miércoles, 30 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 74

 -Sí -contestó Pedro enfadado-. Desde luego que será divertido.


-Tú eres un buen tío -afirmó Martina.


Y eso fue lo que hicieron. Pedro quedó cómodamente instalado en el salón y Nacho cargó su equipo deportivo en el Mercedes.


-¿Y la cena? ¿Es que no vas a darme nada de cena? -preguntó Pedro cuando Paula se acercó a decirle que se marchaba con Nacho.


-El partido empieza dentro de treinta minutos.


-Yo te hago la comida -prometió Martina-. Cereales de avena, aunque tendrán que ser fríos, porque tengo prohibido encender el fuego.


-Vaya, gracias -respondió su tío-. Vuelve pronto, Pau -añadió en tono de súplica.


Para Pedro aquello no tenía ninguna gracia, pero Paula salió de la casa riendo a carcajadas.




Al día siguiente por la tarde, y al píe de la iglesia, Paula aún luchaba por controlar una risita nerviosa mientras, agarrada del brazo de su padre, observaba a Pedro ante el altar, en su silla de ruedas, desesperado. Ella también lo estaba. La noche anterior todo había salido mal. El partido de Nacho había durado más de lo previsto, y carolina no había vuelto a recoger a los niños hasta las once y media. Pedro se había dormido a las diez en punto, y Paula había sido incapaz de despertarlo después de que todos se marcharan. Como resultado de todo ello seguía siendo una novia virgen, y no se atrevía a decírselo a su padre por miedo a que se echara a reír. La música comenzó. Martina inauguró la procesión hacia el altar tirando pétalos de rosa que iba sacando de una cesta. Cada cinco o seis pasos se paraba y ofrecía unos cuantos al que, sentado en un banco, estuviera más cerca. A medio camino hacia el altar se encontró a una buena amiga a quien le dió la mitad de los pétalos que quedaban en la cesta diciendo en voz alta:


-Es mi mamá.


El reverendo Duncan era joven. Martina, de pie entre el novio y la novia ante el altar, pensó que necesitaba ayuda con la liturgia. Después toda la congregación, desternillándose de la risa, les deseó a los novios lo mejor. Gonzalo bajó la silla de ruedas por la rampa mientras le enseñaba a su hermana cómo la había arreglado.  La recepción se celebró en un salón del Ayuntamiento de la ciudad, en Main Street. Y toda la ciudad asistió. Después de una hora de fiesta Alejandra se acercó a su hija y le dijo:


-Tu marido parece bastante cansado.


Poco después cuatro invitados ayudaban a Pedro a bajar las escaleras y subir al coche. Gonzalo levantó a Hope en brazos al pie de la rampa, le dio varias vueltas en el aire y la dejó en el Mercedes. Otros invitados se quedaron cerca, observando.


-¿A dónde van a pasar la luna de miel? -preguntó Carolina tras derramar un montón de arroz sobre el precioso vestido de Paula, arroz que se le coló por el escote.


-Yo no lo sé -contestó Paula.


-A casa, a la cama -musitó su recién estrenado marido.


Y eso hicieron, irse a la cama. Todas las puertas estaban cerradas. Luca estaba de pie en el porche, montando guardia, y la única lámpara encendida en toda la casa era la del salón que, una vez más, había sido trasformado en una sala de hospital. Y en esas circunstancias Paula Chaves Alfonso se enfrentó a su mayor problema.


-Pedro...


-Sí, cariño.


-Aún... no sé cómo hacerlo.


-Pero yo sí, mi amor.


Se pasaron la noche haciendo el amor. Y, a la mañana siguiente, lo primero que hizo Paula Alfonso al despertarse fue buscar el teléfono.


-¿Qué diablos estás tramando ahora? -preguntó Pedro.


-Tengo que hablar con Macarena.


-¿Con tu hermana?


-Sí, con mi hermana.


-¿Y por qué?


-Eso, señor Alfonso, no es asunto tuyo. Le prometí que la llamaría hoy por la mañana para hablar sobre la posibilidad de ingresar en un convento. 


-¿Ingresar en un... qué? ¿Y por qué diablos tienes que hablar con ella sobre eso, justo ahora?


Paula Alfonso se estiró como si fuera un gato y contestó:


-Quiero contarle que no voy a ingresar en ningún convento. ¿Quieres que probemos otra vez? 





FIN

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 73

La reacción de Paula fue automática.


-¡Yo no soy la pequeña de la familia! ¿Y cómo voy a conseguir meterte dentro? -preguntó abriendo la puerta del coche.


-Una pierna me funciona bien -contestó él-. Deja que me apoye en tí.


Pedro echó el freno de la silla de ruedas y se puso en pie sobre una sola pierna. Paula se acercó a él obediente, e inmediatamente se vió clavada al suelo por la fuerza de su peso.


-Tendrás que ayudarme -murmuró él a su oído.


Paula lo ayudó a entrar, y luego plegó la silla y la metió en el maletero. Fue al ocupar su asiento cuando se ruborizó de nuevo. Las medidas estaban ajustadas a la estatura de Gonzalo.


-La palanca de ajuste está a la izquierda, abajo -dijo Pedro-. Arranca. En este tipo de coches todo está automatizado.


-Lo sabes todo, ¿Verdad? -susurró ella. -Todo no -respondió él mientras el motor rugía-. Para un segundo -Paula obedeció. No sentía ninguna necesidad de rebelarse-. Y ahora bésame.


 -Pero... pero todos nos observan. 


-Sí, la familia, el vecindario y todo el coro de la iglesia -rió él-. Pero vamos a casarnos. ¿Cómo podía negarse? 


A pesar de todo Paula deseó tener unas cortinas, un dormitorio privado, cualquier cosa. Entonces un brazo cálido se deslizó alrededor de ella haciéndola volverse en el asiento. 


-Así - murmuró él. 


Y antes de que Paula pudiera pensar en algo que decir los labios de Pedro se posaron sobre los suyos buscando, explorando, y ella olvidó todo lo que la rodeaba. Luego, tras una pausa para recuperarse, se preparó para conducir aquel enorme coche. Al salir del estacionamiento de la iglesia escuchó ruido de martillos. Gonzalo mantenía su promesa, estaba arreglando la rampa. Paula sonrió en silencio. Después de todo seguía siendo una Chaves. Por poco tiempo, quizá, pero aún lo era, pensó comenzando a silbar una vieja canción.


-No hagas eso, las chicas que silban y los perros que ladran dan mala suerte.


-¡Han! -exclamó Paula mientras llegaban a la casa de los Alfonso.


-¿Cómo que «¡Hah!»? -preguntó Pedro-. Te lo he dicho, da mala suerte. ¿De quién es ese coche?


-De tu hermana.


-Sí, y sus dos hijos están ahí, en el porche -musitó él-. Tengo la sensación de que...


-Sí, yo también -lo interrumpió Paula echando el freno.


Carolina salió del porche y corrió escaleras abajo.  Martina y ella  habían abandonado la iglesia en cuanto había concluido el ensayo de la niña.


-¡Gracias a Dios que llegan!


-¿Problemas? -preguntó Paula bajando la ventanilla.


-Tengo que llevar a Adrián de vuelta al hospital, es por el pie... y no tengo dónde dejar a los niños, así que pensé... -se explicó Carolina caminando ya hacia su coche-. Ustedes no están muy ocupados hasta mañana por la tarde, ¿No? Estoy segura de que no os importa. Los niños están muy excitados, pero...


-¿Qué?, ¿Te sorprende? -preguntó Martina por la ventanilla del coche.


-Sí, supongo que me sorprende, pero bueno, para eso son las tías, ¿No? -contestó Paula.


Martina asintió. Nacho bajó las escaleras del porche.


-Pero yo tengo un partido esta tarde -se quejó-. Y no tengo quién me lleve.


-Tranquilo -lo calmó Paula abriendo la puerta del coche-. Dejenme que lleve a su tío a casa. Martina puede cuidar de él mientras yo te llevo al partido. ¿No les parece divertido? 

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 72

 -Es una mujer muy inteligente -comentó Carolina-. ¿Y qué te ha dicho, si puede saberse?


Paula se levantó del regazo de Pedro y luego recitó, con calma:


-Toda familia ha de tener un cabeza de familia, y Pedro lo será de la nuestra. Yo haré todo lo que él me diga, excepto si me dice algo con lo que no estoy en absoluto de acuerdo. Entonces me pondré cabezota y nadie me convencerá de lo contrario, haré exactamente lo que quiera.


-¡Qué pareja tan extravagante son! -suspiró Carolina-. Bueno, supongo que así es la vida. Son las once y cinco. -¿Y qué? -preguntó Pedro mirando su reloj-. No he conseguido que me funcione el reloj desde la última vez que «Discutí» con David Pleasanton. ¿Solo falta una hora para la comida?


-Hace más de una hora que teníamos que encontrarnos en el ensayo de la ceremonia de boda de la que no hacéis más que hablar -lo corrigió su hermana. 


-Sabía que se te olvidaba algo -gritó Paula. 


-¿A mí? ¿De dónde te sacas eso de que se me olvida? Por si no lo recuerdas te dije que buscáramos un Juzgado, pero no, ¡Teníamos que celebrarlo en una iglesia, por todo lo alto!


-Y ahora llegamos tarde para... -comenzó a decir Martina interrumpiéndose.


-Para el ensayo -terminó su tía Gonzalo. -El hombre grande ese de la iglesia se está enfadando y...


-Mi hermano Gonzalo.


-Sí, tu hermano mayor, Gonzalo -confirmó Martina. Paula asintió. Era difícil no echarse a reír-. Sí, él, y ha dicho que será mejor que...


-Ya basta, Martina -la interrumpió su madre-. Las señoritas no dicen esas cosas. Los hermanos mayores sí, pero las señoritas no.


-Tía Paula -la llamó Martina tras meditar unos segundos-, es terriblemente duro ser una señorita, ¿Verdad?


-Puedes creerlo -confirmó Paula.


-Vale, está bien -dijo Gonzalo-. Arreglaré la rampa.


-¿Cuando? -preguntó Paula mirándolo impaciente-. Casi tiro a Pedro por el borde.


-Por si no lo recuerdas, hermanita, me ofrecí a empujar la silla de ruedas, pero tú no quisiste. 


-Yo no soy tu hermanita pequeña, ¡Tú eres mi hermanito!


-Paula, sé amable con tu hermanito, es un hombre muy sensible -lo defendió Nicolás Morales.


-¿Sensible? ¡Como una piedra! -exclamó Paula.


-Paula -la llamó Pedro dulcemente.


Todo el grupo quedó en silencio. Estaban a las puertas de la iglesia. Paula Chaves tenía la boca abierta, pero enseguida la cerró y respiró hondo.


-Pero... -protestó una vez más.


-Ssshhh -ordenó dulcemente su futuro marido-. Jamás me han gustado las mujeres protestonas.


Todos sonrieron. Todos excepto Paula. Gonzalo agarró la silla de ruedas y bajó la rampa.


-Hasta mañana por la tarde -se despidió el reverendo Duncan-. A las dos en punto.


Paula se quedó algo retrasada con su hermana Macarena, que acababa de llegar del Caribe especialmente para la boda.


-No tengo por qué soportar eso, ¿No te parece? -murmuró enfadada.


-No lo sé, cariño. Si quieres llevarte el trofeo tendrás que ganártelo.


-Siempre puedo entrar en un convento –añadió Paula resuelta.


-Claro, el próximo treinta y uno de febrero -musitó su hermana parándose en medio de la rampa para tirar a Paula de la manga.


-Pues te lo aseguro, ¡Lo haré!


-Por supuesto, cariño -respondió Macarena haciendo una pausa para pensar en el mejor modo de hacerle la pregunta a su hermana-: Paula, ¿No serás virgen aún, por casualidad?


-¿Por qué? ¡Pues claro que sí! Se supone que debo serlo, son las reglas del juego -respondió Paula indignada.


-¿Veinticuatro años y aún....?


-¿Y qué?, ¿qué tiene eso que ver?


-No, nada, realmente -contestó Macarena-. Pensé que quizá estuvieras algo nerviosa por el aspecto físico del matrimonio, pero no es así, ¿Verdad? - Paula negó con la cabeza. ¿Miedo? ¿Ella? ¡Qué tontería! Su madre se lohabía contado todo. ¿Absolutamente todo?-. Pasado mañana, quiero que me llames y hablaremos del tema de entrar en un convento. ¿De acuerdo?


