miércoles, 29 de noviembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 10

La noche siguiente, mientras se daba los últimos toques de maquillaje, Paula recordó la conversación telefónica que habían tenido. O mejor dicho, pensó en lo que debería haber preguntado pero no hubo tenido ocasión. Era sábado. Deseó que pasara un año y que Pedro Alfonso fuese de nuevo un recuerdo lejano. Sofía se acercó a la puerta del cuarto de baño con el secador en la mano; el color rosa de su pelo había desaparecido al lavarlo.


—Puedes cambiar de idea, Paula. Pedro Alfonso no tiene ningún derecho a obligarte a hacer esto. 


—Está preocupado por su tía —dijo Paula, que realmente creía que así era.


—Y tú vas a ver qué pasa con su hija —al decir aquello, Sofía se relajó un poco.


—Sí, haré lo que pueda. Y Sofi, no tengo otro interés que el comercial en estar cerca de Pedro.


—Si tú lo dices —dijo Sofía, que no parecía convencida—. A Carla y a mí sigue sin gustarnos que este hombre insista en que salgas con él alegando que es por negocios. ¿Qué ocurriría si trata de seducirte de nuevo? —preguntó, preocupada—. No queremos que te haga daño.


—No permitiré que eso ocurra y, de todas maneras, Carla y tú deberían preocuparse de sus propios problemas, no de los míos. No debería haberles contado todo.


Entonces se miró en el espejo para comprobar cómo estaba, se arregló el vestido azul oscuro que llevaba y apresuró a Sofía a ir al salón.


—Sólo son negocios, Sofi. Todo lo que tengo que hacer es tratar el asunto como tal.


Se oyeron pisadas fuera de la casa, seguidas por un fuerte golpe en la puerta.


—Déjame esto a mí —advirtió Paula a su hermana, dirigiéndose a abrir la puerta.


Cuando vió a Pedro Alfonso allí de pie, vestido con un elegante traje, tuvo que tomar aire.


—Hola, Pedro. Estoy preparada para salir.


—Buenas noches, Paula. ¿No me vas a presentar? —Pedro miró sobre el hombro de ella y se adentró en el pequeño salón del piso.


Al pasar a su lado, Paula pudo oler su perfume… Y le gustó mucho.


—¿Pau? —Sofía miró a Paula con el ceño fruncido.


Aquello distrajo a Paula de su… Sorpresa, o lo que fuera.


—Sofi, éste es Pedro. Pedro, mi hermana, Sofía.


No quería extenderse con las presentaciones ni darle a su hermana la posibilidad de comenzar con un interrogatorio que sólo haría que perdieran tiempo. 


No Esperaba Encontrarte: Capítulo 9

 —Aprecio tu oferta para ayudarme, Carla, pero no estaría bien que Iván y tú comprometieran tanto dinero.


Al considerar la situación en la que estaba, Paula dudó.


—Ahora mismo me pregunto si hice bien en abandonar la profesión de modelo. Es cierto que no era el trabajo de mis sueños, pero quizá no tuve en cuenta todos los riesgos de la rama de los diseñadores. Simplemente porque les haya hecho toda la ropa durante años…


—Has hecho los conjuntos más impresionantes con un presupuesto muy pequeño. Tienes talento, Pau —insistió Carla.


—Tampoco puedo consentir que Sofi y tú pidan préstamos para ayudarme, aunque aprecio ambas ideas muchísimo.


—Pero tienes que salir de la situación en la que te encuentras —dijo Sofía.


—No. Pedro ha dicho que no tengo otra opción, y tiene razón. Tengo que vender los vestidos rápidamente. Si trabajar con él es la única manera de conseguirlo… Tendré que soportarlo.


—Solucionaría el problema —Carla asintió con la cabeza a regañadientes—. Siempre y cuando no trate de sobrepasarse del acuerdo de negocios, tratando de hacerlo más personal —entonces miró a Paula, indagadora—. ¿Es probable que ocurra eso?


—No, pues él piensa que soy una avariciosa y yo sé lo que es capaz de hacer. La desconfianza por ambas partes no es el germen de cultivo de ninguna relación personal.


Negándose a pensar en la química que había habido entre Pedro y ella, Paula abrazó primero a Sofía y después a Carla.


—Gracias por hablar conmigo y por ofrecerse a ayudarme.


—¿Y qué… Qué pasa con su hija? —preguntó Sofía, tratando de ocultar su vulnerabilidad ante aquello—. Quizá deberíamos enterarnos de cómo la está tratando.


—Oh, Sofi —dijo Paula, a quien en realidad también le preocupaba— . Me enteraré de ello.


Paula tenía que afrontar aquella situación, escondiendo sus sentimientos bajo la barrera que había creado alrededor de su corazón.


—Puedo hacerlo. Funcionará. Me cuidaré y me aseguraré de no salir herida. 


—Si la situación se te escapa de las manos, nos dejarás que te saquemos de allí —sentenció Carla.


Paula asintió con la cabeza a regañadientes, aunque en realidad no tenía ninguna intención de permitir que sus hermanas ni su cuñado le dieran tanto dinero.


—Está bien, entonces supongo que ya está todo claro. Les quiero enseñar a Daniela y a Leticia este color de pelo —dijo Sofía, dirigiéndose hacia su habitación—. Será mejor que vaya a ver qué me puedo poner esta noche.


Una vez que sus dos hermanas se hubieron ido, Carla a la casa en la que vivía con Iván Barrett y Sofía a un club con sus amigas, Paula tomó la tarjeta que le había dado Luchino y telefoneó al número que aparecía en ella.


—Alfonso.


Simplemente con oír su voz por teléfono se ponía nerviosa.


—Quiero un itinerario de los actos sociales a los que voy a tener que asistir contigo para así poder preparar qué ponerme en cada ocasión —dijo sin molestarse en saludar—. No le diré nada a tu tía por el momento, pero quiero que quede claro que no me gusta el engaño. ¿Cuándo vamos a asistir al primer acto social?


—Mañana por la tarde —dijo Pedro, nombrándole los anfitriones y el lugar en el que vivían—. Son un matrimonio propietario de un complejo de campos de golf que se extiende por todo el país. Pasaré a buscarte a las siete.


—También me gustaría saber cómo le vas a explicar estas salidas a tu tía…


Paula dejó de hablar al darse cuenta de que Pedro había colgado el teléfono. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 8

Pero era demasiado tarde. Sofía ya había telefoneado, y la hermana de ambas no tardó en llegar. Carla llegó mientras Paula estaba tratando de aclararse las ideas. Sus dos hermanas se quedaron mirándola, y ella supo que tendría que explicarles qué ocurría.


—Hoy he visto a Pedro Alfonso. Su hija estaba con él. No exactamente con él, pero estaba allí, esperando en el coche cuando regresamos a él, con una niñera a su lado.


—¿Ha vuelto a hacerse cargo de la niña? —preguntó Sofía, cuyo tono de voz dejaba claro que aquello le parecía incomprensible—. ¿No habías dicho que la había abandonado tras su divorcio?


—A mí también me cuesta creerlo y no tengo ni idea de si la niña está permanentemente con él o no.


—Me pregunto si ahora quiere a la pequeña —dijo Carla, acariciándose la barriga—. Porque un niño necesita que lo quieran, y si los padres no pueden hacerlo, no tienen derecho ni a estar cerca de ellos. 


—Tú quieres a tu bebé muchísimo. Todos lo hacemos. Tengo muchísimas ganas de ser tía —dijo Sofía, abrazando a su hermana por los hombros.


Entonces Paula les explicó la amenaza a la que estaba sometida.


—¿Qué vas a hacer, Pau? —preguntó Carla—. No puedes aceptar este ultimátum. Tendrías que verlo constantemente y soportar que considere que eres una avariciosa y que utilizaste a María.


—Creo que no tengo otra opción —dijo Paula, que comenzó a dar vueltas por la habitación.


—Iván y yo podemos comprar tus vestidos para que así le devuelvas el dinero a María. Te podemos ayudar a establecerte por tu cuenta, Pau, para que comiences de nuevo. Con tu propia tienda, en cualquier lugar. Estoy segura de que Iván lo verá como una inversión a largo plazo.


—O eso, o las tres pedimos préstamos al banco para así poder arreglar el problema —dijo Sofía.


—Eso quizá le permita a Pau pagar a María —dijo Carla—. Pero no creo que consigamos suficiente dinero para que se pueda establecer en una tienda nueva.


—Creo que tienes razón —dijo Sofía, soplando un mechón de su pelo rosa—. Supongo que entonces tiene que ayudarnos Iván —miró a Paula—. Sé que no tuvieron un buen comienzo cuando él dejó embarazada a Carla y todo eso, ¡Pero mira qué bien han salido las cosas! De todas maneras él ayudará, y lo más importante es que no queremos que te acerques al mal nacido que te hizo daño cuando estuviste en Milán.


—Uno de los mal nacidos. Recuerda que el encargado del espectáculo también llevó a Paula a su habitación aquella última noche —recordó Carla.


—Debiste habernos dicho toda la verdad cuando regresaste de aquel viaje —dijo Sofía.


Paula se puso de pie en medio de sus hermanas. Aquello le dolía. Las quería. Querían ayudarla, pero no podía permitir que lo hicieran.


—¿Nos has contado toda la verdad ahora, Pau? —exigió saber Carla.


—Sí, eso es todo. Sé que podía haberos contado mucho más de lo que ocurrió en Milán en su momento, pero quería tratar de olvidarlo.


Paula respiró profundamente. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 7

 —Sin decírselo a María —dijo Paula, que quería hablar con ella—. ¿Y si insisto en hablar con ella?


Pedro simplemente continuó andando y la miró a los ojos.


—Si no cumples con alguno de mis requisitos, tomaré represalias y arruinaré tu reputación como diseñadora. No podrás volver a trabajar en ese campo nunca más.


—¿Harías eso? —preguntó ella.


Se respondió a sí misma al ver el enfado que reflejaban los oscuros ojos de Pedro.


—No lo dudes, Paula —dijo él, aminorando el paso.


La angustia se apoderó de su cara.


—¿Pedro? ¿Qué…?


Parecía que él no la estaba escuchando. Paula siguió con la mirada lo que estaba mirando él y vió que estaban cerca de su coche de nuevo. Y vió… A una niña pequeña y a una señora de mediana edad al lado del coche. Una niña de pelo rizado y negro con piel aceitunada. ¿La hija de Pedro? ¿Allí? ¿Con él? ¿Por qué? Paula trató de comprender, pero todo lo que vió fue a una niña asustada que se aferraba a aquella señora al ver que Pedro se acercaba. Era la misma expresión que sus hermanas habían tenido reflejada en la cara una y otra vez hasta que ella hubo logrado darles estabilidad y una nueva vida tras el abandono de sus padres. Ella le había dado a sus hermanas todo el amor que sus padres se habían negado a darles…


—¿Papá? —la pequeña dió unos pasos hacia delante lentamente—. Has estado fuera mucho tiempo. La nana Marisa tenía miedo de que no regresaras.


—Valentina —murmuró Pedro, como si le doliera decir aquel nombre.


La emoción se palpaba en el ambiente.


—Acepto tus condiciones —espetó Paula, que sabía que no tenía otra opción—. Trabajaré para vender mis vestidos lo antes posible. Asistiré a los eventos sociales contigo hasta que la situación económica de María mejore, y entonces lo haré sin tí. 


—Una elección acertada.


—Me tengo que marchar, o si no perderé el tranvía. Es… Es por allí — dijo, señalando al azar una dirección—. Estaré en contacto sobre nuestro… Acuerdo.


—No tienes mi número —dijo Pedro, sacando una tarjeta de su bolsillo y dándosela.


—Está bien. Ahora ya lo tengo. Adiós —dijo Paula, marchándose de allí a toda prisa. 



Cuando Paula llegó a su piso, trató de mantener sus emociones bajo control, pero habían pasado demasiadas cosas muy rápido y no sabía cómo comenzar a asimilarlo.


—Estoy en casa —dijo en alto al entrar.


Su hermana Sofía salió a recibirla.


—Hola. ¿Qué te parece este color de pelo? Se supone que me lo tengo que enjuagar, pero parece bastante… —Sofía dejó de hablar—. Parece que hayas visto un fantasma.


