener a Pedro crecía dentro de ella.


Él le acarició la mejilla y ella presionó su cara contra la palma de la mano de Pedro. Pero se advirtió a sí misma que las cosas entre ellos no estaban completamente resueltas. No habían arreglado sus problemas. Pero parecía que Pedro ya confiaba en ella. No quería discutir, todo lo que quería hacer era demostrarle lo que sentía por él.


—Llévame adentro, Pedro. Has dicho que necesitabas abrazarme y quiero que lo hagas.


Le acarició el pecho y dejó su mano sobre el corazón de aquel hombre al que amaba.


—Dio, Paula, preciosa mía —dijo Pedro, temblando al dirigir su mano a tocar la cara de ella, a acariciarle los labios—. ¿Sabes lo que estás aceptando? —entonces la abrazó.


—No pasará nada entre nosotros que ambos no deseemos —le dijo ella al oído.


Con un leve gruñido, Pedro sacó la llave de la habitación de su bolsillo y abrió la puerta, apresurando a Paula a entrar.


—Quiero hacerte el amor, tener intimidad contigo y no dejarte marchar nunca. ¿Me entiendes, Paula?


Ella no podía pensar en otra cosa que no fuera en el hombre que tenía delante y en lo que le pedía su cuerpo, que era que estuviese con él en aquel preciso momento. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 61

 —Fuiste a Australia e hiciste de tu vida un éxito —Pedro carraspeó—. Pero nunca trataste de ponerte en contacto conmigo.


Saber aquello dolía. Apretó su hombro contra el de Paula, ya que sabía que ella había pasado por lo mismo cuando sus padres las habían abandonado.


—Escribí a los padres de Adrián, lo cuales me dijeron que eras feliz y que estaban encantados contigo. Me dijeron que te querían y que con ellos estabas muy seguro —explicó María, suplicándole a su hijo con los ojos que la perdonara—. No quise amenazar tu felicidad. Después, cuando te convertiste en un hombre, sentí… Que no tenía ningún derecho a aparecer en tu vida.


María esbozó una pequeña y triste sonrisa.


—Cuando escuché los mensajes que me habías dejado en el contestador automático, apenas podía comprender qué estaba ocurriendo, pero tenía miedo de verte, tenía miedo de que ya supieras lo que yo había hecho y de que me odiaras. Tenía miedo de que lo único que quisieras fuera decirme todo eso. Pero tú no fuiste feliz con ellos, ¿No es verdad? Lo siento tanto.


María comenzó a llorar, y Pedro no pudo soportarlo más. Abrazó a su tía, a su madre, y mientras lo hacía se dió cuenta de que Paula también se acercó a hacer lo mismo.


—No llores, zia, mamma. No estoy enfadado —Pedro tragó saliva con fuerza y la abrazó aún más estrechamente—. No estoy enfadado. Lo comprendo. Yo he… Yo también he hecho cosas. Algún día te lo contaré. 


Decidió no hacerlo en ese momento, ya que María ya había tenido suficiente. Parecía que Paula también se había dado cuenta, porque acarició el brazo de María.


—Estás agotada. Creo que sería buena idea si ahora descansaras.


Pedro estuvo de acuerdo. Quería que Paula lo abrazara, en privado. Quería respirar su aroma y dar rienda suelta a los acalorados sentimientos que lo tenían agarrotado por dentro. Tenía una madre. Era maravilloso, extraño e increíble. Pero era estupendo e iba a asegurarse de que aquello funcionara. Dejó de abrazar a María, pero no soltó su mano.


—Todavía puedo seguir siendo tu hijo durante mucho tiempo, si tú deseas tener esa relación conmigo.


—Sí, sí —dijo María, comenzando a llorar dé nuevo.


Pedro volvió a abrazarla y lo hizo durante largo rato.


—Vete a la cama —le dijo a su madre cuando por fin la soltó—. Prométeme que vas a descansar y que no te vas a preocupar por nada. Lo que ha ocurrido esta noche es estupendo. Y el futuro también lo será. Nosotros haremos que así sea. 

miércoles, 27 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 60

 —No quiero molestar, y además no estoy segura de querer enterarme de más cosas. Mis hermanas y yo… Pedro y tú deberías arreglar esto los dos solos.


—Pero Pedro te necesita a su lado —dijo María, levantando la cabeza. Su expresión reflejaba orgullo y humildad—. Sea lo que sea lo que pienses de mí, Paula, tanto si me condenas como si no, quiero que estés aquí para… Mi hijo.


Pedro frunció el ceño. Estaba a punto de decir algo cuando Paula se le adelantó.


—Por favor, perdóname, María. Esto es muy difícil para mí porque me recuerda mi propio pasado y hace que me comporte de manera… Protectora con Pedro. Pero no quiero hacerme ideas preconcebidas sobre tí.


—Por favor, quédate —le pidió Pedro a Paula, a la mujer que tanto significaba para él. 


Finalmente Paula asintió con la cabeza y todos entraron en la habitación. Se sentaron alrededor de una mesa. Ella tomó la mano de Pedro entre las suyas, y éste le dirigió a María la mirada más alentadora que pudo.


—¿Qué ocurrió, María? ¿Cómo fue que tú acabaste viviendo en Australia y yo acabé viviendo con la familia de Adrián?


—Fue como ha dicho Adrián —María apretó las manos con fuerza.


Su expresión reflejaba la tensión a la que se había visto sometida durante aquellas últimas semanas.


—¿Te quedaste embarazada… Sin estar casada? —preguntó Pedro, que sabía que por aquel entonces era un asunto peliagudo.


—Sí —a María le temblaron los labios, pero fue capaz de contener las lágrimas. Parecía dispuesta a contarlo todo sin desmoronarse.


—¿Por qué? ¿Por qué me dejaste marchar y nunca trataste de conocerme? Por lo menos después, cuando hubiera pasado todo, podrías haber…


—Permítele que se explique —reprobó Paula con dulzura.


Paula había crecido, había cambiado durante las últimas semanas. Pedro pensó que quizá habría cambiado lo suficiente como para aceptarlo con toda su historia.


—Me quedé embarazada de tí cuando tenía dieciséis años, Pedro — susurró María, mirando al suelo. Pero entonces levantó la cabeza y miró a su hijo directamente a los ojos, con el dolor y el sufrimiento reflejado en los suyos—. Pensaba que estaba enamorada, pero la familia pagó a tu padre para que me abandonara. Se marchó del país y me dejó sola. Entonces me dieron a elegir; o te entregaba a los padres de Adrián cuando nacieras, momento en el que me tenía que marchar y no volver a verte nunca, o ellos harían que me fuera imposible encontrar trabajo ni ayuda en Italia si me quedaba contigo. Yo no tenía dinero ni esperanza…


Pedro se percató de que los que habían tenido la culpa de todo aquello habían sido sus abuelos, no María.


—Fueron unos monstruos al hacerte eso, María. Debió de ser tan duro para tí… —dijo Paula, rompiendo el silencio que se había creado.


—Me compraron un billete de avión para Australia —prosiguió María, mirando a Pedro, apesadumbrada—. Trabajé muy duro y con los años logré crear mi propio negocio, pero también me gasté dinero para consolarme cuando me deprimía. Y eso se ha convertido en un hábito muy difícil de abandonar.


—Entonces yo aparecí en el mundo que habías construido y te causé incluso más angustia —dijo Pedro, que en realidad no se arrepentía de haberlo hecho.


María se acercó para tomar la mano que su hijo tenía libre. 


—Sólo me angustié porque no sabía cómo decirte la verdad. ¡Quería hacerlo y suplicarte que me dejaras ser tu madre de nuevo!


Paula se llevó el puño a la boca. Se levantaron. Pedro tenía agarrada la mano de María, mientras ella apretaba su hombro contra él de la misma manera que había visto que hacía con sus hermanas; como una muestra de solidaridad que le llegó al corazón.


No Esperaba Encontrarte: Capítulo 59

 —Tengo la sartén por el mango, hermano. Te puedo hacer daño. Si esto no es suficiente, puedo quitarte a la mocosa…


—¡Pedro! —exclamó Paula, poniéndose delante de él y agarrando el puño que había levantado él—. ¿No te das cuenta de que es eso lo que quiere? Una pelea en público para darte mala imagen. No le des ese placer — entonces miró a Adrián—. Es una pena de hombre. Ya tiene demasiadas cosas con las que cargar en su conciencia.


—No me pesa la conciencia —dijo Adrián, levantando la cabeza y mirando sin rastro de remordimiento. Pero se mantuvo a cierta distancia a Pedro—. Soy un hombre felizmente casado con tres hijos. Puedo hacer lo que quiera. No tienes ningún tipo de control sobre mí, Pedro. Me río ante la idea de que pienses que puedes darme órdenes…


—¿Ah, sí? ¿Crees que iba a dejar las cosas como estaban y no dar pasos para proteger a mi hija y sus intereses, Adrián? —dijo Pedro.


Le satisfizo observar la intranquilidad que reflejaba la cara de su hermano. Bella estaba disgustada, María lloraba, y el causante de todo era Adrián. Pero iba a aprender de lo que Pedro era capaz.


—¿No te has percatado de la imparable venta de acciones en tus tres compañías más importantes durante los últimos años? Cada vez que tienes un agujero financiero, hay alguien que te compra unas cuantas acciones.


Pedro hizo una pausa.


—Vamos a ver. ¿Cuáles han sido las más recientes canalizaciones? Ah, sí. Cien invitados a un casino durante un fin de semana con todos los gastos pagados, ¿No es así? Y antes de eso, un crucero por el mundo con todos tus tan «Renombrados» amigos.


—¿Cómo puedes saber todo eso? —preguntó Adrián, que parecía estar encogiendo de tamaño ante aquellas revelaciones.


Paula estaba en silencio al lado de Pedro, todavía agarrándolo de la mano. Tomó también la mano de María, que se había secado las lágrimas y estaba mirando a Adrián llena de furia.


—A través de una administración financiera, he comprado las suficientes acciones de tus empresas como para poder hacerte la vida muy desagradable si tratas de hacernos de nuevo daño a María, a mí, o a cualquier otro miembro de mi familia. ¿Me entiendes, Adrián? Trata de herir a aquéllos que yo quiero y seré yo el que te haga daño a tí. 


Adrián comenzó a decir una serie de improperios, se dió la vuelta y se marchó. Pero había comprendido. Entonces Pedro se dirigió a María y a Paula, cuya cara reflejaba impresión y confusión.


—Vamos a llevar a zia María a su habitación —dijo Pedro, que deseaba apartar a María de las miradas indiscretas—. Éste no es lugar…


—Estoy de acuerdo. María debe darte una explicación —dijo Paula con la voz calmada.


Pero Pedro pudo sentir el remolino de emociones que se había apoderado de ella. Se preguntó si estaría culpando a María por haberlo abandonado.Se planteó si él mismo lo hacía. Pero incluso si quisiera culparla, él era la última persona en tener ese derecho.


