viernes, 3 de mayo de 2019

Paso a Paso: Capítulo 47

Nunca le había caído bien aquel hombre, nunca le había gustado su actitud insolente. Tal vez era porque parecía pensar que era demasiado bueno para aquel trabajo.

—Sí, señora —replicó él, recorriéndola con la mirada—. Está arreglado.

—Bueno, entonces estoy segura de que tiene otras obligaciones que atender.

—Sí, señora —su sonrisa era descarada—. Claro.

Paula se puso rígida y lo contempló mientras se alejaba por el pasillo. Luego prosiguió su camino con el ceño fruncido. Estaba segura de que Anderson había tenido la oreja apretada contra la puerta. Pero, ¿por qué? ¿Curiosidad? Aquello era, naturalmente, se dijo a sí misma rápidamente. Desde el secuestro de Lucas, las emociones en la oficina, en toda la planta, estaban en ebullición. Apartando el incidente de su cabeza, recorrió la distancia que la separaba del despacho principal. Cuando llegó al punto donde había estado el vigilante, se detuvo a escuchar. Tal como esperaba, oyó voces. La de Pedro en particular. Notando que la mano le temblaba levemente, aferró el pomo con fuerza y cuadró los hombros. Se había propuesto no verlo aquella mañana. Aun así, había intentado borrar todas las huellas de su noche en vela, pero sabía que no había tenido éxito. Lo último que había hecho antes de salir de su habitación había sido mirarse en el espejo. Aunque estaba profundamente preocupada por Lucas, también lo estaba consigo misma. Pedro se había convertido en una obsesión. Y la última noche —el calor invadió sus mejillas— bueno, más le valía no pensar en aquello. Pero era precisamente lo que estaba haciendo, pensando en el abandono con que se había comportado, en la forma en que su lengua se había entrelazado con la suya ansiosamente, en el modo en que sus manos se habían deslizado por debajo de su camisa para acariciar la piel caliente de su espalda, en la forma en que había dejado que sus dedos le acariciasen los pechos hasta que creyó que iba a explotar por dentro… Lo había deseado entonces. Y, a pesar de todo, lo deseaba en ese momento.

Finalmente, con menos control del que hubiera deseado, Paula respiró hondo y abrió la puerta. Nada más cruzar el umbral, su mirada se posó en Pedro y se detuvo en seco. Estaba al teléfono, escuchando, con el rostro lívido. Sin necesidad de que nadie se lo dijera, supo que los secuestradores estaban al otro lado de la línea. La tan esperada llamada había llegado por fin. Rápidamente, sus ojos escrutaron la habitación, localizando a Santiago Courtney de pie a la derecha de la mesa de Pedro y a Adrián James en el otro lado, también muy tenso. La tensión era tangible. Santiago Courtney la miró y se posó un dedo sobre los labios. No hubiera hecho falta; ella estaba demasiado fascinada contemplando a Pedro para hacer dicho nada.

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