viernes, 28 de junio de 2019

Indomable: Capítulo 19

En el salón, Pedro se levantó del sofá y se acercó a mirar las fotografías enmarcadas sobre la repisa de la chimenea. En la que estaba en el centro se veía a un hombre con un uniforme de bombero que imaginó que debía ser el marido de Paula. Junto a ella había una medalla de plata sobre un cojincito de terciopelo. También había otras fotografías, como una de Valentina en brazos de su madre cuando solo era un bebé, y una más reciente de la pequeña frente a un árbol de Navidad allí, en la cabaña. Curiosamente no había ninguna de Paula con su marido, ni de este con Valentina. Se quedó mirando la fotografía del difunto Javier Marchant. No podía negarse que había sido un tipo guapo, y por la sonrisa fanfarrona que adornaba sus labios diría que había sido muy consciente de la atracción que ejercía sobre las mujeres. De hecho, estaría dispuesto a apostarse lo que fuera a que había sido un mujeriego antes de casarse. Por lo que le había contado su abuela la noche anterior y por lo que él mismo había observado, Paula era una persona más bien seria y discreta, con un marcado sentido de la responsabilidad. Se le hacía raro que hubiese escogido a un hombre como Javier Marchant para casarse, pero si llevaba el anillo de casada tres años después de enviudar debían haber sido felices y debía haberlo querido mucho.

–Mi papá era un héroe.

Cuando bajó la vista Pedro se encontró con que Valentina había entrado en el salón sin hacer ruido y estaba de pie junto a él. Era una niña muy guapa, con el cabello un poco más claro que su madre, y los mismos ojos grises.

–Esa medalla es suya –le explicó señalando la repisa de la chimenea–. Salvó a gente de un incendio. ¿A que sí, mami? –inquirió volviéndose hacia Paula, que acababa de entrar también–. Lo que pasa es que yo no lo conocí porque estaba en la barriga de mamá –añadió con una carita muy solemne.

–Javier murió dos meses antes de que Valentina naciera –le explicó Paula a Pedro, al ver la confusión en sus ojos–. Rescató a tres niños de una casa en llamas, pero el tejado se derrumbó y quedó atrapado. Le concedieron una medalla a título póstumo.

Pedro se sintió algo avergonzado de sí mismo por haberlo juzgado únicamente por las apariencias. Bajó la vista hacia Valentina y le dijo con una sonrisa:

–Tu papá fue un hombre muy valiente; debes estar muy orgullosa de él.

Valentina respondió con una sonrisa de oreja a oreja y le tendió una magdalena con un emplasto de merengue encima.

–Te he escogido una con mucho merengue –le dijo.

A Pedro no le gustaban los dulces, pero como no quería disgustar a la pequeña, la tomó y le dió un mordisco.

–Umm… deliciosa –le aseguró.

Valentina, que estaba mirándolo ansiosa, pareció darse por satisfecha con su veredicto.

-Acábatela antes de que caigan migas en la alfombra –le dijo muy seria.

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