Paula se encogió de hombros y siguió al resto del grupo que se subía ya a los coches. Pedro estaba solo, en la silla de ruedas, junto al coche de su hermano Gonzalo, un Mercedes.


-¿Por qué has tardado tanto? -preguntó Pedro amablemente, con una dulzura que la hizo estremecerse-. Te han asignado como mi chofer.


-¿Y cómo ha podido ocurrir algo así? Creía que habían decidido que iba a ser Vanesa la que iba a llevarte.


-A mí no me preguntes, yo ni siquiera comprendo a la pequeña de los Chaves, así que menos voy a comprender a los mayores. Ví a Vanesa y a Macarena susurrándose algo al oído, y luego vino y dijo que tú me llevarías.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 71

 -Tenías razón.


-Sí, la tenía. No luches, puedo tirarte al suelo.


-¿Te atreverías?


-Oh, desde luego que sí -rió él-. Puede que no lo hiciera, pero me atrevería, eso seguro -contestó él alargando la mano hasta la cremallera del vestido de ella.


-¿Qué...? -la cremallera comenzó a bajar-. No hagas eso -añadió Paula tratando de detenerlo, pero sin éxito.


-Haré lo que me plazca -replicó él observando sus pechos, con la cremallera ya abierta-. Además a tí te gusta mucho -añadió Pedro mordisqueándola-. ¡Dios, qué maravilla! -exclamó volviendo a mordisquearla y besándola con pasión.


-¡No hagas eso! ¿Qué pasaría si vinieran mis padres? -entonces el timbre de la puerta sonó. Hope trató de levantarse del regazo de Pedro, pero él la sujetó con fuerza—. Te he dicho que no...


El timbre volvió a sonar.


-¡Pedro Alfonso! -gritó una voz.


-Sshh... -ordenó él en tono de broma-. Sea quien sea pensará que no hay nadie en casa y se irá. Probablemente será un vendedor de enciclopedias.


Pero no lo era. La puerta se abrió y una voz infantil preguntó:


-Tío Pedro, ¿Dónde estás? -Martina García entró en el salón seguida de su madre-. Mamá y yo hemos venimos de visita. Tía Paula, ¿Qué hacen?


-Tu tía tenía algo metido en el ojo -dijo Pedro-, debe de ser una pestaña. Estoy tratando de sacársela. Hola, Caro.


-Hola, hermano. ¿Pestañas? ¡Bah!


-¿Es eso todo lo que tienes que decir? ¿«Bah»? Escucha, he cuidado de tus hijos durante meses, y ahora que te necesito...


-¿Ahora que me necesitas?, ¡Bah!


-Cállate, hermanita. ¿Por dónde iba?


-Ahora que la necesitas -le recordó Paula.


-Sí, ahora que te necesito lo único que obtengo de tí es un «¡Bah!» ¿Es que no crees que estaba tratando de ayudar a Hope a sacarse una pestaña del ojo?


-¿Ayudar a Paula? -repitió su hermana.


-Si aún fuera una Chaves creo que hasta yo misma sospecharía... un poco, al menos, pero mañana por la tarde me convertiré en una Alfonso... - Paula respiró hondo y trató de recobrar el aliento antes de continuar-... así me veo forzada a decirte que todo lo que Pedro diga o haga sobre nuestra relación es absolutamente cierto, sincero e importante.


-¡Dios mío, te ha enseñado bien! -exclamó Carolina-. Con látigo y escopeta, como los domadores de leones.


-No, a mí no -protestó Paula-. Yo jamás he sido un león. O una leona. Yo solo sé lo que me ha dicho mi madre. 

lunes, 28 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 70

 -No veo por qué no -replicó Paula- En Francia se celebra primero una ceremonia civil y luego una religiosa, y no veo por qué no podemos hacer nosotros lo mismo.


-¡He dicho...!


-Cuidado, Pedro, tienes que controlar tu carácter si no quieres acabar perjudicándote -contestó Paula haciendo un gesto con la cabeza hacia la puerta-. Es la ambulancia -añadió escuchando la sirena.


-Nada de ceremonias dobles -gruñó él.


-Me encanta cuando te enfadas -dijo ella con una risita sofocada.


-¡Nada de ceremonias dobles! -repitió él.


Paula suspiró y enlazó las manos en el regazo antes de contestar:


-¡Lástima!, entonces tendré que buscar otro marido, ¿No crees? Quizá vuelva a Eastport a buscar uno -sacudió la cabeza-. Bueno, supongo que tendrás que llamar a tu hermana para que venga a ayudarte -parpadeó dos veces, incapaz de derramar una sola lágrima-. Ahora lamento haber echado a David. No es un chico tan bueno como tú, pero no se puede ser exigente.


Paula sacó un pañuelo del bolsillo y se enjugó una lágrima inexistente. Luego se puso en pie y abrió la puerta para que entraran los enfermeros.


-¿Otra vez, Alfonso? -preguntó el enfermero jefe sacudiendo la cabeza.


-Sí.


-Le van a regañar. Romperse dos veces la misma pierna puede tener consecuencias desastrosas.


-Sí, ya lo sabe, pero le da lo mismo. Aunque esta vez ha sido la otra pierna.


-¡Mujer! -gritó Pedro a pleno pulmón, asustando a Paula.


-¿Sí, señor?


-Me voy al hospital.


-Sí, señor.


-Cuando vuelva quiero mucho silencio. Y quiero que me obedezcas.


-Sí... señor.


-Luego hablaré con tu madre, y tú y yo nos casaremos. ¿Me oyes?


-Eh... sí, señor. A ella le gustará. A mi madre, quiero decir. Le encanta que le consulten. Y más aún sobre bodas.


-¡Cállate!


-Sí, señor. ¿Puedo besarte antes de que te lleven en camilla?


-Supongo, pero no te des mucha prisa.





La iglesia estuvo arreglada para celebrar la ceremonia en solo una semana. La Chaves Incorporated construyó una rampa de madera para colocarla temporalmente sobre las escaleras, y el mismo tipo de rampa se colocó en la entrada de la casa de los Chaves. En solo una semana aquella mujer diminuta se convirtió en una novia maravillosa con su vestido de seda blanco y sus crujientes enaguas de tafetán. El vestido le llegaba casi hasta los pies, lo suficiente como para disimular los altísimos zapatos de tacón. Además, y para complacer al novio, llevaba un generoso escote que demostraba que no se trataba de ninguna niña. Y, en lo alto de la cabeza, una corona que sujetaba el velo.


-De verdad que te va a gustar -aseguró Paula hablando con Pedro tras describirle el vestido el día anterior a la boda.


-¿No puedo verlo? Solo para tocarlo, ya sabes -sugirió él.


-No -negó Paula con firmeza-, te lo he dicho una y otra vez. Yo no dejo que me toques.


-Aguafiestas.


Estaban los cuatro sentados en el salón de la vieja mansión de los Chaves, en Eastport. Los padres de Paula ocupaban el sofá, ella estaba sentada en la mecedora y Pedro estaba en su silla de ruedas. Entonces Alejandra se puso en pie y le tiró a su marido de la manga.


-Es hora de retirarnos -ordenó.


-Pero si ahora llegamos a lo más interesante –se quejó Miguel.


-Yo te enseñaré qué es interesante -contestó su mujer volviendo a tirarle de la manga-. Nos estamos haciendo viejos, señor Chaves, y necesitamos echarnos una siesta. Arriba hay una habitación muy cómoda.


Ambos subieron las escaleras.


-Me pregunto qué habrá querido decir con eso -comentó Pedro. 


-Lo descubrirás la semana que viene, cuando seas viejo -bromeó Paula.


-¿Eso es una promesa?


-Solemne -contestó Paula cruzando los dedos en la espalda.


-Todo esto me produce cierta sensación extraña -comentó él-. No quisiera que pensaras que vas a gobernar nuestra casa igual que tu madre gobierna la suya.


-Jamás soñaría con ello -contestó Paula-. Además, mi madre nunca gobernó la casa cuando nosotros éramos pequeños. No cometas el error de pensar que mi padre es un calzonazos. Él está al mando de todo y de todos, siempre lo ha estado.


-Sí, te creo, chica. Bueno, casi. Ven aquí.


-¿Por qué? -preguntó Paula poniéndose en pie vacilante.


-No hagas preguntas tontas, tú ven aquí.


Paula se puso en pie y se quedó a un paso de la silla de Pedro. Luego se inclinó sobre él y preguntó:


-¿Y bien? -Pedro alargó ambos brazos y tiró de ella hasta sentarla sobre su regazo-. ¡Eh, ten cuidado!


-Tengo una pierna rota, pero lo demás lo tengo bien -contestó Pedro en tono aleccionador.


Y, acto seguido, procedió a demostrárselo estrechándola contra sí y besándola con una pasión que fue en aumento por segundos. Cuando por fin la soltó Paula estaba sin aliento, con las mejillas ruborizadas y la mente en blanco.


Mi Destino Eres Tú: Capítulo 69

 -¿Ninguna? -preguntó ella suspicaz.


-Ninguna.


-Pues algunas de ellas parecían muy divertidas.


-Sí, algunas hubieran podido serlo. Pero ya no.


-¿Y por qué no, Pedro?


-¿Que por qué no? Porque acabo de romperme la otra pierna. 


Pleasanton gruñó y trató de ponerse en pie.


-Pues no sé, no estoy muy segura de querer casarme con un hombre con la pierna rota -contestó Paula observando a Pleasanton.


-Puede que nos cause problemas -dijo Pedro señalándolo-. Creo que no debería volver a hacer eso... lo de pegarlo.


-Tranquilo -dijo Paula alisándose la falda y acercándose a David-. Vamos, grandullón -añadió ofreciéndole el brazo a David yayudándolo a levantarse y salir al porche-. Que lo pases bien.


Paula lo soltó. David se tambaleó unos instantes y luego ella posó el dedo índice sobre su hombro. Quizá fuera el peso del dedo, quizá la brisa que soplaba del norte, lo cierto fue que Pleasanton cayó escaleras abajo y fue a parar al charco que había a sus pies. Hope admiró su trabajo y volvió junto a Pedro.


-¿Qué le has hecho? -preguntó él.


-Nada. Simplemente le señalé la salida. Cayó sobre el charco que hay al pie de las escaleras. Te dije que debías limpiarlo, puede que nos demande -añadió tomando asiento en el sofá-. Y ahora, hablemos sobre mi boda... 


-¿Tu boda? Creía que era la boda de los dos. ¿Qué es esto, una rebelión? Pensaba que ese tema estaba resuelto. Vamos a casarnos, y yo soy el que va a mandar en casa.


-Pedro Alfonso, yo aún no he dicho nada sobre quién va a mandar en casa. Tú, desde luego, serás el cabeza de familia, y te garantizo que respetaré todas... casi todas tus órdenes -contestó Paula cruzando los dedos de ambas manos-. Lo único que exijo es ponerle el nombre a todas las niñas. Eso no tiene nada de malo, ¿No?


-No sabría decirte -musitó él-. Me duele el pie. ¿Crees que podrías llamar a alguno de tus parientes médicos o a urgencias?


-Por supuesto que llamaré -contestó Paula con dulzura, obedeciendo de inmediato-. Vendrán enseguida, pero no te rías mucho mientras tanto-le informó instantes después-. ¿Sabías que los padres de la novia tienen que pagar la ceremonia?


-Tranquila, será barato. Bastará con un Juzgado de Paz, a mí no me importa pagar.


-Ah, qué bueno eres, pero habrá que planearlo todo con mucho cuidado.


-¿Y por qué?


-Porque yo voy a casarme en una iglesia, con toda la ceremonia, flores, música y todo lo demás. Habrá que planearlo todo para que la ceremonia del Juzgado de Paz no coincida con la de la iglesia, pero saldrá bien.


-Tengo la sensación de que estás tramando algo, debe de ser porque me duele la pierna. ¿Has dicho que vas a casarte en una iglesia? ¿Con flores, guantes blancos, damas de honor y todo eso?


-Y una niña esparciendo pétalos de flores. Aún no se lo he pedido a Martina, pero estoy segura de que aceptará.


-¡Espera un maldito segundo! Dije que nos casaríamos en un Juzgado.


-Te he oído la primera vez, Pedro.


-Y no vamos a celebrar dos ceremonias. ¡No! 

Mi destino Eres Tú: Capítulo 68

 Paula dió un paso atrás y se dió sombra en los ojos con la mano.


-¿Seiscientos dólares? Pues ha sido barato, hubiera podido ponerse en millón y medio o más.