—Dejemos que María se recomponga y que me dé esa explicación.


—Lo haré. Te lo prometo, Pedro —fue todo lo que pudo decir María, que estaba muy emocionada.


Se dirigieron a la habitación de María en silencio, un silencio cargado de emociones. Pedro no sabía qué decir, ni qué pensar, ni qué desear. No sabía ni para qué tenía que prepararse. Al llegar a su habitación y abrir la puerta, a María le temblaron las manos al indicarles a ambos que entraran. Todavía estaba muy pálida, pero parecía dispuesta a aclararlo todo. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 58

 —Buenas noches, zia, mañana continuaremos con nuestra conversación. Acuéstate y no te preocupes por nada —entonces Pedro se dirigió a Paula—. Te veré pronto.


—Ella no es tu tía, Pedro —las duras palabras de Adrián cargaron el ambiente de tensión.


Paula dudó qué hacer y trató de llevarse a María de allí. Pero su jefa se quedó pálida y parecía que no podía moverse. Pedro sintió ganas de agarrar a su hermano por la garganta y apretar hasta que el desdén que éste sentía se apagara. Adrián no tenía derecho a hacer daño a María, y estaba claro que lo había hecho, aun cuando él no entendía qué era lo que había querido decir Adrián. Se planteó si la familia había excomulgado a María legalmente. Miró a su tía y sintió un profundo vínculo con ella. Fuera cual fuera la verdad, no iba a permitir que Adrián la hiriera. 


—Márchate, Adrián. Márchate ahora mismo y quizá considere no hacerte daño.


—Vamos, María. Marchémonos —pidió Paula, tirando del brazo de su jefa.


—Pobre y tonto Pedro. No te enteras, ¿Verdad? —dijo Adrián, mirando a continuación a María y de nuevo a Pedro—. Eres el único que no lo sabe. Otra vez. ¿Cómo te hace sentir?


Pedro se acercó a agarrar a Adrián de la solapa de la chaqueta. Pero su hermano se echó para atrás, riéndose salvajemente. Pudo oír a María comenzar a sollozar mientras le pedía a Adrián en italiano que lo dejara, que le permitiera ser ella la que se lo dijera. Entonces Pedro sí que se sintió como el tonto; el único que no sabía de qué hablaban. Agarró a su hermano de la camisa, sin darle tiempo esa vez de apartarse.


—Dime qué es. Cuéntame este gran secreto que crees que me dejará hundido.


Al ver lo enfadado que estaba Pedro, Adrián se calmó un poco. Entonces se soltó.


—Ella es tu madre, una mujerzuela. La familia debía haber renegado de ambos. Pero nuestro abuelo era débil. Te mantuvo en la familia porque yo era su único nieto, y él pensaba que, por si acaso, nuestros padres debían tener dos hijos.


Aquello dejó paralizado a Pedro, que estaba luchando por asimilarlo cuando Adrián continuó hablando.


—¡Yo estaba harto! Pero el abuelo insistió en que te criaran como hermano mío. No debías haber estado ahí. Nuestros padres siempre lo supieron. Les molestaba tu sola existencia.


Pedro miró a María y le quedó todo claro. Sintió como si se lo hubiese tragado la tierra, enterrándole en la oscuridad hasta que no pudiera ver nada, hasta que no pudiera respirar. Él era hijo de María. La miró a la cara y deseó que su hermano desapareciera de allí.


—Vete, Adrián, ahora mismo.


Éste comenzó a reírse… Hasta que miró a Pedro a los ojos. Dejó de reír y sus ojos reflejaron miedo. Entonces levantó la barbilla.

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 57

 —Tu hija tiene más confianza y está más despreocupada cada día — dijo, apartándose levemente—. Creo que no tiene ninguna duda de que su papa la quiere.


—Gracias por decir eso.


Sólo Paula y Pedro sabían cuánto significaban aquellas palabras.


—Ha sido una noche muy larga, así como lo han sido estos días pasados —dijo María, que parecía temblar por los sentimientos reprimidos que la embargaban—. Me alegro de que todo haya acabado. He estado tan preocupada…


—No tienes nada de lo que preocuparte —dijo Pedro.


El mismo también había estado muy preocupado por su hermano y por el efecto que todo aquello podría tener en María. Se acercó a su tía, le tomó una temblorosa mano entre las suyas y la abrazó.


—Sabes que me lo puedes contar, zia. Lo que ocurrió en el pasado. Haré lo que sea para que no sufras y no estés preocupada. Ahora tú eres mi familia y quiero que confíes en mí.


A María se le llenaron los ojos de lágrimas y apretó la mano de Pedro.


—Pedro, yo quería protegerte, pero debería haberme enfrentado a los hechos, debería haberte dicho lo que yo había hecho cuando te acercaste a mí en Melbourne. Simplemente tenía mucho miedo de que me rechazaras, de que te enfadaras conmigo, y por eso he estado dejándolo.


Según hablaba, a María le temblaba la boca. A Pedro se le formó un nudo en el estómago. Estaba muy confundido e inquieto.


—¿Qué quieres decir, zia?


A María le volvió a temblar la boca mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas…


—Quiero decir que soy… Que soy tu…


—Bueno, bueno, bueno. ¡Qué imagen más agradable!


Al reconocer aquella voz que denotaba enfado, Pedro se apartó de María y se acercó a su hermano.


—Adrián —dijo, tratando de proteger a su tía y a Paula. Frunció el ceño—. ¿Qué quieres? Estás borracho. 


—Ha sido pura casualidad que tus diseños hayan sido los más populares. Todavía eres el segundón, y siempre lo serás.


—Querrás decir que soy un segundón para tí —dijo Pedro, apretando las manos—. ¿No te has parado a pensar que a mí no me importa lo que tú pienses, o lo que piense nadie? Ya no me importan esas cosas. He seguido hacia delante.


—No te atrevas a llamar a Pedro «Segundón». Él es mucho mejor hombre de lo que tú nunca podrás llegar a ser —dijo Paula tras de Pedro, agarrando a éste con fuerza por el brazo.


—Deja en paz a Pedro —dijo María.


—Mejor todavía… —Pedro miró a su hermano y sintió desprecio y pena por él.


Se preguntó cómo habría sido capaz de negarse a reclamar a Valentina como hija suya.


—¿Por qué no te vas a casa, hermano?


Al ver que Adrián se negaba a moverse, Pedro se dirigió a María y a Paula.


—Suban arriba. Me reuniré con ustedes cuando termine con esto.


La expresión de la cara de Paula dejó claro que no quería dejarlo solo,pero agachó la cabeza y tomó a María del brazo.


—Vamos, María. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 56

 —¿No te has vuelto a encontrar con tu hermano? Mientras trabajaba con las modelos detrás del escenario, no me dí cuenta de si lo hiciste.


—No he vuelto a hablar con él desde la primera noche, cuando admitió que la invitación había sido idea suya. Con nuestros padres de viaje, dudo que siquiera sepan que yo estaba invitado. 


Pedro había buscado a Adrián la primera noche que hubieron llegado, para preguntarle si pretendía crear problemas. Lo encontró en el bar del hotel, borracho. Se había negado a responder, pero lo que no había previsto había sido que los diseños de Pedro fuesen a llegar a ser mejores que los que estaban ofreciendo la familia.


—Lo acabo de ver de reojo cuando pasábamos por el bar. Si me invitó para valorar la calidad de mi trabajo, seguramente que esté arrepintiéndose.


—Ése es su problema —dijo Paula con el enfado reflejado en la cara— . Se tiene bien merecido que tus joyas hayan acaparado más atención que las de tu familia.


Entonces se acercaron al grupo y vieron que María no podía contener la sonrisa.


—¡Ha salido tan bien! Incluso desde bastidores podía ver el éxito que estaban teniendo los vestidos y las joyas —entonces su sonrisa palideció un poco al mirar a Pedro a la cara—. No has salido a encontrarte conmigo tan pronto como yo había esperado. ¿No… No habrá ocurrido nada desagradable que te haya detenido?


—Queríamos felicitar a las modelos y darles una bonificación económica para que así puedan disfrutar de su última noche en Milán —Pedro sonrió mientras acercaba a Bella a su lado.


—¿Ha salido todo bien, papa? ¿Nos marchamos a casa mañana? — preguntó Valentina, cuya voz reflejaba lo cansada que estaba.


Pedro la tomó en brazos y le dió un beso en la mejilla. La pequeña se abrazó estrechamente a su cuello. Él cerró los ojos; su corazón rebosaba gratitud por los puentes que habían logrado cruzar en su relación.


—Todo ha salido bien, y sí, mañana nos vamos a casa. Si esta noche duermes bien y mañana desayunas como es debido, habrá tiempo para un gelato antes de que salgamos hacia el aeropuerto.


—¡Qué rico! También quiero limonada —dijo Valentina, bajándose de los brazos de su padre y tomando a Marisa de la mano—. Vamos a la cama. Estoy muy cansada. Tengo que dormir mucho antes de levantarme por la mañana.


Mientras Valentina y su niñera se marchaban de la sala, Pedro miró a Paula, sonriendo. Ante su sorpresa, ella lo abrazó con fuerza. 

lunes, 25 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 55

 —Valentina y su niñera vendrán con nosotros. No la voy a dejar aquí  mientras regreso al país en el que ella sufrió tanto. Quizá se preocupara de que fuera a apartarme de nuevo de ella.


—Me parece un sentimiento muy bonito, ¿Pero crees que es acertado llevarla y que esté cerca de tu familia? —preguntó Paula en un tono muy bajo—. ¿Y si tú hermano la ve?


—Iremos a Italia, pero regresaremos juntos a Australia… Para que sepa que me tiene y que nada cambiará eso… Será bueno para Valentina —dijo Pedro, que realmente creía en aquello—. Adrián no intentará ni siquiera mirarla. Por lo que a él respecta, yo me ocupo de la niña y adiós muy buenas. Así que no tengo miedo de la estabilidad emocional de Valen. Le advertiré a Marisa de que la mantenga apartada de la familia, pero no hay ninguna razón por la que se vayan a cruzar ambos caminos.


—Supongo que de todas maneras no la reconocerían. Ella simplemente será una niña con una niñera. ¿Por qué irían siquiera a mirarla? —dijo Paula, tocándole el brazo a Pedro—. Entiendo lo que quieres decir.


Él le tocó a su vez la mano y la miró a la cara, a los ojos. La mirada de ella brilló, reflejando un inesperado enfado.


—Me gustaría darle una patada a tu hermano en la rótula por su comportamiento.


Pedro sonrió; le agradó que a ella no le gustara Adrián, aún sin haberlo visto.


—Prepárate para el desfile, Paula —dijo, dándole un suave beso en los labios. No pudo resistir la tentación. 


