viernes, 7 de junio de 2019

Recuerdos: Capítulo 53

Entonces ¿Cuál era la solución? Echarla. Sí, eso sería lo primero que haría por la mañana. Pero mientras tanto, no podía soportar sus lágrimas. El sonido le desgarraba las entrañas. Saltó de la cama, agarró los vaqueros y se los puso. Segundos después, abría la puerta de la habitación de Paula. No entró. La sorpresa le dejó paralizado. Ella estaba sentada en medio de la cama, apretando las sábanas contra su cuerpo y mirándole con los ojos muy abiertos y llenos de lágrimas. De repente, el aire le pareció escaso y caliente. ¿O era que él se había quedado sin respiración? La luz de la luna sobre su piel de marfil era la cosa más bella que nunca había visto. Se le puso un nudo en la garganta. Cada músculo y cada nervio de su ingle se puso tirante. Pero eso no era todo. El instinto le dijo que iba a suceder algo. Algo que él no podía identificar ni entender, pero sentía que fuera lo que fuera, le cambiaría a él para siempre.

—¿Pedro? —su voz no fue más que un susurro.

—Eh… te oí llorar.

—Siento mucho… haberte molestado —dijo mirándole con ojos brillantes por las lágrimas.

La sábana resbaló un poco, y él se quedó sin respiración al ver sus hombros. Supo que estaba desnuda, y no sólo sus pechos, sino todo el cuerpo. Su corazón latía con tanta fuerza que estaba seguro de que ella podía oírlo. Le ardía la piel mientras las piernas empezaron a temblarle.

—¿Te… encuentras bien? —consiguió preguntar.

—Sí.

Pero no era cierto, y los dos lo sabían. Se acercó a la cama. Ella le miró y él tembló de nuevo. Los segundos parecieron minutos, y sus ojos seguían entrelazados. El silencio era cada vez más ensordecedor.

—Pedro —murmuró al cabo del rato con los labios entreabiertos.

Eso fue lo que él necesitó. Su voz ronca, el pulso acelerado en su garganta… Supo que estaba tan excitada como él. Y lo que dijo a continuación, le dió la razón.

—No… no quiero que me dejes sola.

—¿Estás…?

—Sí, oh sí.

—Paula… yo…

Como si ella sintiera que iba a marcharse, susurró:

—No… te vayas… Por favor.

Entonces, gimiendo suavemente, Pedro la puso de pie.

—Oh, Pedro. Estaba tan… asustada.

Paula se abrazó a él con fuerza, y entonces se echó hacia atrás, como si no hubiera estado preparada para la dureza que sintió contra su estómago.

—¿Ves cómo te deseo? —susurró Pedro.

Una vez Paula le hubo quitado los vaqueros, él la abrazó de nuevo. Su carne pareció fundirse con la suya.

—Abrázame, abrázame —suplicó Paula.

No hay comentarios:

Publicar un comentario