-¡Maldita sea, es mucho dinero...!


Gonzalo cayó al sentir la mano de su padre sobre su hombro.


-¿Por qué fue, cariño?


-Bueno, tuve que rescatar a mi futura cuñada -explicó Paula resuelta-. Un grupo guerrillero los tenía secuestrados a ella y a su marido.


Gonzalo pareció tragar. Su padre se acercó y la besó en la frente.


-Bueno pues, tal y como has dicho, pudo haber salido por millón y medio. ¿Sabe tu madre algo de esto?


-¿Del rescate? No, pero sabe lo de mi futura cuñada. Acabo de decírselo. Está en el cementerio, riéndose de mí. Si me disculpan, tengo que ir a hablar con mi futuro marido.


Y entonces su padre y su hermano comenzaron a reírse de ella también.


-A este precio creo que puedo ir a ayudarte -se ofreció Gonzalo.


-No, gracias, prefiero encargarme yo sola de esto -contestó Hope entrando en el coche y arrancando.


-Mira quién ha crecido hoy -dijo el padre dirigiéndose al hijo-. Ahí viene tu madre. Me pregunto... vamos a ver si le sonsacamos algo. 





Pedro Alfonso seguía caminando de un lado a otro, de la cocina a la puerta principal, musitando.


-¿A dónde diablos ha podido ir? No, eso no es lo importante, lo importante es, ¿Por qué? Le dices a una chica que te quieres casar con ella y va, hace la maleta y se larga. ¿Es un rechazo, un quizá? ¡Si estuvieran los niños en casa volvería enseguida!


Entonces escuchó el ruido de un motor, pero no era el jeep de Paula ni el coche de alquiler de su hermana. Pedro asomó la cabeza por la ventana y vió a David Pleasanton salir de su Porsche. E inmediatamente detrás llegó el Jeep. Volvió al salón, abrió el periódico y trató de aparentar que estaba ocupado. La puerta principal se abrió.


-¡Como no me quites las manos de encima, David, te voy a dar un puñetazo!


-¿Tú?, ¿Y quién más? -replicó David-. ¡Maldita sea, deja ya de arañarme la cara!


-Alfred, o me sueltas o llamo al perro.


-¡Hah! Te he visto dejarlo en casa de tu madre, y los niños han vuelto a Myrtle Street.


-Pedro está arriba -advirtió ella con voz trémula.


-Lo dudo.


No era cierto, claro. Pedr se levantó de la silla, se estiró y salió al vestíbulo.


-¡Qué listo eres, Pleasanton! Pues es verdad, no estaba arriba. ¿Por qué no sueltas a la señorita?


-Escucha, Alfonso, la última vez que nos vimos todo fue un accidente. Si el niño no hubiera aparecido con el arma no habrías tenido la menor oportunidad. ¿Por qué no te vuelves a tu...? -David miró por encima del hombro de Pedro y vió el periódico-... ¿A tu periódico? Voy a domesticar a esta brujita, y luego voy a casarme con ella. O quizá no me case, ya veré. ¿Qué tal la pierna?


-Muy bien-respondió Pedro-. ¿Sabes?, es gracioso. Estaba convencido de que era yo quien iba a casarme con ella. De hecho estaba a punto de preguntárselo a su padre. 


-No pierdas el tiempo, Alfonso -sugirió David soltando la muñeca de Paula-. Yo tengo muy buenas relaciones con el viejo. Y con la madre también.


-Paula, ¿Por qué no vas prepararme una taza de café? -sugirió Pedro.


-¿Estás seguro de que... todo va a ir bien? -preguntó Paula tartamudeando


-Perfectamente, pero no te aseguro lo mismo de nuestro amigo Pleasanton, aquí presente. ¿Has hablado con tu madre sobre nosotros? - Paula asintió-. ¿Y qué te dijo?


-Se... echó a reír.


-Inteligente -comentó David-. ¿Por qué no vas a preparar ese café? Creo que Alfonso va a necesitarlo.


-Sí... iré -contestó Paula escabullándose por el pasillo y girando por la puerta justo a tiempo para ver a Pedro saltando sobre David y pegándolo en el plexo solar.


David se echó atrás, chocó contra la pared y quedó sentado en el suelo, inmóvil, sin poder decir una palabra. Paula salió de la cocina con una cacerola y corrió al vestíbulo.


—Te dije que... no deberías de haber hecho eso, vas a romperle la mandíbula y tú serás el culpable -advirtió Paula.


-¿Quién, yo? Pero si ni siquiera me he acercado a sus dientes. Además, estaba muy nervioso por lo que te estaba diciendo. Suelta ya esa cacerola - sugirió Pedro.


Paula dejó la cacerola sobre el sofá.


-Y ahora ven aquí -ordenó Pedro.


-Eres muy mandón, ¿No?


-Mucho.


Paula sacudió la cabeza y obedeció. Era difícil llegar hasta él porque cada vez que daba un paso adelante él parecía darlo atrás. Hasta que llegó al sillón. Entonces se sentó.


-¿Recuerdas todas esas cosas que te dije que haríamos en nuestra noche de bodas? -preguntó él.


-Sí, eran toda una amenaza. ¿Y bien?


-Bueno, pues no voy a hacer ninguna.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 67

 -Pedro dice que si queremos casarnos será una ceremonia sencilla... en un juzgado, o ante un juez de paz. Algo rápido -Paula tenía la cabeza inclinada, miraba al suelo. Cuando su madre se echó a reír la levantó indignada-. ¡Mamá! No tiene ninguna gracia, ¿sabes?


-Ah, sí que la tiene, cariño. Cuando tu padre y yo decidimos casarnos... bueno, para ser sinceros, cuando tu padre decidió que debíamos casamos dijo exactamente lo mismo. Algo sencillo, ante un Juez de Paz o algo así.


-¡Pero... si se casaron en una iglesia!


-Por supuesto. Con cuatro damas de honor, una madrina, una niña llevando flores y ni te imaginas cuántos invitados. Llegué a creer que me estaba casando con la Chaves Incorporated.


-Y... ¿Disfrutaste, madre?


-Hija, fue maravilloso. Yo antes no lo sabía, pero las bodas son para las novias, ¿Sabes? La novia y su madre se encargan de todo, y el padre paga las facturas. Y luego, cuando los novios se van, el resto de la gente se sienta, pone los pies sobre la mesa y, según cuentan, se toman un par de copas y lloran a gusto comentado la fiesta.


-¡Pero si tú no tenías ni madre ni padre!


-No, amor, eso fue lo que pensé, pero tu padre se encargó de todo.


-Mamá, no comprendo todo eso de casarse. ¿Has dicho que lo paga todo la madre de la novia, o el padre? ¿Y qué hace el novio?


-Según creo recordar el novio necesita un traje y tiene que llegar a la hora en punto. No es muy difícil, ¿Verdad? Pero por supuesto, después de la boda, se hace responsable de la luna de miel y de todo lo que viene después.


-¡Voy a romperle la otra pierna! ¡Maldito hombre!


-¿Es que acaso estamos pasando de la teoría a la práctica? ¿Tiene algo que ver el nombre de Alfonso con todo esto?


-Creo que no puedo evitarlo. Adoro a ese...


-¡Tranquila, tranquila! No jures. Al menos hasta después de la boda. ¿Ha vuelto a pedírtelo?


-Sí, aunque con muy poco entusiasmo. Dijo que tenía libre el próximo martes, así que podíamos... ¡Voy a matarlo! -exclamó enjugándose una lágrima. Luego recordó haber prometido no volver a llorar jamás por aquel hombre-. Mamá, ¿Papá también se portó así?


-¡Cariño, pero si has tenido suerte! Las navidades antes de que nos casáramos tu padre perdió los estribos y mandó a tu hermana Vanesa a Newport con su abuela, y luego se marchó al desierto del Sahara a construir una maldita carretera. Justo antes de las navidades, ¿Puedes creerlo? Y no volvió hasta que no le dije que Vanesa había huido en medio de la peor tormenta de Nueva Inglaterra y que.... bueno, esa es otra historia.


-¿Es que acaso... dijiste algo que lo molestara?


-¿Yo? -preguntó Alejandra ruborizándose-. Bueno, dije unas palabras sobre el Coronel y luego... luego le dije que lo amaba.


-¿Solo eso? ¿Que lo amabas?


-Solo eso. No había más que decir. Pero vamos a ver, ¿Qué piensas hacer, amor?


-¿Hacer? Voy a dejar a Luca aquí, y después voy a volver a esa casa y a montar un escándalo.


Paula se puso en pie, le devolvió los tiestos a su madre y salió del cementerio a toda prisa. Instantes más tarde Alejandra escuchó el motor del Jeep de su hija.


-¡Dios mío! ¡Qué testarudos nos hemos vuelto! -murmuró satisfecha.


Paula iba dispuesta a poner en marcha el motor y a salir disparada, pero antes de que pudiera hacerlo llegaron dos coches. Uno era el de su padre, y el otro el de su hermano Gonzalo. Ambos salieron de sus vehículos con miradas acusadoras. Paula los imitó. Gonzalo sacudía una hoja de papel delante de sus narices.


-¿Y bien?


-Tranquilo -murmuró su padre.


-¿Tranquilo?, ¿Qué quieres decir? -exigió saber Paula.


-Esto es una factura mandada a nombre de la Chaves Incorporated por valor de seiscientos dólares -dijo Gonzalo-. Aquí pone «Por cierta operación de rescate en Sanjestan». Bien, quisiera saber quién ha autorizado esto. Abajo dice «Autorizado por un miembro de la familia Chaves». Pues bien, no fue papá, ni Vanesa, ni Macarena, ni Delfina ni yo. 

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 66

 -¿Y por que has decidido venir a casa? -preguntó Alejandra de pie junto a la puerta principal de la vieja casa de estilo gótico de los Chaves, junto a la iglesia Episcopal.


En una mano llevaba una pala, y en la otra dos macetas de rosas blancas.


-Pensé que sería lo mejor -contestó Paula, un escalón más abajo-. Los niños volvieron a su casa ayer.


-Ah, así que sus padres han vuelto de... ¿De dónde era?


-De Sanjestan.


-Sí, ya me acuerdo. Siempre quise ir allí. Tienen los lagos más preciosos del mundo, o eso dicen. Así que los niños volvieron ayer a Myrtle Street, ¿No?



-Sí.


-¿Y los echas de menos?


-Sí.


-Dios, qué charlatana te has vuelto.


-Sí... es decir, no.


-Tengo que ir al cementerio, amor. Es el aniversario del señor Chase.


-¿Del señor Chase?


-El padre de Delfina. Y no me preguntes quién es Delfina o te llevo al médico.


-¡Mamá! ¡Ya sé quién es! Es mi hermana mayor. Es médico, y se casó con Nicolás. Se casaron.


-Ah, esa palabra resulta peligrosa, ¿Verdad? Vamos, nena, hoy tengo mucho que hacer.


Alejandra bajó los escalones, le dió los tiestos a su hija y, tomándola de la mano, se encaminó hacia el pequeño cementerio separado de la iglesia por una verja de hierro y una fila de viejos olmos. La señora Bethel, la viuda del antiguo pastor, trataba de abrir la puerta. 


-Alejandra, justo la persona a la que estaba buscando. No puedo abrir esta verja.


-Yo lo haré -dijo Paula.


-Debe de ser maravilloso tener hijos -suspiró la señora Bethel-. Roberto y yo siempre quisimos tenerlos, pero jamás tuvimos ninguno.


-Pero tuvisteis una congregación completa, Teresa. Paula, la señora Bethel tocó el órgano el día de mi boda con tu padre. Justo aquí, en esta iglesia.


-Debió de ser maravillosa, mamá. Yo.... y si la señora Bethel... es decir... imagínate que alguien quiere casarse, y que necesita que alguien toque...


-Otra vez esa palabra -dijo Alejandra-. Casarse. Estoy segura de que encontraríamos a alguien para tocar el órgano en una ocasión así. ¿Verdad, Teresa?


-El domingo pasado tuvimos tres bodas, Alejandra. Y todas resultaron maravillosas.


Ambas se volvieron hacia Paula. Ella las miró confusa, Pedro le había dicho dos cosas muy perturbadoras. La primera, que «mantuviera el secreto». Y la segunda, que quería «una boda tranquila, pequeña». Pero no estaba de acuerdo con ninguna de las dos cosas.


-Creo que mi hija y yo vamos a tener una charla -dijo Alejandra-. ¿Nos disculpas, Teresa?


