lunes, 13 de mayo de 2019

Paso a Paso: Capítulo 68

Había sabido que sucedería. Y había sucedido… Ella le estaba partiendo el maldito corazón, y no había nada que él pudiera hacer al respecto. Tenía que haber tenido la sensatez de no tener nada con ella, maldita sea; no tenía que haberla tocado. Era demasiado tarde para las auto-recriminaciones. Lo único que le quedaba era sufrir. Cada vez que la veía a ella y Lucas juntos, era como si alguien le estuviera hurgando en el corazón con un cuchillo afilado. Y era peor aún cuando Lucas la tocaba. No tenía derecho a sentir aquello. Paula no le pertenecía. No sólo era demasiado viejo para ella, sino que estaba demasiado hastiado de todo. Sí, claro, podía ofrecerle cosas materiales… lo mejor que el dinero podía comprar. Pero no era suficiente. Sabía que, finalmente, no podría retenerla a su lado. Hasta el dinero, al cabo de un tiempo, perdía importancia. No, ella merecía alguien mejor. Merecía alguien joven, alguien que la hiciera reír, que llenara su casa de la risa de los niños. Pero ¿Era aquel alguien su hijo? Al principio, había estado contra una relación entre ellos, pero por todos los motivos equivocados. Había pensado que Paula era una aventurera y que Lucas estaba demasiado malcriado y era demasiado egoísta para mantener una relación duradera. Pero ahora sí creía verdaderamente que su hijo estaba enamorado. Y si él, Pedro, salía de escena, Paula encontraría la felicidad con Lucas, tal como debería ser. Súbitamente, un regusto amargo inundó su  boca y tuvo ganas de arrojar el vaso contra la pared. Y repentinamente aquello fue precisamente lo que hizo y el ruido fue como una pequeña explosión. Pero no se sintió mejor. Completamente agotado, se sentó y apoyó la cabeza entre las manos sobre su mesa de despacho. ¿Cómo iba a dejarla marcharse? No lo sabía. Sinceramente, no lo sabía.

—Pedro… quiero hablar contigo. Por favor.

Paula, como había hecho en otra ocasión, había decidido esperarlo levantada. Por tarde que llegara. Aquella era su última noche en el rancho; por la mañana tenía pensado regresar a su casa. Antes de partir, sin embargo, se dijo que tenía que obtener algunas respuestas de Pedro. Si todo había terminado entre ellos, quería que se lo dijera. Si no quería volver a abrazarla ni hacer el amor con ella, que se lo dijera a la cara.

El período de dos semanas de Lucas en el hospital estaba llegando a su fin. Iban a darle el alta uno de aquellos días. Durante aquella segunda semana, Pedro había permanecido protegido tras su armadura indestructible. Sencillamente, ella no lo aguantaba más. Lejos de Pedro, su vida había dejado de tener significado. Cosas que habían tenido importancia para ella palidecían en comparación con sus sentimientos por él. Ahora, mientras lo enfrentaba ca las once de la noche, no estaba segura de que su idea hubiera sido buena, después de todo. Si su expresión sombría era signo de algo, era evidente que no estaba encantado de verla.

—¿Qué hay? —le preguntó él, entrando en la sala y dejando el portafolios en el bar, donde se preparó una copa.

Paula se mordió el labio inferior. Había ensayado aquel discurso una y otra vez, pero parecía haberse quedado sin palabras. Finalmente, se obligó a pronunciarlas:

—Ya sabes lo que hay. Nosotros.

Con su mano libre, Pedro se aflojó la corbata.

—No hay ningún nosotros, Paula —dijo secamente—. Nunca lo ha habido.

Ella sintió como si le hubiera atravesado el corazón.

—Pero…

—¿Sigue Lucas queriendo casarse contigo?

—Sí, pero…

—Bien. Tienen mis bendiciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario