miércoles, 22 de mayo de 2019

Recuerdos: Capítulo 19

Pero por alguna extraña razón confiaba en él. Y el doctor Lautaro Powell también confiaba en él. De momento eso era suficiente para ella. Lo que no se podía imaginar era la razón por la cual se había ofrecido a llevarla a su rancho. Él se arrepentía de haberse ofrecido; eso era obvio. Era el tipo de hombre que disfrutaba de su intimidad. Ella lo había sentido en el hospital, y mucho más en ese momento. Pero incluso así, sabía que no faltaría a su palabra. Al igual que ella, él llevaba la misma ropa que el día anterior. Stephanie se fijó en el movimiento de los músculos de sus brazos mientras conducía con habilidad. Su piel era de color miel y estaba salpicada de pelo fino y oscuro. Paula sintió su masculinidad. Le miró y vió que él la observaba tras los párpados caídos.

—¿Estás… casado? —preguntó sin pensar.

Pedro se quedó blanco.

—No.

—¿Lo has estado alguna vez?

Sabía que debía dejarle en paz, especialmente porque parecía que iba a explosionar de un momento a otro. Pero algo le hizo seguir.

—No creo que sea asunto tuyo.

—No, supongo que no —dijo Paula, oyendo el temblor de su propia voz y odiándose por ello.

—Estuve casado una vez —dijo Pedro con una sonrisa sardónica.

—¿Divorciado?

—Sí.

—Lo siento.

—¿Por qué? Yo no.

Se produjo un silencio embarazoso.

—¿Crees… que yo estoy casada?

El coche dió un ligero viraje.

—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó Pedro una vez que el coche estuvo de nuevo bajo control.

—A lo mejor el hombre del aeropuerto era mi marido.

—Imposible —dijo con un gruñido.

—Pareces muy convencido.

Pedro se encogió de hombros.

—El instinto me dice que tengo razón.

—¿Es eso todo?

—Digamos que creo que tienes mejor gusto.

Paula se quedó desconcertada.

—¿Ocurría algo malo con él?

—Sí. Era un idiota de primera clase. Y no es tu marido. Confía en mí.

Un corto silencio se hizo entre ellos.

—¿Cuánto queda? —preguntó Paula con desánimo, sabiendo que Pedro no le iba a decir nada más. Pero entonces se dió cuenta de que no podía decirle nada más; ya le había contado todo lo que sabía.

—Dentro de unos pocos kilómetros encontraremos el desvío que lleva a mi rancho.

Sintiendo el estómago encogido, Paula cerró los ojos. Cuando los abrió, él estaba frenando frente a una casa blanca que necesitaba desesperadamente reparaciones. El corazón le dió un vuelco al mismo tiempo que levantó la mirada hacia Pedro. Leyendo en su mirada, las facciones de él se volvieron frías.

—Te gustaría haberte quedado en el hospital, ¿Verdad?

Paula se obligó a mirar su rostro oscuro.

—No… yo…

—Ahórratelo —dijo con ferocidad y abrió la puerta.

Paula respiró varias veces profundamente. Pero no le sirvió de nada. Nada le serviría excepto la vuelta de su memoria. No podía soportar pensar en las consecuencias si eso no ocurría.

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