En cuestión de segundos Alejandra se llevó a Paula hasta la tumba de los Chase.


-Planta esos tiestos a los lados de la lápida.


Paula obedeció y leyó la inscripción.


-¿Coronel Enrique Chase?


-El padre de Delfina -respondió Alejandra-. Mi primer marido.


-Pero yo pensé que Delfina era...


-Mi hija adoptiva, cariño. Los Chase eran una familia bastante alocada. Luego conocí a tu padre y nos casamos, y nos convertimos en Chaves. Ya no soy tan fuerte como antes -añadió sentándose en el banco más próximo-. Ven a sentarte conmigo, tenemos que hablar.


Paula obedeció cautelosa. Siempre se mostraba cautelosa cuando un mayor de la familia le decía que tenían que hablar. Y ese era uno de esos momentos. Por mucho que Pedro le hubiera pedido que mantuviera la boca cerrada, estaba a un par de kilómetros, y su madre tenía que saberlo.


-¿Y de qué tenemos que hablar? .


-¿Cruzas los dedos? ¿Es una costumbre de los Alfonso? -preguntó su madre observando sus manos sobre el regazo.


-Él dice que... -Paula hizo una pausa para lamerse los labios, secos de pronto.


-¿Él? -preguntó su madre cruzándose de brazos y mirándola complacida.


-Pedro.


-¿Y qué es lo que dice Pedro? 

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Mi destino Eres Tú: Capítulo 65

 -Eso sí que es una tontería. ¿Cómo puedes decir que mi madre sabe que voy a casarme contigo?, ¿Cómo?


-Porque se lo he preguntado, y ella estuvo de acuerdo en que sería una buena idea.


-¿Se lo has preguntado a mi madre, y a mí no?


-Sí, es una estupidez, ¿Verdad? -admitió Pedro humildemente.


-No solo es una estupidez -gritó Paula-, sino que es la mayor estupidez del mundo. ¡Acabas de ganar el primer premio a la estupidez! ¿Por qué no me lo preguntaste a mí?


-Esa es una buena pregunta -respondió él suspirando.


-¿Para la cual no tienes respuesta?


-Oh, sí, sí tengo respuesta. En realidad tengo una docena de respuestas, pero ninguna de ellas es lo que yo llamaría una buena respuesta. Estaba convencido de que iba a casarme contigo, y de repente viniste con esa historia de que ibas a casarte con otro. Me sentí muy deprimido. ¿Quién era?


-¿Quién era qué?


-El tipo con el que pensabas casarte, naturalmente. O con el que piensas casarte, si es que aún vas a hacerlo. ¿Quién es?


-Pedro Alfonso, si no me hubiera sentado frente a tí en la clase de inglés en el instituto jamás te habrías graduado.


-Bueno -se encogió de hombros Pedro-, cuando te cambiaste de instituto la cosa no pareció tener tanta importancia. Al final me gradué, aunque por los pelos. ¿Quién era el tipo?


-Jamás hubo ningún tipo.


-¿Jamás? ¿Y quién es ahora? ¿Es alguien de la empresa de construcción?


-No.


-Maldita sea, dime quién es el tipo con el que le dijiste a Martina que ibas a casarte.


Paula se acercó a él despacio, con las manos en la espalda y una enorme sonrisa en el rostro.


-Tú, tú eres ese tipo. 


Paula tenía un aspecto adorable, dulce, su rostro estaba maravillosamente iluminado y sus manos, enlazadas a la espalda, temblaban.


-Quieres decir que ibas a decirme... -comenzó él a decir.


-Sí -lo interrumpió ella.


-¿Quieres decir...? ¡Oh, Dios mío! -musitó él-. ¡Me has hecho pasar las semanas más horrorosas de mi vida!


-Eso es bueno. ¿Has dicho semanas? Es mejor de lo que yo esperaba. Luca, vete -ordenó Paula señalando las escaleras-. Arriba, Puppy. Es la hora de la siesta.


El perro obedeció. Ambos lo observaron hasta que desapareció. Y luego se volvieron el uno hacia el otro y enlazaron sus manos.


-Lo has hecho a propósito, ¿Verdad?


-Sí, por supuesto -respondió Paula-. Tenía que hacer algo, ¿No crees? Te estabas poniendo demasiado dominante, y mi madre me dijo que...


-Debería haberlo imaginado -gruñó Pedro estrechándola fuertemente contra sí-. Tú dulce y pequeña madre, ¿Verdad?


-Jamás ha habido madre mejor y más dulce -bromeó Paula-. Ella siempre lo sabe todo, y cuando nos casemos será tu suegra, ¿Te das cuenta? -añadió tirando de su cabeza para besarlo.


-Debe de ser muy divertido tener una madre como la tuya -susurró Pedro dejando que Paula controlara por el momento aquel beso.


Luego, después de un rato, Paula pudo sentir cómo se encendía la pasión en él. Pedro la levantó del suelo, la tomó en brazos y la levantó. Instantes después la llevó al sofá y la sentó sobre su regazo.


-Pobre pequeña.


-¿Pobre pequeña?


-No tienes ni la menor idea de lo que te espera -explicó él observándola impúdicamente.


Era cierto, pensó Paula. Sin embargo no iba a confesarlo.


-Ah, sé un par de cosas -contestó con una risa sofocada.


-¿Un par de cosas? Cuando estemos casados, cariño, voy a tirarte sobre la cama y vamos a jugar a un juego que solo pueden hacerlo las personas casadas... ¿Sabes de qué se trata? 


-¡No seas tonto!


-¿No? ¿Es que tu madre no te ha hablado de ese juego?


Paula miró a su alrededor buscando algo que la ayudara, pero luego volvió la vista hacia él apretando los dientes con los ojos brillantes.


-No quiero saber nada de juegos -insistió-. Suéltame. Suéltame, revoltoso. No te atrevas a ponerme las manos enci...


-¡Ah, nenita, tu ignorancia te ha traicionado!


-Como no me quites las manos de encima voy a llamar al perro y le voy a decir que...


-¿Que me coma?


-Buena idea. Aún no estamos casados, ¿Sabes?, y como sigas así no va a haber ninguna... ¡No hagas eso! ¡No me toques!


-No lo haré, amor, pero deja que te enseñe algo.


Y se lo enseñó. 

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 64

 -No, tú no -ordenó Nacho. Luca se alzó sobre dos de sus patas y le lamió la nariz al niño-, ¡Eh!


Entonces le llegó el turno a Martina. Arriba, en lo alto de las escaleras, sonreía. Luego, a medio camino, ya solo sonreía a medias, pero al llegar abajo estaba seria.


-¡Oh, mamá Paula! -suspiró con unos enormes ojos brillantes.


Paula la levantó en brazos.


-No te preocupes, amor, viviremos en la misma ciudad, y puedes venir a verme siempre que quieras.


-Pero ya no será lo mismo -susurró la niña, que parecía haber madurado de pronto.


-Todo cambia –susurró a su vez Paula-. Y ahora dame un beso y vete con tu familia -añadió abrazándola una vez más. 


La niña obedeció, pero se puso a llorar ido Paula la dejó en el suelo. Luego, reprimiendo un sollozo, salió por la puerta y alguien la cerró. Pedro, pensó. Y de pronto la puerta se abrió de nuevo.


-Y tú no llores -ordenó Pedro.


-No estoy llorando -contestó ella enérgica-, pero la pobre Martina...


-Ella estará bien. Ahora tiene a toda su familia para cuidarla, y yo volveré inmediatamente a cuidarte a tí.


-No hace falta que me cuiden -murmuró Paula mientras Pedro cerraba la puerta.


Paula se apoyó sobre ella y estuvo escuchando hasta que oyó el ruido del motor. Luego subió a hacer las maletas. No iba a volver a llorar en esa casa, se prometió una vez más. Sin embargo era más fácil decirlo que hacerlo.


Pedro tardó en volver a casa más de tres horas.


-¿Dónde diablos has estado? -preguntó ella nada más verlo llegar.


Luca se escondió detrás del sofá y luego corrió escaleras arriba.


-Me alegro de comprobar que me has echado de menos -contestó él cruzando la habitación en dos zancadas y levantándola al vuelo.


-¿Y eso es todo lo que se te ocurre? -musitó Paula en voz baja.  Pero antes de que pudiera respirar hondo Pedro la estrechó con fuerza contra supecho y la besó. Aquel beso duró minutos que le parecieron horas. Luego él la soltó y la dejó en el suelo-. ¿Por qué has hecho eso? ¡Vas a ver como se entere mi madre!


-Sí, pero tu madre no está aquí, ¿No?


-No, pero cuando se lo cuente rodarán cabezas, créeme. Además, voy a llamar a Luca y a ordenarle que te ataque.


-Eso sí que no puedo creerlo -rió él.


-Pues espera y verás. ¡Luca, Luca!


Para su sorpresa el perro estaba atento a lo que ocurría en la casa. Primero lo escucharon estirarse, luego oyeron sus patas golpeando una a una las escaleras, y por último se presentó delante de ellos y enseñó los dientes antes incluso de que tuvieran tiempo de separarse el uno del otro.


 -¡Oh, Dios! -musitó Paula-. ¡Pero yo no pretendía... Luca, en guardia! Es decir, ¡Siéntate!


El animal los miró vacilante y después se sentó.


-¿Crees que sería capaz de atacarme? -preguntó Pedro.


-Puedes estar seguro -afirmó Paula-. Hace tanto tiempo que... había olvidado cómo se le dan las órdenes.


-Pues gracias, señorita, pero hace también mucho tiempo que no sirvo de comida a ningún perro -contestó Pedro apartándose de ella y cruzando la habitación-. Al menos para uno tan viejo.


Luca se puso en pie y volvió a enseñar los dientes.


-No le gusta que lo llamen viejo.


-Ah, entonces, ¿Cómo debo llamarlo?


-Es un perro muy sensible, igual que las personas. Le gusta que le llamen Bobby. Así, mira: Siéntate, Bobby-el perro obedeció y sacó la lengua-. ¿Lo ves?


-Me cuesta creerlo. Después de la boda tendremos que hacer algo con él.


-No recuerdo que me pidieras que me casara contigo -replicó Paula directa-. Además, estoy segura de que te habría contestado que no.


-¡Tonterías! Sé que vas a casarte conmigo, y tú también lo sabes. ¡Hasta tu madre lo sabe! 

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 63

 -¿Se te ha ocurrido pensar alguna vez que podrías tener dos mamas? - le preguntó Paula poniendo ambas manos sobre sus hombros.


-¿Dos mamas? Pero eso son muchas.


-Sí, dos. ¿Por qué no vas a darle a tu primera mamá un abrazo muy fuerte?


-¿Mi primera mamá? -repitió Martina sacándose el dedo de la boca y apartándose de las faldas de Paula.


-Claro, ¿Cómo no se me había ocurrido? -comentó Carolina abriendo los brazos para recibir a Martina que, convencida al fin, corrió a su lado y se subió a su regazo.


Por un momento se hizo el silencio. Hasta Luca pareció observarlo todo paralizado.


-Y ahora lo que necesitamos es... -comenzó a decir Paula.


-¡Pizza! -gritó Nacho.


-¿Cómo no se me habría ocurrido a mí? -repitió Paula encaminándose hacia la cocina.


Todos la siguieron. 


Los cinco se reunieron alrededor de la mesa.


-Está rica -dijo Martina dando un mordisco a su tercer pedazo de pizza.


-Más que rica -insistió nacho-. Nadie cocina tan bien como Paula. Es decir...


-Estoy de acuerdo contigo -comentó Carolina sirviéndose un segundo trozo-. No es de extrañar que Martina no quiera despegarse de su segunda mamá.


-Bueno, quizá puedas aprender a cocinar -sugirió Nacho-. Podrías venir por las tardes y tomar lecciones.


-Imposible -negó el tío Pedro-, Por si no lo sabías, tu tía y yo vamos a casarnos DI.


-¿Qué quiere decir eso de DI? -preguntó Martina.


-Quiere decir de inmediato -explicó su hermano-. Pero no comprendo...


-No me gusta compartir -explicó el tío Pedro decidido-. Esta mujer es mía, ha sido mía desde los tiempos del instituto, y tengo intención de conservarla.


-¡Y yo que pensaba que eras el hombre más maravilloso del mundo! - se lamentó Martina-. No podía estar más equivocada. Y encima, el año que viene ni siquiera podré escaparme para venir aquí a comer pizza, porque tendré que ir a la guardería. ¡Qué malo eres, tío!


