lunes, 13 de mayo de 2019

Paso a Paso: Capítulo 70

—¡Dime que no me amas! —gritó, entre sollozos—. Mírame a los ojos y dímelo.

Pedro titubeó, y por un instante, pareció que se había quedado vacío. Pero cuando habló, su tono de voz era bajo y tranquilo:

—No te amo.

Era mucho lo que ella deseó decir entonces, mucho lo que deseó hacer. Pero no hizo nada. Se quedó allí de pie, contemplando cómo él se daba la vuelta y se marchaba. Con un grito ahogado, ella cayó de rodillas, y todo su cuerpo se sacudió de sollozos desgarrados. El cruel rechazo de Pedro había sido como un golpe directo al corazón. Sólo su orgullo la permitió sobrevivir durante la siguiente semana.


Había evitado a Pedro, lo cual no le había sido difícil, ya que las cosas en la oficina estaban bajo control, con lo cual él tenía de nuevo tiempo libre para dedicarlo a su rancho. Aprovechando que él había salido de viaje a comprar caballos, Paula se había trasladado discretamente de nuevo a su casa. La presencia de Sofía había sido una auténtica bendición.

—Me gustaría decirle a ese tipo lo que pienso —había dicho su amiga una vez

Paula la hubo puesto al corriente de los últimos acontecimientos. Tan sólo el pensar en los ojos centelleantes de su amiga Sofía, arrancó una fugaz sonrisa de labios de Paula.

—Paula.

Sacudiendo la cabeza y obligándose a volver al presente, ella se dió la vuelta y miró a Lucas. A causa de un contratiempo sin importancia, no le habían dado el alta.

—Sí —dijo ella, sonriéndole distraídamente.

—Hemos pasado mucho tiempo últimamente, ¿Verdad?

—Sí —dijo ella de nuevo en tono receloso.

—¿No demuestra eso acaso que hacemos un equipo estupendo…?

Ella agitó la mano en silenciosa protesta.

—No, Lucas. No sigas. Sé adonde quieres ir a parar y no va a servir de nada. Además, me prometiste que ni pronunciaríamos la palabra «nosotros».

El rostro de Lucas se tiñó de rojo.

—Maldita sea, Paula, no pienso renunciar a tí sin luchar.

Ella se levantó de un salto de la silla.

—No tienes más remedio —le dijo fríamente—. Cuanto antes lo entiendas, antes podrás proseguir con tu vida.

Se produjo una larga pausa, que no resolvió nada.

—¿Es bueno en la cama?

Los ojos de Paula se dilataron de asombro.

—Baah —dijo Lucas, arrastrando las palabras—. No te hagas la inocente conmigo.

—Lucas…

—Lo sé todo sobre tí y mi padre.

Paula sintió que su estómago se encogía.

—¿Desde cuándo… desde cuándo lo has sabido?

—Tal vez tenga unas cuantas goteras en la azotea, pero no estoy ciego, Paula —su tono era cortante.

Ella se puso rígida.

—Nunca he pensado que lo fueras.

—¿Cuándo es la boda entonces?

—No hay… no va a haber… —la voz se le quebró—… boda.

—Entonces no va a casarse contigo, ¿Eh?

Una furia ciega e hirviente la invadió.

—Vete al infierno, Lucas.

Él se rió sardónicamente.

—Es adonde iré probablemente, gracias a tí.

Paula suspiró. Como si sintiera que había ido demasiado lejos, él dijo:

—Mira…

Paula lo cortó secamente.

—Voy a dejar la compañía, así que no vas a tener que preocuparte porque yo esté cerca —se detuvo y con forzada calma, se dirigió a la puerta—. Luego, probablemente, me iré de la ciudad.

—¿Lo sabe Pedro?

—No, y no pienso decírselo tampoco —se detuvo y se llevó una mano al corazón; podía sentir sus fuertes latidos—. Supongo que esto es el adiós, Lucas.

Lucas, de pie junto al borde de la cama, se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros.

—Si sales por esa puerta, estarás cometiendo un gran error.

Ella hizo girar el pomo.

—¡Maldita sea, yo soy tan hombre como mi padre! —exclamó Lucas.

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