—Sí —Paula se rió, pero se contuvo de seguir haciéndolo, ya que rozaba la histeria—. He visto un fantasma. Y si no hago lo que él quiere, me va a arrebatar el sueño de mi vida.


Sofía se quedó mirando a su hermana y tomó el teléfono inalámbrico, telefoneando con marcación rápida.


—¿Puedes venir? Me parece que tenemos que celebrar una asamblea familiar.


—Estoy bien, Sofi. No tienes que preocuparte por nada —dijo Paula. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 6

 —Está bien, ahora estamos en un entorno civilizado —dijo Paula, bebiendo un sorbo de agua.


—Me gustan las cosas buenas. No me avergüenzo de ello.


—Mmm, quizá no sea Pont l’Eveque, pero está igual de bueno —dijo, probando el queso.


Pedro abrió su cartera, tratando de desviar su atención del movimiento de la boca de Paula, y sacó los documentos para que ella los viera. Ella leyó algunos de ellos durante un par de minutos en silencio. Entonces lo miró, frunciendo el ceño.


—¿Dijiste que tu asesor financiero obtuvo esto?


—Son auténticos, Paula. La información nos ha llegado de una respetable empresa de investigación. Como puedes ver, la compra de tus vestidos por parte de María fue una operación financiera más que arriesgada para ella.


Indicó el papel que había adjunto al documento.


—Si quieres, puedes telefonear a la empresa ahora mismo. Te confirmarán todo lo que has leído.


—No puede ser verdad —susurró Paula, comenzando a revisar de nuevo los documentos—. Pero es cierto, ¿No es así? María se ha excedido de tal manera que es difícil que pueda recuperarse, y se ha llevado con ella mis vestidos y el comienzo de mi reputación como diseñadora. Debería haber comprobado su situación financiera, no debería simplemente haberla asumido.


A Paula le faltó el aire.


—Estamos las dos arruinadas. No veo cómo siquiera ella puede esperar recuperarse económicamente, por no hablar de que mis vestidos sean un éxito. Mi plan de cinco años se ha terminado antes siquiera de que comenzara.


—Lágrimas de cocodrilo, querida mía —dijo Pedro, que no se creía su pesar.


—No puedo comprar los vestidos —dijo Paula, mirando sus manos—. Ya tengo… Ya tengo suficientes problemas ahora mismo.


—Aun así no te importó que fuera María la que los tuviera.


—Sabía que funcionaría con el tiempo —explicó ella, con el desasosiego reflejado en la mirada—. Quizá debería haber establecido una cláusula de escape para María. No pensé en ello.


—Simplemente pensaste en usar a María y, si las cosas no marchaban bien, marcharte sin ninguna responsabilidad. ¿Crees que voy a quedarme de brazos cruzados y dejar el futuro del negocio de mi tía en tus manos ahora que sé lo que has hecho, Paula?


—Si María hubiese sido tan rica como yo creía…


Paula se levantó y tomó su bolso.


—Trabajarás conmigo hasta que arreglemos las cosas, Paula — decretó Pedro—. Llevarás puestos tus vestidos en las recepciones más importantes de Melbourne, en el teatro, en la opera, en las fiestas… En cualquier lugar en el que tus posibles clientes se reúnan.


—Una cosa es que me ponga un vestido bonito y vaya al teatro con mis hermanas —dijo Paula, a la que le encantaba hacerlo con ellas y con el marido de la embarazadísima Carla—. Pero tú no puedes decidir las cosas y decir que tengo que hacerlas. Y de todas maneras, ¿Por qué querrías estar conmigo?


—Puedo decidir y hacer que lo hagas. No quiero estar contigo. Simplemente quiero comprobar que cumples mis exigencias. No quiero que mi tía sufra por tu culpa —dijo Pedro, rozándole el brazo a Paula mientras abandonaban el restaurante—. Quiero que hagas todo lo necesario para que esto funcione, y quiero que lo hagas discretamente. 

lunes, 27 de noviembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 5

 -Me sorprende que sepas lo de mi divorcio —dijo Pedro sin poder apartar su vista de Paula.


Le enfureció el renacer de la vieja atracción hacia ella. Paula era tan mala como Brenda, decidida a conseguir lo que quería fuese como fuese, y él no se iba a dejar embaucar por segunda vez. Pero no entendía aquel repentino interés que se había despertado en él por Paula. Acarició de nuevo la foto de su hija que llevaba en el pecho, y la culpabilidad se apoderó de él.


—Hace cinco años fui a Italia para un pase de modelos —dijo Paula, deseando que fuera él el que regresara a Italia en aquel mismo momento… pero para quedarse—. Alguien habló de tí. Yo no fui tratando de sacar información, créeme.


—Desafortunadamente, Paula mía, ya no confío en nadie y, desde luego, tampoco en tí.


La capacidad de confiar en las personas le había sido arrebatada a Pedro irrevocablemente, y no una, sino tres veces. Por Paula, por su hermano y por su ex esposa. Quizá Paula, con aquel maravilloso pelo rubio ceniza y aquellos ojos marrones, no sintiera ningún remordimiento. Su ex esposa no lo había sentido. Y ante las preguntas de Pedro, su hermano tampoco lo había mostrado. Se dijo a sí mismo que no debía permitir que la amargura del pasado interfiriera en su nueva vida. Había elegido ir a Australia deliberadamente. Por… Su hija. Por Valentina. Para empezar de nuevo en un lugar donde la traición pudiera ser, si no olvidada, por lo menos apartada a un lado. Había elegido Melbourne porque quería conocer a la escurridiza tía de la que su familia siempre había hablado susurrando.


—Tengo estacionado el coche a unas pocas manzanas. Las pruebas de la situación de María están en él —gruñó Pedro, luchando contra los recuerdos de Paula que todavía le conmovían, aún sabiendo que eran falsos. Se dirigió hacia la puerta principal—. Marchémonos.


—Estoy más que preparada para ver esas pruebas —Paula salió de la tienda y cerró la puerta, activando la alarma—. Cuanto antes terminemos con esto, mejor.


—Estoy de acuerdo —concedió él, tomándola por el brazo y dirigiéndola hacia su coche—. Pero esto es sólo el principio.


Cuando llegaron al coche de Pedro, éste lo abrió con el mando a distancia.


—Bien. Enséñame los documentos.


Pedro sacó su maletín del coche.


—El restaurante Brique's estará tranquilo. Está aquí al lado. Miraremos juntos los documentos.


—¿Por qué no los miramos aquí? ¿Y qué ocurre si quiero comprobar que esos documentos son auténticos?


—Si necesitas comprobarlo una vez los hayas mirado, puedes quedártelos. Tengo copias —entonces señaló hacia el coche—. Si prefieres sentarte en medio de esta calle tan ajetreada…


—Supongo que será mejor ir a Brique's.


Cuando entraron al restaurante, Pedro pidió bebidas y un plato de queso y fruta. 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 4

 —A medida que vaya creando una cartera de clientes, se venderán más vestidos y María recibirá un gran beneficio por la inversión que hizo.


Pero nada de eso funcionaría si María entraba en bancarrota…


—Voy a telefonear a María para averiguar cómo están las cosas.


María podía disipar el miedo que se estaba apoderando de Bella. Todo estaría bien de nuevo, salvo por la intención de Pedro de ser parte de la vida de su tía, lo que provocaría que tuviera contacto con Paula.


—No puedo permitir que telefonees a mi tía. No quiero que sepa que compré… Que la investigué. Quiero una oportunidad de poder conocerla sin que se interpongan asuntos comerciales.


Paula sintió la necesidad de hablar con sus hermanas, de oír sus voces para que la reconfortaran, pero si les telefoneaba, hablaría demasiado. Y sabía que no debía hacerlo. Ellas sabían que había tenido un problema en Milán con un hombre, pero no les había contado los detalles de aquella devastadora experiencia. Ella sólo había tenido diecinueve años por aquel entonces…


—La prevaricación es una pérdida de tiempo, Paula. El acuerdo te favorece. María tiene problemas financieros porque tú ejerciste presión para conseguir diseñar tus vestidos. Conocieras sus problemas económicos o no, tus exigencias eran inaceptables y espero ver que lo remedias. Estos son los hechos. Ahora, te voy a dar dos opciones para reparar el daño.


La expresión de la cara de Pedro se endureció mientras se quedaba mirando a Paula.


—La primera opción es que pagues cada céntimo de lo que ella te ha prestado y que entonces te marches.


—Esto no es sólo cuestión de dinero, Pedro. María ha accedido a lanzar mi marca, mi nombre. Si pidiera un préstamo para pagar lo que ella me dió, no podría restablecerme en otra parte. Ya no tengo dinero. Lo he invertido en tejidos e ideas para nuevos vestidos.


—Supongo que eso nos lleva a la segunda opción —dijo él, dando un paso adelante.


—¿Oh? ¿Y cuál es? —preguntó Paula, tratando de no pensar en lo cerca que estaban el uno del otro, tratando de no sentirse intimidada ni confundida.


—Es bastante simple, Paula. Tienes que asegurarte de que cada vestido que mi tía te compró se venda rápido y a buen precio.


—Claro. Haré que eso ocurra —dijo, pensando que buscaría una madrina en las páginas amarillas para que agitara su varita mágica por ella— . La rapidez no es el ingrediente principal en mi plan de trabajo. María lo sabía. Es por lo que estuvimos de acuerdo en un plazo de cinco años.


—Esos cinco años ya no son válidos. Debes salir y atraer clientes de las altas esferas para vender hasta el último de esos vestidos… Y rápido.


—Siento decepcionarte, Pedro, pero no tengo acceso a ese tipo de gente.


—Estando a mi lado, se te abrirán esas puertas —dijo él, esbozando una nefasta sonrisa—. Te pasearás entre ellos hasta que las finanzas de María se arreglen. Me pegaré a tí para conseguirlo.


—No. Ni siquiera sé si estás diciendo la verdad.


Paula se enfureció; todo el enfado que había guardado en su alma explotó. 


—Después de todo, esconder la verdad es lo que haces, ¿Verdad, Pedro? Fingiste no tener esposa. Dime, ¿Te dolió perderla? ¿O simplemente te alegraste de librarte de ella para así continuar con tus romances sin que te pesara la conciencia? 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 3

Pero estaba claro que él sabía algo. Paula observó cómo Pedro se llevaba una mano al pecho, como para asegurarse de que todavía tenía algo en el bolsillo de la camisa. ¿Quizá una foto?


—Le dije a mi nuevo asesor de negocios que quería conocer a María. Él había oído que María tenía una protegida. Cuando mencionó tu nombre, le pedí que averiguara detalles sobre tí.


—Eso es una invasión de la privacidad de María, ¡Y de la mía!


—Ha sido una intervención muy oportuna. Aunque estemos distanciados, no voy a dejar que María tenga problemas financieros por tu culpa. De alguna manera la forzaste a que te contratara para trabajar diseñando para ella, a un precio astronómico y sin ninguna garantía de que los vestidos se venderían.


Paula frunció el ceño. No era un acuerdo injusto, porque María sabía que su objetivo era que ambas tuvieran éxito.


—En realidad es un acuerdo, no un contrato —aclaró ella, que no había querido pagar a un abogado.


Eduardo Montbank, antiguo jefe de Carla, le había ayudado a realizar el acuerdo sin lagunas.


—Es un robo disfrazado de acuerdo de negocios.


—¿Me estás llamando ladrona? ¿Cómo… Te atreves? Has investigado mi vida a mis espaldas, como si tuvieras todo el derecho a hacerlo. ¿Qué has averiguado de mis hermanas y de mí? ¿Hasta dónde has excavado, exponiéndonos…?


—He investigado tus finanzas, Paula, el trabajo que has realizado en los años desde la última vez que te ví. Y me enteré de todo sobre el acuerdo al que llegaste con mi tía. No me voy a disculpar por ello —dijo, con una dura expresión reflejada en los ojos.


Entonces prosiguió hablando.


—Pretendo reclamar a María como tía mía —dijo Pedro, suavizando un poco su expresión—. Es de la familia y… Si es posible, quiero tener ese vínculo con ella. Hubiera quedado para verla antes si no hubiera estado fuera de la ciudad. 


Aquel amor por la familia, teniendo en cuenta su historial, era extraño.


—A pesar de lo que dices, no debes de haber investigado muy bien, Pedro, porque María no está en peligro financiero por culpa mía.