-Así que al final la verdad siempre sale a relucir. Solo lo haces por el interés.


-Después de la boda ya no serás tan independiente -comentó Pedro amenazador.


-¡Eso es lo que tú te crees! ¡Aún no me has oído decir que sí! ¡No soy tan tonta!


-¿Por qué están discutiendo ustedes dos? -preguntó Carolina-. ¿Tan pronto empiezan, antes de la boda?


-Nos preguntábamos si querías que les hiciéramos la maleta a los chicos para llevarlo todo a Myrtle Street esta misma noche -dijo Pedro.


-No estoy muy segura de cuándo volverá Adrián del hospital -contestó Carolina mirando a Pedro suspicaz y sonriendo-. ¿Eso es lo que quieren? ¿Que nos llevemos a los niños para poder pasar la noche juntos?


-¡Oh, no! -contestó Paula elevando la voz-. Mi madre jamás lo permitiría.


-¡Maldita sea tu madre! -soltó Pedro.


-No vuelvas a decir jamás una cosa así de mi madre -replicó Paula poniéndose en pie-. Adelante, manda a los niños a su casa.


-¿Has dicho que Adrián estaba en el Deaconess? -preguntó Pedro inclinándose y descolgando el teléfono. Su hermana asintió. Él buscó el número en la guía telefónica y lo marcó. Segundos más tarde murmuró algo en el aparato y colgó-. Viene hacia aquí, está deseando llegar. Está en el vestíbulo, y dice que si nadie va buscarlo tomará un taxi.


-¡Hombres! -sacudió la cabeza Carolina-. Bueno, hace tanto tiempo que no ve a los niños...


-Entonces iremos a buscarlo. Paula hará las maletas de los chicos mientras tanto. Yo los llevaré a todos a casa, y luego acercaré sus cosas -se ofreció Pedro-. La asistenta lleva dos semanas yendo a vuestra casa, así que todo estará en perfecto estado. ¿Trato hecho?


-Me encantaría -contestó su hermana-. ¿Cuándo podemos irnos?


-Digamos... dentro de diez minutos -sugirió Pedro mirando el reloj.


Los niños gritaron entusiasmados.


—No hace falta que nos eches -bromeó Carolina-. ¿Paula?


Paula parpadeó tratando de enjugarse las lágrimas. Se había prometido que jamás volvería a llorar en esa casa.


-Muy bien, los niños necesitan estar con sus padres.


En un momento la casa se convirtió en un caos. Todos tenían algo que hacer. Todos gritaban entusiasmados. Todos, excepto Paula, que trató de esbozar una sonrisa y se quedó de pie, delante de la puerta. Hasta Luca parecía tener un lugar al que ir. Se sentó frente a la puerta y sacó la lengua. Uno a uno todos fueron bajando las escaleras con chaquetas ligeras y rostros alegres.


-Tengo que darte las gracias, Paula -dijo Carolina-. Es evidente que has tratado maravillosamente a mis hijos. Y a mi hermano -añadió intercambiando un abrazo.


-Volveré pronto -dijo Pedro abriendo la puerta y cediéndole el paso a su hermana.


Luca se puso en pie. 

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 62

Abril dió paso a mayo. Los campos se cubrieron de coloridas flores. Paula abrió todas las ventanas excepto las del ático, donde trabajaba Pedro, que nadie se atrevía a tocar. Nacho se apuntó en la Liga Infantil de béisbol y ganó a los Bears. Martina, que había sido siempre muy alegre, se convirtió en una niña taciturna que se colgaba de las faldas de Paula cada vez que aparecía un extraño. El día dos de mayo llegó un telegrama de Geetan, pero solo decía: «Arreglado». Ocho días más tarde, mientras Pedro estaba arriba luchando con el ordenador, Eddie en un partido de béisbol y Paula pasando el aspirador, llegó un coche. Llamaron a la puerta. Hope apagó la máquina y abrió.


-¿Sí?


La mujer debía medir un metro setenta y cuatro, y vestía con elegancia, pero sus ojos delataban cansancio. Tenía el pelo oscuro muy parecido al de Nacho, y pareció sorprenderse al ver a Paula.


-¿Es esta la casa de... de Pedro Alfonso?


-Sí -contestó Paula-, pero ahora mismo está arriba, trabajando, y no solemos interrumpirlo...


-Comprendo. ¿Es esa Martina? -preguntó la señora señalando a la niña que se chupaba el pulgar en el tercer escalón-. Era casi un bebé cuando la ví por última vez. Ven con mamá, cariño.


-Tú no eres mi mamá -contestó Martina agarrándose a la falda de Paula y escondiéndose-. Mi mamá es Paula.


-¡Oh, Dios mío! -murmuró Paula-. ¿Tú eres... Carolina?


La mujer asintió. Paula la abrazó.


-¡Ella no es mi mamá! -insistió la niña-. ¡No es!


-¡Eh, espera! -exclamó Paula tratando de calmar a la niña-. Lo siento, Carolina, yo soy Paula Chaves, niñera y ama de llaves de Pedro. Y tenemos un problema. ¿Te encuentras bien?


-¿Yo? Sí, estoy bien, pero Adrián... cuando nos rescataron, con la confusión, resultó herido en un pie. Al llegar al aeropuerto lo llevaron directamente al Deaconess Hospital de Boston. No es nada serio, pero tenían que hacerle rayos X, y yo tenía tantas ganas de ver a los niños que...  Un tal Pablo no sé qué, un hombre muy amable, me alquiló un coche en el aeropuerto. Pablo... ¿Paula Chaves? ¿Así que eres tú? ¡Pero si él dijo que había sido una Chaves quien lo había arreglado todo!


-Sí, soy yo, dió la casualidad de que era la única Chaves que estaba en casa en ese momento, pero no soy la más importante de todos los Chaves. Entra, Carolina, y siéntate. Debes estar agotada.


-Bueno, en lo que respecta a Adrían y a mí sí eres la más importante de los Chaves. ¿Y Nacho?, ¿Dónde está?


-Nacho está bien, está en el campo, con la Liga Infantil. Lo espero de un momento a otro.


-Ella no es mi mamá, tú eres mi mamá, Paula -musitó Martina volviendo a meterse el pulgar en la boca.


Paula se sentó en la mecedora y acunó a la pequeña en sus brazos.


-Escucha, cariño, ya sé que te cuesta comprenderlo, pero en realidad no es verdad. Yo vine aquí cuando Carolina, que es tu verdadera mamá, tuvo que marcharse. Yo he sido solo tu mamá temporal, pero ahora Carolina ha vuelto, y quiere volver a ser tu madre. Y además se ha traído a papá. Pronto te irás con ellos de vuelta a casa. Es tu madre, ¿Sabes?


Martina sacudió la cabeza en una negativa mientras se chupaba el dedo y se estrechaba con fuerza contra Paula.


-Bueno, creo que esta es una verdadera emergencia, Carolina. ¿Ves ese botón blanco que hay en el brazo de tu sillón? ¿Quieres pulsarlo, por favor?


-¿Este?


-Sí, ese.


Carolina pulsó el botón. Algo hizo «clic» en el ordenador de la cocina, y luego todos los timbres comenzaron a sonar despertando incluso a Luca. El perro bajó las escaleras, miró a la extraña y ladró, pero no resultó demasiado amenazador. Martina levantó la cabeza y lo observó. Confiaba en el animal. Y si el perro aprobaba a aquella extraña... Luca dió vueltas alrededor de los asientos de Paula y Carolina, se detuvo a oler a esta última y, por último, se sentó frente a ella para apoyar todo su cuerpo sobre sus pies. Era una señal inequívoca de aprobación. Martina se sacó el pulgar de la boca y estaba a punto de decir algo cuando Nacho entró en casa, tiró el guante de béisbol al suelo y gritó: 


-¡Eh, tía Paula, le he dado tan fuerte a la pelota que... -entonces sus ojos se fijaron en la mujer que había sentada-. ¡Mamá!


-Pero si él no sabe na... no es más que un niño -comentó Martina.


-Hola -dijo una voz de barítono desde las escaleras-. Hola, Caro, me alegro de verte.


Pedro Alfonso bajó las escaleras de dos en dos, estrechó a su hermana y la hizo volar por el salón. Luca, viendo que aquel era un juego nuevo, los siguió ladrando. Paula, viendo a toda la familia reunida, se levantó del asiento y se quitó de en medio con una enorme sonrisa. Eddie estuvo observando, pero enseguida les hizo a todos detenerse para que pudieran escucharlo.


-Esta es mi mamá.


-Lo sé -dijo su tío-. Es tu mamá, pero también es mi hermana.


-No, no es verdad -musitó Martina dando un paso atrás para pegarse a Paula con actitud desafiante. 

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 61

 -Hamburguesas -gritó Martina-. ¡Qué mamá más buena eres tú!


-Pero solo puedes comértela después de la ensalada -advirtió Paula.


-Ella no es tu mamá -soltó Nacho-. Ni siquiera es tu tía. De hecho, no tiene ninguna relación con nosotros.


Martina dejó el vaso de leche sobre la mesa muy despacio y miró a su hermano como si quisiera tirárselo.


-Es un niño malo, Nacho. Claro que es mi mamá.


-¡No lo es!


-Lo es. Tío Pedro, ¿A que sí?


-Bueno, en realidad... Me temo que no puedo contestar -se disculpó Pedro.


-¡Lo es! -insistió Martina-. ¡Lo es! ¿A que sí, Paula? 


-Tu tío es un cobarde. Es el hermano de tu madre, así que, si él no puede contestar, ¿Cómo voy a hacerlo yo? -respondió Paula inclinándose para enjugar una lágrima de la niña-. Pero si quieres que sea tu madre durante una temporada yo encantada.


-¿Lo ves? -comentó Martina dirigiéndose a Eddie.


-Bueno, pues no es mi madre -musitó el niño-, así que si es tu madre, pero mía no, entonces tú y yo no somos hermanos.


Nacho volvió a su hamburguesa y, cuando Martina tomó el vaso de leche de la mesa todos se alarmaron. Sin embargo la niña bebió tranquila mirando a su hermano.


-Paula es mi madre -repitió-. ¡Es mi madre! Y si tú no eres un hermano, pues no me importa.


En ese instante ocurrieron dos cosas: las lágrimas comenzaron a resbalar por las mejillas de la niña que, al mismo tiempo, tiró el resto de la leche salpicando a Nacho y a su tío. Nacho se echó atrás y se puso en pie gritando:


-¡Pues yo no necesito una hermana!


Acto seguido, y a pesar de sus años, se puso a llorar. 


 -Bueno, pues me alegro -gritó a su vez Martina-. Yo no necesito hermano. Ni tío tampoco -declaró corriendo hasta la puerta.


-Cuidado con tus modales -ordenó el tío Pedro.


-Sí, se...señor -contestó Martina tartamudeando, llena de lágrimas, corriendo a las escaleras.


-Yo iré con ella -se ofreció Paula-. Todas las niñas necesitan una mamá.


-Quien te dijo eso mintió -gruñó el tío Pedro-. Aún no te has comido la cena. Siéntate. Yo iré a verla.


-No te atrevas a ponerle la mano encima -soltó Paula.


Pedro Alfonso se levantó despacio, se limpió la boca con la servilleta y dijo:


-Yo jamás en la vida he pegado a ninguna mujer, pero como sigas haciendo ese tipo de comentarios puede que acabe cambiando de hábitos. 


Luego salió de la cocina.


-¡Wow! -exclamó Nacho enjugándose las lágrimas.


-¿Pero qué nos ha pasado? -preguntó Paula. 


-No te preocupes, no es nada -contestó Nacho empujando la silla para ponerse junto a ella-. No es más que una niña. No te pongas a llorar tú ahora.


-No, no lloraré -contestó Paula secándose furtivamente una lágrima.


Nacho se subió de pie sobre la silla y la abrazó.


-¿Sabes una cosa? Echo de menos a mis padres. Supongo que a Martina le ocurre lo mismo. Se fueron hace mucho tiempo.


-Sí, lo sé. Yo también echo de menos a mis padres cuando se van. Pero siempre vuelven.


-Quieres decir que... ¿Que los míos volverán?


-Seguro -contestó Paula deseosa de que fuera cierto.


En ese instante llegó Pedro, que no dejaba de sacudir la cabeza.


-¿Qué tal está? -preguntó Paula.


-No lo sé -suspiró él-. Ha estado llorando, luego me ha exigido que repitiera que tú eres su madre, y al final se ha dormido.


