lunes, 20 de mayo de 2019

Recuerdos: Capítulo 13

—¿Qué ha pasado? —preguntó de nuevo con voz temblorosa.

Pedro se sentó a su lado en una silla y desenredó su mano de la suya.

—Nuestro avión se estrelló… ¿No lo recuerdas?

—¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío! —murmuró sollozando—. No puedo recordar nada —su voz subió de tono—. ¿So… sobrevivieron muchos?

—La mitad más o menos.

Otro sollozo.

—¿Dónde… ocurrió?

—En una pradera cerca de Crockett.

—¿Y éste es el hospital de Crockett?

Pedro asintió.

—Pero no está equipado para ocuparse de todos los heridos. Por eso estás en el pasillo.

—¿Por qué no puedo recordar nada? —se lamentó.

Se puso un mechón detrás de la oreja e hizo una mueca de dolor.

—Ten cuidado. Te has dado un golpe en la cabeza.

—Y el resto… parece estar bien, ¿No?

—Cierto. Excepto las magulladuras en tus brazos y piernas.

—¿Y tú? —preguntó secándose las lágrimas con la mano y mirando su venda—. ¿Estás… herido?

—Estoy bien —dijo con brusquedad—. No te preocupes por mí.

El labio inferior de Stephanie empezó a temblar, y le miró horrorizada.

—No… no puedo creerlo. ¡No… no sé quién soy ni dónde vivo!

Agarró de nuevo la mano de Pedro y se aferró a ella. Antes de que él pudiera hablar, una sombra cayó sobre ellos. Un hombre calvo, vestido de blanco con cara cansada estaba de pie al lado de Pedro. Despacio, Pedro retiró su mano y se puso de pie.

—Hola, Lautaro.

El doctor Lautaro Powell sólo tenía ojos para Paula.

—Bueno, es estupendo que estés despierta, damita.

A pesar del estado lamentable en que se encontraba, a Paula enseguida le resultó simpático. Al igual que Pedro, se le veía agotado. Pero tenía los ojos más amables y comprensivos que nunca había visto.

—¿Por qué no puedo recordar nada? —preguntó con voz estridente, luchando contra el pánico que se agitaba en su interior.

El doctor Powell se puso a su lado y tomó sus dos manos entre las suyas.

—Deja que yo me preocupe de eso. A pesar de nuestras limitaciones, vamos a hacer todo lo que podamos por tí.

Paula intentó sonreír como prueba de gratitud, pero incluso eso era demasiado penoso. Estaba empezando a sentirse tan cansada como parecían estarlo ellos. Mover un hueso o un músculo, le provocaba un dolor insoportable.

—Creo que está a punto de desmayarse, Lautaro —dijo Pedro.

Paula levantó los ojos hacia él.

—No… no… Es sólo que estoy… estoy tan cansada…

—Tienes amnesia, casi seguro producida por el golpe en la cabeza —dijo el doctor Powell—. Sabremos más cuando hagamos una exploración a fondo.

—¿Cuánto… durará? La amnesia, quiero decir —preguntó en un susurro.

El doctor suspiró.

—Me temo que no puedo responder. Podrías recordarlo todo dentro de una hora. O podrían ser días, meses o…

—¿Nunca? —terminó Paula por él.

—Lo dudo. Pero por ahora no hay que precipitarse en hacer diagnósticos. Hay que tomarse las cosas con calma.

Los ojos de Paula buscaron a Pedro.

—¿Sabes… algo sobre mí?

—Sólo que eres la dueña de una tienda de joyas antiguas en Houston y que hablaste con un hombre antes de subir al avión.

Antes de que ella pudiera seguir haciendo preguntas, Pedro le contó todo lo que sabía sobre ese incidente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario