viernes, 3 de noviembre de 2023

Irresistible: Capítulo 27

Ella suspiró y ocultó el sentimiento de culpa en el fondo de su corazón, para poder seguir viviendo en paz relativa. Empezó a hablar de su casa porque no quería quedarse en silencio, con todas sus tentadoras posibilidades...


—Alquilamos el piso superior de la casa. La casera es un poco puntillosa, pero agradable. Tuvimos suerte de encontrar ese lugar.


—¿Estás evitando el tema, Paula? —con esas pocas palabras, él la acorraló.


Cuando él salió del ascensor, ella lo siguió al trote.


—No estoy evitando nada. Sólo estaba hablando de mi casa. Lo siento si no estás interesado.


El sonido qué el emitió tenía un tono muy sensual.


—Creo que eso puedes interpretarlo como que estoy interesado.


—Oh, bueno... —para estar interesado andaba demasiado rápido—. ¿Podrías andar un poco más despacio?


Él se detuvo un momento, la tomó de la mano y se la colocó debajo del brazo.


—Ajusta tus pasos a los míos, y no intentes oponerte.


¿Oponerse? Sus sentimientos estaban claramente amenazados ¿y ése era su mejor consejo? ¿Sentimientos? Pero lo suyo con Pedro no entraba en el terreno de los sentimientos; era un sencillo caso de atracción física. Un hombre y una mujer, que se conocen y se sienten atraídos el uno por el otro. «Nada más que eso». Pero hasta para ella, esa línea de razonamiento sonaba algo débil.


—¿Por qué tienes tantas ganas de conocer a Bella y Sofía? ¿Y cómo es que sabes tanto de mí?


—De vez en cuando hablo con mi abuelo por teléfono. A veces me hablaba de tí.


Su tono de voz aburrido no podía dejar más claro que, a pesar de desear besarla y tal vez, encontrarla físicamente atractiva, como persona lo dejaba frío.


—Bien —ella seguía agarrada a su brazo, disfrutando del calor y protección que le proporcionaba—. Espero que te hablara mucho de mí.


«Desde que me gustan los calcetines con personajes de dibujos animados hasta que soy incapaz de cerrar esos estúpidos archivadores de anillas». Pedro arrugó los labios divertido. Era la segunda vez que lo hacía. ¿Cómo se atrevía a encontrar aquello divertido cuando acababa de insultarla? Él la miró y su sonrisa desapareció. En su lugar apareció un gesto de resignación que ella no comprendió.


—¿Por qué no vamos al hospital antes de llevarte a casa? Podemos saludar a Eduardo y contarle nuestro día en la oficina, si quieres.


Ella no podía rechazar la oportunidad de ir a ver a Eduardo, pero...


—Eso supone más trastorno para tí —a veces le pasaba eso con él, que era considerado y amable, y a Paula le fastidiaba mucho.

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