lunes, 20 de noviembre de 2023

Irresistible: Capítulo 61

 -Debes marcharte, Pedro. Vuelve a tu trabajo en el extranjero en cuanto llegue tu sustituto y yo me ocuparé de Eduardo. Probablemente lo mejor para los dos sea que no nos volvamos a ver.


¡Valientes palabras! Lo cierto era que Paula hablaba para que Pedro no tuviera que hacerlo y no tener que oír eso mismo de sus labios. Su decisión de marcharse se veía reflejada en las arrugas de su rostro y en la tensión de sus hombros, así que ella no podía intentar ignorarlo. Además, ya sabía que sería de ese modo; se dio cuenta al despertarse, cuando había visto que él no estaba con ella. Ya analizaría el dolor más tarde.


—Te traeré una taza de café —sus palabras eran planas y frías, muy distintas de las de la noche anterior mientras le hacía el amor.


«No pienses en ello». Se preguntó en qué momento se había convencido a sí misma de que superaría aquello. «Lo pensaste porque lo necesitabas. Aún lo necesitas, y lo amas. Por eso te duele tanto».


Pedro se había levantado antes que ella, y cuando fue a la cocina, ataviada con el vestido de la noche anterior, se sintió ridícula. Nada más entrar, los recuerdos de la noche anterior le golpearon en la cara como una bofetada.


—Llamaré a un taxi para volver a casa —dejó la taza que él le había dado momentos antes y se levantó. 


No había motivos para prolongar aquello y no quería que él le viera como una desesperada. Su orgullo estaba por encima de eso. Pero su corazón le pedía que creyera, que se dejase llevar por los sentimientos, que creyese que aún podía haber un futuro para ellos. Pero si se entregaba a esas esperanzas, acabarían por tragársela entera.


—Yo te llevaré a casa —por primera vez, Pedro mostró una pizca de emoción. Sólo por un momento le pareció que estaba tan devastado como ella, pero decidió pensar que había visto mal. Nada de esperanzas. Lo que necesitaba era fuerza.


—Prefiero el taxi, pero gracias —forzó una sonrisa—. No te sientas mal por lo de anoche. Yo quería que pasara y no me arrepiento de nada. Espero que tú tampoco. Pero ahora los dos sabemos que se acabó.


Eso era lo que él tenía que estar pensando en ese momento, pero... ¿Por qué no sonreía e iba corriendo a llamarle un taxi?


—¿Y ya está? —sus ojos ardían, a pesar de lo triste de su expresión—. ¿Una noche y se acabó? ¿Lo olvidamos y ya está?


—Sé que es extraño, pero... Por eso es mejor que te vayas de Australia ahora.


—No me voy a marchar —lo dijo en su tono más duro—. Me quedaré hasta que resuelva los problemas en Montbank. Tú aún puedes estar en peligro y, además, puedes estar...


—¿Embarazada? No creo. Estoy en un momento de no riesgo del ciclo —ella rechazaba la idea de un hijo al que él no quisiera, y el verdadero peligro para ella era estar con él.


—No es sólo eso —siguió explicando él—. Estamos cerca de averiguar lo que pasó en la empresa y en los muelles. Eduardo aún necesita asumir la idea de la jubilación y no puedo marcharme hasta resolver todo eso..

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