viernes, 4 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 33

 -Que ya ha llegado la hora de que venga el príncipe, te de un beso y te despierte.


-No sé de qué estás hablando. ¿De dónde te has sacado esa estúpida idea?


-Ah, no lo sé.


-¡Qué cantidad de tonterías dices, Pedro Alfonso!


-¿Quieres una muestra?


-Imposible.


Él metió un señalizador en el libro que estaba leyendo y lo cerró. Hope lo observó con interés. Pedro Alfonso estaba a punto de hacer el ridículo, y Paula Chaves estaba dispuesta a reír. Él se levantó del asiento y se sentó junto a ella en el sofá.


-¿Estás cómoda? -inquirió deslizando un brazo por su espalda. Lo había hecho muy lentamente, como para no asustarla. Paula se alarmó ligeramente, pero al ver que todo seguía tranquilo se serenó-. ¿Cómoda? - repitió él. 


-Bueno, razonablemente cómoda. Y ahora, ¿Qué?


-Segundo paso -dijo él pasando el otro brazo justo por debajo de sus pechos y agarrándola firmemente a la altura de la última costilla-. ¿Sigues estando cómoda?


-Claro -contestó con voz trémula.


-Y ahora...


-Y ahora, ¿Qué? -preguntó Paula atemorizada.


-Y ahora nos acercamos más -contestó él procediendo a demostrárselo-. Y luego se besa a la chica suavemente en la mejilla, en la punta de la nariz.


-Eso hace cosquillas.


-Y ahora tú opones un poco de resistencia.


Los labios de Pedro descendieron lentamente sellando su boca. Sus brazos la estrecharon y sostuvieron inmóvil, impotente. Si hubiera querido luchar, habría podido escabullirse, pero no tenía ninguna intención de luchar. En lugar de ello se quedó quieta, sentada, presenciando su propia seducción. Aquello hubiera podido no tener fin, de no ser por Martina García, que bajó a trompicones las escaleras con una vieja muñeca.


-No has venido a leerme ninguna historia, tía Paula -dijo en tono acusador.


-Dile que se marche -musitó Pedro tratando de desenredar los brazos.


-¿Cómo?, ¿A tu sobrina?


-¡Tía Paula! -gritó la niña enfadada-. He traído el libro.


-Está bien, cariño. Súbete al sofá, aquí en medio, y te leeré el cuento.


Martina se subió al sofá, suspiró y abrió el libro.


-¿No es maravilloso tener a dos tíos para leer un cuento? Nacho va a tener mucha envidia mañana cuando se lo cuente.


-Quizá debamos guardar esto en secreto -sugirió el tío Pedro.


-Bueno, también podríamos ir a despertar a Nacho -aseguró Paula-. Seguro que no le importa, y a mí tampoco.


-¡Pero a mí sí, maldita sea! -contestó Pedro-. ¡Venga, lee el cuento antes de que me ponga hecho una furia! 

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