—Al contrario; la adquisición de tu colección casi la deja en bancarrota.


—Tu tía es muy rica, Pedro. Tiene un ático en la mejor zona de la ciudad, conduce el último modelo de coche deportivo y se marcha de vacaciones al extranjero frecuentemente. No dudó en acceder a mis condiciones y puede mantenerse seguir adelante hasta que mis modelos reporten beneficios.


—María se ha gastado más de lo que debía durante años. El ático es alquilado, así como el coche, y todos esos viajes le han hecho estar en deuda. No estaba en condiciones de meterse en una aventura especulativa como la tuya.


—Mis vestidos se venderán. María ha hecho una buena inversión y pretendo probarlo.


A Paula le dió un vuelco el estómago. No le había preguntado a María su situación económica, simplemente la había asumido por lo que había tenido delante de ella. Pero si realmente María no tenía dinero…


—No puedo fallar —afirmó severamente.


La palabra fracaso ya no era una opción para ella. No lo era desde que sus padres habían abandonado a Carla, a Sofía y a ella.

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 2

Cada vez que las hermanas de Paula habían sufrido durante los últimos años, ella había encontrado un nexo con Pedro, ya que él también había abandonado a su hija. Con ella misma había jugado, engañándola y divirtiéndose a su costa.


—¿Ahora te encargas de la administración? ¿Estás aquí para dejarlo todo preparado y después dejar la tienda a cargo de alguien? La tienda de Sidney tiene un encargado local…


Paula deseó que así fuera y que Pedro se fuese a marchar.


—Ya no trabajo con mi familia. Diamantes Alfonso es mi tienda, una entidad separada de todas las demás. Quizá comparta el nombre familiar, pero la tienda tendrá éxito por mi trabajo, por mis diseños y por mi reputación. 


Pedro esbozó una dolorosa expresión y bajó la mirada.


—Tengo muchas funciones que desempeñar aquí… Propietario, diseñador jefe, encargado, vendedor. Haré todo lo que se necesite hacer. Estoy aquí para quedarme.


Pedro, tomando la llave de la puerta principal, se dirigió a cerrar.


—Termina lo que estuvieras haciendo, Paula, para que así podamos hablar.


—Me marcho en un minuto —dijo Paula, tratando de controlar el temblor de sus manos mientras vaciaba la caja registradora.


Pedro miró entonces los maniquíes vestidos con ropas que ella había diseñado, y Paula, a pesar de su enfado, contuvo la respiración, esperando a ver cuál era el veredicto de él.


—Eres una mujer de talentos ocultos, Paula. Son buenos. Por lo menos tu destreza con los diseños y con las creaciones deja claro que hay una posibilidad de que arregles el lío que has creado.


—¿Lío? ¿Qué lío?


—Has pasado de modelar a obligar a mujeres de mediana edad a gastarse enormes cantidades de dinero en negocios que no tienen garantía de éxito. Debes de estar muy orgullosa de tí misma.


—Modelé para poder poner dinero sobre la mesa para mis her… —se detuvo al darse cuenta de que estaba tratando de explicarse ante él—. ¿Qué quieres decir? Yo no he obligado a nadie y, de todas maneras, ¿Qué tiene eso que ver contigo?


Paula había conseguido un contrato con María Rocco, por el cual llevaba a la tienda de ésta en exclusiva sus diseños durante un plazo de cinco años.


—María Rocco es mi tía —dijo Pedro—. Y eso hace que esto sea también mi negocio.


Paula se quedó impresionada. María era milanesa, pero había vivido en Australia durante casi toda su vida adulta.


—María es una Rocco, no una Alfonso, y ella misma me dijo que no tenía familia.


—Mi tía se marchó de Milán, dejó a la familia y se cambió el apellido hace mucho tiempo. Sin duda, ella consideraba que estaba sola —dijo él, enfadado—. Estoy seguro de que pensaste que eso era una ventaja cuando decidiste robarle una gran cantidad de dinero.


—¡Yo no hice eso! ¿Cómo sabes siquiera nada del acuerdo que hice con ella? 

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 1

Se acercó al María's, en Melbourne, un minuto antes de que cerraran, en una cálida tarde de verano. Era un hombre mediterráneo, alto, que sobresalía entre los demás.


—Buenas tardes y bienvenido a María's. ¿Puedo ayudarle en algo? — dijo Paula Chaves de manera profesional y educada.


Pero cuando el hombre se volvió hacia ella, una ráfaga de memorias se apoderó de su mente; hacía seis años, aquel hombre había tenido su corazón en sus manos. Se le hizo un nudo en la garganta mientras la furia, el dolor y la desilusión le recorrían el cuerpo. Se preguntó por qué estaría él allí.


—Cuando te explique lo que ocurre, no te va a quedar más remedio que ayudarme.


El profundo acento italiano de Pedro provocó que Paula se estremeciera…


—Pedro —susurró ella, que lo había creído fuera de su vida para siempre.


Lo miró como lo había hecho en Milán hacía tantos años; analizó su oscuro pelo, sus ojos marrón chocolate y aquella boca hecha para seducir. Pedro Alfonso desprendía sensualidad y poder.


—Sí, soy Pedro, el único e irremplazable. Ha pasado mucho tiempo, Paula —dijo, analizándola con la mirada—. Parece que los años te han favorecido.


A Paula le dió un vuelco el corazón y se preguntó cómo se atrevía él a mirarla de aquella manera. Nerviosa, se pasó una mano por su rubio moño.


—A tí también te han favorecido —admitió—. Tienes… Buen aspecto.


Entonces recordó que él le había arrebatado su hija a su madre, para después abandonarla.


—¿Qué haces aquí, Pedro? ¿Cómo puedo ayudarte?


—Nunca planeé volverte a ver, Paula —Pedro esbozó una dura mueca—. Te aseguro que preferiría no estar aquí.


—¿Preferirías no verme? Me temo que el sentimiento es mutuo — espetó ella. 


Pero entonces vió reflejada en los ojos de Pedro una dulce expresión y recordó algo que había parecido muy especial y correcto. Una leve vulnerabilidad se apoderó de ella. ¡Pero todo aquello era una ilusión!


—Estoy a punto de cerrar la tienda, así que sea lo que sea a por lo que has venido…


María, su jefa, la mataría por tratar de echar a un cliente, pero ella estaba fuera y Pedro no estaba allí en calidad de cliente.


—Cierra la tienda —Pedro señaló hacia la puerta principal—. Mejor aún, dame la llave y yo lo haré por tí mientras tú haces caja. Lo que te tengo que decir es mejor que te lo diga en privado.


—¡Qué sabrás tú de hacer caja!


Pero la familia de él era propietaria de joyerías a lo largo de toda Europa y otras partes del mundo. Y seguro que seguían el mismo procedimiento de hacer caja.


—De todas maneras, no sé si quiero hablar contigo a solas. Por si se te ha olvidado, no quedamos precisamente como amigos.


—No me he olvidado de nada —dijo él, mirándola—. Tengo una tienda a un par de manzanas de aquí —entonces dirigió la mirada hacia la ropa de la tienda—. Creo que sé cómo asegurar este lugar.


Paula sabía que una tienda de Diamantes Alfonso había abierto hacía dos semanas cerca de allí, pero lo había apartado de su mente.


—Pensaba que la tienda era una filial de la tienda de Sidney y que habría un gerente local. Pensaba que tú te dedicabas al diseño. 

No Esperaba Encontrarte: Prólogo

Paula Chaves, de veinte años, se sentó entre otras dos modelos y esperó a que el avión despegara. Mientras se alejaban cada vez más de Italia, respiró. Su segunda visita a aquel país había terminado y ya tenía depositado en el banco el salario por su actuación como modelo. Ella y sus hermanas podrían beneficiarse de ello. Pero desde aquel momento en adelante sólo iba a trabajar en Australia. No tenía ningún deseo de regresar a Italia. El país era precioso, pero los recuerdos de Pedro, del error que había cometido, eran demasiado fuertes incluso tras casi un año.


—No me puedo creer que lo vieras, Karen —dijo Micaela, una de las modelos que estaba sentada delante de ella—. Estoy tan celosa. Parece ser que ahora viaja por toda Europa. ¿Cómo es que te lo encontraste en Nápoles?


Pero a Paula no le interesaba aquello. Miró por la ventana y deseó estar en casa con sus hermanas, en su agradable piso de Melbourne.


—Sí, ¡Ví al «Señor Diamante» en persona! No al hermano mayor. ¿Quién lo querría? Pero Pedro Alfonso… Oh, sí —Karen se rió tontamente.


—¿El «Señor Diamante»? ¿Pedro Alfonso?


Paula se quedó sin aliento. ¿Pedro había estado en Nápoles? Había pensado que había estado segura de él, lo había creído en Milán, donde vivía normalmente. Si no, no hubiese ido. Se puso enferma al pensar que se podía haber encontrado con Pedro, con su mujer e hija. Pedro era una mancha en su vida; nunca más volvería a ser tan crédula con ningún hombre.


—Tengo que decir que no sé si querría tener algo con él —dijo Micaela.


—¿Por qué no? —preguntó Karen.


—Porque creo que debe de ser muy inflexible, cariño —prosiguió Micaela—. He oído que se divorció de su mujer y que obtuvo la custodia de su hija, para luego mandar a la pequeña a un pueblo remoto con la sola compañía de una niñera. Y nunca va a verla. Tienes que admitir que eso implica tener sangre fría.


—¿De verdad? —Karen dió un grito ahogado—. ¿Cuándo se divorciaron?


—No estoy segura, pero han estado separados por lo menos un par de meses —Micaela hizo una pausa—. Ahora él no parece la misma persona. Eso fue lo que me impresionó cuando lo ví. Tiene como una especie de enfado reflejado en los ojos…


Paula se quedó rígida. Se le aceleró el corazón. Apenas podía creer lo que había oído. Le impresionó que el matrimonio de Pedro hubiese terminado, aunque quizá debía haberlo esperado. Después de todo, él no había sido precisamente fiel. Pero arrebatar a la niña de los brazos de su madre para luego abandonar a la pequeña era imperdonable. Le desgarró el corazón… Porque ella sabía cómo dolía aquello.


—Debe de haberse llevado el bebé para castigar a su esposa o algo parecido —continuó diciendo Micaela, que no se había dado cuenta de lo impresionada que estaba Paula—. Los divorcios pueden llegar a ser horrorosos.


—¿Estás segura de que todo eso es verdad, Micaela? —preguntó Karen, vacilante.


Paula apretó las manos; todavía se sentía muy herida por el rechazo de sus padres hacia sus hermanas y ella hacía dos años. A pesar del engaño de Pedro hacía un año, cuando la había perseguido, ocultándole su matrimonio, una parte de su mente no quería creer que él hubiera abandonado a su hija. No quería creer que nadie hiciera eso. Pero el enfado que había sentido hacia sus padres durante los últimos dos años comenzó a dirigirse también hacia Pedro. Él la había perseguido, habiendo tenido mujer e hija, y ella se había enamorado perdidamente de él. Cuando apareció su esposa y ella se dio cuenta de que Luc había estado simplemente jugando con ella, se quedó destrozada. Había aprendido de aquello y había construido una coraza a su alrededor para proteger su corazón. Pero ni aun sabiendo todo aquello podía haberse imaginado que Pedro pudiera abandonar a su hija.


—Es cierto —dijo Micaela con una profunda voz—. Mi prima, la que estuvo viajando por Europa, obtuvo un trabajo en ese mismo pueblo. Salió con el chico que repartía comestibles, que le contó todo. Un día que fue a llevar un reparto a la casa donde vivía la niña con la niñera, ésta estaba con una amiga a la que le estaba contando que Luc simplemente se mantenía apartado. Pagaba las facturas, pero no quería saber nada de la pequeña. Las muchachas comenzaron a hablar de cómo se sentirían si las abandonaran. ¡Como si supieran algo sobre ello! 


Con las manos temblorosas, Paula se puso los auriculares para dejar de oír a sus compañeras. Pero ni siquiera oyó la música que ofrecían éstos. Simplemente podía pensar en el asco que le daba aquel hombre, al que había pensado no poder despreciar más… 

No Esperaba Encontrarte: Sinopsis

Su primer amor… La oportunidad de ambos para encontrar la felicidad.