El calor se apoderó de Pedro cuando ella apretó las manos y se acurrucó en él. Quizá fue un acto involuntario, pero lo hizo, y respondió en un nivel primario. Se dijo a sí mismo que no debía abrazarla, que no ¡debía suplicarle que se quedara allí bajo su abrazo ni debía tratar de que se quedara allí para siempre.


—Prepárate para el desfile —repitió él—. Si necesitas ayuda con algo, dímelo y te ayudaré.


—Éste es el último acto social —advirtió Paula—. Cuando termine… Tú y yo habremos acabado. 


—¡Lo conseguimos!—llevada por la emoción del momento y la euforia de haberlo logrado, Paula permitió que sus sentimientos se desbordaran—. Nuestros diseños han sido los más populares.


La presentación de los vestidos de Paula había terminado, y Pedro se dirigía a la apartada sala donde se iban a reunir con María, con Marisa y con Valentina. Habían estado trabajando duramente durante siete días, y aquella noche ponía el punto y final a todos los desfiles. Luc estaba contento. Pero la felicidad de Paula le hizo sentir una satisfacción y placer muy profundos. No estaba preparado para dejar de verla. Paula se acercó a él y lo agarró del brazo. Él la abrazó justo cuando aparecieron María, Marisa y Valentina. La nostalgia se apoderó de él. Deseaba a Paula. Quizá no supiera cómo lograr que ella se quedara con él, pero deseaba estar con ella y demostrarle cuánto significaba para él.


—Cuando nos hayamos despedido de los demás, saldremos por ahí los dos solos. Le demostraremos a Milán cómo podemos celebrar nuestro éxito.


A Paula le fascinaba aquella ciudad; los edificios históricos, los teatros, las catedrales…


—¿Te gustaría ver algo de la ciudad por la noche conmigo? Hace frío, pero nos podemos mantener calientes el uno al otro y después… —dudó si seguir hablando—. Después quiero llevarte a mi habitación y que hagamos el amor.


Paula dió un grito ahogado y, tras un momento, respiró profundamente. 


—Sí, sí —dijo, ruborizándose.


Pedor supo que ella había entendido su invitación y que la deseaba tanto como él. La miró a los ojos y vió deseo y confusión reflejados en ellos, así como emoción y… ¿Esperanza?


No Esperaba Encontrarte: Capítulo 54

 —Si insistes en esto, iré contigo. Ellos no… Si yo estoy allí delante… No es por mí por quien estoy preocupada… —no terminó de hablar y bajó la mirada.


—¿Quizá si me dijeras qué es lo que te preocupa? —provocó Pedro.


Pero María esbozó una dura mueca y negó con la cabeza. Parecía tan afectada que a Paula le dolió verla de aquella manera. Entonces, antes de que Paula o Pedro pudiesen decir nada más, María tomó el teléfono del mostrador.


—Nos esperan unos días muy ajetreados por delante —María parecía dispuesta a sumergirse en aquello, ya que la decisión estaba tomada—. Pedro, ve a tu tienda y trae las piezas que más te gustaría mostrar en el desfile. Haremos todo lo que podamos para combinarlas con los vestidos apropiados, pero estoy segura de que entiendes que ello implica un compromiso.


María respiró profundamente antes de darse la vuelta hacia Paula.


—Tú, Paula, ve a los percheros y maniquíes y pon lo que creas que vas a querer lucir en el desfile. Cualquier vestido que termines antes del viaje también se podrá mostrar. Veré lo que puedo hacer para que alguien me sustituya en la tienda mientras estamos las dos fuera, para que así Romina no se quede sola.


—Está bien, María —dijo Paula, un poco menos preocupada por su jefa—. Me pondré a ello inmediatamente.


—Paula, primero concédeme un momento, por favor —pidió Pedro, apartándola—. ¿Podrías conseguir a las mismas modelos que hemos estado contratando? ¿Las mismas que vinieron con nosotros al desfile de Sidney?


—Eso espero. Cuando te marches, me pondré en contacto con ellas. Sé que, si pueden, dirán que sí. Les vendría muy bien participar en ese desfile, y estoy segura de que cualquier agente estaría de acuerdo —Paula no pudo esconder lo emocionada que estaba. Incluso se ruborizó—. Para ellas también será una oportunidad de oro.


A Pedro le agradaba ver el entusiasmo de Paula, ya que todo aquello era por ella… Y por él, ya que no estaba preparado para alejarse de ella, y de aquella manera la mantenía a su lado durante más tiempo.


—Tus vestidos dejarán huella en Milán. Quiero esto por tí, Paula. Apartando todo lo demás, quiero que tengas el placer de ver tus vestidos sobre esa pasarela. Quiero que disfrutes del aprecio y respeto que obtienes del público y de los colegas de profesión.


—Es diferente a simplemente ser una modelo. Esto será mucho más importante, aunque trate de que no lo sea. Quiero tener éxito por mí misma, pero también… Por tí —dijo ella, mirándolo a los ojos.


Pedro pudo ver la vulnerabilidad de ella, su preocupación por él. Quería abrazarla e insistir en que intentaran tener algo. Pero no sabía si podrían hacer funcionar las cosas entre ellos. De hecho, pensaba que no podrían. El pasado de ambos les había robado esa oportunidad. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 53

Tras un momento, Paula se enderezó y lo siguió. No le importaba su situación en todo aquello, pero en interés de Pedro iba a hacerlo lo mejor que pudiera. Haría que él estuviese orgulloso. Y entonces todo habría acabado entre ellos. Tendría que dejar a sus hermanas de nuevo, pero se dió cuenta de que por primera vez no le preocupaba. Carla y Sofía se podrían cuidar la una a la otra si lo necesitaban y, teniendo a Iván tan pendiente de la salud de Carla, su hermana estaba en buenas manos. Darse cuenta de que ya no era la única persona que amaba y se preocupaba por sus hermanas le hizo sentirse extraña, pero Iván estaba allí para compartir esa tarea con ella. 


—No debes ni pensarlo —dijo María, alzando la voz—. No debes ir, Pedro. Y Paula tampoco debe ir. ¡Nadie debe ir!


Paula oyó el tono afligido de la voz de su jefa cuando entró en la tienda. Se acercó a ellos. Afortunadamente no había ningún cliente en la tienda en aquel momento.


—Supongo que Pedro te ha informado de la invitación que nos han hecho para asistir al desfile de la familia Alfonso en Milán —dijo Paula, que comenzó a pensar que sólo tenían un par de días para prepararlo todo.


Se preguntó si la familia de Pedro lo habría preparado de aquella manera a propósito, para que así él no tuviera tiempo de prepararse para el desfile.


—Es una oportunidad única para que mis vestidos se conozcan, María —dijo Paula, acercándose al lado de Pedro. ¡Después de todo se sentía bien al estar a su lado!


Pedro la miró con la admiración reflejada en los ojos.


—No tienes por qué ir, y mi Pedro, él no debería tener que enseñarles sus joyas. ¡No les debe nada! —dijo María, alterada.


—¡Oh, María! —exclamó Paula.


Su jefa había dejado claro con sus palabras que le tenía mucho afecto a Pedro, pero también un miedo que estaba directamente relacionado con su familia.


—Pedro y yo hemos decidido ir. Estoy segura de que todo irá bien — Paula miró entonces a los ojos de Pedro—. Es una oportunidad magnífica de introducir mis diseños en el mercado internacional. Si él lo desea, haré todo lo que pueda para tener mucho éxito en el desfile.


Y cuando finalizara, trataría de alejarse de él con dignidad. De alguna manera lo conseguiría.


La mirada de Pedro se dulcificó.


—¿Pedro? ¿Has insistido en hacer esto? —preguntó María, agitada. Le temblaban las manos—. ¿No puedo hacer que cambies de opinión?


—No voy a cambiar de idea, pero tú no tienes que preocuparte por ello —le tranquilizó Pedro, tomándole ambas manos—. Tú te quedarás aquí y cuidarás de todo mientras Paula y yo hacemos el viaje. Volveremos antes de que te des cuenta. No tendrás que… Acercarte a ellos.


Pero María no se relajó ni accedió. En vez de ello, agitó la cabeza. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 52

 —¿El mismo desfile? —Paula bajó la mirada a regañadientes.


Entonces abrió el sobre. La invitación provenía de la familia Alfonso, no de Pedro, y ella se preguntó por qué habrían hecho eso.


—Dime que no les has pedido que hicieran esto.


—La invitación ha sido toda una sorpresa para mí.


—¿Entonces por qué la han mandado? Tú te apartaste de ellos. Estás tratando de comenzar de nuevo, de ser parte de una familia junto con María.


Pedro se encogió de hombros.


—Mi propósito es ser una dura competencia para ellos en el mercado de la joyería artesanal. Según parece, han tenido a alguien informándoles de mis progresos, aquí en Australia, y ahora quieren comprobar mi trabajo más de cerca, en su propio territorio.


—Seguro que hay lugar para ellos y para tí en la industria de la joyería. No necesitan hacerte ir a Milán para investigar tu mercancía.


—También examinarán tus creaciones, y es por tus méritos propios por los que quieren que tus vestidos estén en el desfile. Sólo invitan a los mejores —dijo él, metiéndose las manos en los bolsillo de los pantalones.


Paula lo deseaba tanto que le dolía. Bajó la vista hacia la invitación.


—¿Saben tus padres… Lo de Valentina?


—Si se lo dijera, no me creerían —contestó, mirando al agua—. Para ellos, Adrián no puede hacer nada malo. Siempre ha sido así.


—Mándales una nota informándoles de que no estaremos allí —dijo Paula, a quien no podía importarle menos lo que la familia Alfonso pudiese hacer por su carrera. Era de Pedro del único que se…Preocupaba.


—O si no quieres hacerlo, lo haré yo en nombre de los dos.


—Vamos a ir. Tendrás la oportunidad de hacer tus vestidos mundialmente famosos.


—Sería como si tú se los estuvieses vendiendo a ellos. No quiero hacerlo —dijo Paula, que no podía evitar sentirse tan vulnerable.


Pedro le tomó una mano. 


—No me importa mi familia. Esto es por tí. Quiero que aproveches esta oportunidad.


Paula pensó que sentir la piel de él sobre la suya dolía… Pero a la vez era maravilloso.


—Pero… —dijo, levantando la mirada.


—No discutas más —dijo él, dulcificando el tono y mirándola a los ojos—. Por favor, no me impidas darte esta oportunidad. Es una oportunidad única en la vida. Quiero que la aceptes.


—Si es lo que quieres —susurró ella, sin permitirse pensar en ello—. Iré.


Aquél sería el último acto, como la última representación de una obra de teatro. Y quizá volver a Milán sería la mejor manera de terminar con todo aquello.


—Esto merecerá la pena, Paula. Sé cómo comenzaron las cosas entre nosotros cuando yo me mudé aquí pero, lo creas o no, ahora tu éxito es importante para mí simplemente porque quiero que lo tengas.


