viernes, 10 de noviembre de 2023

Irresistible: Capítulo 45

Cuando sus bocas volvieron a encontrarse, ella lo hizo sentir como si hubiera encontrado su lugar en el mundo. Con manos temblorosas le sacó la blusa de debajo de la falda, y le acarició el vientre.


—Eres preciosa.


—No estoy muy proporcionada. Demasiado delgada y pocas curvas...


—Eres perfecta —levantó las manos y acarició sus suaves pechos—. Absolutamente perfecta en todo —le pasó la mano por la espalda, el trasero, los muslos, y apretó los dientes ante la oleada de deseo.


—Yo también quiero tocarte —dijo ella, buscando los botones de su camisa—. ¿Puedo?


—Sí —«Hazlo, por favor».


—Eres... Te necesito. Déjame...


—Quiero que seas tú, Pedro. Sólo tú.


Al oír sus palabras, una alarma lejana se disparó en su mente, pero su cuerpo se negó a dejarla ir. Pero entonces dudó un momento, y las luces del aparcamiento se encendieron. Pudo verla con claridad: su inocencia, su decisión y la mirada de una mujer que espera ser complacida.


—No —se obligó a negarse lo que más deseaba—. ¿Qué estoy haciendo? Esto no puede estar pasando.


¿Cómo podía dejar que aquello llegara tan lejos cuando sabía que no se iba a quedar?


—¿Qué quieres decir? —ella sonaba confusa—. Pedro, no tenemos que parar... Podemos...


—No lo digas —le pidió él, y emitió un gruñido lleno de culpa y deseo.


Él quería que ella fuera suya, pero no lo era, y no tenía derecho a intentar retenerla. «Ella no te pertenece, aunque dijera que deseaba esto tanto como tú. Pau, quiero hacerte el amor y tenerte siempre a mi lado porque sé que es lo que necesitas, pero no puedo...» Se abotonó la camisa con un nudo en la garganta mientras intentaba no recordar el tacto de sus manos contra su piel.


—Ha sido un error. No tenía que haber ocurrido... No voy a quedarme... No quería que pensaras... Tú necesitas a alguien que...


—¿Que se quede? —Paula se puso roja de rabia—. ¿No creerás que deseo algo permanente sólo por esto? ¡Y menos de tí!


—No... —sus palabras lo habían herido.


—Tengo que marcharme —se puso de nuevo las gafas—. Ha sido un error tonto de cálculo. Cuanto antes lo olvidemos, mejor. Sólo me desperté en tus brazos, la lujuria se apoderó de mí y eso fue todo. Podía haberle ocurrido a cualquiera.


—Ha sido más que eso —había sido más que eso para Pedro, pero no era una idea que pudiera valorar en ese momento. Ella salió del coche y se iba a marchar cuando él le dijo—. ¿Es que crees que vamos a olvidar esto sin más? —se agarró con fuerza al volante para no salir corriendo tras ella y empeorarlo todo aún más.


—Si se ha acabado, se ha acabado —ella se volvió para recoger su bolso y el cojín rojo del suelo—. Con esto vuelvo a lo del principio. Lo que tenemos que hacer es trabajar duro y rezar para que Eduardo mejore cuanto antes.




—Por supuesto que estoy deseando ir a la cena, Eduardo. Estoy segura de que estará tan bien como siempre —Paula había olvidado la cena anual de la empresa que él daba a sus empleados como un gesto de agradecimiento. Había estado demasiado sumida en sus problemas.


Después del desastre en el estacionamiento, hacía pocos días, no se sentía con ganas de fiestas. No podía olvidar lo que Pedro y ella había compartido, y su rechazo le dolía aún más por eso.


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