viernes, 17 de noviembre de 2023

Irresistible: Capítulo 57

Una explosión en la cocina. Oh, los trabajadores. Ojalá todos estuvieran bien. Se oían gritos, gemidos y ruido de platos rotos.


—Tenemos que ir a ayudarlos —dijo ella.


—Enseguida —Pedro la ayudó a levantarse—. ¿Estás bien? ¿Me ves bien? Muéstrame tu espalda...


Ella sentía la piel tirante, pero no notaba quemaduras.


—Estoy bien. ¿Y tú?


Él asintió con la cabeza. Antes de que pudiera sacar el teléfono móvil ya empezaron a oírse las sirenas de ambulancias y bomberos.


—Ve a buscar ayuda —le dijo, pero la miró fijamente a los ojos y dijo—. Si tu vestido o tu pelo se hubieran incendiado...


—Pero no lo han hecho, así que vamos a ayudar a esa gente.


Los invitados ya salían desde el comedor para ver qué había pasado, y Pedro se giró hacia ella.


—Espera aquí. Mantente alejada del peligro.


—No. Voy contigo —pero unos brazos la sujetaron a la vez que voces femeninas intentaban calmarla.


Pero ella no necesitaba que la calmaran, necesitaba estar con Pedro. Cuando por fin logró liberarse, fue temblorosa hasta la cocina. Eran una docena de personas, algunos con heridas serias, pero todos conscientes. Y él en el centro. Tomó el extintor de incendios de manos del chef y lo usó para apagar los restos de fuegos que había por todo el lugar. Su amado Pedro. Si el destino se lo hubiera llevado en ese momento, ¿qué habría sido de ella? Algo en su interior cambió para siempre en ese momento. Pedro había insinuado que debían reconsiderar su relación. Bueno, ella acababa de hacerlo, y había decidido tomar todo lo que él quisiera darle, aunque sólo fuera una noche. La vida era demasiado corta, y ya vería cómo se las apañaba cuando acabara todo.


—No deberías estar aquí —le dijo Pedro al verla.


—Pero tú sí estás.


—Dejen paso, por favor, dejen paso —anunció una voz—. Tenemos que ocuparnos de esta gente.


Poco después la cocina quedó vacía y los heridos fueron llevados a diversos hospitales. El dueño del restaurante temblaba nervioso mientras hablaba con la policía en voz baja. Al ver la gente que se había concentrado a mirar, Pedro les pidió que fueran a recoger sus cosas y se marcharan. No era el final de velada que todos habían imaginado. Paula volvió a echar a temblar pensando en lo que podía haber pasado. Y entonces notó los brazos de Pedro sobre sus hombros, y nunca en la vida se había sentido tan bien. Ella suspiró contra su pecho, le puso la mano sobre el corazón y cerró los ojos.


—Todos se pondrán bien, ¿Verdad?


—Sí, pero ahora me preocupas tú.


—Es una tontería... Sólo caí al suelo. No sé por qué estoy tan temblorosa —era mentira. Temblaba porque sabía que lo amaba y que el destino se lo podía llevar antes de que ella pudiera decirle lo mucho que significaba para ella.


—Tú también tienes que ir al hospital, cariño —sus cálidas palabras le inundaron todo el cuerpo, y al sentir con qué fuerza la abrazaba, supo que sus sentimientos seguían ahí.

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