miércoles, 8 de noviembre de 2023

Irresistible:Capítulo 38

 -He descubierto que Teresa estaba intentando usar a Yanina Deanne para obtener información sobre la empresa — comentó Pedro mientras esperaba a Paula junto al ascensor.


Cualquier conversación, aunque fuera sobre la esposa de Eduardo, era menos dolorosa que el silencio. Habían pasado cuatro días desde que le hizo a Paula la promesa que ella le había pedido. Había prometido no tocarla hasta que ella lo hiciera o dejara claro que lo quería. Había sido como un reflejo, aunque se dijo a sí mismo que lo que tenía que hacer era olvidarse de ella por su arrogancia al pedirle algo así. Ahora Pedro estaba harto, cansado de tantas cosas que había perdido la cuenta. Los investigadores no habían descubierto nada anormal en los muelles y Eduardo había protestado hasta que  hizo que lo llevaran a casa con una enfermera. Al menos, Teresa no estaba allí; según Eduardo, había decidido hacer un viaje a Tasmania.


—Espero que no fueras muy duro con Yanina —le dijo Paula—. Es una buena mujer, y siempre ha sido fiel a la empresa. No sé qué le pasaría por la cabeza para relacionarse con Teresa, la verdad.


Paula actuaba con calma después de lo que le había pedido el fin de semana, y su modo de comportarse, siempre correcto y formal, estaba volviendo loco a Pedro.


—Necesito un sustituto.

—¿Has echado a Yanina?


—No —se detuvo, pensando en qué podría tener Teresa que ver con las cifras extrañas de contabilidad de la empresa—. Yanina ya se había dado cuenta de que Teresa intentaba usarla para sacar información y acabó su relación con ella.


—Oh, me alegra saber que Yanina sigue con nosotros —suspiróPaula.


Su aprobación agradó en gran medida a Pedro.


—Con esto hemos acabado por hoy —dijo él. 


Cinco minutos más con ella en aquel espacio tan reducido y se volvería loco del todo. Saber que era la única persona en la oficina que podía ocuparse de la empresa en lugar de su abuelo no lo ayudaba en absoluto. Estaba atrapado allí hasta que encontrara un sustituto externo, y venderle esa persona a Eduardo sería más difícil aún que venderle a alguien de dentro. Pero el mayor reto de Pedro en aquel momento era el convencerse de que no debía desear a Paula, y por el momento, le hacía sentir muy mal.


—Me alegro de que podamos irnos. Estoy agotada.


En ese momento sonó un trueno en el exterior que hizo retumbar todas las paredes.


—Parece que va a haber una buena tormenta —dijo él, cansado pero aún energético.


—No me gustan las tormentas —Paula se estremeció.


Si pudiera besarla de nuevo, seguro que esa ansiedad que Nate sentía, desaparecería.


—Tiene que ser el pelo —murmuró él para sí mientras apretaba el botón del ascensor insistentemente.


Eran las once de la noche y los limpiadores no llegarían hasta la mañana siguiente. Aparte de él y Paula, no había nadie más allí. Estaba deseando llegar a la casita, ducharse y meterse en la cama, aunque la idea de hacer eso con ella le apetecía aún más.

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