viernes, 10 de mayo de 2019

Paso a Paso: Capítulo 62

—Espero que tengas razón.

—Sé lo que estás pensando.

—¿Ah, sí?

—¿Por qué iban a arriesgarse Elliot y Anderson a que los vieran a plena luz del día?

Paula frunció el ceño.

—Es que no tiene ningún sentido.

—No, no lo tiene. Pero como te he dicho antes, nunca se sabe con estos enfermos mentales.

—A la luz de lo que sabemos ahora, ¿Crees que fue Anderson el que conducía el coche la noche en que tomaron a Lucas?

—Es más que probable. Y pensar que ese hijo de perra ha estado trabajando para la compañía todo este tiempo.

—¿Y Elliot?

—Él también, pero al menos los ingenieros tuvieron el buen sentido de despedirlo por no hacer su trabajo.

—Entonces ¿Crees que se reunieron para planear el golpe juntos?  Me resulta difícil de creer.

—A mí también.

—Entonces debe ser venganza lo que quieren, y no dinero —dijo Paula, pensando en voz alta.

—Exactamente.

—Bueno, lo único que puedo decir es que hay que estar mal de la cabeza para hacer algo así.

La expresión de Pedro era tan dura como su tono.

—Son tipos de esos que no tienen escrúpulos para hacer algo así.

Paula dibujó ondas en el agua con el pie.

—Casi no soporto pensar en ello. Cuando lo he visto esta mañana, todo aquel episodio de pesadilla se ha repetido en mi mente hasta que he estado a punto de ponerme a gritar.

—Chisst, no pienses en eso ahora. Estás a salvo —los ojos de Pedro estaban oscuros de preocupación—. ¿Te apetece nadar?

—Me encantaría —dijo ella, aunque un poco trémulamente.

Pedro se puso en pie y se lanzó al agua en una perfecta zambullida. Cuando reapareció su cabeza, Paula se metió también. Uno junto al otro, empezaron a nadar hacia el extremo opuesto, pero, en lugar de aferrarse al borde a descansar, él se aupó y salió del agua. Sobresaltada, Paula vió cómo se quitaba el bañador y lo tiraba lejos. Se quedó sin aliento al ver cómo la luz de la luna jugaba sobre su desnudez. Con los ojos fijos en ella, Pedro volvió a meterse en el agua y le puso las manos en los hombros.

—Siempre que estoy a tu lado, me entran ganas de tocarte.

—A mí me pasa lo mismo.

Entonces la besó, sin más excusas.

—No deberías… no deberíamos —susurró ella.

—¿Por qué?

—Los agentes. Ellos…

—No pueden vernos —murmuró él contra sus labios.

—¿Estás seguro?

—Por completo —dijo él, bajándole los finos tirantes del sujetador.

—Mmm, qué gusto.

—¿Eres feliz?

—Sí.

—Yo también.

Ella lo miró con recelo.

—¿Está mal sentir esto cuando Lucas aún no ha aparecido?

—Estamos haciendo todo lo posible por liberarlo.

—Lo sé, pero aun así me siento culpable.

—Yo también, pero eso no me impide desearte. ¿Me convierte eso en un desgraciado sin sentimientos?

—No —susurró ella—. Te convierte en humano.

—Tal vez, o tal vez eso se llama vivir el momento…

Sin previo aviso, le desabrochó el sujetador y se lo quitó. Juntos vieron cómo desaparecía flotando. Se volvió de nuevo hacia ella y durante un largo instante se limitó a mirarla.

—¿Sabes que tu piel brilla bajo la luz de la luna?

Ella sonrió.

—No —dijo ella, parpadeando.

Luego, él agachó la cabeza y le besó dulcemente los labios.

—Mmm, tu bigote hace cosquillas —dijo ella en voz alta.

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