Paula Chaves no quería volver a ver al rico y guapo Pedro Alfonso nunca más. Habían tenido un breve romance en Italia cuando ella no era más que una joven ingenua, pero ella había descubierto poco después que él la había traicionado y eso le había roto el corazón.


Ahora, años después, Pedro estaba en Australia con su hija. Aquel hombre que miraba a su pequeña con tanto cariño parecía el mismo del que Paula se había enamorado locamente. Pero, ¿Podría confiar tanto en él como para darle una segunda oportunidad? 





Esta es la historia de Isabella en la piel de Paula.

viernes, 24 de noviembre de 2023

Irresistible: Epílogo

Paula pensó que había sido una buena idea, en todos los sentidos, el dejarle el descapotable a sus hermanas mientras Leonardo reparaba a Gertie. Sofía le perdonó todo después del primer viaje con la capota bajada. Bella fue algo más dura, fulminando a Pedro con la mirada cada vez que lo veía, pero cedió a montarse en el coche y accedió a esperar con los demás en la calle a que Leonardo trajera a Gertie del taller.


—¿Por qué tarda tanto Leonardo? Estoy deseando ver a la nueva Gertie —dijo Sofía, incapaz de estar callada.


Bella y Paula sacudieron la cabeza.


—Sólo quiero que sepáis que cuidar de vosotras dos no me ha resultado nada fácil —dijo Bella, y aprovechó para fulminar a Pedro con la mirada—. Y que la ropita del bebé, es cosa mía.


—Encantado —sonrió Pedro, a quien cada vez le caía mejor la hermana mayor de Paula.


Entonces oyeron el familiar ruido del motor de Gertie y todos se quedaron boquiabiertos. A Pedro le costó admitirlo, pero Leonardo había dado al coche una nueva vida. Había hecho un trabajo excelente. Las tres hermanas estaban encantadas y cuando el musculoso mecánico salió del coche, corrieron a cubrirlo de besos. Entonces fue cuando la actitud amable de él se esfumó. Se abrió paso entre el grupo para verse cara a cara con el mecánico.


—Gracias por ocuparte del coche.


—Siempre es un placer para mí ayudar a las chicas —le respondió él, a un centímetro de distancia y sin dejar de mirarlo a los ojos.


—Yo me ocuparé de la factura.


Las chicas se quedaron mirándolos, se miraron entre ellas y sacudieron la cabeza.


—¿Voy a buscar un cubo de agua para separarlos? —dijo Sofía—. Es lo que se hace con los perros y los gatos cuando se pelean.


—¿Qué parte de «Pau y Leonardo» son amigos no ha entendido Pedro? —preguntó Bella y todas echaron a reír.


—Son chicas —dijo Leonardo, mirando a Pedro—, no hay quien las entienda —al ver que Pedro lo miraba con cara de extrañeza, le dijo—. Tú sabes que soy gay, ¿Verdad?


Pedro parpadeó, frunció el ceño y se pasó una mano por el cuello.


—Claro, claro que lo sabía.


Leonardo echó a reír.


—Por cierto, voy a ser el padrino.


—Tú serás el padrino si me dejas pagar la factura —respondió Pedro.


Leonardo se quedó pensándolo.


—¿Cuántos niños vais a tener? ¿Piensas tenerla todo el día en casa ocupada con los niños Alfonso?


—Métete en tus asuntos.


Leonardo rió hasta que se le saltaron las lágrimas, y las chicas también. En ese momento sonó el móvil de Paula. La perla rosa de su anillo de pedida brilló en su dedo cuando fue a buscarlo en el bolso, y recordó la noche que Pedro se lo había dado. Cuando ella entendió lo que le estaban diciendo, dió un grito, tiró el móvil y corrió a abrazar a Pedro.


—¿Qué le habrán dicho? No puede ser que está embarazada, porque eso ya lo sabe —comentó Leonardo.


Paula rió y dijo:


—El crucigrama de Eduardo ha ganado el tercer puesto en el concurso. Está tan contento que dice que va a empezar a trabajar en uno nuevo con su enfermera para ganar el primer premio en el siguiente concurso.


—Estupendo. ¿Y si vamos ahora a ejercer un poco nuestra propia imaginación —propuso Pedro, con ojos llameantes.


—¿Ahora? —a ella le gustaba la idea, y le pasó un dedo por el pecho.


—¿Recuerdas eso que teníamos sin terminar en el estacionamiento?


—Pero estamos en pleno día —repuso ella, escondiéndose de las miradas de sus hermanas y Leonardo.


—Improvisaremos —sonrió Pedro, y sacó una placa de conductor en prácticas del descapotable—. Por cierto, te toca conducir.


—¿Quieres que lleve yo a Bentley? —ella estaba sorprendida.


—¿Bentley? Pau, este coche no es un Bentley.


—Pero es su nuevo nombre a partir de ahora.


—Bien —Pedro tomó aliento—. Como Bentley es ahora nuestro coche, tú también debes conducirlo, porque eres una buena conductora. Supongo que podremos regalárselo a Joe cuando nos compremos otro más grande.


—O guardarlo para las ocasiones especiales —susurró ella, con una sonrisa sexy—, como los aniversarios de boda, escapadas románticas y esas cosas. ¿Qué te parece?



Pedro sólo podía estar de acuerdo.





FIN

Irresistible: Capítulo 74

 —Lo serás —le dijo él con decisión—. Y yo te ayudaré a cuidar de las plantas —su expresión se volvió más seria—. Eres todo mi mundo, eres todo lo que siempre había soñado. Te quiero, Pau. Nuestro hijo no ha sido más que un extra, y lo querremos como nos queremos el uno al otro.


—Yo también te quiero —su voz se volvió un susurro—. Y me gusta la idea de ser tu esposa.


—Y a mí la de ser tu marido —la levantó en brazos y le dio una vuelta, pero se detuvo para no marearla con una sonrisa de cordero—. No quiero enfadar al bebé.


Entonces ella lo miró y le preguntó algo que acababa de descubrir.


—¿Desde cuándo la filial en el extranjero es tuya?


—Desde que me marché hace seis años. Eduardo insistió en que podría sacar mucho de ella.


—Ya veo —dió unos golpecitos al suelo con los pies—. Y ¿como cuánto de bien te ha ido? ¿Cómo de rosa es... Nuestro futuro?


—Bueno, he trabajado mucho y...


—Pedro...


—Bueno, soy multimillonario.


—Oh, ¿Sólo eso? —ella echó a reír al ver su expresión de sorpresa y después de alivio—. ¿Te das cuenta de que Bella no te va a perdonar fácilmente?


—Sí, pero he sacado dos hermanas de todo esto, así que no me importa nada.


—Y tendrás que mantenerte alejado de Sofía con las tijeras en la mano, y Leonardo te hará un tercer grado...


—No me gusta Leonardo, pero... Lo haré por tí.


Y la besó con amor y pasión, pero también con la convicción de que eso duraría para siempre. Ella tenía el corazón lleno de felicidad: Entre Pedro y ella construirían una familia para su hijo y estarían juntos en lo bueno y en lo malo.


—Me alegro de que vinieras a ayudar a tu abuelo después del ataque.


—Yo también, aunque me dieras dolor de cabeza desde que te conocí —la abrazó con fuerza y gruñó—. Y hablando de todo un poco, me gustaría llevarte a la cama.


—Entonces vamos a la casita o... ¿Quieres acabar lo que dejamos a medias en el coche el día de la tormenta?


Pedro se vió tentado, y mucho, pero esa noche no. Se despidieron con un grito y levantaron las cejas al oír las risas que venían del piso superior.


—Parece que mi abuelo se lo está pasando bien con el crucigrama —dijo Pedro sonriendo—. Vamonos a la casita.

Irresistible: Capítulo 73

 —Entonces comparte ese futuro conmigo —dijo él, y se aclaró la garganta antes de volver a hablar—. Te quiero, Pau. Quiero la casita en las afueras, niños, una familia... Quiero quedarme y construir todo eso contigo. Dime que te casarás conmigo.


—Lo haré —sus ojos se llenaron de lágrimas y se arrojó a sus brazos—. No puedo imaginarme la vida sin tí, Pedro, pero no tienes que quedarte si no quieres trabajar aquí.


—¿Por qué no? Ésta es mi casa, donde lo aprendí todo. La gente de la empresa son como mi familia, y si me quedo, les tendré a ellos, a Eduardo, a tí y al niño, a mis futuras cuñadas... Ya he hecho el tonto bastante tiempo —dudó un segundo—. A no ser que te apetezca viajar...


—Tal vez en el futuro —dijo ella, después de sacudir la cabeza—. Por ahora me apetece más quedarme. ¿Qué pasará con Marcos Erickson? Ya le has prometido el puesto.


—Tendrá que aceptar que yo seré el director general de las dos empresas, pero me gustaría que me ayudara a compartir el trabajo.


—Parece que lo tienes todo planeado.


—Sólo en parte —sonrió él—. Pero quiero pasar tiempo contigo y... Si quieres seguir trabajando, a lo mejor te gustaría hacerlo media jornada y en un puesto de gestión... gran parte de tu talento está desperdiciado en el puesto que tienes ahora.


—¿Seguro que no lo dices porque no quieres que trabaje con el atractivo Erickson?


—¿Cómo sabes...? —entonces se dió cuenta de que estaba bromeando.


—Creo que te voy conociendo, Pedro Alfonso—rió ella—. De acuerdo, cambiaré de trabajo si trabajo con el jefe.


—¿Entonces no hay más barreras entre nosotros? ¿Cuánto necesitas esas gafas en realidad?


—No mucho —sonrió ella—. En realidad, casi tuve que convencer al oftalmólogo de que me las pusiera.


—Entonces guárdalas para que te las pueda quitar de vez en cuando solamente.


Paula decidió que le gustaba la idea, y en la misma línea de pensamiento, se soltó las horquillas que le sujetaban el pelo recogido.


—Tal vez debería cortármelo también, pero empiezo a pensar que me gusta mi pelo. A mi madre no le gustaba porque es rizado, pero a mí me parece un poco sensual, ¿No crees?


Él gruñó, cerró los ojos y cuando los abrió parecía hambriento.


—Si quieres cortártelo, adelante, pero a mí me parece bonito y sexy, y no te imaginas el efecto que tiene sobre mí.


—Entonces creo que me lo dejaré largo —sonrió imaginando las muchas maneras que tenía de volverle loco con sus rizos—. Por ahora.


—Y nos casaremos y le daremos muchos bisnietos a Eduardo, ¿De acuerdo?


—Bueno, no sé si estoy preparada ahora mismo para tener un equipo de fútbol, puesto que ya tengo bastantes problemas para mantener mis plantas con vida. ¿Y si no soy buena madre, Pedro?

Irresistible: Capítulo 72

Era una súplica que llegaba desde lo más profundo de su corazón, y si Pedro tenía la valentía de dejar atrás el pasado por ella, lo único que ella podía hacer era intentar que la comprendiera. Quería un futuro con él, lo quería más que nada, pero no sabía si ella sería suficiente para hacerlo feliz. Lo único que podía hacer era exponer sus defectos, y si la quería después de eso...


—No sé si mi problema tendrá solución, pero quiero que lo escuches, Pedro, porque yo también te quiero —la liberación que le supuso pronunciar estas palabras hizo que los ojos se le llenaran de lágrimas—. Te quiero y quiero pasar mi vida contigo, pero no sé si eso es posible.


—Te ayudaré a creerlo —le dijo él, abrazándola y besando la sal de sus lágrimas en sus labios—. Háblame para que podamos llegar a algo juntos.


—De acuerdo —tomó aliento para intentar serenarse y empezó—. Bueno... Bella y Sofía creen que nuestros padres nos abandonaron porque se cansaron de hacer de padres —se estremeció pero se obligó a seguir adelante con la confesión—. Pero fui yo la que los acabé echando, por mi falta de inteligencia, de talento, de interés —se encogió de hombros como si no le importase—. Bella y Sofía son guapas y tienen cualidades artísticas, así que nuestros padres nos abandonaron porque no podían soportarme a mí, y yo no he tenido valentía nunca para decirles a mis hermanas la verdad. Tenía miedo de que se enfadaran y me abandonaran también. Cuando las miro, pienso que las he privado de nuestros padres y supongo que me siento menos atractiva, menos interesante y todo eso. He intentado aceptarlo; quiero a mis hermanas y el resto... es así.


