lunes, 13 de noviembre de 2023

Irresistible: Capítulo 49

Pero el hombre ya había desaparecido en medio de la multitud dejando a Paula temblando como una hoja. ¿Qué había querido decir ese hombre? ¿Por qué había amenazado a Pedro?


—Ya podemos irnos —dijo Leonardo al llegar a su lado, pasándole un brazo por los hombros—. ¿Qué te pasa? Pareces asustada.


—No es nada —no sabía por qué no se lo decía a Leonardo, pero lo cierto era que se lo quería contar a Pedro. Para advertirlo. Quería que él la tranquilizara, que le dijera que ese hombre era un lunático y que Pedro estaba seguro.


—¿Has quedado con tus amigos, Leonardo? —ella se puso de puntillas en los tacones y le dió un beso en la mejilla—. Me lo he pasado muy bien, pero si quieres irte con ellos, lo entiendo. Yo ya estoy cansada, de todos modos —lo que quería era estar sola para pensar en lo que acababa de ocurrir.


—Llamaré a un taxi para tí. No pienso dejarte ir con ese vestido tan precioso para que todos los hombres se abalancen sobre tí. Hasta me siento tentado de robarte el vestido.


Ella echó a reír a pesar de todo.


—Puedes seguir intentando robar a Gertie, pero no te vistes de mujer.


—Bueno, no, pero te he hecho sonreír —Leonardo sonrió y dijo—. La vida no es tan dura si puedes sonreír un poquito. Ése es mi lema.


—Es un buen lema —pero sus emociones estaban tan a flor de piel, que no podía seguirlo al pie de la letra. Primero el rechazo de Pedro y después la preocupación por él... A pesar de los esfuerzos, dos lágrimas cayeron rodando de sus ojos.


—Oye —Leonardo le tomó la cara entre las manos—. ¿Qué te parece si vamos a mi casa, preparamos un chocolate caliente y hablamos?


—Gracias, Leo, pero creo que me apetece más estar sola —lo abrazó con fuerza—. Eres estupendo. Te cedo mi parte de Gertie cuando me muera.


—Vaya, gracias —rió él—. ¿Seguro que no quieres que me quede contigo?


Ella asintió sin dejar de abrazarlo. Los abrazos de Leonardo eran reconfortantes, pero no como los de Pedro. En realidad sólo le interesaba Pedro, y tenía que acabar reconociéndolo.


—Qué emotivo, Paula. Veo que no pierdes el tiempo —la voz gélida la sacudió por dentro.


Pedro. A salvo. Furioso. Frente a ella en aquel mismo momento. Pero no era suyo, y nunca lo sería, y el corazón le dolió al pensarlo. Las lágrimas volvieron a sus ojos. Intentó contenerlas mientras miraba a su alrededor, buscando a alguien que saltara de entre la gente y atacara a Pedro en ese instante. Leonardo la soltó y ella dió un paso para separarse de él.


—Pedro, ¿Qué estás haciendo aquí?


—Tenemos que hablar —su tono duro y tenso penetró por debajo de su miedo.

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