lunes, 7 de diciembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 38

Por el camino recogió a Martina y ambas volvieron a casa. Paula llamó por el teléfono del salón.


-Sí, le mandaré a alguien del Morton Hospital. Hoy ha habido muchos accidentes.


-¿Muchos...? -repitió Paula dándose cuenta entonces de que había repetido el mensaje casi con exactitud.


-Sí -contestó la telefonista-. Hoy ha habido muchos casos de estúpidas piernas rotas. Es muy común cuando nieva.


La ambulancia llegó unos veinte minutos más tarde.


-Pierna rota -dijo el jefe de los enfermeros tras un rápido examen-. Hay que llevarlo al hospital para hacerle una placa de rayos X, pero parece una rotura limpia. Es una estupidez romperse la pierna así, en una colina de nieve, ¿Verdad? ¿Tiene usted seguro?


-Sí, muchas gracias -contestó Pedro sarcástico-. Tengo la tarjeta en la cartera. Paula, ¿Quieres traérmela, por favor?


Aquella no era exactamente una pregunta, era más bien una orden. Del tipo de las que usaba su madre en casa.


-Será mejor que venga usted con nosotros, señora Alfonso.


-En... es que no hay nadie para cuidar de los niños -tartamudeó Paula.


¿Señora Alfonso? Aquello sonaba bien. No es que deseara serlo, pero el nombre sonaba bien. Pedro, sin embargo, lo echó todo a perder.


-¡Trae la maldita cartera! -ordenó de mal humor-. Y mete a los niños en casa antes de que agarren una pulmonía.


Los enfermeros lo pusieron en una camilla y lo llevaron a la ambulancia. La enfermera le guiñó el ojo a Paula y comentó en voz baja, al pasar:


-Los maridos heridos siempre se ponen de mal humor. Y, a propósito, lo traerán de vuelta a casa esta noche o mañana. Espero que tenga una cama en la planta de abajo de la casa, porque probablemente tendrá que guardar reposo durante cinco o seis semanas.


La ambulancia se marchó con la sirena puesta y, al llegar a la carretera, aumentó la velocidad.


-¿Por qué...? -comenzó a preguntar Nacho, viéndose interrumpido por su hermana.


-¡Paula, has dicho una mentira muy gorda! -gritó la niña.


-¿Qué?


-¿Por qué han puesto la sirena? -exigió saber Nacho-. El tío Pedro no está grave, eso dijo él.


-Bueno, quizá les guste hacer ruido.


Aquella era la única excusa que se le había ocurrido. Paula observó el rostro del chico y esperó sus objeciones. Eddie, sin embargo, se encogió de hombros y se apresuró a correr hacia la casa. Rex lo siguió de cerca. Los observó y luego se dió la vuelta hacia la niña. 


-Me dijiste que no ibas a casarte con el tío Pedro -dijo Martina seria-. ¡Y te has casado con él!


-¿Que yo qué?


-Dijiste que no te casarías, pero la enfermera de la ambulancia te llamó señora Alfonso. ¡Se supone que los mayores no tienen que mentir a los niños! ¡Mentir es una cosa horrible!


-¡Oh, Dios! -suspiró Paula-, ha sido un error, cariño. Tu tío y yo no estamos casados. Ni lo estábamos ayer, ni lo estamos hoy, ni lo estaremos la semana que viene. ¡Jamás! ¡Y como no nos inventemos un modo de bajarle la cama al piso de abajo...!


-¿La semana, que viene tampoco?


-No, tampoco.


-¿Y el mes que viene?


-No, tampoco. ¿Cómo voy a bajar la cama al piso de abajo?


-Pero si no vas a casarte, ¿Para qué necesitas tener una cama en el piso de abajo?


Paula aprovechó sus años de experiencia como niñera para contestar:


-¡Porque sí! 

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