—Ellas no son mejores que tú, ni más guapas ni más listas ni más especiales —los ojos de Pedro brillaban casi con rabia—. ¿Te has echado un vistazo a tí misma? ¿Has pensado por qué ellas te quieren tanto? ¡Porque hay mucho que querer en tí! —y antes de que ella pudiera interrumpirlo, él continuó—. Si tus padres fueron tan egoístas como para abandonaros, sólo fue culpa suya, Pau, no tuya. Y si las dejaron porque no eran lo suficientemente especiales para ellos, es que son aún más estúpidos.


Él la rodeó con los brazos como para expulsar de su cuerpo todos los años de dolor y confusión, y Paula luchó por contener las lágrimas y examinar sus sentimientos.


—No sé cómo has llegado a comprender todo eso, pero supongo que tendré que reevaluarme a mí misma


Él la miró, esta vez sin ira.


—Los dos hemos sido idiotas por culparnos de cosas que escapaban a nuestro control. Ustedes tres salieron adelante juntas y eso las ha hecho más fuertes. Eso es lo que yo tenía que haber hecho con Eduardo, quedarme con él.


—En cualquier caso, ésa es una parte de mi vida que me gustaría dejar atrás. No quiero que tenga peso sobre mi futuro más que por las enseñanzas que he sacado de ello y para ser mejor persona que mis padres.

Irresistible: Capítulo 71

 —Hay algo más que debo decirles, y será mejor hacerlo cuando están los dos delante —Pedro rodeó a Paula con el brazo—. Mi relación con Teresa nunca fue bien. Cuando la cosa fue evidente, mientras ella gastaba mi dinero yo, en mi tristeza, caí en una adicción a jugar en Bolsa —se detuvo un segundo—. Al principio fue casi un juego, pero no me fue bien. Perdí dinero, pero no se me daba bien aceptar la derrota. Por eso, seguí y seguí, sin poder desengancharme. Le dí a Teresa una asignación mensual, pero no funcionó: Eso no detuvo mi comportamiento.


—Entonces eres tú el que ha estado falseando los libros de cuentas —dijo Pedro—. Hiciste un buen trabajo, abuelo. Tengo a unos auditores desde hace semanas trabajando en ello, pero aún no lo tienen todo claro. ¿Has perdido mucho?


—Lo suficiente, hijo. Suficiente para darme cuenta de que he sido un idiota y que esto tiene que acabar. Quiero que compres mi empresa, como hiciste con la filial en el extranjero. No tienes por qué quedarte aquí, pero yo tampoco quiero volver a la gestión. Ya no es bueno para mí. Por fin lo he aceptado. ¿Podrás perdonar a un viejo tonto?


—Ya está hecho —le pasó un brazo por los hombros—. Perdóname por haber desperdiciado esos seis años que podía haber pasado contigo. Y prométeme que te pondrás mejor.


—Ahora que he confesado mi terrible secreto, mi recuperación será espectacular —rió Eduardo—. Y no tengo nada que perdonar. Hiciste lo que creíste que era mejor. Ahora, si he entendido bien la situación, ustedes dos necesitan un poco de intimidad —cuando ellos protestaron, él agitó una mano—. Mi enfermera de noche es buenísima con los crucigramas, así que creo que no me importará charlar con ella un buen rato.


—Te he oído —dijo una mujer de pelo gris asomando por la puerta—. Es hora de que vayas a cenar.


—¿Y el crucigrama?


—Te pondré un acertijo picante para ver si sabes llevarme donde yo quiero.


—¿Ven como he tenido suerte? —les dijo a Eduardo a Pedro y a Paula, pícaro, y ellos echaron a reír.


—Ha sido doloroso conocer los secretos de Eduardo, ¿Verdad? — le preguntó Pedro al cabo de un rato—. Siento que tu ídolo haya acabado siendo un hombre normal y corriente.


—La verdad es que sí —al principio se sintió traicionada porque casi lo consideraba como a un padre—. Supongo que todos tenemos debilidades. Pero Eduardo sigue siendo un buen hombre a pesar de todo y si reaccionó de ese modo fue porque necesitaba que Teresa lo quisiera y ella le falló.


—¿Cómo te fallaron a ti tus padres? —Pedro le tomó las manos—. Dime qué pasó. Dime por qué veo sentimiento de culpa en tus ojos cuando miras a tus hermanas, o cuando te demuestran que te quieren, actúas como si no lo merecieras. ¿Qué es lo que ocurre?


Ella se mordió el labio: Sólo alguien a quien le importase de verdad se habría fijado en esas cosas que ella tanto se esforzaba en ocultar.


—Confía en mí, Pau, por favor. Pau... —él dudó un segundo—. Me he dado cuenta de que estoy enamorado de tí, y me da igual lo que tengamos que pasar hasta llegar allí, pero quiero casarme contigo y tenerte siempre a mi lado. Quiero librarme de las barreras para que podamos estar juntos. Yo también temía estropear lo nuestro si me quedaba, pero después de hablar con mi abuelo, me he dado cuenta de que no, de que al marcharme sólo lo empeoré, porque él me necesitaba y yo lo necesitaba a él. Ahora me doy cuenta de que si lo quiero, eso le hará bien, y contigo puede ser igual. Espero que tú sientas lo mismo que yo.


—Crees quererme por el bebé —repuso ella. 


Lo que él sentía era afecto, no amor, y del que es para siempre.


—Podrías haber perdido al niño en el accidente de hoy —apretó los labios al recordarlo—. Cuando llegué allí, no sé qué me pasó... Pensé que no habías sobrevivido, el coche me pareció un amasijo de hierros por el miedo que tenía —y la miró a los ojos con intensidad—. No quería perder al niño, pero sobre todo y ante todo, no quería perderte a tí. Cásate conmigo Paula Chaves, y te haré feliz —se le hizo un nudo en la garganta—. Podemos ser felices juntos, Pau, si nos amamos.

miércoles, 22 de noviembre de 2023

Irresistible: Capítulo 70

 —¿Qué le pasará? ¿Y cómo se lo diremos a Eduardo? —Paula sentía lástima de ella.


—Teresa colaborará con la policía, ¿Verdad, Teresa? Y todos la cuidaremos lo mejor posible.


Paula admiró a Pedro por cómo se comportó en ese momento, por la compasión que mostró hacia una mujer que lo había expulsado de su casa y de su país, que había utilizado la empresa familiar para negocios sucios y que lo había apuntado con una pistola. Tragó saliva y dió un paso adelante.


—Seguro que en realidad no tenía intención de disparar y que lamenta habernos apuntado con el arma, ¿Verdad?


Teresa asintió entre sollozos.


—Yo no quería hacer daño a nadie. No sé cómo he podido hacerlo.


—Necesitas ayuda. Te la conseguiremos, Teresa, pero tendrás que colaborar con la policía —Pedro señaló al arma con la cabeza para que Paula la apartara.


—Creo que ya no se puede disparar —dijo ella, poniéndole el seguro.


—Bien. Ahora, ¿Puedes llamar a la policía? Tengo las manos ocupadas.




-Eduardo, te ayudaremos para que no tengas que pasar por esto solo —Pedro le tomó la mano a su abuelo—. Siento que Teresa dijera esas cosas ante la policía, pero tienes que comprender que... no está bien.


—Ya lo sabía, Pedro. Creo que soy yo el que debe pedir perdón —Eduardo tenía la mirada triste—. Dejé que mi esposa te persiguiera para salvar mi orgullo, y que te echara de mi casa. No quería admitir el terrible error que había cometido.


Paula apartó la vista ante la dolorosa escena que estaba presenciando.


—Perdóname, hijo. Tenía que haberme divorciado enseguida de ella. Ahora necesita ayuda, y se la daré, pero me divorciaré. Ella será más feliz por su cuenta, y así no podrá interponerse entre nosotros.


Pedro abrazó a su abuelo con fuerza. Cuando se separaron, ambos tenían lágrimas en los ojos, y Paula apenas podía contener la emoción.


—Creo que debería dejarlos para que hablen en privado.


—Quédate.


—No te vayas.


Abuelo y nieto tenían la mirada fija en ella. Pedro fue hacia ella y le dijo:


—Estoy seguro de que Eduardo está de acuerdo conmigo en que los Montbank, nosotros, te necesitamos.


Eduardo asintió, pero su gesto se contrajo de dolor.


Irresistible: Capítulo 69

 —Atrás, Pau, ponte detrás de mí. Ella... No creo que Teresa se encuentre muy bien en este momento —la advertencia de Pedro llegó en el momento en que todas las piezas del puzzle encajaron para ella. Había sido Teresa quien había amenazado a Pedro, y eso la enfureció.


—¿Cómo pudo, Teresa? Tendrá mucho de lo que responder ante la justicia.


Teresa sacó sin más una pequeña pistola de su bolso de brillantes.


—Esto es todo culpa de Eduardo y de esa ridícula paga. Dijo que tenía que quererlo a él más que a su dinero —estaba apuntando directamente a Paula—. En realidad, tú eres la causante. Desde que llegaste, él no dejaba de hablar de tí. Te quería más que a mí.


—Eso no es cierto, Teresa —intentó calmarla Pedro, interponiéndose entre Paula y la pistola.


—No, Pedro —protestó ella.


Estaba claro que Teresa no estaba bien. Respiraba con mucha agitación y empezó a llorar de forma histérica.


—No puedo vivir como una pordiosera. ¿Es que no lo ves? Yo nací para algo mejor —dijo, levantando los brazos hacia el cielo—. Nací para tí, Pedro, no para un hombre viejo. ¿Por qué no me dí cuenta de que podía tenerte a tí y a tu riqueza antes de que fuera demasiado tarde?


—Está loca —murmuró Paula.


—Dame la pistola, Teresa —Pedro dió otro paso hacia ella—. Hablaremos de ello.


Paula estaba helada pensando que en cualquier momento Teresa apretaría el gatillo y dispararía contra Pedro, pero él siguió insistiéndole y habiéndole con palabras cariñosas.


—Tenías que haberte mantenido alejado del muelle. Yo no quería hacerte daño, Pedro, pero tenía que hacer subir mis pequeñas adquisiciones al cargamento de Montbank.


—Tuviste que ser muy lista para lograr eso, Teresa —Pedro hizo sonar sus palabras como si se tratara de una alabanza, más que de otra cosa—. ¿Qué escondías? ¿Droga? ¿Contrabando?


—Joyas y otros objetos robados por mí misma en fiestas y eventos similares. Con eso podía contar con un pequeño suplemento para mi paga. Soy lista, ¿Verdad? Era lo único que podía hacer —continuó, con un tono mucho más duro—, pero entonces llegaste tú. Yo creía que podría convencerte de que vinieras a mi lado, pero la deseabas a ella —Teresa apuntó con la pistola al tiempo que escupía las palabras, resentida.


Paula se echó al suelo sin pensar en nada más, y Pedro se abalanzó sobre ella. Se disparó un tiro y el mundo de Paula se detuvo al creer que Pedro pudiera haber resultado herido. Pero la bala se clavó en la pared, y él forcejeó unos segundos con Teresa antes de quitarle el arma e inmovilizarla contra el suelo. La pelea pareció acabar con la resistencia de la mujer de Eduardo, que sollozaba sobre el suelo.

Irresistible: Capítulo 68

Tardaron casi una hora en librarse de las garras protectoras de Bella, que lloraba de alegría y regañaba a Pedro alternativamente. Lo bueno fue que su reacción le resultó muy reconfortante a Paula, y al final él las llevó a su casa. Paula sabía que ella y Pedro tenían cosas que hablar; no es que tuviera muchas esperanzas puestas en esa conversación, pero era necesaria de todos modos.


—Bella, necesito una cosa —le dijo Paula saliendo con ella del coche cuando llegaron a casa.


—Dime.


—¿Puedes ir a ver a Leonardo por si necesita ayuda con Gertie? Y después, hay que sacar mis plantas del coche y darles agua. Pedro y yo tenemos que hablar. Quiero que me lleve a la oficina para acabar de solucionar unos asuntos y después tenemos que intentar arreglar algunas cosas. Por favor, dame ese tiempo, Bella, lo necesito.