-Es buena, pero no sabe nada de nada -afirmó Nacho-. Cuando vuelva mamá todo se arreglará, ya lo verán.


-Si tú te portas bien con ella todo se arreglará -dijo su tío dándole golpecitos en el hombro.


-Tranquilo, ella me cae bien -aseguró Nacho acercándose a Paula y poniendo un brazo por sus hombros-. Y tú también, tía Paula. A todos nos caes bien.


Aquella noche Paula Chaves subió las escaleras hacia su dormitorio sintiendo como si flotara en una nube. Y Pedro Alfonso, por alguna extraña razón, se quedó al pie de la escalera observándola. 

viernes, 18 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 60

 -Sí, o quizá al final cueste el doble.


-Quizá, pero no es tu dinero, y sí es tu hermana. Y ahora, ¿Qué te parece si cenamos?


Ser un Chaves era ser importante, se dijo Paula echando las hamburguesas al fuego. En una ocasión, a los diecisiete años, en una época en la que se sentía enormemente afectada por la protección del medio ambiente, se había interesado tanto por la autopista que construía la Chaves a través de los Berkshires que había llamado a la empresa y había ordenado detener las obras. Y luego se había escondido en el armario cuando su padre había vuelto a casa. Su padre, sin embargo, solo le había dicho, con voz solemne:


-Demuéstrame que es perjudicial.


Entonces Paula se había armado de coraje y, ante su padre, madre, y su hermano Gonzalo, había demostrado lo perniciosa que podía llegar a ser la autopista. Y, como resultado de todo ello, la construcción se había detenido a medio camino hacia Nueva York. Desde entonces la pequeña Paula Chaves era la jefa del Departamento Medioambiental, pero jamás había tratado de ejercer su autoridad nunca más... es decir, hasta ese día. El timbre accionado por el ordenador resonó en sus oídos. Los chicos bajaron las escaleras, y una voz de adulto le dijo al oído:


-No creo que queramos las hamburguesas tan negras como...


-¡Oh, cállate! -contestó Paula alcanzando la espátula y rescatando la cena.


-¿«Oh, cállate»? -repitió él-. Cada día tenemos más genio, ¿No crees?


Estaban de pie, el uno frente al otro. Él se inclinó y la besó en la frente, y luego se echó a reír al ver que ella se disgustaba.


-No te aproveches, si no tuviera las manos ocupadas... -él repitió la misma operación en una de sus mejillas, pero cuando fue a besarla en la otra ella lo empujó sobre la mesa, puso los brazos en jarras y lo miró-. Creo recordar que tu médico dijo que debías ser cauteloso con esa pierna. Yo no soy médico, pero supongo que bastaría con una patada en el lugar adecuado para arreglarlo.


-¡Eh, que solo estaba bromeando! -se justificó él dando un paso atrás.


-Apuesto a que sí. ¡Siéntate!


Pedro obedeció. Entonces llegaron los niños. 


-¿Por qué están tan callados? -preguntó Nacho.


-Estamos meditando -contestó Paula-. Tu tío y yo estábamos... meditando.


-¿Eso es como rezar?


-Algo parecido.


-¿Parecido a qué? -preguntó Martina entrando en la cocina con una enorme sonrisa.


-¿Has hecho...? -preguntó su tío.


-Sí, claro, no soy ninguna tonta -respondió la niña alargando ambas manos chorreando agua.


-Claro que no -intervino Paula secándole las manos con el delantal-. Siéntate a la mesa.


-Sí, mamá.


Paula miró a Pedro por encima de la cabeza de la niña y vió su ceño fruncido. Se encogió de hombros como diciendo «¿Qué le voy a hacer?», y él, a su vez, sacudió la cabeza y levantó ambas manos como diciendo: «A mí no me mires». Entonces ella abrazó a la niña, la besó y la sentó en su silla.


Mi Destino Eres Tú: Capítulo 59

 -Esas guerrillas no son de fiar. O pagamos el rescate o mandamos una fuerza militar para liberar a los rehenes, o bien no hacemos nada y nos arriesgamos a perderlos a todos.


-¡Eh, esas son palabras mayores, señorita! ¿Estás sugiriendo que organicemos nuestro propio ejército?


-No, organizarlo no, más bien alquilarlo. La Chaves Incorporated lo ha hecho otras veces. ¿O prefieres que los dejemos en manos de la guerrilla y nos arriesguemos a lo peor?


-Yo no soy un gran partidario de la diplomacia, pero eso de alquilar nuestro ejército...


-Ve de pesca o suelta el anzuelo -comentó Paula.


-Sí, lo sé -suspiró Pedro-. Cualquier cosa menos la diplomacia. ¿Por qué habría creído yo que eras una chica dulce?


-Solía serlo... pero no voy a permanecer impasible mientras la madre de Martina está en esa...


-Está bien -contestó Paula alzando la mano-. Y ahora, ¿Qué hacemos?


-Primero llamar a mi hermano Gonzalo. 


-¿Y luego?


-Ya veremos.


-Sí, ya veremos -confirmó Pedro-. ¿Qué te parece un beso? -preguntó acercándose lentamente hacia ella. Paula levantó una mano para detenerlo-. ¿No hay besos?


-Voy a casarme -le recordó Paula.


Y si aún no sabía con quién le estaba bien empleado, reflexionó. Primero Pedro tendría que confesarle que la quería, luego ya descubrirían entre los dos qué era todo eso de los besos. Una vez más, el orgullo de los Alfonso le hizo fallar la prueba a él.


-Ah, sí, te casas, ¿Verdad? -contestó él echándose atrás.


-Llamemos a Gonzalo -sugirió ella. Pedro descolgó el teléfono. Gonzalo estaba en Venezuela-. Entonces llama a mi padre.


Pedro obedeció. Al colgar su expresión era de desesperación.


-Tu padre acaba de llevarse esta tarde a tu madre a una Convención Jurídica en Hawai. No volverán hasta dentro de una semana. ¿Es que no te lo ha dicho ella esta mañana? Y tu hermana Vanesa, la ingeniera jefe, sigue en África. ¡Dios!, ¿Es que no queda nadie de tu familia en casa?


Paula recordó vagamente que su madre se lo había mencionado. No podía quedarse ahí parada mientras la familia de Pedro estaba en peligro. Su hermana Delfina se había retirado de la dirección de la empresa al pasar los exámenes médicos, y su hermana Macarena seguía en el Caribe. ¿Qué hacer?


-Bueno, quedo yo -dijo Paula.


-¿Tú?


No era necesario que lo dijera con aquel tono, como defraudado. Aquel hombre aún tenía mucho que aprender sobre la familia Chaves.


-Sí, yo. Soy vicepresidenta de la empresa, para que lo sepas, así que dame ese maldito teléfono -él obedeció. Paula marcó-. ¿Pablo? Aquí Paula Chaves. Comunícate con nuestro hombre de Geetan. La respuesta es «Adelante».


Era difícil no echarse a reír ante la expresión del rostro de Pedro.


-Más de medio millón de dólares, ¿y lo resuelves así? ¿Sin más? - preguntó él.


-Así, sin más -contestó ella-. Quizá salga más barato. 

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 58

Nacho le dió un beso en la mejilla y se marchó escaleras arriba con un puñado de galletas y un vaso de leche. Los dos chicos la querían, pensó. Sin embargo el tío Pedro... Hubiera debido de... El teléfono sonó interrumpiendo sus pensamientos.


-Hola, aquí Paula Chaves.


-Señorita Chaves, soy Pablo Foster, de la Chaves Incorporated. Trabajo en la sala de comunicaciones.


La mente de Paula pareció despertar y recordar. Pablo Foster era el responsable de la sala de comunicaciones, y conocía todos los códigos.


-¿Sí, Pablo?


-Tengo un mensaje muy curioso de nuestro hombre en Geetan - ¿Geetan? La geografía jamás había sido su fuerte. Paula tosió tratando de ocultar su vergüenza-. En Sanjestan -aclaró Pablo.


-Sí, claro. ¿Puedes leérmelo?


-Sí, pero no está en ninguno de los códigos que conocemos, y no sé descifrarlo. 


-No importa, adelante, Pablo.


Pablo comenzó a leer. Recitó un montón de números sin significado hasta que, casi al final, leyó unas letras.


-P.C. -dijo Pablo-. Y luego pregunta: ¿Seguimos adelante?


-Pablo, volveré a llamarte. ¿Tienes a alguien de confianza en Geetan Station?


-Tenemos allí a nuestro mejor hombre, señorita. Es el que sacó a nuestros hombres del Irán. Espero esa llamada.


-¿Cuánto tiempo puedes esperar?


-¿Cuánto? Lo que haga falta, señorita Chaves. Llame cuando pueda, estaré esperando.


Paula colgó el teléfono y recapacitó. Tenía que consultar a Pedro. Y luego a Gonzalo. Y después, quizá, a su padre. Pero para empezar a Pedro. Recogió las notas que había tomado de la conversación y subió a su habitación. ¿Números? ¿P.C.? Paula Chaves, por supuesto. Y los números... el más bajo era el uno, el más afeo el veintidós. ¿Quién podía conocer un código privado familiar? Era un código simple. Cada número representaba una letra según su posición en el sistema alfabético, pero invertido. Era el código que Gonzalo y ella habían compartido de pequeños. ¿Cuántos años tendría «el hombre de Geetan»? Bien, ya se ocuparía de eso más tarde. Lo importante era descifrar el mensaje, que poco a poco fue adquiriendo significado: "Avión forzado a aterrizar por misil Stinger a veinticinco kilómetros de Geetan. Pasajeros vivos, pero heridos. Los García bien. Se trata de una guerrilla formada de un partido comunista. Exigen un millón de libras esterlinas por los rehenes, empleados de la Chaves. Los secuestradores no son de fiar. Es posible conseguir ayuda militar en Geetan. ¿Seguimos adelante?" Ella respiró hondo. La libra esterlina estaba muy alta. Venían a ser unos seiscientos mil dólares de rescate. Escribió el mensaje, tragó al ver el coste, se encogió de hombros y bajó al salón. Pedro estaba sentado en la cama, acurrucado.


-¿Pedro?


-¿Más trucos típicos de los Chaves? -preguntó él estirándose.


-Supongo que podrías llamarlo así. Es un mensaje de Geetan, en Sanjestan -contestó pasándole las notas a Pedro.


-Eh... no entiendo tu letra. ¿Podrías leérmelo?


-Claro. Han encontrado el avión, está exactamente en el mismo lugar donde lo forzaron a aterrizar con un misil Stinger. Es un misil americano. Dejamos muchos allí hace tiempo. Casi todos los rehenes están bien, incluidos los García. Están en manos de la guerrilla, que los tiene retenidos y exige un rescate de seiscientos mil dólares...


-¡Eso es mucho dinero! -exclamó Pedro silbando e interrumpiéndola.


-Sí, lo es, pero hemos pagado más otras veces. Después de todo dos de ellos son de tu familia, y el resto son empleados de la Chaves. En la empresa tenemos una regla para casos como este, Pedro. Siempre traemos a nuestra gente de vuelta a casa. Y ten en cuenta que el lugar está a veinticinco kilómetros de la frontera con Malikstan. Quizá podamos conseguirlo más barato. Incluso por medio millón, si utilizamos nuestros contactos. Te advierto que Gonzalo tiene la última palabra, pero necesito que me des tu opinión. ¿Tú qué crees?


-¿De qué estás hablando? 

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 57

Para cuando las cosas volvieron a la normalidad era ya por la tarde. Martina se echó la siesta, y Pedro estuvo caminando de un lado a otro en el improvisado dormitorio hasta que Paula reunió el coraje suficiente para entrar a ofrecerle café.


-Muchas gracias -dijo él sin mirarla-. Voy a... te vamos a echar de menos.


Paula se dejó caer sobre un sillón y respondió:


-¿Sí? 


-Sí, claro, llevas aquí ya bastante tiempo y...


-¿Me estás echando?


-¿Yo?, ¿echarte? ¡No seas tonta! Pero no esperarás que tu nuevo marido acepte el que vivas aquí, ¿No?


-¿No?


-Por supuesto que no. ¿Quién es? ¿Es ese tipo que trajo tu hermano?


-¿David? -sugirió Paula. ¿Qué le importaba a él si era David o no? Paula ladeó la cabeza y lo miró. En su rostro no se movía ni un músculo. Aquello no parecía importarle en absoluto-. No, antes me metería en un convento, y detesto la idea de meterme en un convento. 