Antes de que Paula pudiese decir nada, Pedro se dió la vuelta para regresar por donde había venido.


—Le diré a María lo que está ocurriendo para que podamos comenzar con los preparativos. Estoy seguro de que apoyará la idea y de que te dará todo el tiempo libre que necesites para tenerlo todo preparado.


Mientras Paula lo miraba como atontada, él se marchó.

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 51

 —Me voy a quedar porque Valentina no se puede quedar a solas contigo, por si acaso te pones enfermo —dijo a duras penas. Tenía un nudo en la garganta—. Pero por la mañana me marcharé y… Quiero que me dejes encargarme de vender el resto de mis vestidos a solas. Sabes que no me detendré hasta que no los haya vendido todos, y es mejor si… No nos vemos para trabajar juntos nunca más.


—Creo que entonces ya tengo mi respuesta —dijo Pedro, dándose la vuelta—. Por lo demás, seguiré haciendo lo que crea que es mejor para mi tía. Si ello implica que tenemos que asistir juntos a más actos sociales, esperaría que fueras.


—Por favor, recapacita sobre ello —pidió Paula, sin poder mirarlo a los ojos.


—Ahora mismo no puedo darle más vueltas al asunto. Te informaré de lo que decida. Había pensado que lo abandonáramos todo, Paula, pero esta invitación cambia las cosas —dijo Pedro, dejando un sobre de papel de vitela sobre el regazo de Bella.


Ella estaba sentada en la suave hierba desde la que se veía el río Yarra. Era lunes. Habían estado separados menos de dos días y, en ese tiempo, Paula había estado más desesperada por él de lo que lo había estado durante los últimos seis años. Pero eso no importaba, no importaba cuánto deseaba volver atrás en el tiempo y decirle que sí, que quería estar con él, que podía olvidar su pasado. No podía hacer eso.


—Has estado alejado durante dos días, no has telefoneado. Supuse que no querías trabajar más conmigo en ningún proyecto —dijo, levantándose y mirándolo a la cara.


Pero con sólo mirarlo le temblaba todo el cuerpo, y afloraron todas sus emociones. Agarró el sobre con fuerza.


—¿Cómo me has encontrado?


—Primero fui a la tienda, y Romina me indicó que estarías aquí. María estaba ocupada, atendiendo a un cliente.


Paula se preguntó por qué se sentía tan mal al haberse alejado de él. No tenía nada que ofrecerle aparte de un pasado lleno de dolor por el abandono de sus padres. Y ella no podía aceptar el que él mismo hubiese abandonado a su hija.


—No debiste haber venido, Pedro.


—¿Crees que ha sido fácil mantenerme apartado de tí? ¿Puedes entender lo aturdido que estoy y cómo me duele pensar en tí? Dime que tú también has pensado en mí.


Paula había pensado en él noche y día, hasta creer que iba a enloquecer.


—No. Por favor, no digas… —no pudo continuar hablando.


Sin mirar dentro del sobre, se lo devolvió, respirando profundamente.


—Gracias por traerme la invitación pero, sea lo que sea, no quiero participar.


—Nos han invitado a Milán, al mismo desfile en que hace seis años comenzó todo —dijo, empujando la mano de ella con la invitación hacia atrás—. Ábrela. Léela. Y entonces dime que puedes darle la espalda a una oportunidad de tal magnitud de hacer tus vestidos mundialmente conocidos. 

miércoles, 20 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 50

 —No debí dejar que importara, pero permití que la traición de la esposa a la que había tratado de amar y del hermano al que había admirado me llenaran de dolor, dolor que me apartó de Valentina. Ella era inocente y estaba indefensa. Me necesitaba. Pero tras aquella noche sólo seguí adelante guiado por el sentimiento de traición y dolor. 


—Oh, Pedro —Paula no sabía qué decir.


—Contraté una niñera para que cuidara de Valen y me alejé de ella. Utilicé como excusa el hecho de que estaba ampliando el negocio familiar por Europa, pero yo sabía la verdadera razón —los ojos de Pedro reflejaban mucho dolor—. Iba a ver cómo estaba una o dos veces al año y, cada vez que la veía, veía mi dolor, mis necesidades. Me convencí a mí mismo de que no disponía de más tiempo para ella. Tenía que trabajar.


Paula tembló ante aquello, y su propio dolor y sufrimiento afloraron. No quería echarle las culpas a Pedro, ya que podía sentir cómo le afectaba todo aquello, pero… ¿Cómo podía aceptar aquel abandono?


—Valen se escapó —dijo ella.


—Sí. Ignoré a la niña que había reclamado como mía. Hice que Valen fuera tan infeliz, provoqué que estuviera tan convencida de que sólo su ausencia me agradaría, que se escapó —dijo Pedro, muy tenso al recordar todo aquello—. Yo estaba en Italia de pura casualidad cuando ocurrió. Pero incluso así, transcurrieron cinco horas desde que me enteré de que había desaparecido hasta que la encontré, acurrucada en una casucha de unas pequeñas granjas muy lejos de donde había salido.


Paula no quería ser testigo del dolor de Pedro durante más tiempo, como tampoco quería sentir lo que estaba sintiendo en aquel momento; el recuerdo del abandono de sus padres, el dolor de sus hermanas. Y el suyo propio. Pero él tragó saliva y continuó hablando.


—Fue hasta allí andando. Podían haberla secuestrado, atropellado, o se podía haber muerto de hambre allí escondida antes de que nadie la hubiese encontrado. Traicioné a mi hija, Paula, al igual que tus padres las traicionaron a ustedes.


Pedro dijo aquello de una manera muy dura; sentía asco de sí mismo.


—He decidido contarte esto con la esperanza de que, si lo sabías, podríamos dejarlo atrás y… Tener algo juntos. Pero estaba equivocado, ¿No es así? No se puede dejar atrás. No sé en lo que estaba pensando.


Paula se quedó mirándolo. Entendía el dolor que él sentía, pero eso no borraba lo que había ocurrido.


—Lo siento, Pedro—dijo, dirigiéndose hacia la puerta—. Lo siento. Por favor, entiende que yo no… Yo comprendo, pero no puedo apartar mis sentimientos al respecto. 


Paula sabía que lo que él necesitaba era que ella dijera que no importaba… Pero no podía hacerlo. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 49

Paula vió reflejado en los ojos de Pedro el horror de todo aquello, el dolor que le había causado. Se sintió enferma. Que cualquier mujer le hubiera hecho algo así le parecía absurdo. No podía comprenderlo, pero estaba claro que la esposa de Pedro lo había hecho.


—No lo sé. Quizá para que todo «Quedara en familia», por decirlo de alguna manera —Pedro se rió con dureza—. Brenda sintió un gran placer cuando mandó salir al abogado con los papeles firmados por mí, papeles en los que me cedía a mí la custodia de Valen. Entonces fue cuando me dijo que era hija de mi hermano, Adrián. Se había quedado embarazada de él antes de empezar a salir conmigo. Yo no era el más rico, pero él no respondió ante ella como Brenda había esperado. Cuando se quedó embarazada, se negó a dejar a su esposa e hijos para casarse con ella.


—¿Así que ella se fijó en tí? —la atrocidad de todo aquello estaba consumiendo a Paula. 


Se preguntó el efecto que todo aquello habría tenido en la capacidad de Pedro de confiar en las personas. La combinación de la furia y de la empatía que estaba sintiendo debido a lo impresionada que estaba la hizo temblar.


—Oh, Pedro, lo siento tanto. Debiste haber estado tan disgustado aquella noche.


—Fui a buscarte, para explicarte todo y pedirte que te quedaras, pero entonces te ví saliendo de la habitación del gerente del espectáculo.


—Y concluiste que yo, también, había optado por cualquier opción que me conviniese.


Paula no estaba enfadada. Simplemente estaba… Triste por él, por todo lo que tenía que haber sufrido.


—Está bien, Pedro, entiendo la impresión que debiste llevarte al verme salir de allí.


Pedro asintió con la cabeza y tragó saliva.


—Pero la niña era de Brenda. ¿No quería tenerla consigo, tanto si tú eras el padre como si no?


—Ella se quedó embarazada para atrapar a Adrián y que se casara con ella. El bebé no fue más que una estratagema. Nunca se acercaba a Valentina. Luché por ello hasta que me di cuenta de que no podía ganar. Entonces luché para que se quedara conmigo porque Brenda no la quería ni la amaba.


Pedro estaba emocionado.


—Gané esa batalla. Me quedé con el bebé y con el conocimiento de que Brenda sólo me buscó a mí cuando Adrián se negó a poner en peligro su matrimonio admitiendo la paternidad de la niña.


Paula estaba asombrada ante todo aquello. E indignada.


—Me enfrenté a Adrián más tarde. Me dijo que no podía evitar si yo había sido suficientemente crédulo como para casarme con Brenda y que no era su problema si ella se había quedado embarazada de un hijo suyo durante una aventura amorosa que nunca iría a convertirse en nada más.


Pedro se dió la vuelta para hablar de cara a Paula. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 48

 —No es probable que Valen se despierte, pero si lo hace, no quiero correr el riesgo de que oiga esta conversación. Y tengo que contártelo, Paula. Te deseo… Y sé que necesitamos resolver las cosas entre nosotros. 


Comenzó a andar por la habitación.


—Aquella última noche en Milán, después de que Brenda irrumpiera en el comedor y se acercara a nuestra mesa, para decirte que era mi esposa, y que tú te marcharas, me dijo que estaba de acuerdo en que nos divorciáramos. Había reservado una habitación en un motel y tenía a un abogado esperando. Simplemente teníamos que firmar los documentos.


Paula trató de no revelar lo sorprendida que estaba ante aquello.


—Aunque una parte de mí quería ir tras de tí para tratar de explicarte las cosas, no podía hacerlo en aquel momento.


Parecía que la frustración de todo aquello le invadió a medida que continuaba hablando. A Paula le dió un vuelco el corazón. Pedro se había preocupado mucho por ella, había querido arreglar las cosas con ella aquella última noche.


—Tenía que aceptar la oferta de Brenda —espetó—. Había estado esperando durante demasiado tiempo para conseguirlo, y significaba asegurar que Valen estuviera conmigo.


—¿Incluso entonces querías que Valen estuviera contigo? —preguntó Paula—. Pero la abandonaste.


—Sí —reconoció él, invadido por el dolor—. No tengo excusa, pero te explicaré qué fue lo que ocurrió. Brenda esperó a que los documentos estuvieran firmados y autentificados por el abogado para después decirle al hombre que se marchara. Se sirvió una copa del minibar de la habitación y brindó por el mayor estúpido que nunca había conocido.


La voz de Pedro estaba muy tensa, dejando claro el efecto que todo aquello había tenido sobre él.


