miércoles, 26 de junio de 2019

Indomable: Capítulo 15

–Siento llegar tan tarde –se disculpó Paula cuando Karen, la dueña de la guardería, abrió la puerta de su casa para dejarla pasar–. La carretera parece una pista de hielo.

–No te preocupes, Valentina ha estado jugando con mis hijas –la tranquilizó–. Le he dado de cenar con ellas, pero no ha comido mucho y parece cansada. Le está costando recuperarse de la gripe, ¿No? Lo que necesitan las dos son unas buenas vacaciones en el extranjero, en algún sitio cálido.

–Más quisiera –respondió Paula con un suspiro–. No podría permitírmelo, ni puedo hacer planes cuando mi casero está pensando en poner la cabaña a la venta, y entonces tendré que buscar otro sitio donde vivir.

Aquella preocupación había estado rondándola desde hacía tres semanas, pero una sonrisa iluminó su rostro cuando entró en el salón y Valentina corrió a sus brazos.

–Mami, te echaba de menos.

–Y yo a tí, cariño.

Más de lo que podía decirle con palabras, añadió Paula para sus adentros mientras levantaba a la niña para abrazarla con fuerza y besarla en la mejilla.

–Vamos a casa –le susurró, intentando no pensar en que tal vez Primrose Cottage no seguiría siendo su hogar por mucho tiempo.

Valentina estaba medio dormida cuando Paula estacionó el todoterreno junto a la cabaña. Decidió no bañar a la pequeña, y después de que se pusiera el pijama y se lavara los dientes la arropó, le leyó un cuento y cuando se hubo dormido salió de puntillas de la habitación. Sabía que una tortilla era una cena muy pobre después del largo día que había tenido, pero no tenía ganas de prepararse nada más. Eso sí, antes de cenar llamaría a Nunstead Hall para que Sara supiese que había llegado a casa. Era ridículo que se le acelerase el pulso mientras marcaba, pero no era algo que pudiese controlar, igual que no pudo evitar el brinco que le dio el corazón en el pecho cuando contestó una voz masculina y aterciopelada al otro lado de la línea.

–Ah, hola, Paula, ¿todo bien?, ¿Sin problemas en la carretera?

–Sí, gracias.

¿Era suya esa vocecita ahogada de tímida adolescente? ¿Y por qué se sentía acalorada por el mero hecho de que Pedro pronunciara su nombre? Al recoger a Valentina había logrado apartarlo de sus pensamientos, pero de repente su apuesto rostro volvía a ocuparlos por completo.

–Espero que Valentina no estuviera muy disgustada –añadió Pedro, con esa voz que parecía chocolate derretido.

Paula inspiró temblorosa y sin saber cómo logro que su voz sonara alegre y despreocupada cuando respondió:

–No, por suerte estuvo entretenida jugando con las hijas de la dueña de la guardería. Ya la he acostado, y ahora mismo iba a prepararme la cena. En fin, solo llamaba para que su abuela se quedara tranquila. Buenas noches, señor Alfonso.

–Pedro –la corrigió él con suavidad–. Creo que podemos tutearnos. Mi abuela se ha pasado toda la tarde hablando de tí, Paula. Es evidente que te ha tomado mucho cariño, y ahora que siento como si te conociera por todo lo que me ha contado se me haría raro llamarte «señora Chaves».

–Ya veo –murmuró Paula.

¿Qué diablos le habría contado Sara?, se preguntó sonrojándose. La idea de que aquel hombre lo supiese todo sobre ella la hizo sentirse tremendamente incómoda. De pronto tuvo la sensación de que a Pedro Alfonso lo divertía turbarla de esa manera. Imaginó sus labios curvándose lentamente en una sonrisa muy sexy y se sorprendió al notar que se le endurecían los pezones. Tenía que poner fin a aquella llamada.

–Bueno, pues buenas noches… Pedro.

–Buonanotte, Paula. Y gracias otra vez por ayudarme en la carretera.

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