miércoles, 8 de mayo de 2019

Paso a Paso: Capítulo 57

Después, con él todavía dentro, ella se derrumbó sobre su pecho empapado de sudor. Aún estaba allí unos minutos más tarde cuando el teléfono sonó. Instantáneamente alerta, Pedro se separó de ella y tomó el auricular.

—Hola —dijo en tono cortante.

Igualmente alerta, Paula lo contempló, súbitamente inquieta. Pedro le tendió el teléfono.

—Para tí… es la clínica de tu padre.

Procurando no dejarse arrastrar por el pánico, ella tomó el auricular.

—Aquí Paula Chaves.

Momentos más tarde, el auricular se le cayó de la mano. Su rostro estaba lívido.

—Es… papá… Ha desaparecido.

—¿Dónde puede estar? —le preguntó Paula con un gemido.

—Confía en mí —dijo Pedro—. No va a pasarle nada. Lo encontraremos. ¿Cómo vamos a fallar cuando está la policía, el FBI y nosotros buscándolo?

Marnie suspiró y se frotó la sien. Deseó tener la misma confianza que Pedro en que iban a encontrar a Miguel.

Desde que la llamada les había arrancado de la cama, los acontecimientos habían transcurrido en un neblinoso torbellino para Paula, quien no podía evitar pensar en la noche en que habían secuestrado a Lucas. Su primer pensamiento, naturalmente, había sido que Miguel había sido secuestrado como venganza.

—Vamos, vamos —le había dicho Pedro, como si le leyera la mente—, no nos precipitemos a sacar conclusiones hasta que no tengamos todos los datos.

Olvidado todo lo demás, habían salido rápidamente hacia la clínica, donde les había recibido el administrador y la enfermera jefe. Los dos habían informado a Paula de que el señor Chaves estaba sentado tan tranquilo en el porche y, en cuestión de minutos, había desaparecido.

—¿Cómo puede haber desaparecido sin más? —les había preguntado Paula, mirando de uno al otro.

—Desgraciadamente, no podemos responder, señorita Chaves —dijo el administrador en un tono azorado.

Dos horas más tarde, aún no habían encontrado a Miguel. Era como si hubiera desaparecido en el aire… o peor, en manos de los secuestradores. Paula y Pedro estaban explorando en aquel momento el bosque situado más allá del prado de la clínica, pensando que tal vez Miguel pudiera haberse perdido por allí. Pero, con cada paso, el temor y la frustración de Paula aumentaban. Lanzó una mirada a Pedro y supo que, a pesar de sus anteriores palabras en sentido contrario, él estaba pensando lo mismo.

—¿Crees… que se lo han llevado por… por mí?

Pedro se detuvo y la miró de frente, pero no dijo nada. En cambio, le tocó la mejilla con el dedo, secándole una lágrima.

—Oh, cariño —dijo—. No creo que se trate de eso, pero no te diré que no estoy preocupado. Y desde luego, tus miedos podrían hacerse realidad, pero no lo creo.

—Espero y ruego que tengas razón.

Siguieron caminando y Paula se sintió confortada cuando Pedro le pasó el brazo por los hombros. Disfrutó de su fuerza y no quiso pensar qué habría hecho ella de no haberlo tenido a su lado. Sin embargo, sabía que no debía estar albergando aquellos pensamientos. No debía depender de él. Aquello no le traería sino más dolor de corazón. Pero, después de la noche anterior, no tenía deseo ni fuerzas de poner entre ellos más distancia.

—¡Señorita Chaves!

Los dos se quedaron paralizados, al reconocer el tono excitado de la voz. Los ojos de Paula se dilataron.

—Oh, Pedro… —no pudo seguir.

Él le aferró la mano.

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