—No… No comprendo —dijo Paula, levantándose y mirando a Pedro a la cara. Deseaba abrazarlo y consolarlo, pero se contuvo.


—Yo me casé con ella porque, a pesar de mis precauciones, Brenda estaba embarazada. Quería hacer lo correcto con ella y con el bebé. Entonces nació Valen, prematuramente —Pedro hizo unos gestos con los dedos en el aire—. Brenda alardeó del miedo que sentía por nuestro bebé cuando, según lo calificó ella, se puso de «parto prematuro». Si no había sido realmente un parto prematuro…


Pedro prosiguió hablando. Parecía que ya que había comenzado, quería contarlo todo.


—Que los bebés sean grandes es bastante común en mi familia, así que el peso y tamaño de Valentina parecían normales, teniendo en cuenta que nació, según creía yo, prematuramente.


De nuevo, Pedro esbozó una dura mueca.


—Pero de hecho, nació más tarde de lo que debería haber nacido. No era hija mía. Brenda ya estaba embarazada de ella cuando nos conocimos.


—¿Pero por qué debería tratar de engañarte y atraparte en un matrimonio cuando el bebé no era tuyo?

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 47

 —No te puedo dejar, Pedro, incluso si tu «coco» no tiene ningún daño aparente. Si no me quedara, estaría toda la noche despierta y preocupándome por cómo estarías.


—Grace habló contigo —dijo Pedro.


Se había despertado justo cuando Paula había estado bañando a la pequeña y preparándola para dormir. Le había hecho sentirse muy bien tener a ella en su casa, haciendo aquellas cosas con su hija. Todavía le hacía sentirse bien, y se preguntó si Paula y él podrían tener una oportunidad de estar juntos. Había tenido dudas sobre ella, pero esas dudas parecían haberse despejado. En aquel momento sabía la verdad sobre lo que había ocurrido aquella última noche en Milán y sospechaba que, aunque había sido muy injusta con su tía, Paula no había tenido intención de causarle ningún daño a María. Brenda y Adrián le habían arruinado la vida por creer de nuevo en el amor. Deseaba que fuera distinto, pero nunca lo sería. Le habían hecho demasiado daño, y él mismo había causado mucho dolor como resultado; ya no era capaz de abrirse a la posibilidad de que le volvieran a herir.


—Yo… Me he divertido preparando a tu hija para dormir —dijo Paula en un tono dulce.


Quizá fuera algo de su aspecto físico, o la vulnerabilidad que denotó al sentarse a su lado. O quizá fuese que él se había dado cuenta de cuánto deseaba tenerla en su vida. Se dió cuenta de que necesitaba a Paula y de que la única manera de afrontarlo era decirle la verdad a ella, toda la verdad sobre su pasado, y así poder seguir adelante.


—Hay algo que necesito decirte.


Pedro se levantó de la cama y tomó un albornoz que había en el cuarto de baño de su habitación. Una vez se lo hubo puesto, regresó al dormitorio y se sentó al lado de Paula. Ella comenzó a ponerse nerviosa, preguntándose qué sería lo que quería contarle. 


—¿Qué quieres contarme?


Pedro esbozó una dura mueca que denotó dolor, arrepentimiento y muchas más cosas junto con el deseo que sentía por ella.


—Es sobre Valentina.


Estaban dados de la mano, y Paula no sabía cuándo lo había agarrado o si había sido él quien lo había hecho. Pedro le acarició la mano y ella pudo sentir el torbellino de emociones que se estaba apoderando de él. De alguna manera aquello provocó que ella no pudiera controlar sus propios sentimientos, el dolor, el miedo y la incertidumbre que había estado sintiendo durante los últimos meses. Pedro se levantó a cerrar la puerta de la habitación. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 46

Pedro encendió la lamparita de noche, haciendo que la habitación se viera invadida de un suave brillo y que ella tuviera incluso mejor aspecto. Deseaba tanto abrazarla, que hasta le dolía. Pero todo lo que podía hacer era apretar los dientes y desear que ella no se diera cuenta del hambre que sentía de ella.


—Adelante. Comprueba cómo estoy, pero te sugeriría que te sentaras. Cuando te inclinas sobre mí, afecta a mi autocontrol.


—Está bien. Entonces me sentaré —dijo ella, sentándose cuidadosamente, todavía ruborizada.


—Quizá deberías acercarte más para verme.


Pedro observó cómo ella se acercó con cuidado, como si tuviera miedo de que, si hacía un movimiento brusco, la lanzara a sus brazos.


—Me acercaré más.


Se acercó a él lo suficiente como para examinarle las pupilas. Con sólo mover su hombro un poco hacia la derecha, él podía tocarla. La gente decía que los ojos eran el espejo del alma, y Pedro no estaba seguro de querer que Paula mirara en los suyos justo en aquel momento. Sin pensárselo dos veces, cerró los ojos y la tomó de la mano. Si lo veía como una estratagema para distraerla, funcionaba. Paula dió un grito ahogado, sorprendida, mirando las manos de ambos entrelazadas. Pero él no había planeado aquello, había sido algo en su interior que había insistido que hiciera la conexión con ella, que por lo menos tuviera una pequeña parte de ella en su posesión. Entonces abrió los ojos. Ella tenía una cara preciosa y una boca que le hacía… Desearla aún más. Paula levantó la vista y lo miró directamente a los ojos. ¿Estaría buscando alguna evidencia de problemas causados por la contusión? Sí, eso debía de ser parte del problema. Pero la vulnerabilidad que reflejaba la expresión de la cara de ella advirtió a Pedro de que no era sólo eso. Había mucho más.


—¿Tengo tres pupilas en cada ojo o está todo normal? —preguntó él, acariciando la mano de ella con su dedo pulgar.


—No. Sólo tienes una pupila en cada ojo —dijo ella, esbozando una temblorosa sonrisa. Le brillaban los ojos.


—Aprecio tu buena voluntad para quedarte esta noche, para cuidar de Valentina y de mí —dijo, respirando el aroma de ella. Si no dejaba que ella se marchara en aquel momento, quizá no quisiera que se marchara nunca—. Ya es casi media noche. Como has visto, no tengo ningún daño. Puedes marcharte a casa, Paula.


Aquello era lo último que él quería. 

lunes, 18 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 45

Por un momento, Paula sintió que se le paraba el corazón al verse invadida por un millar de emociones. Entonces abrazó a la pequeña y notó que se le estaban cerrando los ojos. Le dolió el corazón y prefirió no pensar en los sentimientos que la embargaban. Abrazó a Valentina una vez más.


—Buenas noches —dijo en la suave mejilla de la pequeña, respirando el aroma a inocencia y a niñez.


Se dió la vuelta y, al llegar a la puerta, apagó la luz y salió de la habitación. Bajó a la planta de abajo y comenzó a ver las noticias. Cuando estaban terminando, el teléfono sonó. Era Marisa, para decir que no podía regresar porque había habido una inundación en su zona de la ciudad.


—Lo he visto en las noticias —dijo Paula, agarrando el teléfono con fuerza—. Me quedaré hasta mañana. Por favor, no se te ocurra tratar de volver hasta que no sea de día.


Paula tomó su bolso y subió a la planta de arriba. Comprobó cómo estaba la niña, que ciertamente dormía muy profundamente. Al lado de la habitación de Valentina, descubrió una habitación que parecía estar muy ordenada. Dejó su bolso sobre la cama y fue a buscar sábanas. Iba a ser una noche muy larga. 


—No tienes por qué andar de puntillas. No estoy dormido —murmuró Pedro.


Paula dudaba qué hacer en el rellano de la puerta de la habitación de él. Aparentemente había encontrado ropa limpia en la habitación de la colada y había tomado algunas cosas. La camiseta de él le llegaba por la mitad de los muslos. Un bañador revelaría más de su cuerpo, pero aquello era diferente. Ella podría no llevar nada debajo y, de todas maneras, había algo en el hecho de que ella llevara su ropa que… Le excitaba. Como si necesitara aún más incentivos…


—Parece que te vas a quedar mucho tiempo.


—Marisa se ha quedado atrapada en el otro lado de la ciudad. Ha habido una gran tormenta —explicó Paula, acercándose a él.


Pedro no podía dejar que lo mirara de nuevo desde un lado de la cama y no hacer nada. En vez de ello, se enderezó y se sentó en el borde del colchón.


—Me encuentro bien, Paula, muy bien y capaz de… Hacer lo que sea. Pero quizá eso no sea algo que debamos discutir en medio de la noche, cuando tú tienes ese aspecto.


—Oh —Paula estiró la camiseta para taparse más en un gesto de repentina timidez. Al hacerlo, la camiseta le marcó los pechos.


Unos pechos pequeños, redondeados, perfectamente formados que Luc estaba deseando tocar y acariciar hasta que los dos perdieran la cabeza el uno por el otro.


—Simplemente vine a comprobar cómo estabas —dijo ella, observando la habitación.


Parecía que quería mirar a donde fuera menos a él. Se ruborizó.


—Quiero decir que comprobaré cómo estás de salud y después me iré a la cama. En… En la habitación de invitados.


Si lo hubiese dicho abiertamente, no hubiese podido dejar más claro que ella, también, había pensado en compartir su cama. 


No Esperaba Encontrarte: Capítulo 44

Paula sintió cómo un cosquilleo le recorría por todo el cuerpo. Arregló las almohadas y tomó a Pedro por los hombros para ayudarlo a recostarse. No quería soltarlo, pero se forzó a hacerlo y le cubrió el pecho con las ligeras mantas de su cama. Pero aquel gesto la acercó de nuevo demasiado a su piel.


—Tu herida —dijo, evitando mirarlo a los ojos—. ¿Puedo traerte algo mientras esperas por tu cena? ¿Te recetaron analgésicos?


—No necesito analgésicos. ¿Ha sido solo un interés altruista lo que te ha traído hasta aquí, Paula? —preguntó, controlando su tono de voz—. Porque ahora mismo estoy percibiendo unas vibraciones distintas de tu cuerpo.


—Telefoneé a la tienda para quedar contigo para ir al teatro —comenzó a decir, dando rodeos—. A tu empleada no le quedó más remedio que decirme lo que había ocurrido. Tengo entendido que fuiste el héroe de lo acontecido y que salvaste a una dienta cuando la toma de luces se cayó.


Paula pensó que, si se centraban en eso, quizá Pedro se olvidaría de tratar de encontrar razones ocultas tras su visita.


—Simplemente estaba cerca en ese momento —dijo Pedro, bajando la mirada.


—Seguro que tu hija piensa que eres un héroe —dijo Paula. Ella misma se sentía orgullosa de él. Orgullosa, posesiva y…


Pedro sonrió, no sin antes reflejar dolor en su cara. 


—Creo que he progresado un poco con Valentina. Está aprendiendo a confiar más en mí, a aceptar que cuando digo algo, lo digo en serio y que lo haré.


