lunes, 10 de junio de 2019

Recuerdos: Capítulo 59

El silencio hostil continuaba mientras madre e hija se miraban una a la otra. Finalmente, Alejandra Chaves habló con tono lloroso.

—Seguro que no pretendes decir que realmente te vas a quedar aquí, ¿Verdad?

—Por última vez: sí.

Paula le dió la espalda a Alejandra y se dirigió hacia la ventana. Estaban en el cuarto de estar de Pedro, en donde llevaban treinta minutos. Y ni una palabra amable se había cruzado entre ambas. Cuando Pedro le dijo que su madre estaba allí, se quedó pasmada. Primero David, luego Alejandra. Paula decidió que debía haber hecho algo muy malo para merecer semejantes castigos. La aparición inesperada de su madre no debería haber sido una sorpresa. Pero lo fue. Ella no había pensado que se preocupara tanto como para comprobar en persona que su hija se encontraba bien. Pero sospechó al rato que esa no fue la razón por la que fue, aunque no consiguió sacarle una respuesta clara.

—Bueno, pues no me marcharé sin tí. No puedo soportar el pensar en ti, viviendo en este lugar ni un minuto más… con ese… hombre tan desagradable.

Paula la miró. Sus ojos echaban chispas.

—Mamá, acabas de conocerle. ¿Cómo puedes juzgarle?

—Claro que puedo —replicó acercándose al sofá—. Lo sé todo sobre él. Cuando me dijiste dónde estabas, hice averiguaciones.

Paula se quedó boquiabierta.

—Mamá, nunca dejas de sorprenderme.

—Querida, no tomes esa actitud. Lo hice por tu bien.

—Supongo que por eso le dijiste a David que estaba aquí —dijo con sarcasmo.

—Exacto. Le has hecho mucho daño, y creo que deberías reconsiderarlo. Después de todo, él es nuestro amable…

—Perdona mamá, pero estoy segura de que no conoces la verdadera faceta de nuestro buen David —dijo con mirada dura—. Está tan desesperado por el dinero para pagar a su corredor de apuestas que me está amenazando porque no le doy a él las joyas de su tía.

Alejandra se llevó una mano al pecho.

—¡Oh, querida, qué horrible! ¿Amenazándote? No tenía idea.

—¿Oh, de verdad?

Alejandra se puso colorada.

—Bueno, puede que no sea el hombre apropiado para tí, pero tampoco lo es ese… ex policía borracho.

—¡Cállate! ¡No tienes derecho a decir eso de él!

—El hecho que sea tu madre me da ese derecho. Y sé que no es para tí. Y no quiero que te compliques con las personas como él. No es sólo una cuestión de diferentes educaciones, Paula —Alejandra habló de repente con calidez—. Es mucho más profundo. Seguro que te has dado cuenta de que su vida es dura y cruda. No puedo entender cómo has podido estar aquí tanto tiempo.

—¿Has terminado? —preguntó Paula con frialdad.

—Sólo si admites que tiene que ser una mujer de su misma clase la que pueda hacerle feliz.

—Puedes dejar de preocuparte —dijo Paula sintiendo un gran dolor—. Incluso aunque yo le quisiera, él no me quiere a mí.

—Gracias a Dios, al menos uno tiene sentido común.

Paula tragó saliva para deshacerse del nudo que tenía en la garganta.

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