miércoles, 15 de noviembre de 2023

Irresistible: Capítulo 53

 —¿Cómo se lo tomó Eduardo?


—Se negó a hablar de ello y me dijo que estaría de vuelta enseguida. No se enfadó demasiado, pero yo aún me estoy recuperando del trago.


—Ya —sonrió ella—. Siento no haberme dado cuenta de esto antes. Será el fin de una era cuando él deje de trabajar allí. Eduardo ha sido... Muy amable conmigo.


—No te culpes por no querer que eso acabe —él, desde luego, no podía culparla por haber estado junto a su abuelo mientras él se decía lo orgulloso que estaba de su vida, sin echar raíces en ningún sitio. Y de repente, esa vida ya no lo atraía tanto.


—Para, o empezarás a ser simpático y amable —lo advirtió ella con un gesto teatral, agarrándole las manos.


—Eso sí que no —pero lo que había empezado como un gesto cariñoso, se transformó en algo más.


Se sintió tan bien al estar así unido a ella en un mundo que iba completamente de cabeza... La miró a los ojos, porque se había olvidado de volver a ponerse las gafas.


—Paula, yo...


—Eduardo te quiere —ella le dió un apretón de manos—. Acabará comprendiendo que sólo quieres lo mejor para él y no te guardará rencor.


¿Entonces ya no le importaba que se marchara? Pero la tristeza de sus ojos le decía que sólo intentaba ser fuerte por Eduardo. «No quiero dejarte.» Detuvo el pensamiento antes de que pasase a su voz.


—Todo ha sido más difícil desde que se volvió a casar.


—Sí —ella sacudió la cabeza—. ¿Qué fue lo que pasó de verdad, Pedro? ¿Entre tú y Teresa...?


—Nunca he hablado de ello —dudó, pero al final se decidió—. Pero quiero que lo sepas. No quiero que pienses...


—Si es algo muy personal...


—Es muy personal para Eduardo, pero sé que puedo confiar en tí. Conocí a Teresa en su boda. Ya entonces empezó a acosarme, no me dejaba tranquilo. No se fueron de viaje de novios, y yo quería marcharme de la casa, pero es muy grande y Eduardo quería que me quedara. Pensé quedarme unos días, hasta encontrar un piso, pero todo ocurrió muy rápido.


—Pedro, no tenía que haber preguntado.


—Me alegro de que lo hicieras —y lo decía en serio—. Cuando me dí cuenta de que Teresa no sólo estaba siendo demasiado atenta conmigo, le dije que se apartara —apretó los labios—. No pudo haberme entendido mal, pero veinticuatro horas más tarde, me la encontré esperándome, desnuda, en mi cama. Me marché y no quise contarle a Eduardo lo que había hecho.


—¿Por qué no me lo dijiste? —ella parecía casi dolida—. Cuando te acusé... Podías haberme dicho la verdad.


—¿Igual que tú me dijiste lo del crucigrama? Proteger a Eduardo se había convertido en un hábito, pero no quiero que pienses que me marché por un capricho —se dió la vuelta, frustrado—. Me marché para protegerlo, para que pudiera tener una oportunidad con Teresa. Él la quería. No sé por qué, pero la quería.


Ella dió un paso adelante y le acarició el dorso de la mano.


—Gracias por contármelo. Pensé mal de tí mucho tiempo y estaba equivocada... Lo siento. Ahora te comprendo. ¿Cuándo te marcharás?


—No lo haré hasta que tú no estés segura —no quería marcharse en absoluto—. Sobre nosotros..


—Pedro —lo interrumpió ella—. No hay «Nosotros». Sólo tenemos que recordar eso hasta que te marches.


En ese momento se oyeron pasos en el exterior. Paula se puso de pie.


—Ésa es mi hermana. Yo se lo explicaré todo, no tienes que quedarte más rato.

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