—Eso… Eso está bien.


A Pedro se le comenzaron a cerrar los párpados.


—Aprecio que hayas arreglado las cosas para que Marisa pueda ir a ver a su hermana. Si me lo hubiera dicho a mí, me hubiera quedado despierto para cuidar a Valentina y que así ella hubiese podido ir.


Paula quería decirle a Pedro que se cuidara. Deseaba tanto hacerlo como deseaba acariciar todo su cuerpo. Pero optó por la opción más segura y señaló su estupidez.


—Quizá pienses que tienes una contusión muy leve. Quizá sea eso todo lo que tengas, pero no puedes estar seguro. De ahí la orden del médico de que descanses en la cama hasta mañana.


Tras decir aquello, Paula miró la tentadora cama y asintió con la cabeza al ver que Pedro finalmente cerró los ojos.


—Descansa, Pedro. Dentro de un rato volveré a ver cómo estás. 


—Siempre estás muy guapa —le dijo Valentina a Paula.


Paula estaba colocando el cuento que le acababa de leer a la pequeña en una estantería repleta de encantadores libros de cuentos para niñas, algunos en inglés y otros en italiano. La habitación de Valentina estaba decorada de la manera que a Paula le gustaba; ositos de peluche, muñecas, divertidos juguetes en una gran caja… Y libros. Muchísimos libros maravillosos en los que incluso una niña de la edad de Valentina se podría sumergir durante horas. Paula se acercó a la cama para arropar a la pequeña.


—Gracias. Tengo que vestir así por mi trabajo, pero cuando estoy en casa me gusta ponerme cómoda. Y la mayoría de las veces me hago yo la ropa, porque coser… Me relaja.


Valentina levantó los brazos en una clara invitación a que la abrazara. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 43

Pedro tenía buen color y parecía que sus ojos estaban bien. Se quedó mirándolos hasta percatarse de que se le había acelerado el pulso. Entonces él masculló algo, dejando claro que él también había reaccionado al escrutinio a que le había sometido ella.


—Simplemente quería saber si estabas bien —Paula se sintió obligada a explicarlo, tanto por él como por ella—. Como hacen los colegas.


—Supongo que es por eso por lo que las paredes están desprendiendo calor.


Entonces Pedro se echó para atrás, acariciándose el pelo, y algo dentro de Paula se derritió. Se dijo a sí misma que no podía ser posible que lo amara ni que quisiese formar una familia con él.


—Hum… Hay algo que debes saber.


—¿El qué? —preguntó Pedro, frunciendo el ceño.


—Ah, la hermana de Marisa se ha caído, y Marisa estaba preocupada por ella. Le he dicho que yo me encargaría del fuerte mientras ella visitaba a su hermana y se aseguraba de que todo estuviera bien. Estoy segura de que no será por mucho tiempo… Quizá un par de horas.


—Está bien —dijo él, frunciendo el ceño de nuevo.


—Eso es todo lo que dices. ¿No estás enfadado? ¿No te importa?


—¿Que si me importa tenerte en mi casa durante un par de horas y poder mirarte y saber que estás aquí, aun cuando te vayas de mi habitación? —dijo él—. Quizá sea una verdadera tortura, pero no, no me importa.


Cuando se recostó más aún en las almohadas, Paula estaba segura de que le dolía la cabeza.


—Deja que te ayude a ponerte a gusto y después será mejor que vaya a ver cómo está Valentina. No he venido aquí para ponernos las cosas difíciles a ninguno de los dos, Pedro —explicó, deseando que él la creyera—. Supongo… Que simplemente quería comprobar por mí misma que estabas bien, y entonces Marisa tuvo que irse…


Se acercó para acomodar una de las almohadas.


—Deberías tratar de dormir un poco. Seguro que tu cuerpo lo necesita.


La manera con que la miró Pedro dejó claro que lo que realmente necesitaba era a ella.


—Supongo que podría tratar de descansar mientras le das de cenar a Valentina. En los días libres de Marisa, normalmente preparamos algo rápido, así que a la niña no le importará comer algo que prepares fácilmente. Le gusta el queso con tostadas, los espaguetis, huevos cocidos…


—Encontraré algo que le guste y te subiré a tí algo de comer.


Paula se preguntó si Pedro pensaba que ella no sabía qué darle de comer a una niña pequeña, cuando ella había alimentado a sus dos hermanas casi desde que habían sido pequeñas, ya que a su madre no le gustaban precisamente las tareas domésticas. Al acomodar la almohada, rozó con sus dedos la espalda de Pedro, que tenía la piel muy caliente. Ella se paró en seco ante la tentación que el cuerpo de él suponía.


—Mueve las almohadas, Paula. Hazlo ahora —ordenó él. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 42

Sofía y Carla se habían convertido en unas mujeres maravillosas a pesar del comportamiento de sus padres y de cualquiera de los errores que ella misma hubiese podido cometer. Valentina era muy pequeña; quizá pudiera olvidarse del pasado, sobre todo si su padre continuaba dándole amor y haciéndole sentirse segura. Marisa le explicó a Paula lo que tenía que hacer en su ausencia, remarcando la importancia de comprobar cada hora las pupilas de Pedro y su estado de lucidez.


—Yo voy a ir a ver la televisión mientras Paula comprueba cómo está papá —dijo Valentina, dirigiéndose al salón y poniendo más alta la programación de un canal para niños—. Me permiten ver este canal — explicó, mirando a Paula. 


—Está bien.


Paula tuvo que admitir que la niña parecía más contenta y, seguramente, que no todo se debía a la niñera, aunque Marisa parecía una mujer encantadora. Había sido Pedro el que había conseguido aquel cambio.


—Márchate, Marisa. Iré a ver cómo está Pedro y después cuidaré de Valentina hasta que tú regreses.


Un sonido proveniente de la planta de arriba provocó que ambas mujeres dieran un respingo.


—Creo que ése será Pedro, preguntándose por qué no has subido todavía. No le gusta estar confinado, pero el médico ha dicho que tiene que descansar hasta mañana.


—Márchate y tómate todo el tiempo que necesites para asegurarte de que tu hermana esté bien. Yo me las puedo arreglar.


Pero lo que no tenía tan claro era cómo poder arreglárselas viendo a un hombre tan sexy y masculino tumbado en aquella cama de matrimonio… En una habitación que olía a su colonia.


—Hola —dijo al entrar al cuarto.


Él no llevaba puesta ninguna camisa.


—¿Puedes estar así sentado?


Pedro estaba recostado sobre almohadas y tenía los brazos cruzados sobre aquel seductor, casi perfecto pecho cubierto de vello negro que tenía. Un pecho que ella misma había explorado con sus manos…


—Siento igual la cabeza tanto si estoy tumbado como sentado. Tengo un bulto que, si lo toco, me duele. Me duele la cabeza, pero podría estar levantando, haciendo cosas…


Entonces murmuró algo sobre los médicos sobreprotectores que daban órdenes estúpidas para confinar a un hombre que necesitaba trabajar.


—Siento lo del teatro. Compraré entradas para algo durante la semana. Sólo me acordé de ello cuando Marisa me dijo que estabas aquí.


—Le he dicho a Sofi que podía utilizar las entradas de esta noche. Una vez que te pongas mejor, podemos ir a otra función —dijo, acercándose a la cama para comprobar que él estuviera realmente bien. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 41

 —Mi papa se dió un golpe en la cabeza, pero se pondrá mejor.


—¡Valentina! Dios mío, tú… Ah… Lo siento, no me había dado cuenta de que estabas aquí —dijo Paula, mirando a la pequeña—. Sé que Pedro se ha… ah, dado un golpe en la cabeza. Pensé en venir a ver cómo se sentía.


—Bueno, se golpeó en el coco —dijo Valentina, acercándose a Paula—. Pero los Alfonso tienen cocos duros. Por eso él se pondrá bien. Simplemente se tiene que quedar en la cama y estar calmado hasta mañana. Le he leído uno de mis cuentos para que se sintiera mejor, y ha ayudado.


—¡Qué bien! —exclamó Paula.


El brillo que reflejaban los ojos de la pequeña dejaba claro que había disfrutado de esa cercanía con su padre.


—Me alegra que no estés preocupada por tu papá —dijo Paula, que no estaba preparada a aceptar que no tenía nada de qué preocuparse hasta que ella misma no viera a Pedro.


Entonces regresó Marisa, cuya expresión suplicante preocupó a Paula.


—El señor Pedro te verá ahora. Está descansando en su habitación. Es la tercera por la izquierda en la planta de arriba.


—¿Está todo bien, Marisa? 


El ama de llaves miró a Valentina, que parecía haber escuchado toda la conversación, y dudó.


—Mi hermana ha telefoneado. Se ha caído en su piso. Dice que no es nada y quizá tenga razón —explicó Marisa, agitando una mano—. Estoy segura de que está bien. Puedo ir a verla mañana, una vez que Pedro se levante de nuevo.


A Paula le pareció inaceptable que Marisa tuviera que esperar hasta el día siguiente para ver a su hermana.


—¿Podría tomar un taxi que la llevara a urgencias, simplemente para ver cómo está?


—Es demasiado testaruda como para hacerlo —Marisa se encogió de hombros—. Cuando hablé con ella por teléfono, me pareció que estaba bien, simplemente un poco enfadada. Dice que está un poco magullada por la caída.


—Tienes que ir a verla ahora mismo, Marisa. No hay ninguna razón por la que yo no pueda… Encargarme de cuidar las cosas por aquí hasta que tú vuelvas. ¿Por qué no te vas ahora mismo? Simplemente dime qué tengo que hacer por Pedro y Valentina mientras tú estás fuera.


—¿Quiere eso decir que durante esta noche serás mi niñera? —preguntó Valentina con los ojos brillantes—. ¿Me prepararás la cena, me leerás un cuento y me acostarás?


—Desde… Desde luego que lo haré —dijo Paula, sonriendo a la niña, en la que vió reflejada a sus dos hermanas pequeñas. 

viernes, 15 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 40

 —Pensé que alguien le habría informado… El ama de llaves de Pedro o el hospital. Hubo un accidente —la chica tomó aire—. Se desplomó una de las tomas de luces nuevas. Casi da a una dienta. Pedro la salvó, pero a él le dió en la cabeza. Y las tomas de luces son pesadas…


—¿Pedro está herido? ¿Dónde está? ¿Es muy grave? —a Bella se le hizo un nudo en el estómago.


Entonces se oyó a alguien por detrás de Karen que necesitaba su ayuda, por lo que la muchacha se excusó un momento.


—Lo siento. Voy a tener que colgar. Acaba de llegar un grupo de turistas extranjeros. Parece que siempre ocurre cuando estamos a punto de cerrar. Pedro estuvo en el hospital y luego le mandaron a casa. Es todo lo que sé. Supongo que no puede ser muy grave cuando le dieron el alta.