—De acuerdo —asintió su hermana—. Pero llámame si me necesitas.


—Claro. Te quiero mucho —se abrazaron y Paula volvió al coche, donde Pedro la esperaba—. Vamos a la oficina —le dijo—. Me he dejado algo importante en la mesa.


—Podríamos ir a la casita. Tendrías que estar en cama, o al menos, descansando.


—No me voy a romper, Pedro, y el bebé está tan seguro ahora como antes de hacerme la prueba.


—De acuerdo. Lo siento. Creo que no puedo pensar con claridad en este momento —pero no parecía tener problemas para conducir en medio del tráfico de la tarde.


—Hay algo que me ha sorprendido —comentó ella—. El motero dijo que estaba muy delgada. ¿Cómo puede decir esto de mí, cuando tengo este trasero tan enorme?


—Tu trasero —dijo Pedro apretando los dientes—, es... Lujurioso. Erótico. Es la fantasía de cualquier hombre. ¿Acaso actué como si no me gustara la noche que encargamos a ese niño?


Ella comprendió que él lo decía completamente en serio y se sintió muy halagada.


—¿En serio te gusta?


—Desde el primer día que lo ví. Que te ví, perdón.


—Oh, bueno.


Paula se quedó en silencio, pero sonriendo. Aquel día se había enterado de que estaba embarazada, había sobrevivido a un accidente de coche, Pedro había ido a buscarla y parecía aterrado, y su hermana se había volcado en apoyarla. Lo había superado todo y se sentía fuerte. Lo suficiente como para resolver un misterio:


—Tengo algo que enseñarte en la oficina.


Pedro murmuró algo de que él también tenía algo que enseñarle a ella, como a mostrar aprecio por su trasero, pero ella lo ignoró.


—Cuando saliste a comprar el test de embarazo, llamaron de la empresa de estibadores —empezó a ponerse muy nerviosa—. Creo que si investigamos un poco en unos correos electrónicos, podremos averiguar quién está detrás de todo esto.


—Lo haremos —dijo él, estacionando el coche frente al edificio, sin tanto entusiasmo como ella—, pero primero tenemos que hablar de nuestro futuro. Ese accidente...


Cuando abrieron la puerta de su despacho, los dos se quedaron de piedra.


—¡Teresa! ¿Qué estás haciendo aquí?


Teresa se puso en pie de un salto desde detrás de la mesa de Paula.


—¿Qué está haciendo en mi ordenador? —en ese momento, Paula lo comprendió todo—. Era usted. Usted es la persona que ha estado manipulando los envíos.

Irresistible: Capítulo 67

Un agente se dirigió a Pedro para echarlo de allí, pero él no dejó de buscar a Paula entre los amasijos de hierro. Al darse cuenta de que ella no estaba allí, preguntó.


—¿Dónde han llevado a los heridos? ¿Se han marchado ya las ambulancias?


El agente lo miró extrañado e hizo un gesto hacia la única ambulancia. Mientras Pedro iba hacia ella, murmuraba entre dientes que no tenía que haberla dejado conducir en su estado, con tan poca experiencia, si habría perdido el bebé, y mí cosas más.


—Pedro ¿Qué estás haciendo aquí?


Era la voz de Paula. Clara, familiar, cercana. Estaba junto a la ambulancia, hablando con un policía. Cuando acabó fue caminando hacia él, sin ningún problema, aparentemente.


—¿Estás bien? ¿Y el niño? Tu coche está destrozado, es increíble que no te haya pasado nada, y Bella me dijo que estabas atrapada —vió que empezaba a llorar y la abrazó—. Pau, lo siento. ¿Por qué no te han llevado al hospital?


—Pedro, estoy bien. No ha pasado nada. Sólo ha sido un choque en cadena; se ha creado un poco de confusión y poco más.


Pedro volvió a mirar a Gertie y vió que, en realidad, apenas tenías unas abolladuras en la chapa y el parabrisas roto. Ahora que tenía a Paula en los brazos, comprendía que el destrozo no era tan severo como había pensado al principio. Ella le explicó cómo se había producido el choque y cómo había podido controlar el coche para evitar que el daño fuera mayor.


—¿En serio estás bien? —su voz se hizo más grave al comprobar lo importante que ella era para él—. ¿Los dos lo están?


—¡Pau! ¡Oh, gracias a Dios! —Bella apareció corriendo tras ellos, abrazó a Paula y empezó a examinar todo su cuerpo buscando lesiones mientras lloraba copiosamente.


—Bella, para, estoy bien —pidió Paula.


Cuando Bella estuvo satisfecha, dió un paso atrás y la miró. Su fuerza era patente en esa mirada, y Pedro envidió el grado de unión en la peculiar familia que formaban las tres hermanas Chaves.


—Me temo que Gertie ha sufrido un poco —dijo Paula a su hermana mordiéndose el labio—. He llamado a Leonardo y me ha dicho que vendrá a buscarla enseguida. Mis plantas también están bien, pero pueden haber sufrido un leve trauma.


Bella la miró sin comprender nada, y Pedro imaginó que, después de la discusión, había ido a comprar plantas para relajarse. En ese momento llegó Leonardo a ocuparse del coche y llamó Sofía para ver cómo estaba todo. Al ver alejarse a Gertie con Leonardo al volante, Pedro se giró buscando su propio coche.


—Aquí tienes, amigo. Ahí está, sano y salvo —el hombre le lanzó las llaves del descapotable con una enorme sonrisa. Era un motero, a juzgar por su aspecto y sus ropas—. Es un lujo poder conducir uno de éstos de vez en cuando.


—Gracias —respondió Pedro, sacando la cartera—. ¿Puedo?


—No, a no ser que quiera que le rompa los dos brazos —repuso el motero—. Por cierto, esta chica está embarazada. Y está muy delgada.


Con esa frase se alejó, dejándolos a los tres boquiabiertos. Paula parecía demasiado sorprendida para hablar, pero Bella no parecía sufrir el mismo problema.


—¡Has dejado embarazada a mi hermana!


Un grito procedente del móvil de Bella les recordó que Sofía aún seguía al teléfono


—Bella, no es el momento ni el lugar.


—Sofía —llamó la hermana mayor—, te llamaré luego. Paula y yo tenemos que hablar.

Irresistible: Capítulo 66

Su sonrisa desapareció. Bueno, tal vez el futuro no fuera de color de rosa, pero tenía que intentarlo.


—¡Hay miles de opciones aparte de un matrimonio forzado sin amor! —Paula guardó el test con el vasito y la caja en su bolso—. No me casaré contigo. Me niego a verme atrapada en un matrimonio al que te ves obligado.


—Pero no puedes... —Pedro se dió cuenta de que podía haber presentado de otro modo su idea del matrimonio; como algo agradable, y no como si estuviera firmando su sentencia de muerte.


—Pedro, por mi parte, está todo dicho. Propuesta denegada —y se fue hacia la puerta.


—Pau —y le agarró la mano—. No me has entendido.


—No puedo —dijo, entre lágrimas que a Pedro le desgarraron el corazón—. Tengo que irme a casa. Tengo que hablar con gente a la que quiero y que también me quiere a mí. Por favor, déjame.


Cuando ella se marchó, Pedro se quedó un buen rato helado. ¿No había ninguna oportunidad para él? ¿Es que ella no lo quería ni un poquito? «Si lo que quieres es ser padre y esposo, tendrás que quedarte, y para siempre. Siempre has dicho que no harías eso». Pero se trataba de Paula y de su hijo. Eso lo cambiaba todo. Se sentó e intentó trabajar, pero su corazón estaba con ella. Se acababa de dar cuenta de que la quería; la quería de un modo completamente inesperado. Se había enamorado y había tratado de utilizar su embarazo como excusa para pedirle que se quedara con él, obligándola al compromiso. Estaba enamorado de la madre de su hijo. Tenía que encontrarla, tenía que hablar con ella y decirle lo que sentía. Tenía que haber una manera. En ese momento sonó el teléfono. Estuvo a punto de ignorar la llamada, porque tenía cosas más importantes en mente, pero pensó que podía ser Eduardo.


—Pedro, soy Bella —parecía muy nerviosa, hablaba atropelladamente—. Pau acaba de tener un accidente de coche —Bella le dijo el lugar exacto, muy cerca de la oficina—. Hay un atasco, y yo estoy en el otro lado de la ciudad, sin coche. Me ha dicho que está bien, pero no para de hablar de plantas y está atrapada en el coche, Pedro. Tal vez crea que está bien, pero puede estar malherida, o...


—¡Bella! —con la llamada de atención trató de atajar el ataque de pánico, pero lo cierto era que lo empezaba a sentir él mismo. Se había quedado sin respiración—. ¡Voy a buscarla!


Corrió a toda prisa por el estacionamiento pensando en la mujer que amaba y en el hijo que esperaban, y en el trayecto en coche hasta el lugar del accidente, Pedro se saltó todas las normas de seguridad. AI llegar al lugar donde estaban las ambulancias y las grúas, estacionó junto al arcén y saltó del coche para correr llorando al lugar del accidente.


—¡Eh, no puedes dejar el coche ahí en medio! —le gritó alguien.


—¡Estacionalo tú, por favor, yo no tengo tiempo! —y le lanzó las llaves del descapotable al desconocido.


Allí estaba el escarabajo amarillo con la placa de prácticas, aplastada y descansando sobre el cristal trasero.

lunes, 20 de noviembre de 2023

Irresistible: Capítulo 65

Ya estaba. Hecho. Ahora sólo había que esperar, posiblemente cinco largos minutos. Pedro no paraba de dar vueltas en el despacho con un interés casi depredador en la cara.


—Has tardado mucho. Iba a bajar a buscarte.


—Tardé un rato en leer las instrucciones.


Puso la tira sobre un vaso de papel, encima de su mesa, y los dos se quedaron mirándola fijamente. Tenía a Pedro tan cerca que podía sentir su calor corporal arropándola. Señor, ¿Y si estaba embarazada? Tendría que apañárselas. Un hijo de Pedro sería algo maravilloso. Alguien a quien amar que sería una parte de él.


—Yo puedo criar a un bebé —dijo, sin darse cuenta de que lo había dicho en voz alta.


—Veamos qué dice el test primero. 


«No te asustes, probablemente será una sola línea y todo habrá sido una falsa alarma». Pedro le agarraba la muñeca de forma casi dolorosa.


—Dos líneas. Tenemos dos líneas.


Paula dejó de ver con claridad y por un momento se sintió desorientada. Iba a tener un hijo.


—Parece que el puñetero ya me ha alterado las hormonas —dijo ella.


¿Lo había dicho en voz alta? Pedro la miró y echó a reír a carcajadas. Sí. Lo había dicho en voz alta. Se quedó blanca. Iba a tener un niño y lo recibía con una frase tan poco afortunada y propia de ella.


—Lo siento —dijo ella, pero él le agarró las manos para tranquilizarla.


—No lo sientas —le respondió el poniéndole un dedo sobre los labios—. Si esto es culpa de alguien, es mía. Lo mejor será que nos centremos en lo que va a pasar ahora.


—Vamos a tener un hijo —dijo, conteniendo la emoción.


Iba a ser madre, pero Pedro no quería quedarse con ella. ¿Cómo se lo diría a Eduardo? ¿Y a sus hermanas? A pesar de todas las dudas, en una esquinita de su corazón, estaba feliz por ese niño de Pedro, fruto de una noche en la que habían dejado caer todas las barreras.


—Sé que no quieres una vida en familia, pero creo que yo sí, porque quiero este niño. Si quieres verlo de vez en cuando, llegaremos a algún acuerdo.


—¿Así es como crees que irá esto?


Si no lo conociera tan bien, Paula diría que vio dolor en sus ojos.


—Bueno... Había asumido... ¿Qué crees tú que pasará?


-Nos casamos y criamos a nuestro hijo juntos. Es lo único responsable. 


Pedro habló casi con dureza, pero algo en su interior empezaba a brillar. Iba a ser padre. Paula y él iban a tener un hijo. Ahora sí tendrían que estar juntos, no tendría que perderla. Se encargaría de ella y del bebé. Siempre.


—Un niño merece un padre y una madre, ¿No te parece?


Se imaginó viendo a Paula engordar, buscando una casa y acompañándola en el parto.


—Ya no hay elección. Es demasiado tarde para intentar hacer otra cosa.


