miércoles, 22 de noviembre de 2023

Irresistible: Capítulo 70

 —¿Qué le pasará? ¿Y cómo se lo diremos a Eduardo? —Paula sentía lástima de ella.


—Teresa colaborará con la policía, ¿Verdad, Teresa? Y todos la cuidaremos lo mejor posible.


Paula admiró a Pedro por cómo se comportó en ese momento, por la compasión que mostró hacia una mujer que lo había expulsado de su casa y de su país, que había utilizado la empresa familiar para negocios sucios y que lo había apuntado con una pistola. Tragó saliva y dió un paso adelante.


—Seguro que en realidad no tenía intención de disparar y que lamenta habernos apuntado con el arma, ¿Verdad?


Teresa asintió entre sollozos.


—Yo no quería hacer daño a nadie. No sé cómo he podido hacerlo.


—Necesitas ayuda. Te la conseguiremos, Teresa, pero tendrás que colaborar con la policía —Pedro señaló al arma con la cabeza para que Paula la apartara.


—Creo que ya no se puede disparar —dijo ella, poniéndole el seguro.


—Bien. Ahora, ¿Puedes llamar a la policía? Tengo las manos ocupadas.




-Eduardo, te ayudaremos para que no tengas que pasar por esto solo —Pedro le tomó la mano a su abuelo—. Siento que Teresa dijera esas cosas ante la policía, pero tienes que comprender que... no está bien.


—Ya lo sabía, Pedro. Creo que soy yo el que debe pedir perdón —Eduardo tenía la mirada triste—. Dejé que mi esposa te persiguiera para salvar mi orgullo, y que te echara de mi casa. No quería admitir el terrible error que había cometido.


Paula apartó la vista ante la dolorosa escena que estaba presenciando.


—Perdóname, hijo. Tenía que haberme divorciado enseguida de ella. Ahora necesita ayuda, y se la daré, pero me divorciaré. Ella será más feliz por su cuenta, y así no podrá interponerse entre nosotros.


Pedro abrazó a su abuelo con fuerza. Cuando se separaron, ambos tenían lágrimas en los ojos, y Paula apenas podía contener la emoción.


—Creo que debería dejarlos para que hablen en privado.


—Quédate.


—No te vayas.


Abuelo y nieto tenían la mirada fija en ella. Pedro fue hacia ella y le dijo:


—Estoy seguro de que Eduardo está de acuerdo conmigo en que los Montbank, nosotros, te necesitamos.


Eduardo asintió, pero su gesto se contrajo de dolor.


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