—Está bien, gracias por tu ayuda —dijo Paula, que también quería colgar.


Se preguntó si Pedro estaría realmente bien. Entonces salió y cerró la tienda, dirigiéndose hacia el estacionamiento donde tenía su coche. Por el camino, telefoneó a Sofía para explicarle lo que había pasado y ofrecerle las entradas de teatro.


—Están en la mesilla de noche de mi habitación, bajo el reloj.


No las había puesto allí para haber recordado que iba a ver a Pedro ni nada parecido; simplemente era el mejor lugar donde guardarlas.


—Tengo que colgar, Sofi. Siento haber estado utilizando el coche últimamente más de lo que me tocaba.


—No te preocupes —Sofía hizo una pausa—. Quizá les dé un buen uso a esas entradas. Me arreglaré el pelo y me pondré un magnífico vestido. Estaré sofisticada y glamurosa. Cuídate, Pau. Me he dado cuenta de que te preocupas por él, pero Pedro sigue siendo el que te hizo daño…


—Oh, pero yo no… Pedro y yo ni siquiera somos…


—Lo siento. Leonardo está en la puerta para ayudarme a pintarme las uñas. Tengo que colgar. Gracias por las entradas.


A Paula le inquietó un poco que Sofía hubiese notado su interés por Pedro, pero no tenía tiempo de pensar en ello en aquel momento. Tenía que enterarse del alcance de las heridas de él. Se montó en su coche y condujo hasta la casa de éste. Cuando llegó, había un viento muy fuerte. Llamó a la puerta y esperó. Y esperó aún más. Fue a llamar de nuevo cuando por fin alguien respondió.


—Oh, Paula. Lo siento. Debería haberme puesto en contacto contigo, pero cuando lo sugerí, el señor Pedro se negó —dijo Marisa un poco exaltada, indicándole a Paula que entrara—. Por favor, pasa. Querrás verlo enseguida, y estoy segura de que él se sentirá mejor al verte.


El ama de llaves parecía realmente alterada.


—¿Está… Está muy mal?


Parecía que Marisa no estaba escuchando.


—Iré a ver si todavía está despierto. No ha dormido prácticamente nada desde que lo trajeron a casa, y estoy segura de que le vendría bien descansar un poco —dijo el ama de llaves, subiendo por las escaleras y desapareciendo.


—Marisa. Oh, espera —dijo Paula, que no descansaría hasta que no viera a Pedro ella misma.


Se quedó esperando al ama de llaves en el vestíbulo. Necesitaba tranquilizarse. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 39

 —Debería habértelo contado antes, pero he estado bastante alterada Por… Otras cosas últimamente y encontraba difícil tratar el asunto.


—Gracias por decírmelo —dijo Paula, deseando poder ser tan sincera como lo estaba siendo María, deseando poder decirle que ya sabía todo aquello. Pero eso era labor de Pedro.


María regresó a la tienda para tomar su maleta, tras lo cual se subió a un taxi que la llevaría al aeropuerto para su siguiente viaje de negocios. Debía estar más relajada tras haberle confesado aquello a Paula, pero seguía estando muy tensa.


—Ten buen viaje —le deseó Paula, acercándose al taxi a tocar el brazo de su jefa—. Si hay algo más que pueda hacer por tí, o si quieres hablar…


—Son asuntos familiares, Paula, y lo que está hecho ya no se puede cambiar. Tengo suerte de tener ahora esta oportunidad… —María se contuvo de seguir hablando.


Paula reprimió un suspiro, frunció el ceño y se enderezó. Se preguntó a qué oportunidad se estaría refiriendo María. Quizá fuese a la oportunidad de tener a Pedro cerca de ella cuando ella había abandonado a su familia hacía tanto tiempo. Sí. Sería eso. Se planteó qué habría llevado a María a marcharse de Italia.


—¿Por qué te marchaste, María? ¿Por qué viniste a un lugar tan lejano hace tanto tiempo…?


Pero María cerró la puerta sin contestar; probablemente no la había oído. El taxi se alejó.


Las cosas no mejoraron exactamente por la tarde. Se tuvo que enfrentar a tres clientes difíciles. Dos de ellos habían tratado de devolver ropa que era obvio habían utilizado. Tras ello, Romina se puso mala del estómago, y Paula tuvo que mandarla a casa. Entonces, para rematar la tarde, una mujer que había encargado un vestido a medida telefoneó para decir que cancelaba el pedido, ya que había cambiado de opinión y quería que le devolvieran el depósito. No le devolverían el depósito, pero Paula tenía un vestido medio hecho que no sabía si iría a vender o no. Y aquella misma noche tenía que ver de nuevo a Pedro. Tenía que salir con él para atraer más compradores hasta que llegaran al punto en que él se apartara de su vida. Para obtener algo de control, había insistido en comprar las entradas para la función de teatro a la que iban a asistir. En aquel momento le parecía una tontería, pero había sido importante para ella. Tenía que telefonearlo  para decirle dónde y a qué hora se tenían que ver. Con sólo pensar que iba a escuchar su voz se le revolucionó el corazón. ¡Sólo con pensar en su voz!


—Hola, Diamantes Alfonso. Le habla Karen. ¿En qué puedo ayudarle?


—Ah, Karen. Hola —dijo Paula, preguntándose por qué habría respondido ella al teléfono privado de Pedro—. ¿Está por ahí Pedro? Soy Paula Chaves. Necesito hablar con él para quedar para ir al teatro esta noche.


Entonces se creó una pausa, una de ésas que hacen correr la imaginación. Paula hizo todo lo que pudo para frenar la suya. Tras un momento, Karen carraspeó y habló.

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 38

 —Carla y Sofía son adultas, pero todo lo que llevo por dentro está todavía conectado con ellas —dijo Paula, con el dolor reflejado en la mirada—. A veces siento como que el pozo se ha secado y me da miedo de que si me necesitan no seré capaz de ayudarlas. He estado tan vacía, Pedro, tan vacía por dentro durante tanto tiempo.


—Dio —Pedro se acercó a ella.


Pero Paula se apartó, emitiendo un duro sonido, entre risa y dolor, con la garganta.


—Nos abandonaron en un acto imperdonable de egoísmo, y yo he tratado de compensar por esa pérdida a mis hermanas todos los días desde que ocurrió. Tú… Tú has hecho pasar a tu hija por el mismo dolor. Anoche lo olvidé durante un momento, y hoy he dejado que me ayudaras. Pero no debo olvidarme de ello. No me lo permitiré.


Pedro se dió cuenta de que Paula nunca lo perdonaría, lo que significaba que si había albergado alguna esperanza de tenerla en su vida como pareja, debía olvidarse de ello inmediatamente. No funcionaría. 


—De ahora en adelante, sólo tienes que trabajar conmigo para vender vestidos —dijo ella, mirándolo a la cara—. Cualquier otra cosa sólo podría hacernos daño.


Paula no pudo camuflar el dolor que denotaba su voz y las emociones que reflejaba su cara.


—Paula, querida mía… —comenzó a decir Pedro, que no pudo soportar el sufrimiento de ella.


—Yo… Ahí está Sofía —dijo ella, aliviada—. Me tengo que marchar. Adiós. 


Ella no tenía que acudir a ningún acto social con Pedro hasta el viernes. Agradecida, trabajó a conciencia en la tienda, se aseguró de que Carla se cuidaba y trató de no pensar en él.


El viernes por la mañana, María dejó a Romina a cargo de los clientes y sacó a Paula fuera de la tienda, llevándola a la cafetería más cercana, donde le confesó su situación económica.


—He convertido el gastarme más de lo que debería en un hábito y quiero arreglar las cosas.


—Gracias a la atención que he atraído cuando Pedro y yo hemos… Salido juntos, mis vestidos se están vendiendo bien —dijo Paula, tratando de tranquilizar a su jefa—. Estoy segura de que las cosas se arreglarán.


—Yo también estoy segura —dijo María—. Tengo un patrocinador secreto que ha quitado la tensión de mis finanzas. Es un filántropo, y el acuerdo que firmé con él es hermético y no me puede causar problemas, pero pensé que debías estar al tanto.


Entonces María se aclaró la garganta. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 37

 —Puedo llevar mis cosas. Puedo controlar lo que me está ocurriendo… —entonces dejó de hablar al percatarse de que con su arrebato había revelado más de lo que quería—. Es muy amable de tu parte querer ayudar, pero es sólo una maleta.


—Desde luego; llévala tú si te hace feliz.


Pero aquello no versaba sólo sobre una maleta, y Pedro se preguntó por qué Paula necesitaría tanto sentirse en control. Quizá tendría que ver con el abandono de sus padres. Fueron hasta el coche en silencio.


—Éste es —dijo Paula al llegar al vehículo, abriéndolo y poniendo su maleta en el asiento trasero. Entonces se dió la vuelta hacia él de mala gana.


A Pedro le enojó pensar que ella pudiera estar pensando que él esperaba que le diera las gracias por la ayuda que le había prestado.


—Te ayudé porque tu hermana me lo pidió, Paula, y porque estaba allí y podía hacerlo. Sé que podrías haberlo hecho todo tú sola, pero no hay nada malo en aceptar ayuda.


—Aprecio que quisieras ayudarme —dijo Paula entrecortadamente y con la tensión reflejada en la cara—. De verdad que lo aprecio, Pedro.


—¿En serio? —preguntó él, acercándose a ella y tomándola por los brazos.


Estaban cara a cara, y Pedro se percató de que quería entenderla. Necesitaba hacerlo.


—Háblame de tus hermanas, cuéntame cómo fue salir adelante sin tus padres —pidió, esbozando una dura mueca—. Necesito entender tu miedo, ya que es parte de lo que se interpone entre nosotros.


—No ayudará. No cambiará nada —dijo Paula, apartándose de él—. Yo tenía dieciocho años cuando nuestros padres nos dejaron y mis hermanas necesitaban depender de alguien. Y yo fui esa persona.


—¿Habías siquiera acabado el colegio?


—Acababa de terminar, y una agencia de modelos, que había visto mi fotografía en el periódico junto al equipo de baloncesto de mi colegio, requirió mis servicios. Las Navidades se acercaban… No fue exactamente un buen regalo el que mis padres nos dieron a mis hermanas y a mí aquel año. 


Pedro quería que Paula dejara de sufrir, pero sabía que no podía hacer  nada. Aquélla era la razón por la cual ella le culpaba de una manera tan personal por haber dejado a Valentina. Él mismo sabía que lo que había hecho había estado mal. Cada día se enfrentaba con su culpa.


—Carla y Sofía siempre trataron de ayudar, pero eran todavía unas colegialas. No podían soportar el peso emocional que aquello suponía. No estaban preparadas.


—Fuiste tú la que soportaste todo el peso —dijo Pedro, que sospechaba que había más secretos—. Ahora tus hermanas son adultas y manejan sus propias vidas. ¿Cómo te afecta eso a tí?