Eduardo sería bisabuelo, y Pedro sabía que estaría encantado con la noticia. Si algo conseguía animarlo, sería un bisnieto. «Pedro, prometiste no herir a Paula y ahora intentas atarla de por vida».

Irresistible: Capítulo 64

 —¿Dónde vas?


—A comprar un test de embarazo —se encogió de hombros—. No he comprado nunca ninguno, pero supongo que podré encontrarlo.


—Hum —y luego le haría usarlo, así, sin más...


—No te muevas. No quiero llegar y encontrarte desmayada en el suelo —se detuvo, como para pensar en sus propias palabras—. Creo que dejarte sola no es buena idea. Le diré a Gloria que vaya ella a comprar el test.


—Creo que no sería buena idea pedirle a la mujer más «Comunicativa» del departamento de compras que vaya a comprar un test de embarazo para nosotros.


Él la miró asombrado un momento y después se dio cuenta de lo que acababa de proponer.


—Creo que he perdido la cabeza temporalmente.


—Eso mismo pensaba yo —en otro momento, la situación podría haberle resultado divertida, pero no en aquél—. Gracias por cuidar de mí, pero yo iré a comprar el test y lo haré en casa cuando salga.


—Estás de broma.


—Pedro, no me voy a desmayar en medio de la oficina, ni en la calle ni nada parecido. Te lo prometo. Aún soy capaz de hacer muchas cosas yo sólita.


Él la miró, frunció el ceño y asintió. Después salió por la puerta a toda velocidad. Ver a Pedro tan alterado era algo completamente nuevo para ella. No sabía qué hacer. ¿Quedarse sentada a esperar? Justo entonces recibió una llamada de un administrativo de la empresa de estibadores. El chico decía una y otra vez que ella le había enviado un mensaje pidiéndole una copia del albarán de un envío.


—Eso no es cierto —le dijo ella por tercera vez—. Si hubiera hecho algo así, me acordaría.


El hombre colgó con un gruñido y segundos después una copia del correo electrónico apareció en su bandeja de correo entrante. ¡Al parecer había sido enviado desde su cuenta de correo! Estuvo buscando el correo electrónico sin suerte en la bandeja de entrada, hasta que miró en la papelera de correos borrados.


—Bingo. Vaya, alguien mandó este correo, pero no fui yo.


—¿Qué haces trabajando? Te dije que descansaras —Pedro entró a grandes zancadas en el despacho, cerró de un portazo y echó la llave—. Al menos no estás tan pálida.


—Hay algo extraño en mi correo electrónico.


—Sinceramente, Pau, en este momento me da igual que se te borre todo el disco duro del ordenador. Esto es más importante.  Aquí está el test —le dio una bolsita de papel blanca de farmacia—. Quiero que vengas con la tira aquí y que veamos juntos si salen las líneas, ¿De acuerdo?


—¿Cómo es que sabes tanto de test de embarazo?


—Me he leído las instrucciones según volvía.


Genial. Seguro que había recorrido la oficina con la cajita en la mano.


—Con discreción, las he leído con discreción.


Ella volvió al baño, sólo que esta vez roja como un tomate. Leyó las instrucciones hasta que tuvo claro qué hacer.

Irresistible: Capítulo 63

Diez días después, ella aún no había logrado asimilar lo que había pasado aquella noche, y el efecto que tuvo sobre su corazón, su espíritu y su alma. Y éstos estaban cada día más rotos, pero Pedro seguía allí, hasta que solucionase los problemas pendientes. ¿Cómo iba a olvidarse de él si no se iba? ¿Y si los síntomas que había notado últimamente eran algo más que estrés?


—Sólo es estrés —se dijo, cuando sintió un vuelco en el estómago al detenerse el ascensor. Las comidas tampoco le resultaban apetecibles.


«Dios, no dejes que esté embarazada». «Oh, Dios, por favor, quiero estar embarazada de él». Pedro había intentado disculparse, diciendo que no le había pasado nunca antes y que no tenía que preocuparse por las enfermedades, pero ella no lo había escuchado. Le había dicho que era demasiado tarde en su ciclo y que no habría problema. Pero ahora sí que era demasiado tarde. Eran sólo unos días y seguro que no era nada, pero... A las dos, él fue hacia su mesa.


—No tienes buena cara. ¿Quieres marcharte a casa?


—Estoy bien —le dijo, mientras tomaba agua a pequeños sorbitos y se secaba el sudor de la frente con un pañuelo. 


No quería ir a casa a meterse en la cama y sentirse miserable. Además, podía controlar las náuseas, lo estaba haciendo bien por el momento. Poco antes de las cinco, Pedro fue a la cocina a hacer té. Le llevó una taza a ella y la dejó sobre su mesa.


—Tal vez esto te ayude a sentirte mejor.


Al momento, el estómago empezó a revolvérsele, y la sensación fue subiendo.


—Gracias —dijo, y se puso en pie de un salto para echar a correr al baño de mujeres a vomitar en el lavabo.


Cuando levantó la cara, temblorosa y llena de lágrimas, vió  a Pedro a través del espejo.


—No puedo creer que hayas visto esto —quería salir corriendo de allí, desaparecer de su vista, entrar en la primera farmacia que encontrara y comprar un test de embarazo. Y meterse en la cama y actuar como si no pasase nada.


—¿Crees que ha acabado? ¿Te sientes mejor?


—Ha podido ser la comida. La verdad es que no me siento bien desde que volví de comer, así que tal vez haya sido mejor así.


Cuando volvieron a su despacho, cerró la puerta desde dentro y desvió las llamadas de teléfono. Después tiró el té que acababa de hacer por el desagüe de la pila


—¿Ha sido la primera vez? —le dijo al encontrarla sentada en su silla.


—Sí —y no quería decir que estuviera embarazada. 


Si en los últimos días no le apetecía nada más que cereales y limonada, pues, bueno, podía ser una extraña coincidencia. «¿Quién come cereales y limonada, en todas las comidas?» Aquel día se había hecho un sándwich para comer, y... Bueno, ya había comprobado el resultado.


—¿Estás embarazada, Pau?


Una pregunta muy simple que le rompió el corazón. Cada día que pasaba sin venirle el periodo intentaba no pensar en ello. Hasta había empezado a evitar a sus hermanas para que no notaran lo que pasaba, y lo que ella temía. Aunque no todo era temor. «Quiero un hijo suyo. Lo quiero más que nada, y me acabo de dar cuenta».


—No estoy segura —el decirlo hacía la cosa más real, más plausible—. Sólo tengo un retraso de varios días —y normalmente  era muy regular.


—Quiero que me esperes aquí —habló en voz baja, como si su voz pudiera hacerle daño a Paula—. Quédate sentada y no intentes hacer nada.

Irresistible: Capítulo 62

 —Ya veo —«No te quieres marchar hasta estar seguro de que no estoy embarazada de tí»—. Podrías explicar la situación a tu sustituto.


—Eso no bastará —Pedro paseó por la cocina y después dijo—. Acéptalo. Acéptalo igual que aceptaste que lo de anoche era lo que deseabas y lo que querías.


«Sí, deseaba lo que pasó anoche, pero lo que más deseo es una vida entera de noches así. Quiero estar en tus brazos y sentir que has encontrado la paz a mi lado. Eso es lo que necesito, y no puedo tenerlo».


—Ayer dejaste bien claro que no hay nada para nosotros más que anoche —dijo ella, encogiéndose de hombros, como si no le importase—. ¿O es que has cambiado de idea? ¿Es que quieres quedarte...?


—No puedo —levantó las manos y las dejó caer a los lados—. Dios sabe que no puedo.


Él había sido quién había sacado el tema, así que ahora ella no lo dejaría hasta que no encontrase todas las respuestas que necesitaba.


—Dios puede saberlo, pero yo no soy Dios. Si voy a seguir trabajando contigo hasta que un día decidas que te marchas, creo que tengo derecho a saber la verdad.


Él no respondió inmediatamente, pero al cabo de unos segundos respondió:


—Al diablo —fue a la habitación de su abuelo y volvió con una foto en un retrato. Se la pasó como si le quemara en las manos—. Es mi madre. Mi padre la abandonó, nos abandonó, cuando yo era un bebé.


—Lo siento —Eduardo nunca le había hablado de su hija—. ¿Tienes contacto con tu padre?


—No, si tan poco le importábamos, creo que no tendría sentido.


Paula comprendió sus sentimientos y su dolor.


—¿Y tu madre?


—Se suicidó. Yo tenía ocho años, me puso en un taxi camino de casa de Eduardo y se atiborró a pastillas —rió sarcásticamente—. Supongo que yo tampoco era suficiente para que se quedara.


—Oh, Pedro, no. Seguro que no fue eso. Tuvo que haber algo más.


—La razón es que destrozo todas las relaciones que toco. Hago daño a la gente que me importa, y están mejor sin mí. Por eso lo de anoche fue un error. Los dos estábamos descontrolados, pero no podemos dejar que vuelva a pasar.


«No puede volver a pasar»: Ése había sido el resumen de Pedro de su noche de pasión.


Irresistible: Capítulo 61

 -Debes marcharte, Pedro. Vuelve a tu trabajo en el extranjero en cuanto llegue tu sustituto y yo me ocuparé de Eduardo. Probablemente lo mejor para los dos sea que no nos volvamos a ver.


¡Valientes palabras! Lo cierto era que Paula hablaba para que Pedro no tuviera que hacerlo y no tener que oír eso mismo de sus labios. Su decisión de marcharse se veía reflejada en las arrugas de su rostro y en la tensión de sus hombros, así que ella no podía intentar ignorarlo. Además, ya sabía que sería de ese modo; se dio cuenta al despertarse, cuando había visto que él no estaba con ella. Ya analizaría el dolor más tarde.


—Te traeré una taza de café —sus palabras eran planas y frías, muy distintas de las de la noche anterior mientras le hacía el amor.


«No pienses en ello». Se preguntó en qué momento se había convencido a sí misma de que superaría aquello. «Lo pensaste porque lo necesitabas. Aún lo necesitas, y lo amas. Por eso te duele tanto».


Pedro se había levantado antes que ella, y cuando fue a la cocina, ataviada con el vestido de la noche anterior, se sintió ridícula. Nada más entrar, los recuerdos de la noche anterior le golpearon en la cara como una bofetada.


—Llamaré a un taxi para volver a casa —dejó la taza que él le había dado momentos antes y se levantó. 


No había motivos para prolongar aquello y no quería que él le viera como una desesperada. Su orgullo estaba por encima de eso. Pero su corazón le pedía que creyera, que se dejase llevar por los sentimientos, que creyese que aún podía haber un futuro para ellos. Pero si se entregaba a esas esperanzas, acabarían por tragársela entera.


—Yo te llevaré a casa —por primera vez, Pedro mostró una pizca de emoción. Sólo por un momento le pareció que estaba tan devastado como ella, pero decidió pensar que había visto mal. Nada de esperanzas. Lo que necesitaba era fuerza.


—Prefiero el taxi, pero gracias —forzó una sonrisa—. No te sientas mal por lo de anoche. Yo quería que pasara y no me arrepiento de nada. Espero que tú tampoco. Pero ahora los dos sabemos que se acabó.


Eso era lo que él tenía que estar pensando en ese momento, pero... ¿Por qué no sonreía e iba corriendo a llamarle un taxi?


—¿Y ya está? —sus ojos ardían, a pesar de lo triste de su expresión—. ¿Una noche y se acabó? ¿Lo olvidamos y ya está?


—Sé que es extraño, pero... Por eso es mejor que te vayas de Australia ahora.


—No me voy a marchar —lo dijo en su tono más duro—. Me quedaré hasta que resuelva los problemas en Montbank. Tú aún puedes estar en peligro y, además, puedes estar...


—¿Embarazada? No creo. Estoy en un momento de no riesgo del ciclo —ella rechazaba la idea de un hijo al que él no quisiera, y el verdadero peligro para ella era estar con él.


—No es sólo eso —siguió explicando él—. Estamos cerca de averiguar lo que pasó en la empresa y en los muelles. Eduardo aún necesita asumir la idea de la jubilación y no puedo marcharme hasta resolver todo eso..

viernes, 17 de noviembre de 2023

Irresistible: Capítulo 60

 —Apaga la luz.