Él levantó la vista y, por primera vez, la miró directamente a los ojos.


-¿Es alguien a quien yo conozca?


Seguía sin importarle, se dijo Hope. Simplemente trataba de darle conversación. Paula se mordió el labio, era una vieja costumbre cuando estaba nerviosa.


-Puede que lo conozcas, es de por aquí.


-Ah, eso es bueno. Siempre es mejor casarse con alguien a quien se conoce.


-Sí-convino Paula-, supongo.


Él tomó el periódico y comenzó a pasar las páginas hasta llegar a la sección de deportes. Paula se puso en pie. Él no hizo el menor caso, no se movió excepto por los ojos, que iban de una página a otra y, de vez en cuando, la miraban a ella.


-Será mejor que vaya a hacer la cena -musitó ella.


Pedro siguió sin hacer el menor ruido. Paula dió un paso hacia la puerta. Tenía el cuello dolorido de tanto concentrarse en mirarlo. Y en realidad, para nada. Sacudió la cabeza y salió de la habitación. No había llegado a la cocina cuando escuchó un golpe fuerte en el salón. Automáticamente levantó la cabeza.


-¿Ocurre algo? -gritó por el pasillo.


-¡Demonios, no! -contestó él a gritos-. ¿Qué va a ocurrir? Se me ha caído el... reloj.


-¡Vaya golpe! -musitó Paula entrando en la cocina. 


Nacho volvió del colegio contento, gritando como un vaquero y arrojando los libros al suelo.


-¿Hay alguien en casa?


Paula le hizo callar. Martina estaba durmiendo, y quizá su tío estuviera echando una cabezadita. El chico se detuvo de golpe y entró en la cocina de puntillas.


-¿El tío Pedro también está durmiendo?


-Sí, también.


-Tengo hambre.


-¿Y cuándo no tienes hambre? ¿Te comiste lo que te puse de almuerzo?


-Sí, todo. Otros días hago cambios con la comida de otros chicos, pero hoy estaba tan rico que me lo comí yo sólito. ¿Qué hay de merienda?


-Hay galletas en el tarro, y leche.


-No comprendo cómo nos las hemos arreglado sin tí -comentó Nacho metiendo las dos manos en el tarro de las galletas.


-Ni yo -sonrió Paula. 

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 56

 -Y así fue cómo sucedió -concluyó Alejandra-. Y luego nos casamos.


Entonces volvió a sonar el timbre de la cocina. Enseguida se oyeron pisadas en la escalera, que cesaron en el baño de la planta de abajo. 


-Le toca practicar con el orinal -le explicó Paula a su madre-. Entonces, ¿Crees de verdad que debo casarme con él?


-Eso tendrás que decidirlo tú -contestó su madre-. El amor es algo muy distinto para cada uno pero, si te casas con él, tómalo tal y como es, no lo tomes por lo que crees que puedes llegar a hacer de él. Solo puedes cambiarte a ti misma. ¿Te ha pedido que os caséis?


-Sí, más de una vez, y creo que...


-¿Sí?, ¿qué es lo que crees?


-Creo que si me lo pide otra vez, voy a aceptar.


-Pues concédenos un poco de tiempo -pidió Alejandra dando una palmadita en la mano a su hija-. Tus hermanas querrán asistir a la boda.


-¿Y papá?


-A él no tengo que preguntarle, cariño. A él simplemente se lo diré.


-¿Boda? -repitió Martina entrando en la habitación. Ninguna de las dos la había oído llegar-. ¿Te vas a casado?


Paula miró a su madre, suspiró y se encogió de hombros.


-Quizá, pero es un secreto. Así que ya sabes, no se lo cuentes a nadie. Y menos al tío Pedro.


-Yo sé guardar secretos -respondió Martina ofendida-. Bueno, creo que sé. ¿Y qué vas a hacer esta mañana, mamá?


-Pan -contestó Paula-. Tu tío come pan casero como si las panaderías estuvieran pasadas de moda.


-¡Qué gracia! ¿No es divertido? -rió Martina mirando a Alejandra-. ¿De verdad eres la mamá de Paula?


-Sí, de verdad.


-¡Entonces eres mi abuela!


-Algo así -vaciló Alejandra-. Yo soy la abuela de muchos niños. Paula, debes tener cuidado, supón que aparece Carolina...


-Sí, lo sé, pero la verdad es que no sé cómo arreglarlo.


-¿Que no sabes cómo arreglar qué? -preguntó una voz profunda desde la puerta, justo cuando Delfina entraba.


Tras ella, Pedro caminaba con bastón y sin muletas. 


-¡Tío Pedro! -gritó la niña saliendo a todo correr de la cocina y saltando sobre él-. ¿Ya estás bien?


-Creo que sí -contestó él haciéndola volar por los aires.


-Sí, pero no como para esas acrobacias -advirtió Delfina-. Al menos por ahora. ¿Lista para marcharnos, mamá?


-Sí -convino Alejandra-. He tenido una agradable charla con Paula, y otra con Martina.


-Y sé un secreto -gritó Martina-. Lo diré en voz baja, porque es secreto.


-Dímelo a mí -pidió el tío Pedro.


-¡Ah, no! -contestó Paula.


-¡Paula se va a casar! ¡Te dije que estabas esperando demasiado!


El tío pedro, con la niña en brazos, se dió la vuelta y miró a Paula. Su mirada era dura, sus labios no sonreían.


-¿En serio? -preguntó Pedro.


-Sí, en serio -contestó su sobrina nerviosa.


-Adiós -se despidió Alejandra agarrándose del brazo de Delfina.


-Cobardes -musitó Paula.


-Cuidado con esa pequeña, cariño -sonrió su madre antes de marcharse.


Delfina vaciló, se encogió de hombros y siguió a su madre hasta la puerta.


-Creo que no deberías de haberme contado tu secreto, Martina -dijo el tío Pedro. 

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 55

El viento de abril soplaba por entre árboles en flor. Arriba, en el dormitorio, Paula escuchó ruido de coches. Entró en el baño, se lavó la cara y se miró al espejo.


-No volverás a llorar en esta casa -repitió aleccionándose-. ¿Has comprendido?


Luego bajó las escaleras a toda velocidad y se encontró con su madre en la puerta.


-No hace falta que corras, ya se han ido -dijo Alejandra.


-Ven a tomar café -la invitó Paula-. Todo está desordenado, pero los niños ya han desayunado.


El ordenador de la cocina hizo sonar entonces el timbre. Dos pares de piececitos bajaron las escaleras. Paula le tendió a Nacho la bolsa del almuerzo y apartó a su madre para que no la atropellara.


-Adiós, tía -gritó el niño recogiendo la bolsa y besando a Paula en la mejilla.


Luego, sorprendido, se quedó mirando a Alejandra, pero inmediatamente salió por la puerta.


-Era Nacho -explicó Paula a su madre.


-¿Y esta es... Martina?


-Es yo -dijo la niña saltando desde el tercer escalón, aterrizando en brazos de Paula-. Paula sabe pescarme, yo la aprendí.


-La práctica -declaró Hope solemne mientras las tres se dirigían a la cocina.


-Paula también saltaba muy bien cuando era pequeña. Claro que, su padre era un objetivo muy grande.


-¡Qué bien me pescaba! -exclamó Paula sirviendo zumo de naranja a la niña y café a su madre.


Martina se bebió el zumo y se quedó mirando a Alejandra.


-Paula es mi mamá -afirmó Martina decidida, como si esperara que alguien lo negara. 


-Pues yo soy la mamá de Paula -añadió Alejandra esbozando una de sus famosas sonrisas, que captó la atención de la niña.


-Todo el mundo tiene que tener una mamá -sonrió Martina. Justo en ese instante el timbre accionado por el ordenador volvió a sonar. Martina se bajó de la silla-. Lo siento, tengo tarea.


-¿Tarea? -repitió Alejandra dando un sorbo de café, como si recordara algo.


-Bueno, conmigo funcionó.


-¡Ah!, me estaba preguntando cómo íbamos a poder hablar con esa nenita por aquí.


-Tenemos una hora. Empieza.


-Lo primero es lo primero, cariño. Esos niños te adoran. Has llegado muy lejos, querida mía. Ahora pareces... más adulta que hace unos meses. Pero esa niña te ha llamado mamá.


-Sí, lo hace desde hace muy poco tiempo. No sé cómo comenzó, pero últimamente me llama mamá más a menudo que tía. ¿Crees que está mal?


-Es muy pequeña, Pau, y es evidente que te ha adoptado. ¿Pero qué pasará cuando vuelva su madre de verdad?


-No... no lo sé, mamá. Puede que sea solo algo pasajero, nadie la ha enseñado a llamarme mamá. Y su hermano Nacho no me lo llama. Acaba de cumplir tres años, y su madre lleva mucho tiempo enferma, lejos... casi un año... parece algo tan natural.


-Lo sé, nadie tiene la culpa, pero debes tener cuidado -recomendó su madre-. Sin embargo no es de eso de lo que he venido a discutir. Hablemos de sexo y después nos ocuparemos de la niña, ¿De acuerdo? 


Alejandra respiró hondo y comenzó a contarle su historia: Le contó a su hija cómo Miguel Chaves le hizo la corte. Cada tres o cuatro minutos Paula la interrumpía para exclamar: «¡Tú no hiciste eso!», o bien «¿Lo hizo?», o «No, ¿mi padre hizo eso?», o «¡Mamá, pero si te comportaste como un bandido!». Y así pasó una hora, y Paula Chaves llegó a saber más de lo que nunca hubiera imaginado sobre la forma en que un hombre enamora a una mujer.


Mi Destino Eres Tú: Capítulo 54

 -No, mamá -negó Paula explicándoselo todo con detalle.


-Ah, así que lo que quieres es que me meta en los asuntos de la empresa. ¿Y qué crees que dirá Gonzalo?


-Si se lo explicas detalladamente estará encantado de ayudar -rió Paula-. Después de todo él es tu hijito.


-Señorita, me parece que te estás haciendo muy sofisticada para este mundo. ¿Cómo dijiste que se llamaban?-,


-García, Adrián y Carolina García. ¿Crees que...?


-Por supuesto que puedo comprobarlo -afirmó Alejandra-. Me sorprendería que no tuviéramos a nadie trabajando en esa zona. ¿Y qué tal está el señor Alfonso?


-Está bien, dentro de lo que cabe -contestó Paula bajando la voz-. Es un paciente terrible, pero con los niños es maravilloso. ¿Te acuerdas de él, de cuando iba al instituto?


-Sí, lo recuerdo muy bien, cariño. Por aquel entonces llegué incluso a pensar que iba a tener que hacer algo drástico con él, pero ya sabes, vino a casa, se explicó, y se disculpó perfectamente.


-¿Secretos? -preguntó Pedro poniéndose en pie con dificultad-. Saldré un rato al porche.


-Sí, estupendo -contestó Paula.


-¿Y bien? -preguntó su madre.


-Estaba... estaba hablando con Pedro -tartamudeó Paula-. Ha... ha salido al porche.


-Entonces -continuó su madre-, ¿Has llamado solo por lo de esa pareja, o hay alguna otra razón?


-Claro que sí, mamá. Quería hacerte una pregunta.


-Pregunta.


-Él... no deja de pedirme que me case con él. ¿Tú qué crees?


-Bueno... tú eres más joven que tus hermanas cuando se casaron. Y mucho más joven que yo, pero, ¿qué es lo que opinas tú?


-No lo sé -vaciló Paula-. A veces me asusta.


-¿Sí? ¿Quieres decir que te amenaza? 


-No, nada de eso, me... me besa, y... dice cosas que... ese tipo de cosas... Y le gusta acariciarme.


-Conque el sexo ocupa su mente, ¿Eh? -preguntó su madre riendo.


-Eh... Sí.


-Escucha, cariño, el sexo, en el matrimonio, es algo muy bonito. Y muy placentero. Y dices que es maravilloso con los niños, ¿No?


-Sí, lo es.


-¿Y a tí también te gustan los niños?


-Sabes que sí.


-Debo de haberlo olvidado -rió Alejandra-. He hablado con todas tus hermanas de estos-temas, pero supongo que he olvidado hablar contigo. Escucha, Delfina está a punto de salir para tu casa. Iré con ella, y mientras se lleva a tu paciente al hospital tú y yo charlaremos. ¿Te parece bien?


-Sí, me alegro mucho de que seas mi madre -contestó Paula emocionada.