Al preguntar aquello, a Pedro le vino a la mente el hecho de que Carla, a pesar de haber tenido a su marido al lado, había querido ver a sus hermanas en aquellos momentos tan difíciles en los cuales estaba preocupada por su bebé. Sintió cómo le dolía el corazón, ya que él había perdido ese sentido de la familia. Bueno, en realidad nunca lo había tenido. Parecía que sus padres nunca habían llegado a aceptarlo realmente. Adrián había sido siempre el favorito. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 36

Sofía estaba a su lado.


—¿Ya has dejado de tener contracciones? ¿Y la hemorragia? ¿Qué explicación te han dado?


—Las contracciones han cesado —respondió Carla, claramente aliviada—. Sólo he sangrado un poco y también he dejado de hacerlo. Parece que todo está bien y me han dicho que hasta un treinta por ciento de casos de sangrado durante el embarazo no tienen explicación, así que no debería preocuparme porque no hayan encontrado una razón.


Carla se acarició la tripa. 


—El médico me ha dicho que tendré que tener cuidado y descansar. Si vuelve a ocurrir, tendría que venir urgentemente al hospital.


—Si se mantiene con la tensión normal y todo lo demás marcha bien, mañana por la mañana le darán el alta —dijo Iván, mirando a Sofía y después a Paula—. Siento que no las hayan dejado entrar hasta ahora y que las dos hayan estado preocupadas.


Carla le dió unas palmaditas en el brazo a Iván.


—¡Como si tú no hubieras estado preocupado! Sólo te has tranquilizado hace un rato cuando la enfermera me volvió a tomar la tensión y estaba mucho mejor —entonces se puso muy seria y se dio la vuelta hacia sus hermanas—. Tengo que admitir que yo también estaba preocupada. Gracias a las dos por estar aquí. No pretendí acortar tu viaje, Pau.


—Ni lo pienses. Yo quería estar aquí —dijo Paula, agarrando de nuevo la mano de su hermana. 


Quería quedarse más tiempo, pero sabía que si lo intentaba, pronto entraría una enfermera para echarlas, cosa que quizá disgustara a Carla.


—Descansa, Carla. Estás en buenas manos. Iván se asegurará de que haces lo correcto. Todos cuidaremos de tí hasta que nazca el bebé.


—Lo sé —dijo Carla, a la que le corría una lágrima por la mejilla—. En este momento tengo las hormonas revolucionadas o algo así.


—Querías a tu lado a tu marido y a tus hermanas. Es normal —dijo Paula, abrazando a Carla—. ¿Por qué no hablas un ratito con Sofi y luego nos marchamos, dejándote con Iván otra vez? —entonces se dirigió a él—. ¿Nos harás saber inmediatamente si hay algún problema? Vendremos a ver a Carla esta noche y mañana, tanto si está aquí o en casa. La visitaremos con más frecuencia si nos necesita, pero no queremos interponernos en su descanso…


—Las mantendré informadas —Iván asintió con la cabeza, acercándose a abrazar a Paula—. La cuidaré. Te lo prometo.


—Gra… gracias —dijo Paula, carraspeando, emocionada. Entonces se dirigió a Sofía—: Cuando llegamos ví dónde está estacionado el coche. Necesito hablar con Pedro, por lo que te veré en el coche cuando te hayas despedido de Carla. ¿Te parece bien?


Cuando Paula salió de la habitación de Carla, vió a Pedro allí, esperando.


—No estaba segura de que todavía estuvieras aquí.


Pedro se metió las manos en los bolsillos para refrenar el impulso de abrazarla.


—¿Cómo está tu hermana? ¿Se va a poner bien? ¿Y el bebé?


—Ambos estarán bien, siempre y cuando Carla descanse y se cuide mucho.


—Me alegra oír eso —dijo, deseando reconfortarla—. Me alegro mucho, Paula.


—Sofía saldrá dentro de un momento —dijo Paula, acercándose a las maletas que reposaban contra la pared—. Le dije que la vería en nuestro coche.


—Te acompaño —dijo Pedro, tomando ambas maletas.


Pero Paula lo miró y le quitó la suya. 

miércoles, 13 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 35

 —Ven conmigo —dijo Paula, agarrando a Sofía por el hombro y acercándose apresuradamente a Pedro.


Éste trataba de convencer a la mujer que había en recepción, diciéndole que la familia tenía que estar junta, que podrían preguntarle a la paciente si se sentiría mejor si sus hermanas la visitaban y cosas por el estilo, todo en un tono de voz que provocaría que a cualquiera se le encogieran los dedos de los pies. A Paula le ocurrió, de tal manera que tardó unos segundos en decirle a Pedro que se apartara, momento en el cual la mujer estaba casi comiendo de su mano. Entonces Pedro intensificó su acento y le suplicó que dejara que las chicas vieran a su hermana… Para beneficio de Carla. Paula no se lo podía creer, pero se movieron algunos hilos, ya que minutos después estaban esperando fuera de la habitación de Carla. Se dió la vuelta para encarar a Pedro, pero… ¿Qué? ¿Iba a reprenderlo por haber provocado que ocurriera lo que ella necesitaba que ocurriera? ¿Por hacer que ella quisiese echarse a sus pies por la actuación que había tenido? No. Era por haberle quitado el control cuando ella necesitaba estar entera. Si no tenía el control… ¿Qué le quedaba? Todo parecía tan inseguro, ni siquiera estaba segura de quién era ella ni de lo que quería, y aquello la aterrorizaba más de lo que nada había hecho antes. Planear las cosas había sido lo que le había hecho seguir adelante. Pedro miró a los confundidos ojos de Paula y se metió las manos en los bolsillos, apartándose un poco.


—Esperaré mientras ven cómo está su hermana.


Irracionalmente, Paula quería que Pedro entrara con ella en la habitación y que estuviera a su lado. Parpadeó, frunció el ceño y trató de darle las gracias por sus esfuerzos. También trató de decirle que se fuera, reafirmarse a sí misma y volver a tener el sentimiento de controlarlo todo que tan desesperadamente necesitaba.


—Venga —dijo Sofía, agarrándola por el brazo.


—Entra, Paula. Yo estaré aquí —dijo Pedro.


Entonces, sólo pensando en Carla y en su bebé, con Sofía temblando a su lado, Paula entró en la habitación de hospital de su hermana.


—¿Cómo estás? ¿Cómo está el bebé? —Paula agarró la mano de su hermana—. ¿Cómo te sientes? 


Carla agarró a su vez firmemente la mano de Paula.


—Me han hecho muchas pruebas y han descartado una gran cantidad de desagradables posibilidades. El médico se inclina a pensar que las contracciones y la tensión tan alta se han desatado por el pánico que sentí al ver que había sangrado. La tensión se me ha restablecido.


Bien. Aquello estaba bien. Paula asintió y miró a su cuñado. Pero Iván tenía muy mal aspecto. Estaba acariciando sin parar el brazo de Carla y su barriga, como si no pudiese soportar dejar de tocar a su esposa y al bebé. Aquella imagen le dolió. Era una imagen muy bonita, la imagen de un hombre y una mujer hechos el uno para el otro. Se dió cuenta de que su hermana había encontrado su alma gemela. No lo había comprendido completamente hasta aquel momento. Pero de alguna manera aquello le hacía sentirse un poco perdida.


No Esperaba Encontrarte: Capítulo 34

 —Te llevaré junto a Carla tan rápido como pueda, Paula. Sé que estás preocupada.


A pesar del desasosiego que había entre ambos, algo en aquel tono de voz que reflejaba preocupación provocó que Paula se sincerara.


—¿Sabes cuántas cosas pueden salir mal en un embarazo? ¿Y si pierde el bebé? Se quedaría destrozada. Está construyendo una familia junto a Iván. Carla lo necesita. Y yo quiero que lo tenga. Debe ser capaz de tenerlo.


—La quieres muchísimo —observó él.


Paula asintió con la cabeza y mantuvo silencio. No quería admitir que la mano de él sobre la suya le ayudaba a mantenerse entera. Cuando aterrizaron en Melbourne, Pedro consiguió un taxi rápidamente. Ella estaba deseando poner distancia entre ellos para así poder recordarse a sí misma todas las razones por las que en realidad no quería tener nada que ver con él.


—Estoy segura de que quieres ir a tu casa a ver a tu hija.


—Valentina no me espera hasta dentro de mucho y no pretendo dejarte sola hasta que no estés segura de que tu hermana está bien —dijo Pedro, montándose en el coche e indicándole la dirección al taxista.


Entonces señaló el bolso de Paula.


—¿Por qué no telefoneas a Sofía? Si puede hablar contigo ahora, quizá pueda aliviar un poco tus preocupaciones. Por lo menos así sabrá que vas a llegar dentro de poco. 


—Sí. Voy a telefonear a Sofi. Eso era… Justo lo que yo también estaba pensando —dijo, tomando su teléfono móvil—. Quizá Sofi no esté fuera del hospital, pero lo intentaré de todas maneras.


Sofía no respondió la llamada, pero el teléfono sonó al poco rato. Paula se sobresaltó.


—¿Sofi?


La conversación no duró mucho. Cuando Paula terminó de hablar, Pedro la miró, interrogante.


—Todavía no le han permitido a Sofi entrar a ver a Carla. Casi no tiene batería en el teléfono. Ha dicho que saldrá a recibirnos a la puerta del hospital y que entonces nos explicará con más detalle lo que ocurre.


Paula se percató de que había incluido a Pedro en su comentario. Esbozó una dura mueca.


—No tienes que quedarte. Como ya te he dicho, me las puedo arreglar perfectamente sin tí.


Ella no quería que él se quedara. Pedro ya había presenciado demasiado de su vulnerabilidad.


—Me voy a quedar, Paula. No sigas perdiendo energía en ello.


Al llegar al hospital y pagar Paula al taxista, Pedro la ayudó a salir del coche y tomó sus maletas en una mano, agarrando a Paula por el hombro con la otra. Cuando se encontraron con Sofía, ella la abrazó.


—Han dicho que sólo puede haber una persona con Carla, porque su tensión arterial se alteró muchísimo. Así que Iván está con ella —explicó Sofía, emocionada—. Él ha salido dos veces para decirme que Carla ha dicho que no nos preocupemos, pero él mismo está preocupado.


Ante aquello, la tensión de Paula se disparó por los aires hasta alcanzar la que su hermana podría haber alcanzado. Entonces miró las puertas del hospital.


—No entienden. Vamos a ver a nuestra hermana, ahora mismo, porque ella nos necesita y se sentirá mejor si nos ve.


Pedro ya se había adelantado y estaba dentro del hospital, hablando con la encargada de admisiones. Parecía que se la estaba camelando. Paula frunció el ceño mientras luchaba contra el sentimiento de indefensión que sentía, ya que incluso se le había adelantado en sus intenciones.