—No mientras quede un soplo de vida en mi cuerpo. Quiero ver lo que tanto he imaginado. Eres preciosa... Déjame.


Y así se deshizo de sus últimas defensas. Ella asintió y dejó caer el vestido al suelo. Sus manos acariciaron cada parte del dulce cuerpo de Paula con tanta ternura que ella estuvo a punto de llorar. Nunca había imaginado que aquello sería así. Él volvió a besarla, sus movimientos llenos de desesperación, mientras ella lo seguía deseosa de más. ¿Sería también así para él? Entonces empezó a dudar:


—¿Será bueno? ¿Crees que los dos...?


—Te prometo que nos daremos placer el uno al otro.


Luchando por mantener el control, la acostó lentamente sobre la cama, colocándole el pelo sobre la almohada, pidiendo no hacerle daño cuando su cuerpo escapara de su control. La duda era por el hecho de que ella no había tenido ningún otro amante, ni lo tendría jamás, pensaba con decisión. Y entonces Pedro empezó a amarla con manos temblorosas y palabras suaves al oído. Ella se dejó llevar y las lágrimas afloraron a sus ojos en medio de la belleza del momento. La alegría y el dolor se mezclaron y sólo permaneció la alegría, cuando la alcanzaron juntos. Él la acarició después mientras empezaba a cerrar los ojos y caer en un dulce sopor, y la arropó con una camisa suya. Paula quería hablar, compartir sus sentimientos, pero su cuerpo la venció y cayó en un profundo sueño.


—Duerme, cariño —y Pedro la abrazó de un modo casi febril—. Quiero pasar esta noche a tu lado. No podría soportar... No tenerte.


—Te daré lo que quieras —murmuró ella, y arropada en su fragancia masculina, se durmió contra su pecho.


¿Cuánto tiempo pasaron así? ¿Una hora? ¿Dos? Pedro no podía olvidar el momento que acababan de compartir, que a él le había arrebatado el sentido. Había sido presa de la necesidad y la desesperación, y al fin fue consciente de lo mucho que la necesitaba y de que la vida no sería lo mismo sin ella. ¿Qué le había pasado? «No puedo dejarla escapar». Ella se había entregado a él, confiada y con toda su intensidad, y él la había amado del mismo modo. Cuando ella le pasó una mano por el pecho y gimió en sueños, él volvió a desearla. Una y otra vez. «No quiero dejarla escapar». Echaría raíces por ella; de repente, empezó a desear un matrimonio, hijos, hogar y todo lo demás. «Tengo que dejarla escapar». Dejarla o ver cómo todo su mundo se volvía del revés por su culpa. Ver cómo le hacía daño.


—Pedro, ¿Qué ocurre? —preguntó ella adormilada, luchando por despertarse.


—Nada —mentira. Ocurría de todo, y todo tan fuera de su control que se sintió aterrado. La había deseado tanto que había olvidado la protección. Si ella concebía... —. Duérmete.


Le acarició el pelo para ayudarla a conciliar el sueño de nuevo. No era momento de hablar, no tenía valor para eso. Lentamente, Pedro fue recomponiendo sus defensas y todos los motivos por los que si él se marchaba, ella saldría beneficiada.

Irresistible: Capítulo 59

 —Yo también te deseo —gruñó él—. Quiero desnudarte lentamente y ver el resultado. Quiero tocarte, acariciarte y conocerte —él se estremeció. Tal vez aquello fuera una locura, pero no podía dejarla ir. Nunca más.


—Bésame ahora —le dijo mientras caminaban hacia el dormitorio—. Bésame como si no pudieras esperar ni un segundo más para hacerlo.


Él rió de un modo extraño.


—¿No sabes que ése es el modo en que me siento? Te necesito. Esta noche... Ha cambiado muchas cosas. Me ha cambiado a mí. Ya no tengo fuerzas para seguir luchando.


—Yo tampoco —su expresión se volvió más dulce—. Te necesito, Pedro. Mucho. Por favor, no me sigas diciendo que no. Sólo esta noche.


Él gimió y perdió la batalla de una vez por todas. Cayó sobre su boca como si se tratara del elixir de la vida. Y tal vez lo fuera, porque desde que lo probó, su cuerpo empezó a vibrar. Al notar sus curvas bajo la fina tela del vestido, una oleada de calor recorrió su cuerpo.


—Pedro.


Él se dijo que debía recordar ese sonido, así como el tacto de su cuerpo, y notó que la emoción lo embargaba y su corazón gritaba: «¡Sí, sí, sí!» La besó como si le hiciera el amor, dando y tomando, mientras la sujetaba con fuerza, y entonces recordó las heridas de su hombro.


—No quiero hacerte daño.


—No lo harás. Hay otras cosas ahora que me hacen mucho más daño. Me hace daño el desear tus caricias. Me hace daño lo mucho que te deseo —ella se estiró y arqueó el cuerpo contra el de él—. Bésame, Pedro. Bésame una y otra vez.


Pedro vió lo mucho que lo necesitaba en su rostro. Demasiado, y aunque él no dijo nada, Paula vió la advertencia en sus ojos. Aquello cambiaría las cosas entre ellos, así que si quería parar tendría que hacerlo antes de que fuera demasiado tarde. Aunque ella ya sabía que era demasiado tarde. «Quiero que seas tú, Pedro, la persona para la que he esperado antes incluso de conocerte. Nunca volveré a amar así, así que tomaré esta noche y la guardaré para el resto de mi vida». Tal vez lo cambiara a él y decidiera que se había cansado de su estilo de vida vagabundo. ¡Qué tonta! Pero en ese momento no le importaba nada, porque estaba decidida a no volver atrás.


—Hazme el amor, Pedro. Lo hemos pospuesto demasiado tiempo, pero esto tenía que acabar pasando. Deja que sea hoy.


Él miró sin abrazarla, hasta que no consiguió controlarse más y dijo:


—Has tenido tu oportunidad de decir que no —entonces depositó una lluvia de besos sobre su cuello y su pecho, por encima del escote del vestido—. Ven aquí —dijo, abrazándola en una promesa de lo más sensual.


—¿Es que va a comerme, señor Lobo? —rió ella, y él gruñó.


—¿Quieres comprobarlo?


—Sí —su sonrisa desapareció. Le quitó primero uno y después el segundo botón de los dos puños. Después vinieron los botones de la pechera hasta que pudo deslizar la camisa por sus hombros.


—Quiero tocarte y aprenderme todo tu cuerpo.


Él contuvo el aliento mientras ella recorría con las manos su espalda, su trasero, sus muslos...


—Quítate el vestido.


Por primera vez, ella dudó. No había pensado que tendría que descubrir la parte maldita de su anatomía.

Irresistible: Capítulo 58

Al oír que la llamaba «Cariño», pensó que tenía que sentir algo por ella también. «Afecto, que no es lo mismo que amor».


—No quiero ir al hospital. ¿No podemos marcharnos a casa?


Él la miró a los ojos y la condujo fuera con la mandíbula apretada.


—Te llevaré a la casita para mirarte esas heridas.


Antes de que ella pudiera decir nada, ya la había metido en el coche, y poco después llegaron a la casita.


—No puedo dejarte volver a casa, Pau. Ahora no, ni siquiera con tus hermanas para que te cuiden.


—Ellas no están. Sofía se ha ido con unos amigos al campo y Bella está en Sydney.


—No tenías que habérmelo dicho —un momento después, le abrió la puerta del coche e hizo un gesto para que entrara en casa—. Pasa.


Una sola palabra y su corazón se puso a latir como loco. Ella luchó para contenerlo, pero la mano le temblaba cuando se la puso sobre el pecho. Dentro, Pedro subió la calefacción, pero en lugar de seguir entrando en la casa, se quedó mirándola, parada como estaba en el umbral. El calor con que la miraba era tan intenso que ella pensó que se derretiría.


—No... No tengo frío —«Me muero de calor por tí».


—Iré a buscar algo para tus heridas.


Pedro, siempre decidido a hacer lo correcto. Al mirarlo, Paual suplicó por que se quedara con ella, porque le hiciera el amor... No supo quién buscó a quién, pero pocos segundos después, ella estaba en sus brazos.


—Dios, Pau —y la abrazó con más fuerza.


Y la besó.



Pedro tembló al abrazar a Paula. La besó porque necesitaba asegurarse de que estaba bien. Él le había provocado dolor, como a todos los que quería.


—Siento haberte hecho daño.


Lo de aquella noche no tenía nada que ver con su actitud, pero había ocurrido igualmente, y también sentía que tenía su parte de culpa.


—No —dijo ella, abrazándolo con fuerza—. No, Pedro. No te apartes esta vez, por favor.


—Cielos, Paula. Debería llevarte a casa. Si te quedas...


—Lo sé —su mirada ardía—. Sé lo que pasará si me quedo, y no pienso marcharme.


Y entonces no hubo nada más en el mundo que ellos dos, arropados por el deseo y la pasión.


—Llévame a tu habitación, Pedro —le tomó la cara entre las manos—. Sé lo que estoy haciendo. Sé lo que quiero, y eres tú. Esta noche. Todo lo que me puedas dar en una noche.

Irresistible: Capítulo 57

Una explosión en la cocina. Oh, los trabajadores. Ojalá todos estuvieran bien. Se oían gritos, gemidos y ruido de platos rotos.


—Tenemos que ir a ayudarlos —dijo ella.


—Enseguida —Pedro la ayudó a levantarse—. ¿Estás bien? ¿Me ves bien? Muéstrame tu espalda...


Ella sentía la piel tirante, pero no notaba quemaduras.


—Estoy bien. ¿Y tú?


Él asintió con la cabeza. Antes de que pudiera sacar el teléfono móvil ya empezaron a oírse las sirenas de ambulancias y bomberos.


—Ve a buscar ayuda —le dijo, pero la miró fijamente a los ojos y dijo—. Si tu vestido o tu pelo se hubieran incendiado...


—Pero no lo han hecho, así que vamos a ayudar a esa gente.


Los invitados ya salían desde el comedor para ver qué había pasado, y Pedro se giró hacia ella.


—Espera aquí. Mantente alejada del peligro.


—No. Voy contigo —pero unos brazos la sujetaron a la vez que voces femeninas intentaban calmarla.


Pero ella no necesitaba que la calmaran, necesitaba estar con Pedro. Cuando por fin logró liberarse, fue temblorosa hasta la cocina. Eran una docena de personas, algunos con heridas serias, pero todos conscientes. Y él en el centro. Tomó el extintor de incendios de manos del chef y lo usó para apagar los restos de fuegos que había por todo el lugar. Su amado Pedro. Si el destino se lo hubiera llevado en ese momento, ¿qué habría sido de ella? Algo en su interior cambió para siempre en ese momento. Pedro había insinuado que debían reconsiderar su relación. Bueno, ella acababa de hacerlo, y había decidido tomar todo lo que él quisiera darle, aunque sólo fuera una noche. La vida era demasiado corta, y ya vería cómo se las apañaba cuando acabara todo.


—No deberías estar aquí —le dijo Pedro al verla.


—Pero tú sí estás.


—Dejen paso, por favor, dejen paso —anunció una voz—. Tenemos que ocuparnos de esta gente.


Poco después la cocina quedó vacía y los heridos fueron llevados a diversos hospitales. El dueño del restaurante temblaba nervioso mientras hablaba con la policía en voz baja. Al ver la gente que se había concentrado a mirar, Pedro les pidió que fueran a recoger sus cosas y se marcharan. No era el final de velada que todos habían imaginado. Paula volvió a echar a temblar pensando en lo que podía haber pasado. Y entonces notó los brazos de Pedro sobre sus hombros, y nunca en la vida se había sentido tan bien. Ella suspiró contra su pecho, le puso la mano sobre el corazón y cerró los ojos.


—Todos se pondrán bien, ¿Verdad?


—Sí, pero ahora me preocupas tú.


—Es una tontería... Sólo caí al suelo. No sé por qué estoy tan temblorosa —era mentira. Temblaba porque sabía que lo amaba y que el destino se lo podía llevar antes de que ella pudiera decirle lo mucho que significaba para ella.


—Tú también tienes que ir al hospital, cariño —sus cálidas palabras le inundaron todo el cuerpo, y al sentir con qué fuerza la abrazaba, supo que sus sentimientos seguían ahí.