-Y bien, ¿Qué ha dicho? -preguntó Pedro entrando en la cocina.


-Ha dicho que se ocupará de ello. 


-¿Y por eso lloraras?


-No, también ha dicho... -Paula tiró del delantal y se enjugó las lágrimas.


-Será mejor que vayas a vestirte -sugirió él con una sonrisa-. Aunque a mí, desde luego, me encanta mirar a las chicas que van en camisón.


Paula bajó la vista y gritó. Al subirse el delantal había enseñado más de lo que debía.


-Ha dicho que eres un buen chico, y no comprendo por qué -musitó Paula antes de marcharse.


-Pues ahora soy yo el que no comprende -musitó a su vez Pedro dando un sorbo de café-. Soy un buen chico... es decir, un buen hombre.


Paula Chaves entró en su habitación y cerró la puerta. Luego se miró al espejo.


-Paula Chaves, no vas a volver a llorar nunca jamás mientras estés en esta casa. ¿Entendido? 

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 53

Paula sacó la taza de Pedro, la llenó de café, le echó unas gotas de leche y la dejó frente a él.


-¿Tortitas?


-Sí. Y tres o cuatro tostadas.


Paula se dió la vuelta y comenzó a trabajar. Entonces sonó el teléfono. Pedro contestó, y ella lo observó.


-Sí, esta es la residencia de los Browne, sí, yo soy Pedro Alfonso. ¿Western Union? ¿Un telegrama? ¿Del... del Departamento de Estado? ¿Se refiere usted al Departamento de Estado de los Estados Unidos, en Washington DC? ¡Dios mío, pero si no conozco a nadie en el Departamento de Estado! Sí, léamelo, luego me manda una copia por correo.


Las tortitas estuvieron listas enseguida. Paula miró por encima del hombro. Los ojos de Pedro brillaban. ¿Era una lágrima?


-¿Qué?


-Carolina -murmuró él-. Mi hermana Carolina. Y su marido Adrián.


-¿Los padres de los niños?


-Sí -contestó él con voz sombría, distante, casi como si estuviera a miles de kilómetros de distancia-. En Sanjeet -añadió él-. ¡Maldita sea! Adrían lo había arreglado para pasar tres meses de vacaciones con Carolina, para que ella se recuperase. Los lagos del Valle de Sanjeet son de los más bonitos del mundo. Adrián lo arregló todo para tomar un avión que sobrevolaba los lagos, era un vuelo turista. Pero alguien ha obligado al avión a aterrizar. Hay dieciséis turistas retenidos como rehenes, incluyendo a Adrián y a Carolina. ¡Dios mío, Carolina ha estado tanto tiempo enferma! ¡Y luego, justo cuando se pone bien...! Ni siquiera saben quién los tiene retenidos. No llegarán a casa para Semana Santa. ¿Qué voy a decirles a los niños?


Paula se quedó mirándolo. Los empleados de la Chaves Incorporated habían sufrido todo tipo de incidentes, pero no había vuelto a haber ningún secuestro desde el problema de Vanesa Chaves en África.


-No tengo ni idea -contestó Paula-. Ni idea. A Martina puede que sea mejor no decirle nada, y en cuanto a Nacho... es un chico bastante maduro, pero creo que quizá no debamos decirle nada hasta que no pregunte.


-Eso es todo lo que sabe el Departamento de Estado. Y no tengo más parientes. Los chicos tendrán que quedarse conmigo, claro. 


Pedro dió un sorbo de café. Estaba frío. Dejó la taza sobre la mesa y alcanzó las muletas. Aún le costaba ponerse en pie.


-Yo puedo ayudarte con los niños, no tengo problemas para quedarme -contestó Paula. Con él. Pedro seguía intentando ponerse en pie-. Pero, ¿A dónde vas?


-No lo sé, tengo que salir y pensar. Cuida de los niños por mí.


-Sí, yo me encargaré.


Pedro era el tipo de paciente al que no le gustaba que lo ayudaran, así que ella no le ofreció su ayuda. Era un hombre independiente. Como los Chaves, reflexionó. De pronto se le ocurrió una idea.


-¡Pedro!


-¿Qué? -preguntó él dándose la vuelta.


-Necesitamos más información.


-Claro, ¿Y qué sugieres?, ¿Quieres que despleguemos nuestra propia fuerza de espionaje? -preguntó sarcástico.


-No es ninguna tontería, es lo que hizo la Chaves cuando nuestros hombres fueron capturados en Irán. Los sacamos de allí sanos y salvos. Nuestra empresa es grande, Pedro.


-¿Nuestra?


-Sí, todos los Chaves tenemos acciones. Y no me sorprendería descubrir que tenemos a gente trabajando en Sanjeet. Hay en Pakistán, en Nepal y... ¿Por qué no...?


-Sí, ¿Por qué no? -preguntó él volviendo a caer sobre la silla, soltando las muletas y pasándole el teléfono-. ¿A quién vas a llamar?


-Bueno, papá se ocupa de las tareas especializadas, Vanesa de la ingeniería, y Gonzalo dirige la empresa.


-Entonces, ¿Vas a llamar a Gonzalo?


-¡Demonios, no! Voy a dirigirme directamente a la cima. A mi madre. 


Alejandra Chaves celebró que su hija la llamara.


-Me alegro de oírte, cariño. Delfina acaba de llegar hace un momento, y estaba pensando en pasar por tu casa para recoger a tu paciente. Quiere hacerle otra placa de rayos X. Pero no es por eso por lo que llamas, ¿Verdad? 

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 52

 -Yo creía que lo más importante era dar con una mujer que estuviera dispuesta a casarse contigo -contestó Paula dejándose caer sobre uno de los asientos-. Y no me parece que estas sean horas de ir a buscar una.


-Ah, eso no lo sé, además, yo ya he encontrado chica.


Aquello la sobresaltó. Ella acababa de rechazarlo el día anterior, y en cuestión de horas Pedro había encontrado alguien para reemplazarla. Por un segundo Paula sintió que el labio inferior le temblaba. No importaba, se dijo. No le importaba. Él podía encontrar a miles de mujeres si quería...


-Pásame el teléfono -ordenó él-. ¿Dónde diablos está ese módem?


Paula se arrellanó en el sillón para mostrar su falta de interés. Y entonces lo vió.


-Estás sentado encima de él -dijo con toda naturalidad.


-¿Del teléfono?


-No, del módem.


Paula se levantó y le llevó el teléfono. Él rebuscó por debajo del pijama y por fin encontró el módem,


-Bien, ¿Y cuál es el maldito número de la oficina de tu hermano?


Paula se lo sabía de memoria. Se lo dió y lo observó marcarlo junto a dos dígitos más que lo conectaban al fax.


-¿Estás llamando a mi hermano?


-No exactamente, no creo que se haya levantado.


-¡Ha! No conoces a mi hermano. Ni a mi padre. Seguro que alguno de los dos está allí desde las cinco de la mañana. Mi madre lo detesta.


Pedro alargó una mano y conectó un par de cables. Luego pulsó ciertas teclas del ordenador. La máquina comenzó a traquetear durante un par de minutos, y luego se paró sola.


-¿Qué...?


-Tu hermana Vanesa está en África, y anoche me llamó para contarme un problema. Eso que mando es la solución.


-¿Llevas toda la noche despierto?


-¿Y por qué no? No podía dormir con este dolor de pierna, así que me puse a trabajar. Y ahora pon todo esto en su sitio.


-Sí -respondió Paula llevándoselo todo de la cama. 


-Bien, ahora... -él dobló un dedo haciendo la señal de llamarla-... ven aquí.


-No -contestó ella-. Si yo estuviera en África...


-No te engañes -la interrumpió él con una amplia sonrisa-. A tí no te podrían llevar a África ni con un par de elefantes empujándote.


-Así que crees que soy una cobarde, ¿No es eso? Bueno, pues no lo soy. No me da miedo ir a África, ni los elefantes.


-Demuéstramelo. Ven aquí.


No debía comportarse como una tonta, se dijo Paula. Tenía que parar todo aquello. Sin embargo sus pies la llevaron muy despacio en su dirección.


-Mírame a los ojos -ordenó él-. Tú vas a casarte conmigo.


Él había bajado la voz. Era profunda, grave, suave, hipnótica. Pero Paula no estaba dispuesta a dejarse hipnotizar. Por fin consiguió reunir otro poco más de coraje.


-¡Al diablo! ¿Qué quieres para desayunar?


-Dios mío, ¿Pero no irás a hacerme el desayuno vestida así?


Él sonrió y se lamió los labios. Sus ojos estaban fijos sobre un punto más abajo de la barbilla de Paula. Ella se quedó mirándolo y luego bajó lentamente los ojos. La única luz de la habitación procedía de una mesa que había tras ella. Llevaba uno de sus camisones más cómodos: corto, semitransparente y de gran escote, le llegaba justo hasta las rodillas. Y la luz trasparentaba su silueta.


-¡Maldito seas! -musitó volando hacia la cocina, donde se puso el delantal.


Justo a tiempo. Paula pudo escuchar los golpes de sus muletas. Y ahí estaba, sonriendo. Ella se quedó helada en medio de la estancia. Él dió la vuelta a la mesa de la cocina y se sentó en una silla.


-Ha sido una noche muy dura -suspiró-, pero me alegro de haber terminado el trabajo. La vida está llena de problemas, ¿No te parece?


-La mayor parte de ellos nos los creamos nosotros mismos -comentó Paula volviéndose hacia los fuegos. Había preparado la cafetera eléctrica la noche anterior, solo tenía que encenderla-. ¿Café?


-Sí. 

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 51

 -¿No respondes? -continuó él tratando de engatusarla.


-Estoy pensando.


-¿Crees que debería añadir un toque más de sexo?


-Yo... 


Pedro la interrumpió, levantándola y sellando una vez más sus labios, interrumpiendo sus palabras. Cálido, húmedo, placentero... entonces su mano se movió y rozó suavemente su pecho. Las sirenas de alarma comenzaron a sonar en la mente de Paula. Y siguieron sonando. ¿O eran sus oídos los que zumbaban? Tenía que detenerlo, le decía la voz de la conciencia. Tendría que apartarse y darle una bofetada pero, ¿Qué haría él a continuación? La respuesta a esa pregunta le arrancó lágrimas. Pedro la soltó suavemente, suspiró y la hizo levantarse de su regazo. Paula se sentó en la cama como una marioneta a la que hubieran cortado los hilos.


-Y bien, ¿Qué te ha parecido? -Paula se apartó lo suficiente como para que sus muslos no se tocaran. Luego tosió-, ¿Hmm?


-Ha sido...ha sido... interesante.


Paula se levantó de la cama. Apenas podía mantener el control sobre sus propios movimientos. Se alisó la falda y esbozó a duras penas una sonrisa. 


-¿Quieres que probemos otra vez?


-No... ahora no -contestó ella-. Creo que me voy a la cama y tú necesitas....


-Sí, comprendo, no voy a ganar todas las apuestas. Quizá podamos probar mañana, ¿Verdad?


-Quizá -contestó ella inclinándose para besarlo en la frente y salir corriendo antes de que él pudiera ponerle las manos encima.


-¡Cobarde! -gritó él.


Paula estaba dispuesta a aceptar el cargo, pero no a pararse a discutirlo. Luca, medio dormido sobre la alfombra del dormitorio, abrió un ojo para verla bailar y hacer piruetas de la puerta a la ventana. Hubiera querido cantar, pero no deseaba despertar a los niños. Le costaría más de la mitad de la noche explicarles lo sucedido. Y, además, aquello no tenía ninguna explicación. A las seis de la madrugada del día siguiente se despertó. La campanilla que había junto a la cama de Pedro sonaba casi tan fuerte como la sirena de los bomberos. Salió de la cama, buscó las zapatillas y corrió escaleras abajo. Los niños ni se movieron. Cuando llegó apenas le quedaba aliento. Él estaba sentado al borde de la cama, exactamente igual que la noche anterior.


-¿Qué ocurre?


-No puedo encontrarlo -contestó él revolviendo las mantas.


-¿Que no puedes encontrar qué?


-Mi módem.


-¿Tu qué?


-Mi módem. El aparato que conecto al ordenador para mandar mensajes por la línea telefónica.


-Escucha, son las seis de la madrugada, los niños están durmiendo y yo debería estar haciendo lo mismo. ¿Para qué necesitas mandar un mensaje ahora?


-Porque, señorita, quiero casarme. Y para casarme necesito ganar mucho dinero.