miércoles, 26 de junio de 2019

Indomable: Capítulo 11

Consciente de que su abuela estaba intentando distraerlo para cambiar de tema, le dijo:

–Nonna, debiste contarme lo de la asistenta. Estos tres meses he creído que seguía aquí, cuidando de la casa y de tí.

–No necesito que cuiden de mí –replicó la anciana obstinadamente–; ya deberías saberlo. Y antes de que empieces otra vez a insistirme – añadió mirando fijamente a su nieto–, no pienso irme de aquí. Nací aquí y pienso morir aquí.

Paula se sintió mal. Le debía una disculpa a Pedro. No había mentido con lo de la asistenta, y si no había ido antes a ver a su abuela había sido porque a su padre le habían diagnosticado una enfermedad terminal.

–¿Por qué no volvemos al salón? –le sugirió a Sara–. Quiero echarle un vistazo a tu mano.

En el pasillo sus ojos se posaron en un retrato de la hija de Sara que colgaba de la pared. Ana Zolezzi, una actriz tan famosa como su marido y que había muerto muy joven, en la cúspide de su carrera, había sido una mujer bellísima.

–Mi querida mamma –dijo Pedro, que se había parado a su lado con la bandeja en las manos–: guapa, con talento… pero por desgracia un desastre como madre –añadió con aspereza.

Paula lo miró sorprendida.

–¿No lo dirá en serio?

Por suerte Sara ya estaba entrando en el salón, así que seguramente no lo habría oído.

–Es la verdad –Pedro apretó la mandíbula mientras miraba el retrato–. Tanto mi padre como ella eran unos egoístas que solo se preocupaban de sí mismos. Nunca debieron tener hijos, y se dieron cuenta muy pronto del error que habían cometido, porque nos mandaron a un internado en cuanto tuvimos la edad suficiente.

–¿Nos? –repitió ella parpadeando. Sara le había dicho que Pedro era el único nieto que tenía.

Pedro se quedó callado tanto rato que Paula pensó que no iba a contestar, pero entonces dijo en un tono quedo:

–Mi hermano pequeño y yo estudiamos en un internado aquí en Inglaterra. Mi abuela me dio más cariño que mis dos padres juntos. Pasé muchas vacaciones aquí, en Nunstead Hall, cuando ellos estaban fuera, rodando alguna película –giró la cabeza hacia Paula y le dijo con una sonrisa divertida–: Es verdad que el Parque Nacional tiene algunas rutas de senderismo estupendas. De chiquillo pasé mucho tiempo explorando los páramos.

Paula se sintió enrojecer ante aquella referencia a la conversación que habían tenido en el coche.

–Pensaba que no conocía la zona –explicó poniéndose a la defensiva–. Podría haberme dicho quién era.

Él se encogió de hombros.

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