miércoles, 15 de mayo de 2019

Recuerdos: Capítulo 5

Nada concreto se reflejó en el rostro de facciones marcadas de Pedro, pero estaba claro que no le gustaba la conversación. Con un profundo suspiro, finalmente retiró la mirada. De todas formas, ¿qué le ocurría a esa mujer? No hacía falta ser muy listo para darse cuenta de que él no quería hablar. Y ella no parecía tonta. Entonces, ¿Por qué no le dejaba en paz? Pedro apretó la mandíbula, mientras escuchaba a la azafata hablando por los altavoces.

—Señoras y caballeros, bienvenidos a bordo…

La voz continuó, pero Paula no escuchaba. Sólo prestaba atención a Pedro. Aunque tenía la cabeza girada, ella continuaba observándolo, mirando el movimiento de sus músculos en su nuca y hombros. Era atractivo, aunque de una forma ruda. Una nariz recta, mandíbula fuerte y saliente y una boca inflexible unida a un aura de remota inaccesibilidad. Ella pensó que sería un seguro candidato a salir en los anuncios de cigarrillos Marlboro, recordando la forma en que sus ojos verdes habían atravesado los suyos, bajo cejas espesas que casi se unían. ¿Por qué? ¿Por qué era tan fascinante? ¿Era porque no demostraba interés hacia ella? A ella le gustaban los hombres más refinados, más caballerosos. Sin embargo, ése le atraía. Pero una relación con un hombre era la última cosa que ella deseaba, lo último que necesitaba. Una ruptura había sido suficiente para ella. Lo que ella quería, era tener éxito en su negocio de joyería y mantener su independencia, ganada a duras penas, lejos de una madre dominante. Al haber crecido en una familia donde el dinero abundaba, nunca había deseado nada más aparte de su independencia. El hecho de que fuera la hija única de padres divorciados, no había ayudado, especialmente al morir su padre.

Paula había finalizado su educación en un selecto colegio privado para chicas, después había trabajado para Alejandra, su madre, en el negocio familiar, un negocio que un día sería suyo. Pero había una pega: ella no lo quería. Amante del arte y una gran artista, siempre había querido trabajar con piedras preciosas. Había heredado ese talento de su abuela. Sólo después de haber cumplido veintiocho años, y haber roto su compromiso con David Weston, elegido por su madre, fue cuando empezó a perseguir ese sueño. Eso sucedió ocho meses antes, y en esos momentos, estaba en un buen momento emocional. Acababa de completar la venta de su vida. Pensar en el collar, con sus diamantes antiguos y una historia que databa del período napoleónico, le producía escalofríos. Su futuro nunca había parecido tan prometedor. Pero si quería seguir en esa línea y mantenerse en el mundo competitivo de la industria de la joyería, no podía dejar de trabajar. Eso no le dejaba tiempo para lujos personales como liarse con otro hombre.

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