miércoles, 8 de mayo de 2019

Paso a Paso: Capítulo 56

—Sí —dijo ella con voz débil—. Lo sé.

No dijeron nada durante un largo rato, satisfechos simplemente el uno en brazos del otro. Finalmente, Paula le preguntó:

—¿Qué hay de los disparos? ¿Has encontrado algo?

—No mucho, pero lo encontraré —su voz era dura—. Después de dejar a Alicia cuidándote, llamé al FBI. Luego volví a explorar el sitio.

—¿Y?

—He encontrado restos de un campamento y dos colillas que he llevado al laboratorio para que las analice.

—¿Crees… que está relacionado con…?

—No lo sé —dijo él, interrumpiéndola—. Pero una cosa que sí sé es que las van a pagar todas juntas cuando les ponga la mano encima a quienes estén detrás de este sucio asunto. Si te hubieran hecho daño…

Su preocupación hizo que a ella se le llenaran los ojos de lágrimas.

—Pero no ha sido así, y eso es lo que cuenta.

—Sí, pero han estado demasiado cerca para mi gusto.

—Tal vez no signifique nada, pero, ¿Recuerdas que, antes de oír los disparos, yo te estaba hablando de Carlos Anderson.

Pedro asintió.

—Bueno, el caso es que yo iba por el pasillo y él estaba en la puerta del despacho fingiendo arreglar el pestillo, sólo que yo sé que no era así. Tenía la oreja pegada a la puerta y estaba escuchando la conversación entre tú y el FBI.

Pedro frunció el ceño.

—¿Por qué?

—Por curiosidad. Es lo único que se me ocurre.

Él frunció más el ceño.

—No sé. Tiene que haber más que eso. Se lo diré al FBI, para que estén al tanto —se detuvo y la miró intensamente—. Mientras tanto, hay otra cosa que quiero hacer.

—¿Y qué es?

—Hacer el amor contigo.

Las mejillas de Paula adquirieron un tono encendido, y sintió un súbito ardor entre las piernas.

—Eso es lo que yo quiero también.

Mientras el sol entraba por las ventanas y el amanecer se convertía en día, Pedro alargó los brazos hacia ella. El cuerpo de Paula estaba caliente y preparado. La acarició dulcemente, suavemente, despertando en ella un anhelo que sólo cuando él estuviera dentro se aliviaría. Cuando la alzó sobre su cuerpo y la hizo descender lentamente sobre él, ella gimió salvajemente mientras sus ojos se nublaban de placer.

—Aaah… Pedro —gimió ella, entregándose a las sensaciones que inundaban su cuerpo mientras él la llenaba completamente.

—Así, cariño.

Extendiendo las manos sobre la espalda de Paula, él la hizo inclinarse hacia adelante y tomó con su boca uno de sus pezones erectos. Mientras lo chupaba como un niño hambriento,  ella gimió de nuevo y juntos empezaron a moverse.

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